LA PERSECUCIÓN DE LOS CRISTIANOS MODERNOS III.

(CONTINUACIÓN)

De la Legítima Defensa de los Cristianos de todos los Tiempos, Dogmas y Lugares. Una declaración arzobispal que hace pensar que no todo está perdido.

Predicaba Juan el Bautista en el Jordán un bautismo con agua, de penitencia, preparando el camino de las almas hacia el Señor, que llegaba a redimirlas. “Le preguntaban unos soldados, ¿y nosotros qué hemos de hacer? Les contestó: “No extorsionéis a nadie, ni denunciéis falsamente y contentaos con vuestra paga” Lucas 3, 14. El Bautista (que tanto fustigó en público a Herodes solamente por estar en concubinato con Herodías, la mujer de su hermano, extremo que le llevó a ser degollado) no le pidió a las tropas que dejaran las armas y se dispersaran o se dedicaran a acciones humanitarias. Les dijo que se comportaran con honradez en su oficio de dislocar legalmente la capacidad de combate de los enemigos de la patria. Ello en una tierra hambrienta de paz, que hervía de indignación contra los romanos, por su impiedad y paganismo, donde los zelotes o rebeldes armados (Barrabás podría ser uno de ellos) eran héroes del pueblo. Yavé o el Dios Uno y Trino de los cristianos más bien prohibieron la muerte del inocente, o sea, el asesinato, la muerte injusta. Alguien alteró el sentido del “No matarás al inocente”

El 6 de julio de 1415, Juan Hus, de 46 años, sacerdote reformista y héroe nacional checo fue muerto en la hoguera por herejía. Sus seguidores, el pueblo llano de Bohemia, sojuzgada por el Imperio alemán, se organizaron rápidamente como los cristianos primitivos. Llenos de entusiasmo fresco y novedoso, celebraban sus sencillos ritos con cánticos en sus campos, dirigidos por sacerdotes casados, que oficiaban en su idioma vernáculo y les daban la comunión bajo las dos especies. Y un ejército de campesinos de Centro Europa llevó a cabo una auténtica revolución en el “arte ciencia” de la guerra. Revolución que desarrolló un sistema defensivo ofensivo cabal. Y que se adelantó en dos siglos al vigente en su época. Presentando adaptaciones e innovaciones que no fueron comprendidas por los militares hasta 4 siglos después. Así, las realizaciones de Jan Ziska y sus carros baluartes se mantuvieron vigentes, incomprendidas y temidas por sus enemigos. Era una época oscurecida por la brujería y la permanencia anquilosada de la ignorancia y la repetición. Y las técnicas y tácticas de Ziska se basaban en un conocimiento y una experiencia previos, la experimentación, la retroalimentación y el análisis de resultados y la adaptación de los magros medios disponibles.

Tras las primeras derrotas imperiales, cuando los alemanes divisaban el avance lejano de los carros husitas, formando sus lineas de marcha, entonando los hombres a viva voz sus cánticos religiosos y con los estandartes de combate del Santo Cáliz desplegados al viento, sus ánimos se llenaban de inquietud y de dudas. El himno husita más característico era el Kdoz jsu bozi bojovnici o “Los que son combatientes de Dios”. Por más que sus jefes les recriminasen una y otra vez que, si no habían logrado antes la victoria sobre los husitas, había sido porque no habían luchado con suficiente celo, interés y esfuerzo por la verdadera fe y el emperador. Lo cual sólo les servía a los alemanes para que en la siguiente batalla se rompiesen la crisma contra la defensa husita con intención, devoción, dedicación y convicción.

Veamos el caso de Lepanto. El expansionismo y el poderío de la Sublime Puerta eran evidentes: por el mar era un vecino incómodo y rapiñador del Mediterráneo occidental cristiano, con enclaves en Túnez y Argelia; por tierra ocupaba los Balcanes y amenazaba con engullirse parte del antiguo Imperio Romano Germánico de Occidente. El único hombre que vio clara la situación creada por el peligro turco desde el primer momento fue el papa San Pío V. Hasta Felipe II tardó mucho en convencerse de la necesidad de afrontar el peligro de frente y de asestar a los turcos un golpe importante. Las capitulaciones para constituir la Liga Santa, en la que sólo participaban los Estados Pontificios, España y Venecia (Francia se desmarcó muy terrenalmente, por su odio a nosotros), se demorarían hasta el 25 de mayo de 1571, debido a la disparidad de intereses y proyectos. El 29 de agosto de 1571, el obispo Odescalco, legado pontificio, llegó a Mesina, y dio la bendición apostólica y concedió indulgencias de cruzada y jubileo extraordinario a toda los hombres de la armada, en nombre de San Pío V. El 15 de septiembre, Don Juan de Austria ordenó la salida de la flota aliada y el 26 ésta fondeó en Corfú; una flotilla salió a explorar la zona.

El caso es que Lepanto quedaba a la entrada del golfo de Corinto, en pleno territorio de dominio otomano. Mahoma II (Memet, en turco, el de la nariz aguileña) sujeta a Morea (el Peloponeso) y conquista Albania, Servia y Bosnia, las dos orillas del golfo, entre 1460 y 1476. Allí los fuimos a buscar. El Papa había promovido un “ataque preventivo”, ante la convicción moral de la continuidad de las intenciones turcas. El domingo 7 de octubre por la tarde, el Papa departía con un grupo de cardenales en su despacho. De pronto, suavemente arrebatado, salió al balcón. Allí recibió la visión intelectual del triunfo cristiano de ese día. Que, en agradecimiento, quedó dedicado desde entonces a celebrar a Ntra. Sra. del Rosario. A Ella se encomendaron los cristianos de la época, con su rezo continuo por toda Europa, solicitándole el triunfo sobre el pertinaz peligro otomano.

La “voluntad de defensa” de una “sociedad o grupo” humano es su capacidad para propiciar, crear, desarrollar y mantener unas fuerzas de defensa, que cuenten con el apoyo necesario de su economía y de su “diplomacia”. La voluntad de defensa es una expresión de “la voluntad de ser y de la capacidad vital, incluso biológica”, de una sociedad. Como tal expresión, será sana, normal y suficiente, cuando las fuerzas de defensa y los apoyos “diplomático” y de la economía que se les brinde a aquéllas, sean proporcionales y adecuadas a los objetivos socio políticos de esa sociedad. Y también, a las posibles amenazas que soporte ese “grupo” humano, tanto desde el interior de su territorio como desde el exterior, bien de su región geopolítica o de otras. Esta capacidad y su actuación en los diferentes casos brotan de una “moral nacional” correcta (sana y eficaz).

La moral nacional es la convicción colectiva del “grupo” social, de estar viviendo y siguiendo las corrientes históricas correctas de paz, progreso, servicio y justicia. Dicha certeza debe ser asumida por la sociedad como un destino propio y más o menos claro de realización. La falta de cualquiera de las características anteriores o su perversión, puede deteriorar la calidad de dicha moral nacional, que no debe pretender alumbrar un “mesianismo”. Pero, sin ilusión y entusiasmo no se pueden emprender ni realizar empresas de provecho. El entusiasmo es una “fuerza del espíritu”, que vence a la entropía moral e ideológica, que se genera inevitablemente en las sociedades, iluminado por la “ilusión razonable”. Cuando los dirigentes, a su vez, toman conciencia de estar sirviendo a la corriente social justa, que su pueblo desea y pide, se establece entre ambos una “comunión moral”. Ésta armoniza y potencia los sentimientos nacionales y sociales implicados. Este proceso es el origen de la “moral nacional” de cualquier sociedad. La cual se realiza en todos los centros de la extensa actividad social: desde las familias a los sindicatos y desde los partidos políticos a las iglesias. Y está a otro nivel cualitativo de los intereses puramente partidistas y étnicos de “grupúsculos” en esa sociedad. Se establece una creación ideológica desde el pueblo y hacia el pueblo, cuya función es que sea a favor del pueblo. Cuando este proceso está perturbado o corrompido, por la intervención de los totalitarismos, los radicalismos y los absolutismos, se pueden generar también desviaciones y aún aberraciones históricas, que no son necesario mencionar al final.

Por último, es de destacar que históricamente no ha existido ninguna sociedad que estuviera dispuesta a ser perseguida y exterminada metódicamente, sin haber reaccionado contundente y debidamente a esa amenaza real y permanente. Ya que, biológicamente Dios colocó en la naturaleza humana sus instintos de supervivencia, de búsqueda de la felicidad y de la vida natural. Superponer a ellos una idea más o menos elaborada de “buenismo”, no una realidad de vivencia, es enmendar y corregir a Dios desde una ideología razonada y elaborada por unos hombres. Y no desde el plano en que Él actuó: la Vida humana, con toda su dignidad y trascendencia. “Si la teoría no se ajusta a la Práctica, peor para la teoría”.

Los cristianos deberán defenderse con las armas”, declaró por primera vez el arzobispo católico de Abuya, la capital de Nigeria desde 1991, monseñor John Onaiyeka, en la web del “Vatican Insider”, en la primera decena de junio pasado. Esta declaración sin precedentes la ha provocado la repetición, desde hace tres años y a niveles endémicos, de los ataque violentos e indiscriminados (sin un objetivo claro, definido y armado) a los cristianos negros en los 9 estados del norte del país, donde impera la sharia, como inspiradora de sus sistemas jurídicos federales. Y esto no es más que puro terrorismo: porque es el empleo de la fuerza desalmada, injusta y desproporcionada contra civiles pacíficos indefensos, con el fin de obtener un objetivo político o político religioso. Que, en definitiva, es aplastarlos con la plena imposición de la sharia y convertirlos en su propio país en ciudadanos de segunda o tercera, o expulsarlos de sus territorios natales. Monseñor Onaiyeka declaró que “los cristianos deben constituir “grupos armados de autodefensa en las iglesias y dentro de la ley”. Que serían algo así como “milicias del territorio”. Para el prelado católico, la campaña islamista de terror, “busca un objetivo político: la instauración plena de la sharia y la creación de un estado islamista (en el norte de Nigeria)”. Y se reafirma en su permanencia allí: “es nuestra casa, no pensamos huir” y “los cristianos se van a defender”. Acusando al Estado central de “estar ausente en la defensa de los millones cristianos nigerianos del norte en el calvario diario que sufren”.

Poco después, ahora a mediados de junio pasado, un islamista suicida se inmoló en Kaduna, capital del estado federal de Nigeria de ese nombre, en uno de los centros de la Iglesia Evangélica del África del Oeste, provocando la muerte de más de 12 personas. Diez minutos más tarde, a unos 60 Km. de distancia, dos bombas estallaban en dos iglesias de la población de Zaria. Ya el pasado domingo de Resurrección, en Kaduna, donde ejercer la fe cristiana es una “actuación peligrosa”, al menos 38 personas perdieron la vida y muchas decenas resultaron heridas en diversos grados, cuando un coche bomba explotó en la sede de la Iglesia Evangélica de las Asambleas de Dios, en medio de los oficios religiosos de tan señalada fiesta.

Ciertamente, el “islamismo radical intransigente salafista” (el IRIS verdirrojo) avanza sus tentáculos por toda esta ancha franja del África negra. Al grupo Boko Haram de Nigeria, se unen el “Ansar al-Dine”, en Mali. Donde también actúa al-Qaida del Magreb Islámico, que, junto a los tuaregs del norte de Mali, antiguos conmilitones del coronel Gaddafi, que les dotó de sustanciosos arsenales, acaban de proclamar en esta zona el nuevo “Estado Islámico de Azawad”, de mayor tamaño que Francia, el mayor estado europeo. Así, el Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad (de los tuareg) le rapiñó, de un golpe (en 72 horas) casi incruento, los dos tercios de su territorio a Mali. Y más al este, en Somalía, aguardan su oportunidad las “milicias de al-Shabab”, los antiguos “tribunales islámicos” reconvertidos, asociadas a al-Qaida del Yemen (o de la Península Arábica) Islámico. Para cerrar geográficamente la “vesánica faja africana” que encorrea “la agonía de los cristianos modernos”, tenemos los dos ataques armados en Kenia a fines de junio de 2012. Ocurrieron en la ciudad de Garissa, a unos 150 Km. de la frontera con Somalía, lejos del tristemente conocido campo de refugiados somalíes de Dadaab, a sólo 50 Km. de la frontera y que es visitado y hostigado regularmente por las milicias de al-Shabab y sus franquiciados regionales (oportunistas semibandoleros e irregulares islamistas minúsculos). En los ataques a dos iglesias cristianas (una, católica) participaron 2 y 5 personas, armadas con fusiles AK y granadas y produjeron 17 muertos y 45 heridos. Es toda una “multinacional africana del terror”, uno de cuyos objetivos estratégicos implícitos es “la eliminación física o la conversión forzosa de los infieles al Islam” salafista o antikafireens.

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