EL EJÉRCITO NACIONAL AFGANO

El objetivo de la formación del ejército afgano es alistar, estructurar y entrenar a un colectivo multirracial de unos 200 mil afganos, para formar el nuevo Ejército Nacional de Afganistán. Los reclutas son contratados tras pasar un somero examen físico, estar comprendidos en un intervalo amplio de edad y pasar por un filtro “político” local, que avale su no pertenencia evidente a los grupos insurrectos. Es de recordar que los que hoy son respetables jefes populares y representantes parlamentarios en la democracia, durante el período de la guerra civil de “casi todos contra todos” de 1989 a 1996, fueron señores de la guerra, antiguos jefes muhaydines antisoviéticos, muchos de los cuales están acusados y no procesados por supuestos delitos y crímenes. Al no existir la tradición de un ejército popular y suficiente de reclutamiento universal, se ha optado por adquirir un ejército de voluntarios, intentando profesionalizarlo.

Características del Reclutamiento General y Primeros Pasos de la Formación.

Las etnias afganas que nutren las filas del ejército son principalmente los uzbecos (10%de la población) y los tayikos (25%), que viven al norte del país, limítrofe con las repúblicas independientes de Tayikistán y Uzbekistán y los hazaras (20%), relacionados con los persas, que viven en el centro. Los pashtunes no abundan por ahora en el ejército afgano, a diferencia del ejército pakistaní. Por ello, a veces, la guerra parece una guerra de liberación pashtún.

El nivel cultural no es un impedimento para el ingreso en el ejército afgano. Es más bien un criterio de selección, junto con una buena recomendación de sus jefes de clan y de los mandos del ejército o de la policía, para pasar a formar parte del cuerpo de suboficiales. Al no existir una tradición militar moderna en el país, no existen en él las academias de suboficiales de las distintas escalas, al estilo occidental o ruso. La formación de los suboficiales no es un asunto baladí, aunque escapa a la percepción del periodista civil insertado o visitante en las diferentes unidades autorizadas. Las unidades de formación del ejército afgano están fundamentalmente dirigidas por suboficiales y oficiales estadounidenses, destacadas en multitud de “boot camps” desperdigados por numerosas provincias del centro y del norte del país.

Los reclutas del ejército afgano pasan por “temporadas” una serie de jornadas de formación en técnicas elementales de lucha; de endurecimiento físico; de disciplina militar, basada en formaciones cerradas y sus movimientos, para imprimirles carácter; de cumplimiento de las labores cotidianas de vida en común y de convivencia como colectivos uniformados. La principal labor conseguida es desasnar a los hombres, que se acostumbren a formar colectivos permanentes y prepararlos básicamente para su formación en las unidades de destino. Dependiendo de las levas, de su calidad y de la uniformidad de ésta, este período se extiende entre los 60 y los 100 días. Y éste es un tiempo de formación considerado insuficiente.

Como parte de un ejército muy aficionado a medir todo (lo que no se puede medir, no existe), los militares estadounidenses observan y controlan (monitoring), miden y registran el “progreso” de sus soldados afganos en formación. Existen más de 75 habilidades individuales desmenuzadas, precisas e identificadas, que son necesarias para que los soldados desempeñen correctamente sus funciones y puedan sobrevivir a los peligros, imprudencias y condiciones de combate. Utilizan para ello los “check list” y las comprobaciones y verificaciones adaptadas al caso, que han ido desarrollando y perfeccionando con sus propios reclutas. El problema es que estos reglajes pueden determinar el comportamiento mecánico de un hombre como parte del colectivo militar y su “marksmanship in the range” o eficacia en el campo de tiro. Pero no reflejarán nunca cómo se comportarán en combate, ante la presión del enemigo, la evolución inesperada, la incertidumbre, el miedo, el aislamiento y la pérdida de confort. Ni cuál es su lealtad a sus jefes y a la pequeña unidad o cuánto están motivados para cumplir sus nuevos deberes.

En las unidades de destino será donde los reclutas adquieran, tras el período de iniciación señalado, una formación militar “razonable”, dominando mejor las “habilidades” esenciales citadas y su integración en pequeñas unidades militares cohesionadas. La columna vertebral de estas unidades operativas es el cuerpo de suboficiales. Ellos son los encargados de su mando inmediato, de completar la formación de los reclutas y de cohesionarlos en la convivencia común, con el ejemplo, el interés por ellos y la profesionalidad. Y, por último, de convertirlas en pequeñas unidades de acción, dotadas de cierta iniciativa y suficientes motivación y compromiso con las misiones.

El Cuerpo de Suboficiales: Características y Posibilidades.

Los futuros suboficiales son entresacados de entre los sucesivos grupos u hornadas o lotes de reclutas que son alistados. Es importante señalar que la paga garantizada es el principal argumento de alistamiento, en un país asolado por la guerra, las sucesivas olas de destrucción sufridas y la desestructuración social. Los soldados afganos también tienen “corazones y mentes”, los cuales deben ser convencidos y ganados, para que defiendan a su joven país y su inestable y corrompido régimen político, frente a las fuerzas disolventes que lo amenazan. Pero la corrupción por sí misma no es razón suficiente para rehuir defender y ayudar al régimen afgano. La corrupción es general, tradicional, arraigada y omnipresente en toda la región geoestratégica árabe: desde el norte de África a las fronteras de la India. Sadam Hussein, el partido Baaz y su régimen estaban asentados en el clientelismo, el copago y el terror selectivo contra los enemigos internos, tanto reales como potenciales o estimados. Con la religión (variedad sunní) y los comunes orígenes tribales como criterios de selección, para comenzar a medrar en las estructuras estatales. Y sobrevivieron a dos guerras exteriores, una larga y otra contra una coalición de países modernos, y a varios intentos armados de rebeliones internas étnicas y religiosas.

Los suboficiales afganos no se sienten como un cuerpo profesional y selecto y aparte de los reclutas, ya que su origen, necesidades y aspiraciones son comunes. En todo caso, si se segregan de éstos es más por vana superioridad y exhibición de poder fatuo, que por razones objetivas. Pero esta lejanía malsana es percibida claramente por los hombres y perjudica la cohesión y la capacidad combativa de las pequeñas unidades. En efecto, son 3 las características o cualidades que los soldados esperan de sus suboficiales, como jefes inmediatos natos: 1) Las tropas siempre tienen que creer que los suboficiales se preocupan realmente por ellos. Y que harán lo posible para facilitarles la vida y para no dilapidarlos en la batalla. 2) Los soldados deben conocer que sus suboficiales cuidan de ellos. S sienten que sus jefes abusan de ellos o los utilizan mal, se volverán indisciplinados y pensarán que no merece la pena seguirlos. 3) Los soldados tienen que confiar en la competencia profesional de los suboficiales. Éstos tienen que tener un juicio militar claro, definido y solvente en las batallas y en las misiones. Sus tropas tienen que reconocer que si los siguen, sus oportunidades de supervivencia y, luego, de triunfo, son tan buenas, al menos, como las de aquéllos.

Los intereses de los oficiales y suboficiales están profundamente enraizados en los de sus familias y clanes, en sus etnias y patrias chicas. Para construir progresivamente, desde los clanes hacia arriba, una entidad regional y, luego, una nacional, hay que crear lazos y relaciones consistentes de progreso y seguridad, que los aglutinen poco a poco. Con ello se irá formando una “moral nacional”, un sentido de pertenencia a una unidad social superior, que respete y garantice sus derechos, a cambio de unas obligaciones sociales y les ofrezca un futuro de paz, utilidad, bienestar y progreso. La estructura social nacional afgana se puede comparar con su red viaria de carreteras y caminos: Es escasa, local y pobre. Así, los oficiales y suboficiales afganos no pueden comprometerse voluntaria, seria y debidamente con un ejército en la defensa del régimen nacional. Que está colocado como una superestructura de escasa vitalidad, sobre las redes sociales centenarias del país. Pensando algunos que, simplemente por ello, ya pudiese sustituirlas eficazmente. Incluso un injerto debe tener una cierta afinidad y cercanía biológica con el patrón o pie receptor, para que prospere a su debido tiempo.

No es de esperar que los suboficiales, tanto los de mando directo de los hombres como los de la escala superior, puedan desempeñar cabalmente su cometido. No creemos que lleguen al 15% del total, los que puedan ser considerados como buenos tanto por los oficiales como por los soldados. Esto va a crear una debilidad estructural, un vacío existencial, en las capacidades militares del ejército afgano en la lucha contra los insurgentes. Los talibanes tienen una fuerte y fanática motivación religiosa y un compromiso con sus misiones. Su cada vez menor diferencia de capacidad militar, la compensan con su decisión de utilizar los hombres necesarios en las misiones decididas. Una prueba es que encuentran suficientes adeptos para llevar a cabo las periódicas misiones suicidas. Pocas sociedades han tenido o tienen guerreros capaces de autoinmolarse para matar y mutilar a sus enemigos. Y, generalmente, sin perspectivas de victoria, sino buscando el fruto inmediato de su sacrificio personal. Los aviadores soviéticos, agotadas las municiones o el combustible, embestían a veces contra los aviones alemanes. Los “kamikazes japoneses”, el “viento divino” protector de las islas contra la invasión mongola, se sacrificaban para compensar la supremacía militar e industrial estadounidense, en aras del código de honor shintoista y de la voluntad del dios-emperador. Pero los hombres del ejército afgano tienen una motivación débil e imperfecta, y tienen una formación y un entrenamiento militares demasiado someros y precipitados.

Quizás no sean muchos los talibanes “full commitment”, capaces de luchar hasta el mismísimo fin contra los corruptos, los renegados de la Fe y los infieles invasores. Aquéllos son apenas un porcentaje mayor que los comisarios políticos de los ejércitos rojos. Pero también es cierto que es mucho menor el porcentaje de fuerzas de la ISAF y del ejército nacional afgano, dispuestos a dar la vida por la causa de la libertad del país y ganar la lucha contra el terrorismo en tierras lejanas a las suyas.

(continuará)

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