LA EXPLORACIÓN Y LA INTELIGENCIA: UN SISTEMA MILITAR OPERATIVO.

La exploración y el reconocimiento del terreno generan información de los diferentes niveles de actuación militar. Entonces debe ser convertida en inteligencia. Ésta es el conocimiento razonablemente fiable y suficiente del enemigo, de sus intenciones y capacidades, y del terreno en sus posibilidades de lucha, transitabilidad, etc. Que nos permitan tomar una resolución fundada sobre el empleo de nuestros medios y de las formas de lucha, en función de nuestros objetivos.

Conceptos y principios de la exploración.

La exploración es una de las funciones más importantes a desempeñar por las unidades en operaciones. Sus datos, debidamente filtrados, elaborados y transmitidos a quien corresponda forman una parte fundamental de la inteligencia. Ésta, por fin, es uno de los factores eficaces del mando decisivo.

La exploración se puede dividir en estratégica, operativa o táctica y de combate, según su misión y el ámbito de obtención. La estratégica busca perfilar y definir los grandes datos sobre el enemigo en la profundidad del teatro de operaciones: las grandes concentraciones de fuerzas, sus movimientos, las líneas defensivas importantes, los posibles blancos de superficie, etc. Un blanco de superficie se convierte en zona de destrucción por la acción eficaz de armas pesadas de destrucción, por ejemplo, la artillería reactiva o los ingenios nucleares tácticos.

La exploración táctica u operativa trata de definir la situación y las intenciones del enemigo en el ámbito de las operaciones de las grandes unidades, tipo división, cuerpo o ejército. Determina los movimientos del enemigo en la frontera con la propia zona de operaciones, sus formaciones y dispositivos, sus líneas de defensa y los posibles blancos de superficie. Sus órganos son la aviación tripulada o no (los drones), la exploración específica de algunas unidades y el batallón reforzado de exploración blindado de la división o del cuerpo de ejército. En este sentido, deben existir una total conexión y un complemento en sus misiones entre la aviación y la exploración terrestre y considerar que su tarea no es de lucha.

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El batallón de exploración reforzado actúa en una zona de hasta unos 60 Km. de ancho y hasta unos 120 Km. de profundidad. Su adelanto sobre la unidad mecanizada o motorizada debe ser al menos de 6 horas, para el aprovechamiento de la información recolectada. Sobre la base de su orden de exploración, el jefe de batallón, manteniendo siempre bajo su mando a las compañías, puede enviar hasta 15 patrullas de 2-3 vehículos a cubrir su sector. Buscando siempre un centro de gravedad de dicho despliegue. Creado aquél, puede mandar sobre dicho centro del esfuerzo hasta 2 escalones de patrullas, relevándose o intercalándose, según la técnica que sigan. Por último, si el terreno a reconocer preferentemente está ocupado por el enemigo, puede hacer avanzar sobre él a sus compañías en puntas de ataque, bajo la pantalla de las patrullas más avanzadas. Es de señalar que el batallón no debe infiltrarse tan profundamente en el interior del dispositivo enemigo, si existe en ello riesgo importante de ser aislado.

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No todos los ejércitos le han dado o le dan valor suficiente a estas dos últimas exploraciones, lo cual depende de su doctrina militar.

Todos los principios operativos de la exploración podrían resumirse así: Centrarse siempre en el objetivo recibido del mando (su misión es generar información, el combate ya lo harán otros), buscando el máximo uso del tiempo y de sus medios, consiguiendo y manteniendo el contacto con el enemigo, sin perder nunca la libertad de acción. Ésta le permitirá desempeñarse y escabullirse, sin ser atrapado por fuerzas siempre superiores.

La exploración táctica es también empleada en los combates urbanos. No siempre la exploración táctica penetra tanta distancia en el terreno disputado o enemigo. Las zonas pobladas o fabriles, llenas de “alturas ocultantes relativas” y escalonadas en profundidad, que brindan protección a las vistas enemigas, incluso cercanas, y hasta cubiertas contra el fuego ligero y pesado, “espesan” considerablemente la maniobra táctica de los contendientes. Reduciendo muchísimo sí, la profundidad de la zona de lucha de la infantería. Así, masas de la artillería, como baterías e inclusos grupos medianos de ella, se encuentran desplegadas a muy corta distancia de su enemigo, en una zona de lucha de la artillería entonces muy próxima al límite anterior de la posición de defensa propia.

El 9 de octubre de 1942 una patrulla de exploración soviética se adentró tras las líneas alemanas en Stalingrado, buscando detectar en su retaguardia los movimientos enemigos. Los 4 hombres se refugiaron en un vagón auxiliar de ferrocarril roto y abandonado, situado en una línea férrea entre los talleres de la fábrica Octubre Rojo (donde antes se fabricaban piezas metálicas y pequeñas armas), al noreste de la ciudad, y la disputada colina Mámaiev, hacia el centro geográfico de aquélla, que brindaba vistas grandiosas sobre la mayor parte de Stalingrado. Durante casi todo el día permanecieron en aquel escondite, comunicando por radio a sus líneas la actividad alemana. Habían localizado a varias decenas de morteros y obuses alemanes, acompañados de los camiones en los que trasladaban sus municiones, que se desplazaban por las carreteras de retaguardia hasta unos emplazamientos situados en los suburbios del oeste de Stalingrado. También localizaron a numerosos morteros y piezas situados en una hondonada al norte de la colina Mámaiev, haciendo fuego contra las posiciones soviéticas en la ciudad.

Al oscurecer, los exploradores rompieron un cable telefónico de la red de comunicaciones fija enemiga y esperaron a que los alemanes acudiesen a repararlo. Muy pronto observaron de lejos la luz de una linterna y cuando el soldado se aproximó, lo mataron a tiros. Uno de los soviéticos se disfrazó con su uniforme y se situó junto a la vía del ferrocarril, esperando que otro alemán se aproximara al cable cortado. Al poco otra linterna empezó a acercarse por la vía. El soldado cayó en la emboscada y los exploradores lo dejaron inconsciente. Al recobrarse se encontró con los 4 soviéticos de pie junto a él. Aterrado el soldado Willy Brandt dio su nombre, rango y unidad de pertenencia. Psicológicamente le habían ya ganado la mano. Seguidamente el alemán refirió a los exploradores que la 94 división de infantería alemana había llegado a la zona de las fábricas desde el sur de la ciudad, que la 24 división panzer se dirigía hacia allí y que el Fuehrer había ordenado que se ocupase totalmente Stalingrado para el 15 de octubre. Esto les confirmaba la razón de los extensos movimientos apreciados por ellos en la zona operativa alemana.

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Para la patrulla de exploración llevar consigo a un prisionero ya interrogado tras sus líneas era más un incordio y un peligro que un mínimo éxito. Y, a pesar de la dureza, incluso la brutalidad, de los combates en la ciudad, no lo mataron, ni lo mutilaron. Los soviéticos le comunicaron a Brandt que había revelado secretos militares, le llevaron a la línea férrea y le indicaron la dirección que debía seguir para alcanzar a sus camaradas y lo dejaron en libertad.

Pero, ¿qué es esto de hablar de exploración operativa en la era de la electrónica, la robótica y la informática?

Hace casi 50 años, los norteamericanos habían desarrollado un arsenal de artilugios electrónicos, encaminados a la vigilancia (surveillance) de sus enemigos en Vietnam.

Ya tenían drones de exploración para vigilar “from above” al enemigo guerrillero escurridizo. Las aeronaves no tripuladas, aún en sus albores técnicos, trasmitían sus imágenes por televisión a unos aviones de detección y transmisión, situados a unas decenas de Km. de la zona observada.

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Resultado de imagen de sensor ADSID SENSORES ADSID.

El principal sensor utilizado en la vigilancia remota era el ADSID (Air Delivered Seismic Intruder Device). Se lanzaba principalmente desde los F-4 Phantom, siguiendo pautas de navegación por radar, con el fin de cubrir adecuadamente la zona a observar, bien una vía de tránsito de hombres y vehículos, bien un estacionamiento o almacén. El aparato medía unos 91 cm. de largo y unos 15 cm. de diámetro y al caer quedaba casi enterrado, desplegando entonces una antena emisora de 120 cm. de altura, camuflada como si fuera una mata deshojada. Su batería le permitía emitir durante casi mes y medio.

Con estos sofisticados artificios pretendían observar el tránsito de mercancías y hombres por la Ruta Ho Chi Minh, la vía de abastecimientos del Ejército Popular de Vietnam del Norte y del Viet Cong en Vietnam del Sur. Era una ruta muy ramificada que, partiendo de Vietnam del Norte se internaba en Laos y lo recorría, protegiéndose, y destacando entonces diversas vías hacia las distintas zonas de operaciones de aquéllos en Vietnam del Sur.

El programa “Igloo White” destinó 1,7 miles de millones de dólares de los de entonces entre 1966 y 1971, para estas tareas de recolección de información con los ADSID. Con los datos recogidos del tránsito en las vías, los norteamericanos decidían las acciones de bombardeo de interdicción, a cargo de sus distintos ingenios aéreos, incluyendo los invisibles e inaudibles (por su altura de crucero) bombarderos estratégicos B-52. A primeros de 1971 los datos de las fotografías aéreas tras los bombardeos, tomadas por aviones que volaban después de las formaciones de ataque, permitían suponer a los analistas que la “guerra de camiones” estaba causando un muy severo esfuerzo a la capacidad industrial de los suministradores de Vietnam del Norte (la URSS y China).

Pero, si era cierto que se destruían tantos camiones y equipos, ¿cómo era posible que los comunistas mantuvieran la iniciativa en Vietnam del Sur? Por otro lado, ¿dónde estaban las decenas de miles de restos de camiones que literalmente debían plagar muchas de las vías y parques de la Ruta? ¿quiénes se molestaban en quitarlos? La respuesta la dieron pronto los jóvenes oficiales norteamericanos: los comía un monstruo llamado el “Great Laotian Truck Eater”; un horrendo carroñero que se levantaba hacia el amanecer y devoraba los vehículos destruidos por la aviación durante la noche, después de la fotografía de rigor para el “wreck count”. Porque los norteamericanos son muy escrupulosos con las estadísticas y consideran a la mentira un pecado social casi imperdonable para sus funcionarios.

Hasta hoy, casi 50 años después, la electrónica, la robótica y la informática han seguido mejorando. Pero no parece que sirvan de mucho en Irak, para detectar a un burro bomba; para evitar que un grupo de fanáticos desalmados sin Dios (“al igual que Allah hace el bien, haced vosotros también el bien y no fomentéis la corrupción(el «mal”, les manda el Noble Corán), destruya gran parte de una de las principales mezquitas santuarios del chiismo en Samarra; para saber si en una casa iraquí hay terroristas o sólo una aterrorizada familia árabe, antes de demolerla de lejos y sobradamente, con fuego pesado, según su doctrina militar operativa vigente.

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Además, durante bastante tiempo aún los medios aéreos y espaciales estadounidenses, como satélites espías, drones o aviones no tripulados y aviones del sistema Joint Surveillance Target Attack Radar System (JSTARS), tendrán serias limitaciones para la detección y verificación de pequeñas fuerzas terrestres, incluso regulares, en los terrenos de difícil transitabilidad y con posibilidades de ocultamiento, como montañas, junglas y bosques, pantanos y zonas urbanizadas (fabriles, de almacenaje y distribución, y de viviendas). Aquéllos no sólo ofrecen ocultamiento, sino también cubiertas al fuego hasta las distancias próximas de combate.

Los norteamericanos no emplean la exploración táctica, que exige unas características tácticas de fuerzas semi independientes de élite y un coraje moral específico. Y que es una de las más difíciles tareas de la infantería. Ellos usan la exploración de combate y la llaman, expresivamente, reconnaissance.

(CONTINUARÁ)