La Defensa Flexible y Móvil de las “Posiciones Ideológicas” II.

(CONTINUACIÓN)

Los Vínculos humanos crean y fortalecen las Naciones.

Las relaciones internas de los grupos humanos se caracterizan por incorporar a ellas ciertos ritos, preceptos, actitudes y prohibiciones. Su asunción y su expresión repetitiva forma parte de la inculturación, la afirmación y la cohesión sociales de esos “grupos”. Siempre existirá un “código de costumbres y honor”, no necesariamente escrito, aunque será claro y definido en sus términos. Que establece al individuo ciertos derechos y exige de él ciertos deberes sociales, hacia la familia, los amigos y otros grupos humanos superiores. En toda sociedad existen unos “valores protectores”. Éstos podrían ser la hospitalidad, la lealtad, la amistad, la justicia de ultrajes y daños, un culto divino, el honor individual y colectivo. Cada uno de ellos protege y engrandece en alguna medida al “conjunto” humano”. Las relaciones interpersonales, en los ámbitos de la familia, el grupo y la región, se proyectan por la oportunidad, la cercanía, el intercambio de bienes y las relaciones. Y se arraigan y afirman con la lealtad, el respeto a las normas aceptadas y el tiempo de trato. Siempre un exceso de reglamentación, buscando el aseguramiento de las responsabilidades objetivas y la eliminación de los “errores e incertidumbres”, termina siendo dañino para todas las “agrupaciones”. Porque son los “antónimos ideológicos” de las responsabilidades sociales compartidas. La “plétora indebida” de reglas super elaboradas y ultra racionales enerva y debilita el sentido de la responsabilidad y el coraje moral (necesario para asumirla y ejercerla) individuales. Y los reflejos y las actitudes de responsabilidad colectiva se diluyen y se pierden.

Sus verdaderos “motor y combustible” serán la “ilusión razonable, adecuada, oportuna y alcanzable” y el “entusiasmo” de esas sociedades. Sin ilusión y entusiasmo no se pueden emprender ni realizar con consistencia empresas humanas de provecho. El entusiasmo es una fuerza del espíritu, iluminada por la ilusión razonable. Que vence a la “entropía moral e ideológica” generada inevitablemente con el tiempo en las sociedades. Esta entropía social es el conjunto del decaimiento y la molicie síquicos y espirituales. Que son generados por la desilusión y el desencanto personales y colectivos de los miembros del grupo.

De las crisis sociales sólo se puede salir fortaleciéndose en los valores y virtudes. Los valores y virtudes reconocidos, retomados y reafirmados son los que pueden dar la fuerza y la ilusión para superar los tiempos de decadencia o de peligro. Muchas veces estas denominaciones se aplican indistintamente. Aquéllas son las “bondades y cualidades” humanas de referencia, permanentemente apreciadas y valoradas por las sociedades humanas. Las virtudes son muy estables en el tiempo. Los valores son las “cualidades y bondades” humanas, estimadas de forma temporal y/o local por algunas sociedades. Y, principalmente, en virtud de su idiosincrasia, condiciones de vida y presiones recibidas desde el exterior. Los valores culturales y sociales suelen ir evolucionando con las contingencias, los desplazamientos y las fortunas de las sociedades humanas.

Las virtudes son aportadas principalmente por las religiones elaboradas, y por los discursos de Cicerón y los Diálogos de Platón, dentro de nuestra extensa ideología occidental. Citamos sólo algunas, que están embebidas y asumidas en el alma humana:

Aprecio de la familia, el grupo social, la amistad y los forasteros amables y curiosos que llegan a nuestro entorno. Es el entorno vital que nos sustenta, el “humus social” fértil e imprescindible. Necesidad de punición de las conductas que se aparten suficientemente de las normas sociales. Para evitar la venganza libre, excesiva o desordenada, disuadir a los posibles contraventores, satisfacer en justicia las injurias y los daños, ponderando los daños y sus castigos y reformar las conductas erradas. Cuando esta “virtud” es complaciente o muy deficiente, se abre el camino a la injuria personal o colectiva y a la necesidad imperiosa y vital de tomar venganza. Venganza que, por tender a los máximos de von Clausewitz y estar alimentada por la injusticia y la cólera, se apoyará y seguirá la ley del talión. Aprecio del respeto y del culto a la divinidad, como reconocimiento y veneración del Ser Necesario que nos crea, nos sostiene y, en algunos casos, nos ayuda directamente. Y que se concreta según la ideología y el ambiente social vividos.

Necesidad de la educación, como marchamo del buen hacer y de la ciudadanía sociales. Y de la formación como conjunto de los conocimientos y habilidades profesionales, necesarios para el servicio a la familia y a la sociedad, con el ejercicio de un medio de vida digno y suficiente. Valoración de los distintos deberes a cumplir como contrapartida necesaria, vital y social, de los varios derechos a recibir. Valoración de la sobriedad, el esfuerzo, el ahorro, el compromiso, el estudio o formación y el trabajo como factores necesarios para la consecución progresiva y justa de los objetivos personales y colectivos.

No olvidemos la función esencial de “mando, gestión, impulso y ejemplo” de los dirigentes sociales de todo tipo, presentes en los hogares las escuelas, las iglesias, los partidos políticos, los cuarteles, los sindicatos, los centros de trabajo, las asociaciones en general, etc. Éstos son los núcleos de la actividad colectiva de la sociedad, donde se crean los “vínculos humanos” recíprocos de la sociedad superior. Donde se asentarán y florecerán después “la ilusión y el entusiasmo” imprescindibles. En la decadencia, aquéllos deben acentuar más el ejemplo. Porque, los valores y las virtudes no pueden verse como algo artificial y remoto, sin conexión real con un código práctico y vivido. Y no son aceptables como imposiciones de “normas y reglamentos fríos”, dictados desde una “supuesta cúspide moral e intelectual” de la sociedad. Los jefes y mandos son los “ejemplos vivos de la sociedad” y de su “discurso práctico” harán sus lecturas todos sus miembros.

La Voluntad de Defensa como factor de la Estrategia Nacional.

La voluntad de defensa de una nación es su capacidad para propiciar, crear, desarrollar y mantener unas fuerzas de defensa, que cuenten con el apoyo necesario de la economía del país y de la diplomacia del estado. La voluntad de defensa es una expresión de la voluntad de ser y de la capacidad vital, incluso biológica, de una sociedad. Como tal expresión, será sana, normal y suficiente, cuando las fuerzas de defensa y el apoyo diplomático y de la economía nacional que se les brinde a aquéllas, sean proporcionales y adecuadas a los objetivos políticos de la sociedad. Y también, a las posibles amenazas que soporte, tanto desde el interior de su territorio como desde el exterior, bien de su región geopolítica como de otras. Esta capacidad vital y su actuación en los diferentes casos brotan de una moral nacional correcta.

La voluntad de defensa se plasma normalmente en las fuerzas armadas, en su calidad de instrumentos específicos de la función de defensa. Las fuerzas armadas constan de unos medios humanos, de unos medios intelectuales y anímicos y de unos medios materiales. Imbricando todo y proporcionándolo, está el apoyo de la sociedad. En una sociedad moderna, la cadena de transmisión de la voluntad popular a las fuerzas armadas, pasa por una serie de engranajes sociológicos intermedios de autoridades e instituciones. En ellos se va cristalizando y cumpliendo la voluntad popular, con todos los matices, errores y desviaciones, que se derivan del grado de imperfección del sistema institucional de la sociedad y de determinadas autoridades.

Esto implica que el ataque militar directo a la población civil, no debilita la voluntad de defensa ya concretada en las fuerzas armadas. O sea, la acción militar sobre la voluntad de defensa del enemigo debe realizarse sobre lo que es expresión de ella, sus fuerzas armadas, y no primeramente sobre la fuente de la misma. El primer objetivo serían las fuerzas armadas enemigas. Luego estarían los órganos de gobierno, sus objetivos políticos, sus planes y sus alianzas y las industrias de guerra y auxiliares. Por último estaría la población civil enemiga. La población civil, sin organización independiente, dominada por el aparato ideológico e institucional del estado, es capaz de soportar y asimilar golpes militares o bloqueos duraderos. Ahí tenemos los bombardeos históricos durante años de Alemania y del Vietnam del Norte. Y el caso de Irak, sometido a una especie de guerra de sitio, tras la primera Guerra del Golfo de 1991. Sin reaccionar por ello el pueblo contra la institución política y sin que se altere sustancialmente la expresión nacional de la voluntad de defensa, alcanzada previamente. El caso más radical sería el de una guerra nuclear, en la que, con grandes pérdidas civiles iniciales, unas fuerzas armadas relativamente intactas por su despliegue y protección y bien dotadas, podrían prolongar la defensa e incluso vencer.

Esto nos permite definir al tiempo como el medio en el que actúa la voluntad de defensa, cuyo factor eficaz es la moral nacional. En efecto, la voluntad de defensa se construye en el tiempo. Y para demolerla es necesario actuar sobre ella durante un tiempo. Ésta es la forma de actuar de la insurrección, la guerra prolongada dirigida a la fuente de aquélla, el pueblo, atacando su moral nacional. La moral nacional es la convicción colectiva de estar viviendo y siguiendo las corrientes históricas correctas de paz, progreso, servicio y justicia. Dicha certeza debe ser asumida por la sociedad como un destino propio y más o menos claro de realizar. La falta de cualquiera de las características anteriores o su perversión, puede deteriorar la calidad de dicha moral nacional, que no debe pretender alumbrar un mesianismo. Pero, sin ilusión y entusiasmo no se pueden emprender ni realizar empresas personales o colectivas de provecho. El entusiasmo es una fuerza del espíritu, que está orientada e iluminada por una “ilusión razonable”. Esta fuerza espiritual vence a la “entropía moral e ideológica”, que se genera inevitablemente en las sociedades,.

Cuando los dirigentes, a su vez, toman conciencia de estar sirviendo a la corriente social justa, que su pueblo desea y pide, se establece entre ambos una comunión moral, que armoniza y potencia los sentimientos nacionales y sociales implicados. Este proceso es el origen y el creador de la moral nacional de cualquier sociedad y está a otro nivel cualitativo de los intereses puramente partidistas, étnicos y de grupos. Se establece una creación ideológica desde el pueblo y hacia el pueblo, cuya razón es que sea a favor del pueblo. En este proceso se pueden generar también desviaciones y aún aberraciones históricas. El proceso de creación de la moral nacional será positivo cuando los dirigentes actúen colectivamente con honradez e inspiren “caminos” correctos, dentro de las posibles líneas de acción, bastante generales y aún ambiguas, que resuenan desde las masas populares. Las élites son las adelantadas de los pensamientos e inquietudes de los ciudadanos, elaborándolos conceptualmente y plasmándolos en posibilidades y vías a recorrer. Esto implica y demanda un cierto dirigismo ideológico por parte del sector dirigente, pero que es su función principal. Pero los órganos naturales de formación y de transmisión de la moral nacional están muy lejos de las oficinas de propaganda oficiales. La razón es que ellos son también los núcleos de la actividad colectiva de la sociedad y de sus dirigentes naturales e institucionales. Es decir, lo son los hogares las escuelas, las iglesias, los partidos políticos, los sindicatos, los centros de trabajo, las asociaciones en general, etc. Es en el día a día de los hombres viviendo en comunidad, donde se fragua y se practica lo que queremos y vamos a ser como sociedad viva.

El Mecanismo del Flujo y Reflujo de las Civilizaciones.

Las rutas comerciales, los contactos habituales entre ambas civilizaciones son sus auténticas líneas de aprovisionamientos y comunicaciones exteriores. Y, cuando estas arterias son descuidadas en la periferia de la zona de influencia de una civilización, los expertos civiles, religiosos y militares de la otra acuden a repararla, ocuparla y vitalizarla. La “aspiración” absorbente, creada por la decadencia de la otra, creada por su “vacío existencial”, atrae una corriente ajena de ideas, métodos, palabras, inventos y estilos. Aparecen primero en la zona debilitada y permeable ajena, los viajeros, agentes comerciales y secretos, representaciones culturales, misioneros, profesores y diplomáticos. Así, muchas veces la actuación militar no es más que la confirmación política de una superioridad existente y manifiesta, que emerge y aflora irresistible desde muchos otros campos de la actividad humana. Y las ganancias territoriales se consolidan con la llegada de los funcionarios y administradores y las profesiones de crecimiento y desarrollo, arquitectos, ingenieros, agrimensores, artistas y un enjambre de buscavidas, arribistas y aventureros. De este flujo humano, especialmente de los últimos citados, porque su futuro inmediato es una página por escribir, surgen siempre personajes decisivos para la nueva implantación.

En los siglos XV y XVI España estaba en ebullición vital. Ocurría a la vista un amplio fenómeno social y étnico, de difícil contención por ello. Por una “suerte privilegiada” de circunstancias históricas y sociales, conjuntadas con el Destino o la Providencia, como se prefiera, avanzábamos a “hombros de gigantes” Se había completado la unidad política y pronto le seguiría la religiosa, y nuestros impulsos creativos nacionales alcanzaban a Europa y América. Aquel fenómeno va a crear, primero, una succión y, luego, una absorción inevitables de las fuerzas sociales periféricas y limítrofes, integrándolas en España. Todos quieren ser de la nación en auge, todos quieren participar del éxito y la prosperidad relativa. A todos les animan los triunfos y las energías de España y nadie quiere ser extraño o estar al margen de este proceso vital nacional. Aunque, paradójica y lamentablemente, su propia “actitud” de colaborar y participar, provoque en algunos, también y siempre españoles, “resentimiento y envidia”, que son ocultados de momento. Y el idioma integrador, portador y transmisor de todos los afanes espirituales y materiales de aquella nación en marcha era el Español, no los viceidiomas periféricos regionales.

Se podría pensar entonces que la sociedad y su civilización estabilizadas serían el culmen y el desideratum en su desarrollo. Ya que así serían seguras, beneficiosas y atractivas. Pues, no. Para una civilización, la penuria de desarrollo, la languidez en su esfuerzo vital es un signo ya de decadencia. Si no fluye, se adapta, emprende y avanza, se irá estancando, perdiendo la pervivencia y pudriendo. Tal como le ocurriría a una corriente fresca de agua, cuyo discurrir quedase represado. Esto ocurre en períodos medidos en muchos años, que escapan a la percepción del hombre efímero.

Los hechos observables que definen la decadencia temporal de una civilización cuajada son: la energía vital nacional, que alimenta la “moral nacional” y una sana “voluntad de defensa”, se disipa; las artes y las letras se vuelven formalistas y estériles; los emplazamientos, colonias o socios periféricos se abandonan y la política exterior se vuelve cobarde, delicada, balbuceante y precavida. Este retroceso de una civilización crea un vacío existencial, que atrae y da impulso externamente a la otra vecina. Formando un “vaivén natural cósmico”, porque la Naturaleza reniega y huye de los “vacíos”.

Se está dando en España un fenómeno social disolvente. Varias Comunidades Autónomas desean buscar un futuro social separadas de España. Y en un grado final incompatible con cualquier clase de “unidad nacional” de los estados desarrollados. Los separatismos funcionan por sentimientos, no tanto por razones más o menos evidentes. Por eso tienen que exacerbar y hacer proliferar sus símbolos: un idioma más o menos rico, himnos, banderines pintorescos, nombres de muertos, de hazañas personales o de batallas perdidas, actos colectivos enardecedores. Por eso coaccionan, cuando no atacan o hieren, a los que no piensan como ellos. Sus pequeños triunfos van alimentando todo el ciclo expansivo de su exclusión de la nación española. Sus ideas van siendo asumidas por un número creciente de personas en su comunidad. Desde el que se alegra o sonríe suavemente con una acción separatista. Pasando por las múltiples variedades de la colaboración con ellos, con dinero, influencias, enseñanza, cobijo y sostén, etc. Llegando hasta los activistas más militantes, tanto los políticos como los de acción social o revolucionaria. No es necesario que sean muchos, pero sí muy activos, para que triunfen. Porque el 70% que forma la masa social políticamente inerte, laboriosa y silente, será arrastrado por ellos, con tal de que alcancen un 15% de la población a segregar. Los partidos comunistas nos han dado antaño abundantes ejemplos de la eficacia política rapaz de un colectivo corto, militante, disciplinado, entrenado y motivado.

Y, también, hay una gran esperanza. La actividad humana útil y creadora reside en el cumplimiento por todos los miembros de un colectivo de los quehaceres cotidianos, con constancia, esfuerzo y aprecio. Esa “actitud y actuación permanente” de muchos hombres orientados en un sentido y dirección, es capaz de regenerar, levantar y animar a cualquier grupo enclenque o enfermo. Es la levadura del espíritu que panifica la masa amorfa desorientada. No olvidemos el axioma: “El hombre pone el esfuerzo y la Providencia o el Destino pone la Fuerza”. Y, recordemos también que Dios no ama al perezoso. No hay nada más, ni nada menos…

FUERZAS ARMADAS DE ESPAÑA: COYUNTURA PRESUPUESTARIA Y TAREAS.

CAPACES, EJEMPLARES Y SUFRIDOS EJÉRCITOS DE ESPAÑA

En los Presupuestos del Estado para 2014, las asignaciones para nuestros Ejércitos descienden sólo un 3,2 %, comparándolos con los del año pasado. Esto está en línea con la necesidad de pagar nuestras “deudas públicas” y sus intereses. De lo que pasaría con la demora en atender sus plazos de vencimiento o de pago de intereses, hemos tenido unos ejemplos en Grecia, Portugal, Irlanda y los Estados Unidos. Las deudas personales y empresariales vigentes suponen casi 2 veces la deuda de las administraciones estatal, autonómicas y municipales. El 40% de nuestra deuda pública lo tienen instituciones extranjeras y el resto está en una gran parte en manos de nuestros bancos. Y el dinero para comprar deuda pública se detrae del “efectivo libre” de éstos para otorgar créditos a las empresas y al público.

Piden autoridades, empresas y particulares que los bancos den más créditos, que salen de sus depósitos en custodia, que deberán reintegrar. Pero cuando esos créditos fallan, ponen todos el grito en cielo, SI hay que sanear a los bancos, para que no colapse el sistema financiero nacional. El apalancamiento de la sociedad y de sus estructuras político sociales es gigantesco. Los esfuerzos para corregir los excesos pretéritos y su corolario, la austeridad debida, los tenemos que hacer todos. Pero, en los últimos 6 ejercicios, de 2009 a 2014, los dineros que se dan a los Ejércitos para pagar a nuestros mílites, comprar y mantener equipos, las actuaciones militares internacionales y los gastos corrientes y de inversión han descendido en una gran y alarmante tercera parte.

La problemática militar derivada de la Gran Austeridad.

Con un presupuesto encorsetado y mustio, el primer problema que surge es que la paga y el mantenimiento directo de los mílites (un gasto fijo inexorable) se vuelve más y más, con cada “estrujamiento anual sucesivo”, el mayor devorador y principal capítulo de aquél. Así, más de tres cuartos de los 5745,77 millones de euros del Presupuesto del Ministerio de Defensa para 2014, se lo llevarán sus gastos de personal (serán unos 4421,83 millones, el 77%). A esta partida la han tenido prácticamente que congelar, porque la alternativa era la reducción de los efectivos humanos muy justos.

Por lo tanto, a las otras partidas las han recortado en mayor porcentaje, para conseguir el ahorro de 190 millones presupuestado. Así, el importante capítulo de inversiones baja de los 484,67 millones de euros en 2013 a los 443,80 millones para 2014. Es apenas un recorte del 8,4%, un ahorro de 40,87 millones. Pero éste es un iceberg engañoso y preocupante. Ya que se acumula a la Gran Mordida de cerca del 30%, sufrida el 2013 en relación a las inversiones de 2012. Entre los dos años, las inversiones militares se redujeron en un 36%. Así las cosas, a finales de julio pasado, el Gobierno aprobó un crédito extraordinario de 877 millones de euros, que, junto con otro de 1702 millones del 2012, sirvieron solamente para pagar deudas acumuladas de años anteriores. El capítulo 2, que incluye los combustibles, las municiones, que permite que el Ejército se entrene en el uso de sus armas y en sus maniobras y movimientos tácticos, se recortó en los 6 años citados desde los 1073 millones hasta los 682,7 millones (un -36,4%).

Parte de la falta de recursos de la Defensa se compensan con los fondos destinados a las misiones exteriores, las cuales contaron con una partida independiente de unos 800 millones en 2013. Estos costes especiales han ido subiendo consistentemente año tras año. Y en el año 2000 fueron de 240 millones de euros (convertidos desde pesetas, para la homogeneidad de las cantidades). Así, los blindados de infantería VTI especialmente protegidos contra los “improvised explosive devices”, diseñados a partir de las experiencias en la lucha contrainsurgencia de los estadounidenses, surafricanos e israelíes, RG-31 y Lince fueron adquiridos con este “dinero extra”. Se espera que, tras la retirada programada de Afganistán, esta partida nº 228 pueda reducirse drásticamente.

Los programas especiales de armamento se dotan de nuevo con 6,84 millones de euros, de los cuales 4,94 millones corresponden al programa multinacional del Eurofighter. Las menudencias son para las inversiones del avión de transporte A400M, el Military Airbus, con 1,16 millones y del helicóptero de ataque Tigre, con 736 mil euros.

La Marina ha dado de baja del Listado Oficial de los Buques de la Armada, desde 2009 al 2013 a 28 buques. Se incluyen el “Príncipe de Asturias”, modelo internacional de portaaviones ligero y con sólo 25 años de servicio, que fue dado de baja prematuramente en 2013; la fragata F-74 “Asturias”; 16 patrulleros; 2 buques anfibios; 4 lanchas de desembarco; un petrolero; 2 aljibes y un buque hidrográfico. Y retiramos al navío insignia y única portaaeronaves de nuestra Flota de Combate, adelantándonos en unos 10 años a su final técnico. El problema fue que la modernización y el mantenimiento del “Príncipe de Asturias” alcanzarían los 100 millones de euros anuales. Pero, si fuimos capaces de construirlo y mantenerlo durante 25 años, es bien triste que esta generación hipotecada y con un dogal al cuello, por los abusos y dilapidaciones anteriores, no pueda continuar haciéndolo. La Armada intenta compensar esta sangría, empleando unidades polivalentes y más avanzadas técnicamente, que puedan atender individualmente a un mayor número de tareas diferentes. Aunque el problema de su ubicación permanecerá siempre. Ya que no podrán estar simultáneamente patrullando las costas nacionales o por las zonas marítimas de nuestro interés estratégico y realizando maniobras conjuntas con nuestros Aliados y efectuando operaciones internacionales de intervención “Operación Atalanta” y de salvaguardia de la paz por el Mediterráneo Oriental, Golfo de Guinea, etc. Para ello estarían los llamados “buques de proyección estratégica”, como el “Juan Carlos I”, o los de acción naval (BAN); los de apoyo logístico avanzado; los submarinos de la clase S-80, cuyo programa está ahora demorado sólo por razones técnicas; la continuación de la producción y entrega de fragatas de la serie F-100 y las nuevas fragatas F-110, cuyo programa está detenido y no se vislumbra su aparición hasta dentro de 6 u 8 años, si continúan las facilidades actuales.

Y da igual llamar a una “fuerza naval de tareas” como Fuerza de Guerra Naval Especial o fuerza combinada o fuerza de vigilancia y control naval”. Si no tiene incorporadas a las fragatas tipos F-100 o F-110, al Juan Carlos I o a los buques de acción naval, pues será una flotilla de cañoneros modernos con capacidad aérea. Para nuestra afamada y activa industria de producción naval, con muchos empleados cualificados y un efecto positivo en nuestra balanza comercial y la de pagos, esto tiene un doloroso corolario. La Armada, como principal cliente de nuestros astilleros navales, también contribuye a mejorar la calidad técnica de éstos en las distintas etapas productoras. Y actúa de escaparate para otras Marinas de Guerra de nuestros productos para la Defensa.

El reabastecimiento de unidades en vuelo no es precisamente una fortaleza de las Aviaciones europeas, sino, un “vacío”, una “carencia expuesta” de sus capacidades operativas. Durante la guerra en Libia, tuvieron que solicitar este apoyo logístico a la USAF, para poder realizar sus misiones de interdicción terrestre contra la artillería, los cohetes y las concentraciones de carros de Gaddafi y para establecer un corredor aéreo libre de amenazas. El Ejército del Aire ha dado de baja a uno de sus aparatos que cumplían esta tarea y en 2 años más dará de baja al otro Boeing 707. Y las capacidades de los 5 Hércules KC-130 que nos quedan, no son comparables a las de los B-707. Por otra parte, la aviación embarcada, dependiente de la Armada y parte de nuestra proyección y defensa estratégica, está reducida a 12 aparatos de despegue vertical mejorados AV-8B Harrier II Plus. Pero, su vida útil concluirá en 7 años y el único sustituto posible es el F-35 estadounidense, con un precio descaradamente prohibitivo. Esto restará capacidad de combate al “Juan Carlos I”.

El Ejército afronta los recortes de sus dineros con la reestructuración de sus unidades en “brigadas polivalentes”. Unidades, por otra parte, suficientemente probadas en la práctica de la OTAN y que ya la Bundeswehr creó en los años 60. Con el intercambio entre ellas de un batallón de infantería motorizada o mecanizada y de un batallón de carros, se transforma la brigada de infantería moderna en una brigada de carros. Todas ellas son unidades bastante autónomas, dotadas con los apoyos y servicios requeridos para actuar tácticamente. A las brigadas se les puede agregar en subordinación de guerra, para cumplir misiones especiales o más complejas en el ataque o en la defensa, algún grupo de artillería autopropulsada o remolcada, un batallón o compañías de ingenieros y compañías de la lucha anticarro o de exploración o de la defensa contraaeronaves (DCA). Esta reestructuración llevará, a partir de 2014, a rediseñar las 10 brigadas actuales, creando 8 brigadas operativas del “nuevo“ modelo.

Además, en el nivel superior, los cuarteles generales de las fuerzas pesadas y ligeras del Ejército constituirán dos cuarteles generales (Estados Mayores) de tipo divisionario. Con ello, estos EEMM tendrán capacidades y medios para asumir el mando de distintos conjuntos de fuerzas que se articulen, a nivel superior al de la brigada, como fuerzas de tareas ad hoc, para atender toda clase de misiones.

Así las cosas, un “núcleo conjunto” de las Fuerzas Armadas españolas, su “central core” operativo inmediato, concentrará en lo posible los escasos recursos disponibles. Según el ministro Morenés, “más vale tener un 10% al 100% que un 100% al 10%”. Esa Fuerza de Acción Rápida (FAR) española deberá ser de “alta calidad, eficacia, flexibilidad, resistencia y con posibilidades de traslado operativas y estratégicas”, según el almirante García Sánchez. Se trata, según el almirante, de disponer de una “fuerza capaz de resolver los problemas inmediatos”, con una “respuesta rápida y efectiva”. Sus distintas unidades integrantes podrán desplazarse adecuadamente a su zona de acción en 1, 2 o 3 semanas y la totalidad de la FAR lo estaría en un mes. La FAR estaría integrada por un “conjunto de armas combinadas de los tres Ejércitos” formado por unidades blindadas de infantería y carros, infantería de élite, fragatas y transportes navales y aviones de caza y de transporte. El empleo de sus distintas unidades que la integrarían será en función de la misión que el Gobierno español le pida y encargue. Sus efectivos humanos rondarán los 10 mil militares. Esto supone el 9% de los efectivos teóricos que Morenés ha fijado como el “mínimo operativo necesario” de los Ejércitos y que asciende a 110 mil efectivos para la etapa futura inmediata. Sus capacidades operativas se reducirían a actuar sobre objetivos limitados, asegurándolos por un tiempo dado y estando sus fuerzas aisladas o protegidas de la contundencia de posibles fuerzas hostiles dominantes en la zona de operaciones.

La filosofía operativa de nuestras Fuerzas Armadas se ha tenido que adaptar para hacer frente a esta “época de presupuestos menguantes” y cumplir con eficacia sus tareas y misiones en un contexto geopolítico fluido, complicado, determinado por muchos parámetros externos y casi sólo predecible ante la inminencia de los acontecimientos.

(CONTINUARÁ)