The Writing in the Study of the Military Themes

There is something important in the writing, as instrument of fixation and reflection of the learned theme. Not simply to make a summary or a few notes of the well-read thing.

This is what has motivated me to preparing and presenting a brief summary of the function, which exercises the writing for the student of the Military Topics. As seal and final flourish of the preparation or the domain of a taken advantage text by his intelligent reader.

The Writing in the Production of the Concepts and Ideas in general.

The language is the great maker of the thoughts and the abstract ideas. It is the «cognitive material» support with which these are prefigured, work, elaborate and hand over themselves definitive. The language is also a “putting in chains” of the ideas. That are circumscribed to him, both in his expressive capacities and in his ideological limits. We think with the language that we use.

This determines the simultaneous number, not the successive one, of the ideas with which we can work together. The immediate memory does not ensue as a complete and infallible help for the presentation, the comparison and the successive consultations of ideas, related between them. Or to fuse, modify, consolidate them and/or overcome them in an ideological superior unit. Let’s not say, if what we treat is preserving complete this creation and her process. Seeking to remember and transmit her to the others.

It becomes necessary then to write the language of the ideas in action, to expand it, to spread it in order, on “the paper”. But, for being this support more manageable, extendable and more attainable in all occasions than the PC’s «screen shots». In order that the most extensive ideas, the most wide concepts go arising, connect, improve and acquire an ideological major range.

Of the convenience of the manual writing in the study of our Military specific Themes.

In this labor, from the simplest to the most complex and deep, the pen (or the pencil or the ballpen) and the paper are founded together with the hands, forming the mechanical or industrial part, with the ideological language and the human brain, which provide the cognitive and conceptual part. Until all reach a «human and humanizer unit» of work, with the concepts and the creative thought. Where all the elements are important and none can be absent.

He is the ancient «elaborating man» with his hands, an “homo faber”. Acting fully as an intellectual «homo sapiens».

For this labor, any other writer artifice does not join so fully with the biological capacities of the man. The pen is, so, for the nobility of his strokes, the immediate agility and the docility at the service of the thought, the instrument that more completely allows us to extend in an object (the paper) our ideas. To interweave with them, so much simultaneous as successively, a mental creative process.

We dare to say that the lack of this “exercise” can take us to an atrophy of the natural capacity of agreeing and criticizing, thinking and creating. That is independent from the volume of “acquired knowledge”, but that allows us to use them better. Without it which we would largely deprive ourselves of the real possibility of «aprehendere» (to take, to grasp), of assuming the culture.

Simply we can start developing this function and creating his habit, getting used to realizing small summaries of the studied things. But, without having either burdens or hurries. To them we can adding, at will, our comments, critiques or suggestions. And all this will create us a special habit of deepening in our studies. And will expand our capacities of reflection and utilization of our readings about the Military Themes.

On the appropriation and employ of the modern communication systems in the transmission of more wide or important studies and of interest for others persons.

Once culminated the “creation process”, if the theme and the circumstances deserve it, like in this case, other better procedures exist to communicate the developed ideas to many persons. Between them are the press, the typewriter and the personal computer, with all his variants, programs and improvements. They possess so special qualities of composition, reproduction, transmission and generalization, that have supposed a qualitative advance in the diffusion of the human thought through the World.

La Escritura en el Estudio de los Temas Militares

Hay algo importante en la escritura, como instrumento de fijación y reflexión de lo aprendido. No simplemente para confeccionar un resumen o unos apuntes de lo leído.

Esto es lo que me ha motivado a preparar y presentar un breve resumen de la función, que ejerce la escritura para el estudioso de los Temas Militares. Como marchamo y broche final de la preparación o del dominio de un texto aprovechado por su lector inteligente.

La escritura en la elaboración de los conceptos e ideas en general.

El lenguaje es el gran elaborador de los pensamientos y de las ideas abstractas. Es el soporte “cognitivo material” con el que éstos se prefiguran, trabajan, elaboran y se rinden definitivos. El lenguaje es también un aherrojamiento de las ideas. Que quedan circunscritas a él, tanto en sus capacidades expresivas como en sus límites ideológicos. Pensamos con el lenguaje que usamos.

Esto condiciona el número simultáneo, no el sucesivo, de las ideas con las que podemos trabajar conjuntamente. La memoria inmediata no resulta tampoco de una ayuda completa e infalible para la presentación, la comparación y las sucesivas consultas de ideas, relacionadas entre sí. O para fusionarlas, modificarlas, consolidarlas y/o superarlas en una unidad ideológica superior. No digamos si lo que se trata es de conservar íntegra esta creación y su proceso. Buscando recordarla y transmitirla a los demás.

Se hace necesario entonces escribir el lenguaje de las ideas en acción, expandirlo, desparramarlo en orden en el papel. Pero, por ser este soporte más manejable y más asequible que los “pantallazos” informáticos. Para que las ideas más extensas, los conceptos más amplios vayan surgiendo, se engranen, se perfeccionen y adquieran un rango ideológico mayor.

De la conveniencia de la escritura manual en el estudio de nuestros Temas Militares específicos.

En esta labor, desde la más simple a la más compleja y profunda, la pluma (o el lápiz o el bolígrafo) y el papel se funden junto con las manos, formando la parte mecánica o fabril, con el lenguaje ideológico y el cerebro humano, que aportan la parte cognitiva y conceptual. Hasta alcanzar todos una “unidad humana y humanizadora” de trabajo con los conceptos y el pensamiento creadores. Donde todos los elementos son importantes y ninguno puede faltar. Es el “hombre elaborador” con sus manos, ancestral, actuando plenamente como “homo sapiens” intelectual.

Para esta labor, cualquier otro artificio escritor no se integra tan plenamente con las capacidades biológicas del hombre. La pluma es, pues, por la nobleza de sus rasgos, la agilidad inmediata y la docilidad al servicio del pensamiento, el instrumento que más cabalmente nos permite extender en un objeto (el papel) nuestras ideas. Para ir entretejiendo, tanto simultánea como sucesivamente, con ellas un proceso mental creativo.

Nos atrevemos a decir que la falta de este ejercicio puede llevarnos a una atrofia de la capacidad natural de aceptar y criticar, pensar y crear. Que es independiente del volumen de conocimientos adquiridos, pero que nos permite utilizarlos mejor. Con lo cual nos privaríamos en gran parte de la verdadera posibilidad de “aprehendere” (tomar, agarrar), de asumir la cultura.

Simplemente podemos empezar a desarrollar esta función y a crear su hábito, acostumbrándonos a realizar pequeños resúmenes de lo estudiado. Pero, sin tener agobios ni prisas. A ellos podemos ir añadiéndoles, a voluntad, nuestros comentarios, críticas o sugerencias. Y todo ello nos creará un hábito especial de profundización de nuestros estudios. Y expandirá nuestras capacidades de reflexión y aprovechamiento de nuestras lecturas de los Temas Militares.

De la apropiación y uso de los modernos sistemas de comunicación en la transmisión de estudios más amplios y de interés para los demás.

Una vez culminado dicho proceso de creación, si el tema y las circunstancias lo merecen, como en este caso, existen otros procedimientos mejores para comunicar a otros muchos las ideas desarrolladas. Entre ellos están la imprenta, la máquina de escribir y el ordenador personal, con todas sus variantes, programas y mejoras. Ellos poseen unas cualidades de composición, reproducción, transmisión y generalización tales, que han supuesto un avance cualitativo en la difusión del pensamiento humano.

LA GUERRA QUÍMICA

SUS INSTRUMENTOS Y EL CONTEXTO HISTÓRICO. SUS POSIBILIDADES REALES EN LA GUERRA MODERNA Y COMO ARMA DE TERRORISTAS Y DE SICARIOS.

La guerra química es el empleo como armas militares de los productos químicos capaces de dañar, herir o matar a los seres vivos. Los productos químicos para la Guerra Química son denominados también “agentes químicos militares” y se les suele clasificar en tipos o categorías, según el efecto que producen en las víctimas. Muchas veces estos agentes agresivos son llamados genéricamente “gases venenosos”. Aunque realmente pueden encontrarse y actuar en los tres estados de la Materia: sólido, líquido y gaseoso.

Cuadro 1. Clasificación y algunos ejemplos de los productos usados como agentes de la guerra química.

Tipo o categoría Ejemplos: Nombre militar usual y el código militar.

Nerviosos tabun (GA), sarin (GB), soman (GD), VX, VR-55

Respiratorios arsina (SA), cianuro de hidrógeno (AC), cloruro de cianógeno (CK)

Asfixiantes fósgeno (CG), difosgeno (DP), cloro

Vesicantes gas mostaza o iperita (HD), lewisita (L), mezcla física de ambos (HL)

Vomitivos adamsita (DM)

Lacrimógenos CN, CS

Herbicidas agente azul, agente naranja

Incapacitantes BZ

Denominación, clasificación, breve historia de su uso y características militares de los agentes de la Guerra Química.

La nomenclatura química universal busca describir en el nombre de un producto a la totalidad de sus radicales activos y submoléculas que lo componen, sin lugar a dudas en cuanto a su calidad, número y posición en la molécula designada. Esto hace que su uso sea difícil para los no especialistas, principalmente en el caso de los productos orgánicos o derivados del carbono. Anualmente se sintetizan o “crean” varias decenas de miles de nuevos compuestos, orgánicos en su inmensa mayoría. Por ello, los agentes químicos militares son habitualmente nombrados mediante códigos o símbolos simples, dentro de una nomenclatura sui generis, apropiada, “ligera” y comúnmente aceptada.

Los agentes nerviosos impiden al sistema nervioso funcionar adecuadamente, al inhibir la actuación de las enzimas responsables de la degradación del exceso de la acetilcolina (que es a la vez un transmisor nervioso vital) en las dendritas y los axones. Éstos son, respectivamente, las entradas y las salidas de los impulsos nerviosos hacia los núcleos de las neuronas. La acetilcolina se acumula en demasía en esas terminaciones nerviosas citadas y las funciones normales de ellas resultan imposibles, llevando finalmente a la parálisis general y a la muerte por ahogamiento seco. Los primeros síntomas de su acción son espasmos musculares, miosis o señalamiento de las pupilas, nariz mocosa y babeos. Los agentes de este tipo son todos de la familia de los organofosfatados u organofosforosos (la diferencia la marca la valencia o “capacidad” química con la que actúa el fósforo unido a la molécula). En 1932 se observó por primera vez su toxicidad y se empezaron a utilizar como pesticidas, para el control de plagas. Esta utilización comercial continúa hoy en día. Durante la II Guerra Mundial, los alemanes sintetizaron y fabricaron en grandes cantidades los tres agentes primero indicados en el cuadro, aunque nunca los utilizaron militarmente. Esto llevó al desarrollo de nuevos productos de la familia, por parte de los norteamericanos, que obtuvieron en 1958 el VX, y de los soviéticos, que sintetizaron pronto un compuesto muy similar, el VR-55.

Los agentes respiratorios evitan que el cuerpo pueda utilizar el oxígeno en sus combustiones intracelulares. Esto hace que cese la respiración celular (que es la verdadera) y, por tanto, su producción de energía vital, lo cual conducirá a la muerte. Las características de su actuación hacen que sean unos de los venenos más rápidos conocidos. El uso del arsénico y del cianuro como venenos asesinos tiene una larga historia en la criminología. Su empleo como «agente militar» en la guerra química fue sopesado durante la Guerra Civil norteamericana (1861 a 1865) y por los británicos durante la Guerra de Crimea contra los rusos (1853-1856). Su uso en el campo de batalla fue perfeccionado durante la I Guerra Mundial. El cianuro de hidrógeno fue el agente químico de selección de los alemanes en sus campos de concentración durante la II Guerra Mundial.

Los agentes asfixiantes concentran sus daños en los ojos y en todo el tracto respiratorio (nariz, garganta, bronquios, pulmones). Producen la tumefacción (hinchazón patológica) de los tejidos afectados, lo cual hace que la respiración sea progresivamente dificultosa y lleva a un ahogamiento en seco de la víctima. Durante la I Guerra Mundial, con el inicio de la Guerra Química moderna, se hizo un uso extensivo de estos agentes, que por ser gaseosos son de difícil control y de resultados variables. Esto llevó a su sustitución militar por los agentes vesicantes.

Los agentes vesicantes producen heridas en contacto con los tejidos, semejantes a las causadas por las quemaduras. El primer agente de este tipo utilizado fue la iperita o gas mostaza, que debe éste último nombre a que su olor recuerda al de la especie sazonadora. Aunque se le conoce como gas mostaza, su empleo militar es en forma líquida o en aerosoles (pequeñas gotitas arrastradas por un gas inerte). Una mezcla de iperita con lewisita produce un agente llamado HL, que posee un mayor intervalo de temperaturas activas, sin congelarse cuando la iperita lo hace. Los agentes vesicantes poseen una gran persistencia en las zonas afectadas, normalmente de semanas, aunque se ha registrado su presencia incluso meses y años después de su uso, evidentemente cuando no se han empleado medidas de descontaminación en aquéllas. Estos agentes pueden causar la muerte por ahogamiento, al acumularse líquidos en los pulmones, derivados de los humores segregados por las heridas vesicantes producidas en el aparato respiratorio. La iperita fue utilizada extensamente en la I Guerra Mundial, buscando su capacidad para estorbar las necesarias operaciones militares habituales. Esto produjo un gran interés por estos tóxicos y para 1930 los británicos, los norteamericanos, los japoneses, los españoles, los italianos, los franceses y los soviéticos poseían fábricas para su producción con capacidades muy dispares. En el período de entreguerras, estos agentes fueron empleados por los italianos en Etiopía y por los franceses y los españoles en las rebeliones marroquíes. Aunque durante la II Guerra Mundial estos agentes fueron mantenidos en grandes cantidades en los arsenales químicos militares, su uso en una «guerra química» fue prácticamente nulo, salvo un caso de empleo masivo en China por los japoneses. Esos usos contra fuerzas masivas enemigas de calidad militar muy inferior, recuerdan los de Saddam Hussein contra sus kurdos del norte y contra las fanatizadas hordas de “muyahidin” iraníes, los basijs. Y así enviaban los ayatolás a estos “sans-culottes” religiosos para librarse de su ya incontrolable e incómoda presencia en los años 80 del siglo pasado. Y que llevaron a la inclusión de su empleo en batalla en la doctrina militar iraquí. Casualmente su posesión fue uno de los argumentos de los norteamericanos contra su régimen en 2003. Pero, ¿tenía Saddam los vectores, los medios eficaces de dispersión de los agentes para una verdadera guerra química?

Los agentes vomitivos son desarrollados por los británicos durante la I Guerra Mundial. Se trata de diversos compuestos de arsénico, que producen unas nauseas extremas, conduciendo a vómitos continuos e incontrolables. Durante la Guerra Civil rusa, en 1919, los británicos emplearon agentes vomitivos contra el Ejército Rojo en el norte de Rusia. Desde 1920 no existen registros de su empleo militar en una guerra química. Como su toxicidad oscila entre baja y moderada, su interés real es policial: para el control de motines y alharacas públicas y la suavización de criminales armados situados en posiciones protegidas, antes de su asalto por las fuerzas del orden. Recordemos que los policías, a diferencia de los militares, no están obligados a morir en su oficio, y de ahí su doctrina y su tendencia de actuar en sus operaciones con abrumadora superioridad de medios. Durante los años 30 del pasado siglo fueron utilizados así, pero luego las naciones occidentales han prohibido su uso contra los civiles en cualquier circunstancia.

Los agentes lacrimógenos irritan la piel y causan una gran profusión de lágrimas en los afectados. Sus efectos son inmediatos, pero transitorios y no son letales, salvo si se emplean en lugares cerrados, donde pueden alcanzar la concentración crítica letal. Esto los hace útiles en empleos de policía y de entrenamientos, donde las incapacitaciones prolongadas de sus víctimas son inaceptables. El agente CN fue sintetizado en Alemania en 1871 y propuesto como agente por los EEUU en 1917. Era ya demasiado tarde para emplearlo en la I Guerra Mundial, aunque desde entonces se ha utilizado ampliamente en los empleos dichos, incluyendo en algunos sprays portátiles para protección personal.

Los agentes herbicidas destruyen la vegetación y son comercialmente importantes para el control de las malas hierbas. Su empleo con intereses militares en una verdadera guerra química prolongada busca limitar o destruir las cosechas enemigas y desfoliar las plantas de zonas selváticas, para impedir la ocultación en ellas de las fuerzas enemigas, especialmente los rebeldes irregulares. Durante la Guerra de Vietnam, los norteamericanos usaron el agente Azul para impedir la formación del grano en los campos de arroz supuestamente enemigos. El agente Naranja, que es una mezcla de dos herbicidas con efectos sinérgicos, el 2.4-D y el 2.4.5-T, fue empleado en dicha guerra para desfoliar bosques enteros. El producto final resultó contaminado por una dioxina (tremendo veneno!), que se origina como subproducto durante la fabricación de los 2 componentes. A esta dioxina se le atribuyen los efectos indeseados y no previstos sobre los propios norteamericanos manipuladores y los habitantes de las zonas castigadas con el agente.

Los agentes incapacitantes buscarían que los enemigos expuestos a ellos dejen de combatir, pero sin causarles daños, heridas o muertes. Esto lo lograrían provocándoles efectos psicológicos o mentales que alteren temporalmente sus percepciones o sus juicios, de tal manera que sean incapaces de cumplir sus deberes militares. Hasta ahora no se ha encontrado un agente químico que cumpla militar y satisfactoriamente estos efectos, actuando en una guerra química «más limpia». Los EEUU han probado dentro de esta categoría al agente alucinógeno BZ y lo fabricaron durante un tiempo. Los resultados prácticos obtenidos con él resultaron variables e impredecibles, lo cual disminuyó su valor militar.

(continuará)