LA CRISIS BANCARIA MUNDIAL

Tenemos en marcha una crisis bancaria a escala desconocida. Esta crisis bancaria actual, ¿es culpa de las teorías de los llamados nuevos conservadores o “neocons”?. ¿Obedece la crisis bancaria mundial a una deficiencia estructural del capitalismo?, que se manifestaría periódicamente, nunca igual, y con más o menos fuerza y extensión en cada ciclo.
 
¿O los culpables de la crisis bancaria mundial son más bien un número importante de banqueros de muchas naciones, junto con las autoridades de éstas? Los primeros, más que banqueros, son “bancarios de ventanilla y de pacotilla”. Y son imprevisores, necios y ávidos de dinero y poder, en una amalgama siniestra y delictiva, generada en un “caos nacido de sí mismo”. Las autoridades son responsables de no haber establecido un marco de vigilancia y regulador del entramado financiero, cada vez más sofisticado y complejo. Y que sea adecuado a una actividad tan evidente, importante y vital para las economías modernas, como es la garantía razonable de los depósitos y la generación del crédito bancario suficiente. El necio es aquél que ignora lo que debiera saber.

¿Supone esto una vuelta a las ideas de la economía socialista? ¿Necesitamos a un Gran Hermano financiero estatal?, otro mecanismo oficial pesado, costoso, lento, poco productivo, sujeto a corrupciones continuas. Nooo. La misión de los poderes públicos es establecer un marco o método de actuación financiero práctico, legal y moderno. Y los medios para su observación y la corrección de las inevitables desviaciones, de manera continua, relativamente sencilla y ágil. Luego hay que dejar actuar a los agentes económicos, que somos todos, actuando como consumidores, empresarios, empleados, prestatarios, instituciones, etc., en los distintos mercados parciales: de crédito, de transportes, de abastos, de valores, etc. ¿Por qué tiene que ser el Estado?, porque es la institución que se supone debe controlar y regir, en nombre de todos, por encima de personas y entidades privadas.

¿Por qué no pueden ser el FMI o el Banco Mundial, nacidos en los pactos de Breton Woods y con larga historia, los organismos supranacionales que realicen esas nuevas labores de inspección y corrección? Creo que porque carecen de los medios legales, y aún coactivos, para imponer sus criterios económicos a estados soberanos diferentes. La prueba es que la actitud concertada de los estados europeos contra la crisis bancaria mundial, se concreta en acciones específicas, individualizadas, diferentes, para cada estado participante. Por mucho que, en su origen, se llamase Mercado Común Europeo. Cuando los estados son demasiado pesados jurídica, histórica y socialmente, la unanimidad es muy difícil y laboriosa.  

Veremos el mecanismo de la creación y de la contracción del crédito, a partir del mecanismo de la creación y de la retirada de depósitos de un sistema económico. La razón es que ambos son el núcleo del origen del actual caos financiero, en desarrollo progresivo y avanzado…

¿Cómo funciona la actividad bancaria? ¿Por qué y para qué se solicitan créditos a la banca? ¿Por qué es muy importante que los “activos” bancarios sean sanos y cobrables a su tiempo? ¿Son sanos los parámetros de la actual actividad financiera: liquidez del sistema (M2 europeo); volumen relativo de impagos vencidos; mantenimiento de los depósitos bancarios; control del nivel general de precios; confianza y credibilidad de los distintos agentes económicos, etc.?

La banca recibe depósitos de todas clases del público: a la vista, de ahorros, a plazos. E incluso emite cédulas o bonos con su garantía, que vende a grandes instituciones, empresas e inversores. También los bancos se prestan entre ellos “efectivo” e incluso acuden al Banco central de sus sistemas para pedir fondos a distintos plazos. Todo este dinero la banca se lo “debe” al público en general. Por ello las partidas que lo representan figuran en su “pasivo”. Por el uso de ese dinero, los bancos pagan unos intereses a sus depositarios (más bien poco) o a sus prestamistas y bonistas (algo más). En este “pasivo” se integrarían también los fondos propios de la banca, siempre una fracción pequeña de aquél, representados por sus acciones y beneficios no distribuidos, que pertenecen (se deben) a sus dueños o accionistas. Llamamos “banca” al conjunto del sistema bancario de un sistema económico integrado. Y, “bancos” al conjunto de estos organismos especializados públicos y privados de aquél.
Una parte de aquel dinero, la banca lo conserva en sus ventanillas y cajas fuertes, formando su tesorería y sus reservas legales y voluntarias. Supongamos que los bancos mantienen como “efectivo” una de cada 5 unidades monetarias recibidas. Las otras 4 unidades de dinero las prestan a diferentes plazos y precios (tipos) a sus “clientes de crédito” o prestatarios: empresas, organismos públicos, bancos y personas, tanto nacionales como extranjeros. Incluso lo hacen comprando bonos y pagarés de empresas y sus acciones y ampliaciones de capital. Aquéllos las usan para sus necesidades y decisiones de inversión, tesorería, circulante y compras al consumo a corto y largo plazo. Las cuales suelen estar por encima de sus posibilidades de reunir medios de pago propios.
Las hipotecas sobre casas las consideraremos dirigidas a una inversión, especialmente en ciertos países. Ya que las personas que las toman creen que si tienen que vender las casas, “siempre” les pagarán más de lo que les costó. Y su valor de uso real, si están bien hechas, se mantiene razonablemente a lo largo de la vida de sus propietarios primeros. Esto significaría que España tendría una tasa de ahorro muy superior a la atribuida por las estadísticas oficiales. Ya que una parte del público estaría ahorrando, incluso por encima de sus posibilidades en un bien del tipo “depósito de valor”. ¿Por qué la diferencia con la estadística? Por una diferencia de criterio, como casi siempre ocurre. Llamo depósitos de valor a los bienes en los que éste se puede concentrar y mantener y aún usar, sin un deterioro apreciable. Las casas (bien construidas y localizadas), las joyas y las monedas antiguas (a su verdadero valor), el dinero (en épocas de inflación moderada) son bienes generalmente utilizados como depósitos de valor por las personas. Y no lo es un coche, incluso bueno y caro, cuyo valor se deprecie exageradamente tras la compra.
Además, una parte del dinero prestado retorna a los bancos, en forma de depósitos nuevos de sus prestatarios. Porque nadie utiliza inmediatamente todo el dinero recibido, manteniendo sólo a mano la cantidad de efectivo necesario para los pagos menores inmediatos. Ni tampoco lo esconde en casa o en la empresa, salvo en períodos sociales catastróficos. Esto va a generar más reservas y nuevo efectivo disponible para prestar o invertir a la banca.
En los libros de Economía general, donde puede acudir nuestro amable lector para ver el cálculo, demuestran que con aquella reserva inicial citada de 1 unidad monetaria de cada 5 recibidas, el conjunto de los bancos puede llegar a dar a crédito hasta 5 unidades monetarias. Más que crear dinero bancario, lo que hacen real y más propiamente los bancos es multiplicar el crédito posible a la sociedad, a la que sirven y de la que se benefician, con su actividad de intermediarios financieros. Nuestro lector habrá intuido que, asimismo, cuando la banca tiene que atender pagos y realiza activos para ello, el conjunto de éstos se contraen entonces en la proporción 5 a 1. Y como una cualidad intrínseca del dinero es que no se puede disipar sin más, por eso llamamos creación de crédito y no de dinero bancario, como le gusta a algunos especialistas, a este proceso esencial.  
Aquellos préstamos en general forman, junto con sus magras reservas dinerarias, el “activo” de un banco. La parte de su balance que él puede utilizar inmediatamente, exigir, realizar o vender a otro en los mercados secundarios o interbancarios. Es muy importante que estos activos sean seguros, cobrables en su momento, buenos. Ya que si ocurre una retirada anómala puntual de dinero por parte de sus depositarios o se le presenta una oportunidad buena de inversión o préstamo, el banco tiene que recuperar el dinero contante, liquidando una parte de estos “activos” o pagar con activos sanos. Además, los banqueros están usando bienes ajenos y deberían actuar en su importante labor con respeto a esta cualidad esencial de su «pasivo«. Si el banco presta dinero para proyectos inviables (los beneficios brutos nunca superarán a los costes de funcionamiento de la empresa) o a gente insolvente razonablemente (al empeñarse por encima de cierto porcentaje de sus ingresos). Cuyo peligro siempre se materializa al endurecerse las condiciones crediticias o económicas, que son cíclicas. ¿Por qué los bancos se aventuran con estos activos y otros compran paquetes de derechos referenciados a ellos, e incluso se los venden a los partícipes de sus fondos de inversión? Porque por ellos se cobran intereses muy por encima de lo habitual o normal del mercado. Es la codicia y el ansia de poder o de crecimiento (el llamado orgánico, sin fusiones o absorciones), en manos de bancarios a los que se les vuelve grande la actividad y el puesto. Y que corrompe y pervierte la función bancaria. Se convierten ésos en «garroteros«, los usureros de nuestro pueblo hispano llano. Pero sin tener los arrestos y los medios convincentes para cobrar como lo hacen ellos.

¿Cómo están ahora los parámetros actuantes de la actividad bancaria? La inmensa mayoría del crédito en general concedido por los bancos es bueno y cobrable. El número real de fallidos de morosos declarados es bajo y controlable. El público en general (empresas. Instituciones y personas) mantiene sus depósitos en la banca y atiende a los pagos, escalonados en el tiempo, de sus préstamos en general o de sus pasivos (pago de servicios, a proveedores, deudas). La liquidez del sistema, el M2 europeo o su equivalente estadounidense, es alta e incluso ligeramente inflacionaria. Y es más que suficiente para permitir realizar todas las transacciones económicas necesarias, que es una de las funciones principales del dinero. Nadie tiene dinero “per se”, sino para utilizar en un futuro más o menos próximo o, al menos, con la esperanza o intención de hacerlo. Otra cosa es que se retenga, que se guarde bajo la cama, se entierre o se encierre en las cajas fuertes de las sucursales. ¿Por qué? Por miedo y desconfianza, que son los demonios del anticrédito. En efecto, este último punto o parámetro, el que falla estrepitosa y esencialmente, consiste en que la confianza, la garantía, la solvencia y la respetabilidad entre los agentes del sistema tienden a 0 aceleradamente.
Y la prolongación de una crisis bancaria, caracterizada por el deterioro y la perturbación de sus actividades esenciales, convertirá progresivamente a los morosos potenciales en reales, restringirá la creación de depósitos bancarios y extenderá en ondas de conmoción los daños por todo el sistema financiero. 
No hay buenas cabezas pensantes escuchadas. Los mandos (no tenemos que escribir leaders) sociales que se arriesgan, no andan con paños calientes, se comprometen y siempre se equivocan algo, son arrinconados, ignorados o no se les deja surgir y actuar. Porque no son políticamente correctos, llenos de talante, buenismo, expertos en comunicación y manipulación de emociones, y usando palabras anestésicas de la acción, el revulsivo y el esfuerzo concertado. Las sociedades nacionales se enfrentan a un problema increíble, impensable hace pocos meses. Y están privadas en estos momentos de una ideología social rectora y orientadora y de unos mandos útiles, servidores y cumplidores.

Los Tipos de Interés y la Liquidez. Otra visión de las Razones íntimas de la Crisis.

Se dice que con la bajada de tipos se inyecta liquidez al sistema financiero, arrugado por la falta de confianza en el prestatario institucional o final. Y todo resuelto. Pues no. Con la bajada de tipos se facilitan los negocios. Los privados, los empresariales y los públicos. Al bajarme el listón de los costes financieros, me puedo entrampar mejor, puedo atender mejor a los pagos de una hipoteca a tipo variable o igual me arriesgo a otra inversión con menor rendimiento marginal (el rendimiento adicional que la nueva inversión me dará). El tipo es una «medida relativa» del valor oficial de los medios de pago aceptados. El Euribor es el tipo del dinero prestado en el mercado interbancario. Y está más alto que el oficial, hoy a 3,75%, porque lleva una prima de riesgo, ante la duda de su cobro a tiempo a mi «colega». 
La liquidez es el M2 europeo o su equivalente estadounidenses: el dinero (alrededor del 8% PIB) y el cuasi dinero: los depósitos y títulos de deuda fácilmente realizables (sin depósitos a plazo). Si no hay medios de pago, aunque estén baratos (tipo de interés) no puedo gastar ni invertir. Donde no hay harina, todo es mohina, dice la sabiduría popular.
Pero ya tenemos liquidez (el M3 (que incluye al M2) está creciendo (a alrededor del 11-12% en los últimos meses) y los tipos están muy bajos. La acción concertada del día 8 de octubre de los principales bancos centrales mundiales, los ha dejado en el 1,5% estadounidense y el 3,75% de la zona monetaria del euro. Entonces, ¿qué nos pasa? Pues que no tenemos confianza en la inversión posible o nos asusta que tengamos dificultades para pagar el préstamo. Y el miedo se extiende como el aceite. La gente maneja números, pero no sabe manejar sentimientos o intuiciones. Porque no se dejan medir. Y se carece de coraje moral y de educación para caminar por esos caminos aparentemente desconocidos.
Los tipos son como el motor y la liquidez, el combustible. ¿Por qué no anda el auto? Porque no tiene piloto: la voluntad del conductor experimentado que lo guíe. Aparte que una inversión productiva no cuaja de inmediato. Una central nuclear se toma 15 años desde que empiezan los trabajos de planificación y decisión. Cuatro legislaturas. Y no se pueden arriesgar, sin un marco regulador asegurado. Hay 25 millones de casas construidas en España. ¿faltan muchas más? Y, muchas han sido compradas a precios excesivos, pensando en que su precio siempre crecería. Yo calculo en 450 mil la reposición normal (50 años de vida media). Hemos estado construyendo 650-700 mil durante tres o cuatro años. Aunque no hubiese sobrevenido la crisis económica externa, ¿la construcción podía producir a los ritmos anteriores por más tiempo?

Algunos corolarios o consecuencias de enorme importancia.

La liquidez absoluta no existe, porque no hay dinero en reservas, o en existencias en los bancos centrales, para atender simultáneamente a todos los depositantes. Ni en ningún banco, ni en ningún país, ni en ningún sistema económico. Esto le pasó al Northern Rock británico, que tenía colas en las ventanillas. En España hay del orden de 2,2 billones de Euros en depósitos bancarios. Las recientes acciones concertadas europeas suponen unos 2,5 billones de Euros para todo el sistema euro. Los estadounidenses movilizan apenas una cuarta parte de esto: 750 mil millones de dólares.

Cuanto más grande o extenso sea un banco es más fácil y probable que gran parte del dinero que presta, retorne a sus ventanillas y sucursales en forma de nuevos depósitos de sus prestatarios. Esto da poder e influencia a un banco. Y no sólo beneficia su cuenta de resustados, ya que las operaciones financieras por las que cobra a sus clientes, tienden a realizarse sin salir el efectivo de sus cajas. Y, así, gratifica con un plus las fusiones y concentraciones bancarias dentro de un sistema económico.
Hay que reinstaurar la confianza en el sistema bancario de cada país. Entonces habrá credibilidad y dinero monetario y crédito en general de sobra. Esto es más difícil en estos momentos, que hace unos meses. Porque el público se está empezando a dar cuenta que su dinero no lo tienen en el sótano de la sucursal. De hecho la morosidad real es mínima aún. Otra cosa es que los prestatarios sean todos morosos potenciales, sobre todo si las economías se deterioran. Y los bancos con los activos cautivos y depreciados no pueden hacen nada. Esto sí que es papel mojado…

Es necesario regular y vigilar que la vocación bancaria emprendedora y socialmente útil no se corrompa y altere, con un comportamiento rapaz, desbocado y codicioso, para el que siempre tendrá múltiples tentaciones. Que exista el importante y necesario equilibrio sano entre su pasivo ajeno y sus inversiones y préstamos, impulsores de la riqueza, el bienestar y el progreso de la sociedad a la que sirven.

 

LA ECONOMÍA EN ACCIÓN.

La Maldita Inflación.
 

Introducción. ¿A quiénes afecta?

La inflación es el aumento del precio de un bien, materia prima o intermedia, servicio cualquiera, cuando aquél no se corresponde con un aumento proporcional de su valor real, de su cantidad o de su utilidad. El bien no recibe un aumento de su valor añadido, que justifique la subida del precio. No te dan más cantidad, ni dura más, ni es más bonito el producto, ni te atienden mejor que antes los camareros.
Con tu dinero total, sueldos o pensiones, rentas del capital (dividendos y cupones de los bonos y letras del tesoro), plusvalías de ventas, alquileres como casero, comprarás menos bienes y servicios totales. La inflación agrede y empobrece a todos. Y lo hace especialmente con las capas sociales más débiles o desfavorecidas: los pensionistas, los perceptores de subsidios sociales (parados, mayores de 52 años, etc.), los rentistas de más edad, etc.
La inflación se ceba con todos aquéllos que por su “actividad o no actividad”, según se mire, no pueden trasladar a los otros los mayores costes de los bienes que producen o de sus derechos adquiridos. La actividad de un militar, de un cura, de un campesino no les ayuda a que puedan, en tanto agentes económicos, aumentar los precios de los productos o bienes (seguridad nacional, paz y salvación del alma, productos alimenticios perecederos) que nos ofrecen a los demás. La no actividad de las clases pasivas, los que cobran pensiones o subsidios, pagados con la actividad económica de las otras personas, frena mucho cualquier aumento de éstos. La razón es que esas pensiones proceden de un reparto generacional. Las pensiones de los que ya no trabajan las pagan las nuevas generaciones. Por eso hacen falta muchos trabajadores en activo. Porque con las cotizaciones de varios se paga una pensión y la asistencia sanitaria de ese grupo pequeño imaginario.
Las cotizaciones a la SS pueden llegar a ser como un impuesto social añadido, que pagaríamos todos, trabajadores y empresas. Ya que haber cotizado durante todo nuestro período laboral, no nos garantiza que cuando nos jubilemos, disfrutaremos indefinidamente de la pensión que nos correspondería. Se podría tener un régimen de capitalización. Con las aportaciones que realmente cotizara cada cual durante su vida laboral, crear un ahorro y añadirle su crecimiento económico progresivo hasta la jubilación. Un gran problema es quién gestionaría el mantenimiento y el crecimiento de esos ahorros cuantiosos de tanta gente. El Estado es reconocido como un no óptimo administrador y gestor de bienes.

Solamente el Japón mantuvo durante un tiempo un sistema de pensiones basado en la capitalización. Durante su crisis financiero inmobiliaria de los años 90, contra la cual sigue luchando, tuvo que abandonar el método: sus tipos de interés (que marcan lo que pagan por los ahorros) eran muy bajos o cero y la deflación existente contrajo la actividad económica y, por tanto, las cotizaciones aportadas al sistema. Cortados severamente los dos grifos de ingresos, el sistema ya no se sostenía.
Ese régimen de capitalización es el que hoy llevan a cabo los suscriptores y beneficiarios de los planes de pensiones, como complemento casi indispensable del régimen oficial de reparto.
El nivel general de precios como una medida más ilustrativa de la inflación.
El nivel general de precios engloba el valor (o coste) de todos los bienes y servicios producidos (incluyendo agua, energías y comunicaciones varias) y de los factores de producción (trabajo, capital y tierras, tecnología, financiación, materias primas y productos auxiliares, gerencia y administración, investigación y desarrollo, comercialización y logística).
El precio de mi trabajo, de un kilo de arroz, de un corte de pelo, de una entrada a espectáculos, de un litro de gasóleo, todo está representado en él. El nivel general de precios mide mi “participación”, mi “cupo”, en el reparto general de la producción de una sociedad.
Los gobernantes nos dicen que, en unos meses, la inflación se moderará. Y tienen seguramente razón. Es probable que los precios dejen de subir agudamente, por moderación de la demanda y porque los tramos iniciales de la curva de precios alcistas son más pendientes. Entonces, la inflación comparada, con un mes o trimestre o año anterior, se frenará mucho. ¿Han desaparecido así nuestros problemas de empobrecimiento?
El nuevo “nivel general de precios” alcanzado, que mide lo que con mi sueldo o rentas puedo comprar, me dice que he perdido poder de compra y, lo peor, que esa pérdida se mantiene.
Y aún hay un efecto más perverso de la subida de la inflación o del nivel de precios. Que ocurre invariablemente en épocas de inflación alta o con tensiones alcistas de cierta importancia o extendidas a muchos productos. Pero que también puede ocurrir en momentos de cambio de las monedas o de su paridad con otras. Es un fenómeno emocional, permanente y general. Todo el mundo quiere entonces aprovechar el momento económico para aumentar su “trozo” del pastel, su “parte” en el reparto de la renta total generada.
Sólo un ejemplo claro, cercano y vivido por todos: la instauración del “euro” como moneda común de la mayor parte de los países de la Unión Europea. Y su efecto general sobre los precios previos en monedas nacionales, de forma casi inmediata o muy rápida y sin aumento del valor real de los productos ofrecidos.
¿Cuál es la razón de que actuemos así? La ambición es uno de los estímulos personales necesarios para la actividad económica. El no fomentarla sanamente llevó a la bancarrota a los países comunistas. Nadie trabaja colectivamente por amor al prójimo. Pero cuando la ambición se desboca y se exacerba, se vuelve mala e incluso, al final, contraproducente hasta para su autor. Aparece entonces una codicia, más o menos ciega, rapaz e insaciable, que arrambla con todo lo que puede. A la que es muy fácil encontrarle personalmente razones para ejercerla: “los demás hacen lo mismo”; “si no lo cojo yo, otro lo hará”; “estoy perdiendo dinero”, etc. Incluso algo tan manido como “es el pan de mis hijos”. Como si no necesitaran ellos más calorías que un niño.
 

El mecanismo económico de la aparición de la inflación. La economía en acción…
¿Cuál es el mecanismo directo de la inflación? El mismo que el del funcionamiento normal de la economía. Sólo que aquí va recalentado, pasado de vueltas. Como iría un motor de un automóvil al que le pidiéramos más revoluciones de las que puede dar con su diseño. Con el dinero a disposición, compramos toda clase de bienes, productos intermedios y servicios, tanto nosotros como el Estado y las empresas. Los vendedores, que reciben el dinero, de las compras e impuestos, a su vez compran salarios, bienes y servicios. Una parte se deposita en cuentas más o menos a la vista, tanto temporalmente como parte de una reserva de futuro. Y vuelta a empezar. Esto sería un ciclo elemental e ilustrativo de la actividad económica.
El número de veces que esto se repite, con el dinero a disposición, el M2 (véase más abajo su composición en medios de pagos), indica la velocidad de circulación del dinero en un período dado. La velocidad por el M2, daría el valor total de los bienes y servicios de todo tipo producidos por una sociedad en ese período, el famoso Producto Interior Bruto. Si a éste le quitamos las amortizaciones que hay que hacer para recuperar un capital invertido, al final de la vida de un bien de producción, tenemos el producto interior neto. Si un camionero no va amortizando (ahorrando) parte de lo que gana transportando cosas, al final de la vida de su camión se encontrará sin vehículo y no podrá continuar su profesión de autónomo. La amortización de los bienes de capital es una obligación legal y vital de todos sus poseedores.
Cuando el número de transacciones es proporcionalmente grande, cuando la velocidad de circulación o el M2 son altos, los agentes económicos (personas, empresas, estado) tendemos a elevar los precios, por la alta demanda de nuestros trabajos, bienes y servicios que detectamos en el mercado. Cuando este fenómeno es razonable y proporcional, la economía se ve estimulada. La tendencia a una suave inflación es buena, deseable e inevitable. Cuando aparecen las desviaciones y aún perversiones indicadas en la Segunda parte de estos párrafos sobre la inflación, es cuando todo se degrada y cuando surgen los peligros para la buena economía de todos.
     

Algunas medidas para destruir el fenómeno de “precios crecientes sin valor añadido”. Más sobre la economía en acción…
El problema es contener la inflación, que no suba el nivel general de precios y que no se desboquen las ambiciones y se tornen en desmedidas e injustas. Esto es como una dieta más o menos severa. Pero que promete salud y energía económica renovada.
Daremos algunas medidas a tomar, durante el menor tiempo posible. Creemos que si el público ve un grupo armónico de actuaciones, impulsadas por el Estado, las aceptará en su conjunto, aunque alguna concreta perjudique a un sector de la población.
El gasto público debería contenerse todo lo posible. Por ejemplo, recortando los funcionarios públicos o limitando los nuevos nombramientos y limitando las obras públicas nuevas a las estructuras directamente relacionadas con la producción de bienes o la educación. Un corolario de lo anterior sería buscar o mantener un superávit en los ingresos totales del Estado. El mismo podría emplearse para amortizar deuda pública nacional o externa, por ejemplo.
Las subidas generalizadas de sueldos y pensiones deberían estar contenidas. El quid es no permitir jamás una espiral equívoca de subidas sucesivas de precios y salarios. Aquí tienen que dar ejemplo social los salarios más altos (ejecutivos, altos cargos públicos, almirantes, pilotos civiles).
Es necesario dar una formación adecuada a los parados más jóvenes, procedentes de sectores en crisis, para que puedan ser ocupados en otras labores. El cobro de los subsidios de paro estaría ligado a recibir esta formación, al menos con interés y, deseablemente, con aprovechamiento.
El Estado debe fomentar la investigación y el desarrollo generales. Y favorecer que las empresas realicen la investigación y el desarrollo específico de sus sectores productivos.
Es necesario que el Estado seriamente el problema de la compleja intermediación comercial y la logística de muchos productos de gran consumo. Desde las carnes y pescados, pasando por la llamada distribución comercial, a los combustibles a granel. Las cuales encarecen indebida y casi inevitablemente (porque ahí están) los costes al consumidor final de aquéllos, debido a sus estructuras pesadas y sucesivas. Hay que dejar ganar a cada uno, en función de su aporte al valor añadido del producto. Es decir, cuando perfecciona el servicio a su «cliente» (puede ser al siguiente escalón intermediario) al entregarle en cantidad, calidad, número de artículos, ayuda en la descarga, control de su proceso de distribución y momento de entrega deseados y solicitados.

LA CRISIS ECONÓMICA DE 2007. ¿Dónde nos trajo la economía en acción…


Veamos qué pasa:
Tenemos un exceso de liquidez y el valor de uso del dinero (oficialmente, los tipos de interés) en mínimos en EEUU y bajo en Europa. Pero esto no nos resuelve las cosas.
Cuando se descubrieron las minas de Potosí, y gracias a las patatas se podía alimentar debidamente a los indígenas que las explotaban, llenamos de plata a Europa. El dinero era contante y sonante en esa época y se llevaba en faltriqueras y talegos. Pero ese exceso de dinero no se podía absorber ni utilizar con unas transacciones muy limitadas. Los medios de producción y la tecnología no evolucionaban tanto. Y se producía artesanalmente. Por ello no se necesitaba tanta financiación de capital ni de consumo. Y tampoco había ni tantos soldados ni tantas guerras, aunque alguno lo crea, donde gastar en muchas soldadas (incluso, fuera del país).
Entonces, todos los precios de los bienes se dispararon escandalosamente. Y el valor de la plata (el real), convertido en bien abundante, innecesario, superfluo y aún escupiscible, bajó. La economía es dolorosa e implacablemente la gran niveladora. Y eso que era entonces primitiva, artesana, desestructurada y su medio de pago, pesado y de valor intrínseco. Como la nivelación le duele a la mayoría, le achacan que no tiene corazón, que hay que regularla, que no se entiende.
Por eso baja sin parar el dólar y sube sin parar el petróleo. Eso pasa cuando solamente se tiran billetes verdes desde el helicóptero. La crisis de ahora es financiera y de la credibilidad o confianza (el respeto perdido) de sus instituciones. El consumo en general (bienes de equipo, de consumo y depósitos de valor) se contrae, que es lo mismo práctica y cuantitativamente que cuando no se producía. No tenemos relativamente tantas transacciones buscadas, para todo el circulante que hay. China tiene cerca de los 2 billones de dólares en deuda pública, dólares y bonos de empresas norteamericanas; todo realizable en un corto tiempo. Hace poco dije que Bernanke estaba limitando demasiado sus opciones, al bajar muy rápidamente los tipos de interés, el valor de uso oficial del dinero. En el 2000 fue la crisis de las telecos: de los chiringuitos de telecomunicaciones e industrias proveedoras.
A Bernanke le llaman el del helicóptero porque cuando estaba en la University (ésa es su experiencia profesional) dijo que para dar liquidez al sistema financiero, si hacía falta, él tiraba billetes desde un helicóptero. Esto es lo moderno y tecnológico del sistema financiero actual, el helicóptero.
Pues ahora, como entonces, hace falta purgar los excesos y destruir a los incapaces de competir y producir rentablemente. Esto es la fiebre y los dolores de la lucha contra la infección espúrea. Para producir rentable y permanentemente hay que hacerlo siempre bien.
Y nuestros bancos parecen haber hecho muy bien sus deberes en este caso. Sin usar nuestros ahorros en financiar a gentes que no pueden devolver sus préstamos, por su precariedad económica o la inviabilidad de sus proyectos. Esto es la perversión de un sistema financiero. Pero como esos préstamos se dan a mayores intereses, los malos banqueros caen en su concesión fácilmente. Más que banqueros son bancarios, de ventanilla y de pacotilla.
Llamo depósitos de valor a los bienes en los que éste se puede concentrar y mantener y aún usar, sin un deterioro apreciable. Las casas (bien construidas y localizadas), las joyas y las monedas antiguas (a su verdadero valor), el dinero (en épocas de inflación moderada) son bienes generalmente utilizados como depósitos de valor por las personas. Así, no lo es un coche, incluso bueno, cuyo valor se deprecie exageradamente tras la compra.
Alguien dirá que con los cereales, la leche, está actuando una inflación de demanda, que es la responsable de las subidas elevadas. ¿Saben que las patatas producen por unidad de superficie 4 veces la cantidad de carbohidratos, de alimento energético, de los cereales? El problema con las patatas es que son muy dependientes de la industria química. Y esto no es muy ecológico. Sus enfermedades tienen que ser vencidas con pesticidas y fungicidas. No tenemos variedades resistentes a sus enfermedades. Pero sí se pueden utilizar como biomasa, como materia prima para los biocombustibles, los recortes de podas en general, las cáscaras de frutos de todas clases, las basuras orgánicas, etc. Todo aquello que, conteniendo celulosa o almidones, podamos hidrolizar a hidratos de carbono simples. Y luego fermentarlos controladamente a alcoholes. Hemos empezado torpemente a emplear alimentos para producir combustibles. Haciéndole la competencia por su uso al sustento de las personas.

LA BOLSA O LA VIDA. La economía en acción casi pura…
Un conocido bolsista, banquero de profesión, me preguntaba hace días que cómo veía la cosa.
Creo que en estos momentos los soportes (mínimos actuales, que fueron las últimas resistencias al alza en su día) de las principales bolsas a medio y largo plazo están rotos. Y los valores buscan nuevos soportes imposibles y escuálidos, derivados de las resistencias de más antaño. Por ello se acabó la esperanza de una recuperación relativa pronta, seguida de una estabilización de trayectoria lateral. Hasta que se aclarasen los fundamentales estadounidenses y los resultados trimestrales de sus principales empresas.
Le dije al bolsista: «Hace unos meses hablábamos de lo bien que había manejado Botín la compra de ABN y la venta inmediata del Antoneveta. Pues bien el banco es el mismo, el presidente, también y los resultados son firmes para varios trimestres.» Y cómo está la acción…
Creo que se están exagerando las pérdidas, como antes se exageraron muchas subidas. Pero esto es, el mercado en acción…, nunca mejor dicho.
Cuando MacArthur estaba casi de virrey estadounidense en el Japón ocupado, le trajeron la queja de que una dama de vida airada, que se presentó para representante en la Dieta, había sido elegida. MacArthur señaló: «Hay que pensar que la señorita tendrá otras cualidades. Pero, en todo caso, esto es la democracia en acción…»
Salud, suerte y calma.

LOS TIPOS Y LA LIQUIDEZ. LA INVERSIÓN Y EL CONSUMO. Uno de los principales mecanismos de la economía en acción.

Se está diciendo que con la bajada de tipos se inyecta liquidez al sistema financiero, arrugado por la falta de confianza en el prestatario institucional o final. Y todo resuelto, a la espera de que el soso y bobo de Trichet haga lo mismo. Pues no.
Con la bajada de tipos se facilitan los negocios. Los privados, los empresariales y los públicos. Al bajarme el liston de los costes financieros, me puedo entrampar mejor o igual me arriesgo a otra inversión con menor rendimiento marginal (el rendimiento adicional que la nueva inversión me dará). El tipo es una «medida relativa» del valor (oficial) de los medios de pago obligatoriamente aceptados.
La liquidez es el M2 europeo o su equivalente estadounidenses: el dinero (circa 8% PIB) o el cuasidinero: depósitos y títulos de deuda fácilmente realizables (sin depósitos a plazo). Si no hay medios de pago, aunque estén baratos (tipo de interés) no puedo gastar ni invertir. Donde no hay harina, todo es mohina, dice la sabiduría popular.
Pero ya tenemos liquidez (el M3 (que incluye al M2) está creciendo (a alrededor del 11-12% en los últimos meses) y los tipos están que se vierten (ojo, una gran parte de la financiación española es externa). ¿Qué nos pasa? Pues que no tenemos confianza en la inversión posible o nos asusta que tengamos dificultades para pagar el préstamo. Y el miedo se extiende como el aceite. La gente maneja números, pero no sabe manejar sentimientos o intuiciones. Porque no se dejan medir. Y se carece de coraje moral y de educación para caminar por esos caminos aparentemente desconocidos.
Los tipos son como el motor y la liquidez, el combustible. ¿Por qué no anda el auto? Porque no tiene piloto: la voluntad del conductor experimentado que lo guíe. Aparte que una inversión productiva no cuaja de inmediato. Una central nuclear se toma 15 años desde que empiezan los trabajos de planificación y decisión. Cuatro legislaturas. Y no se pueden arriesgar, sin un marco regulador asegurado.

Hay 25 millones de casas construídas. Contando los emigrantes somos 44 millones de personas viviendo en España. ¿faltan muchas más? Yo calculo en 450 mil la reposición normal (50 años de vida media). Hemos estado construyendo 650-700 mil durante tres o cuatro años. ¿De verdad que la construcción tiene que ser el motor de la economía? ¿Y no pueden serlo la inversión productiva, el consumo responsable de bienes y servicios, la tecnología y la formación especializada, la expansión exterior de las empresas competitivas y la exportación de bienes, servicios y asesoramiento y tecnología nacional?

A TRABAJAR, SEÑORES.