Economía Fácil.

Introducción.

Es muy conocida la serie estadounidense de libros de divulgación, en encuadernación blanda, denominada «… for dummies». Para torpes. Nunca me gustó su título. Aunque no sé si resulta en inglés tan peyorativo como en español. Son libros populares para iniciación sobre la materia titulada. Que es presentada de un modo didáctico, gráfico, suficiente y asequible. 

Yo creo que todas las personas son suficientemente inteligentes para comprender un problema que les afecte personalmente, troceado suficientemente. Y para resolverlo, con tal de disponer, además, de los medios externos necesarios para ello. De los que el primero es la información suficiente y de calidad, actualizada y continua. Todos somos suficientemente inteligentes, para afrontar y satisfacer nuestras necesidades y deseos personales. Con tal de que poseamos los necesarios interés, motivación, capacidad de análisis y síntesis, voluntad, tiempo y paciencia.

Hemos dado 6 capacidades necesarias para desenvolvernos en la vida. Sólo una entronca con el intelecto cognitivo. Muchas veces, con el tonto (esto es lo que quieren decir con «torpe») lo que ocurre es que no está motivado o no tiene tiempo o paciencia.

Esto se podría llamar también Economía para Principiantes Inteligentes. Porque pretendo que los rudimentos que voy a presentar, les sirvan a mis lectores para conocer, pensar y deducir según sus necesidades e interés. Y extrapolar esos conocimentos hacia otras áreas de la Economía .

La utilidad de conocer los fundamentos de la Economía.

¿Por qué vamos a preocuparnos de la Economía? ¿No estamos viendo cómo se derrumban imperios duraderos y fraudulentos como el de Bernard Maddoff, con 50000 millones de dólares de inversiones ajenas disipadas? ¿No vemos las dificultades financieras de gigantescos emporios industriales transnacionales, como la General Motors?. Como fruto de dedicar durante años, miles de millones de dólares a los planes de pensiones de sus empleados, según acuerdos pactados en los años de ventas fáciles y cuantiosas. ¿No vemos las rápidas casi bancarrotas de países emergentes del este de Europa? ¿No vemos las dificultades de la banca de Estados Unidos y Gran Bretaña, debido a prácticas bancarias temerarias, que pusieron en peligro la garantía del dinero de sus depositantes? Pues, a pesar de todo ello, aún funciona la economía. Aún mantenemos casi todo el crecimiento mundial acumulado, logrado en varios lustros. Aún están los almacenes llenos y seguimos produciendo innumerables bienes y servicios. Y aún el 90% del público de los países desarrollados cobra sus pensiones, subsidios, beneficios y sueldos.

Se trata de entender y dominar las ideas básicas que sustentan la economía, en tanto arte ciencia social omnipresente en las vidas y las actividades de los hombres modernos, especialmente los urbanos y los más integrados en el tejido social. Evidentemente, están los cálculos econométricos de sus variables y los intentos de demostrar, con fórmulas matemáticas encadenadas, las leyes económicas enunciadas o vislumbradas por los economistas. Esto lo dejamos para los especialistas.

Los detallistas suelen tener una «medida» para enumerar y controlar los distintos tipos de productos que guardan en sus almacenes y tiendas. Es la referencia. Que se suele expresar, según la nomenclatura que se use por un código de barras, más universal, o un código alfanumérico más particular. Así, 10 tipos y tallas de unos pantalones de hombre, supondrían 10 referencias. Podemos tomar una tribu del Amazonas, como representante de una humanidad rudimentaria, recolectora, cazadora y cultivadora. Las referencias utilizadas por ella apenas alcanzarían el millar. Si contamos las referencias que la economía moderna, organizada, especializada, extensa y compleja, facilita o pone a la disposición de los habitantes de una gran ciudad, como Madrid o Nueva York, su número llega al orden de los diez mil millones. Así, la más dramática diferencia entre aquella tribu y los parisinos no son sus ingresos per cápita, una vez homologados. Si no la diferencia de variedad de la oferta al consumo general, de 10 millones de veces mayor.

Esta oferta sólo la puede aportar una economía libre y bien regulada por leyes y normas adecuadas, desarrollada, competitiva y flexible. Sin los excesos generados por directivos dominados por los deseos desordenados de codicia y poder. O los de una economía aherrojada por normas teóricas y seudocientíficas institucionalizadas, que ahoguen la iniciativa, el riesgo, el entusiasmo y la sana ambición de los hombres y familias de trabajar en su propio provecho y, así, prosperar.

Los Pilares de la Economía Personal o Doméstica.

La economía familiar o individual se asienta y se desarrolla en un intercambio amplio y diverso de ingresos y gastos, compras y ventas, y acumulación o decremento de riquezas, con los distintos agentes económicos externos a ella. Estos agentes son el Estado, los empleadores o empresarios, el sistema financiero y los agentes privados compradores y vendedores de bienes y servicios de todas clases.

Los ingresos proceden de los sueldos de los miembros familiares integrados y trabajadores, de sus subsidios, pensiones o indemnizaciones, de las rentas recibidas por el uso cedido temporalmente de sus posesiones y bienes (incluso, el dinero), y de las ventas de sus posesiones y depósitos de riqueza. Estos ingresos se materializan temporalmente en efectivo y en cuentas a la vista en alguna entidad financiera. Y cumplirán luego su función de «medios de pago» aceptados en las transacciones económicas externas.

Con el dinero recibido y en reserva, adquirimos comprando:

bienes de consumo (alimentos, vestido, cultura, diversión, transportes, comunicaciones, agua, energías, reparaciones de bienes duraderos),

bienes de consumo duradero (electrodomésticos, mobiliario, vehículos),

bienes de inversión (talleres y herramientas profesionales, furgonetas, equipos de bricolaje),

bienes financieros (depósitos financieros a plazo, deuda pública y de empresas, acciones, fondos de inversión, planes de pensiones y préstamos a familiares y amigos) y mantenemos una pequeña reserva de dinero en efectivo para los pagos cómodos estimados a corto y medio plazo,

y «depósitos de valor». Llamo depósitos de valor a los bienes en los que éste se puede concentrar y mantener indefinidamente. Y aún usar sin abusos, sin un deterioro apreciable. Las casas (bien construidas o localizadas, mejor con las dos cualidades), las joyas, las colecciones varias y las monedas antiguas (a su verdadero valor), las reservas de dinero importantes y sin destino previsto (en épocas de inflación moderada), los coches de alta gama y de marca apreciada, son bienes utilizados como «depósitos» de valor por las personas. Así, no lo es un coche, incluso bueno, cuyo valor se deprecie exageradamente tras la compra o una colección de sellos demasiado popular.

Hemos dado las clases de bienes en orden creciente a su resguardo temporal y al mantenimiento de su valor. Así, el valor de los bienes de consumo inmediato y duradero se disipará brusca e intensamente una vez adquiridos. El de los de consumo inmediato desaparece con la satisfacción de su necesidad de uso. El de los de consumo duradero, que tienen un mercado corto, disperso, imprevisible y no siempre conocido, sufre por ello una alta depreciación, desproporcionada al servicio que aún pueden prestar. Los bienes de inversión ya comienzan a ser resistentes al deterioro y a la pérdida de valor, a través de la amortización, que es obligatoria contablemente. Los bienes financieros y los depósitos de valor están resguardados razonablemente (hay robos, incendios, crisis financieras, parientes catastróficos, malas inversiones y compras) contra el tiempo, la polilla y la pérdida de valor económico.

Aquí entran en escena los seguros de todas clases. Para la mayoría de la gente, hay varios tipos de seguros que son un bien de consumo necesario. Los seguros nos defienden y nos garantizan contra el riesgo, la posibilidad, de daño o pérdida del objeto asegurado. Ojo, si hay certeza de daño no hay tal riesgo, hay seguridad en sufrirlo. Y, por tanto, no hay riesgo a asegurable. Los de vida y orfandad, operaciones y hospitalización, pueden ser muy necesarios para las personas jóvenes que comienzan su vida profesional. Los de robo, daños propios y a terceros, de incendios, son necesarios en cuanto se tenga un patrimonio que proteger y preservar. Porque no tenemos o el capital, o el tiempo (por la edad), o la oportunidad (por la singularidad o la antigüedad del bien), o varias de esas condiciones, para llegar a recuperar un bien esquilmado, dañado o perdido. Suele ser necesario identificar y valorar con precisión los bienes importantes individuales a asegurar. También es posible que las primas exigidas al tomador del seguro sean tan altas, que no le interese suscribir el seguro, sino «asegurarse» él mismo. Por otro lado, las compañías de seguros son negocios financieros rentables. Su «utilización» por el tomador del seguro, en forma de indemnizaciones frecuentes, no les da los beneficios que esperan recibir. Por eso conviene pensar que los seguros son, muchas veces, bienes de consumo precautorio y para un solo uso, el importante y total.

Cuando tomamos dinero ajeno prestado, tenemos que pagar por su «uso», además de devolverlo en el tiempo acordado. En general, cuando hacemos una inversión provechosa, es útil recibir dinero ajeno adicional para ella. Esto nos permitirá expandirnos y aumentar nuestro patrimonio personal y empresarial, por encima de nuestras posibilidades de auto crecimiento. Al inicio de nuestras actividades, éste es más bien raquítico. Aquí debemos explotar el crédito personal y potencial que tengamos y podamos generar en otros cercanos: banca, familia, amigos y empresa. Cuando pedimos un crédito para un bien de consumo, simplemente lo estamos pagando más caro. Y ese «diferencial de carestía» es el precio que tenemos que pagar por adelantar su uso, disfrute y posesión en el tiempo. Siempre debemos sopesar si este tipo de compra es necesaria u oportuna.

Las Casas y Oficinas Familiares.

Para las personas y las familias, las viviendas suelen ser su inversión principal. Merecen por ello unas líneas. En España existen unas 2,5 millones de casas en alquiler. Se necesitaría un «parque» de entre 6,5 y 8 millones de viviendas ofertadas disponibles, para que su presencia generara una fuerte tendencia bajista en los precios de las casas. Que buscara el equilibrio de precios del mercado inmobiliario a nivel nacional. Entonces, no bajan lo suficiente porque la mayor actividad de compra se realizó a los más altos precios (en los últimos años) y por la tendencia a «no perder» dinero del público.

Las casas y oficinas de las «ciudades activas» son demandadas en función de su actividad. Ésta la realizan las administraciones públicas, las centrales y delegaciones de las empresas, los comercios y los centros financieros, sociales y culturales. Como su suelo y su expansión están limitados, tendrán una demanda creciente permanente los locales y viviendas de las zonas céntricas. El ruido, la contaminación y la falta de espacios libres suelen desmotivar a una parte de la población, a residir en la «almendra» más central o concentrada. Las zonas periféricas de aquéllas son más abundantes y extensas, con el aumento de la distancia a ellas. Las viviendas en estas zonas tendrán demanda en función de los accesos rápidos (la distancia es factor secundario) a los núcleos de actividad urbana y fabril. Siendo el tiempo empleado y la comodidad los factores condicionantes. Y en función de las facilidades de vida, en forma de urbanización, servicios diversos, red de viales y acceso a bienes de consumo inmediato, que en ellas se tenga. Aquí pueden verse cogidos financieramente, los promotores e inversores particulares que sólo valoren la presencia de los bloques de casas. Sin apreciar los bienes que les dan a aquéllos atractivo, comodidad y distinción. Y que son los que deben aportar la verdadera apetencia por ellos de sus habitantes.

Las casas de los pueblos y ciudades pequeñas, o con áreas de influencia pobres y, sobre todo, con comunicaciones difíciles, tienden a infrautilizarse y a despreciarse. Sus precios, también menores, son estables, con tendencia a la baja.

Las casas en las costas y zonas de descanso tienden a demandarse por los extranjeros y como segundas residencias de los españoles, por encima de las necesidades demográficas. Hay áreas sobre urbanizadas, en cantidad. Los inversores particulares pueden encontrarse con la falta de demanda en las fases de crisis y depresión del ciclo de la construcción (dura unos 14 años). Y con la inmovilización de los recursos invertidos, o con su recuperación con pérdidas a corto medio plazo.

 

Economía Fácil.

En breves días aparecerá este artículo. La economía tiene su lenguaje peculiar. Con el que continuamente se expresan y fluyen ideas y sugerencias al gran público. Pero, su expresión ideológica, no la econométrica, es ambigua. Dos «profesionales» diferentes pueden defender con argumentos sólidos, una posición y la opuesta. Y quedarse tan tranquilos. Manteniéndose dueños de su peculiar saber.

Quizás ésta sea la razón de que las acciones anticrisis de los gobiernos, se basen sencilla y simplemente en dar dinero abundante y barato a las instituciones financieras y grandes empresas nacionales en apuros. Este dinero vendrá de más deuda pública, de recortes de impuestos o de ahorro público, según los flujos que decidan los que mandan. Y en esperar que la «mano invisible», la gran Madre económica, que todo lo guía y arregla, se ponga a funcionar.

Quizás esto sea cierto en gran parte. Una economía nacional funciona a pesar de sus «profesionales». Que, además, raramente se hacen ricos sólo con sus «carreras». Espero que estas pinceladas ayuden a los que, como yo, en algún momento dado nos vemos confundidos y dirigidos por los «profesionales». «Profesionales» demasiado preocupados en colocarnos una y otra vez el producto del mes.

 

LA ACCIÓN PARA TIEMPOS DE CRISIS

Presentaremos sucesivamente un «recorrido» por los tiempos de crisis que estamos viviendo. Que nos tienen desorientados, por no percibir claramente dónde está la salida o cómo superarlos. Daremos luego una lista de medidas asépticas, técnicas, para superar los tiempos de crisis económica. Unas pueden gustar más que otras. Algunos gobiernos débiles e incapaces, ni siquiera pueden considerar algunas.

Por último, tocaremos el aspecto humano, donde residen los valores y las virtudes del hombre. Creemos que los tiempos de crisis se han generado económicamente. Pero su duración y profundidad se debe al virus de la desconfianza entre los agentes económicos, y al del pesimismo y la astenia anímica. Que se han enquistado firmemente en los hombres, impidiendo su superación y salir reforzados y experimentados. La simple penicilina de la liquidez y un bajo valor del dinero no es condición suficiente para alcanzarlos en el interior del alma humana.

Causas, Orígenes y Mecanismos Económicos de la Crisis.

Los tiempos de crisis no se han presentado solos. ¿Se deben los tiempos de crisis a una deficiencia estructural del capitalismo moderno? Que se manifestaría periódicamente, nunca igual, y con más o menos fuerza y extensión en cada ciclo económico. El fallo del sistema lo producen las conductas desordenadas, egoístas y codiciosas o descuidadas y prevaricadoras de muchos empresarios y mandos de las sociedades.

Los culpables de los actuales tiempos de crisis son un número importante de banqueros de muchas naciones, junto con las autoridades de éstas. Su profesionalidad es dudosa, imperfecta e ineficaz. Son imprevisores, necios y ávidos y ciegos de dinero y poder. En una amalgama siniestra y delictiva, generada en un «caos nacido de sí mismo». Las autoridades son responsables de no haber establecido un marco de vigilancia y regulación del entramado financiero moderno, cada vez más sofisticado y complejo. Que sea adecuado a una actividad tan evidente, importante y vital para las economías modernas, como es la garantía razonable de los depósitos de los clientes y la generación del crédito bancario suficiente para la economía.

¿Necesitamos a un Gran Hermano financiero estatal?, otro mecanismo oficial pesado, costoso, lento, poco productivo. Realmente, no. La misión de los poderes públicos es establecer un marco o método de actuación financiero práctico, legal y moderno. Y los medios para su observación y la corrección de inevitables desviaciones, de manera continua, relativamente sencilla y ágil. Luego hay que dejar actuar a los «agentes» económicos, que somos todos, actuando como consumidores, empresarios, prestatarios, empleados, instituciones, etc., en los distintos «mercados» parciales: de crédito, de transportes, de abastos, de valores, etc. Y, ¿por qué tiene que ser el Estado?, porque es la institución que se supone debe controlar y regir las actividades comunes generales, en nombre de todos, y por encima de personas y entidades privadas.

La gestión bancaria es vital para cualquier economía moderna. ¿A alguien le gustaría que su dinero entregado en depósito a una institución financiera, sea prestado a un insolvente? Que sea cedido a uno sin patrimonio o nóminas y que difícilmente pueda devolver lo que recibe. Esa garantía de custodia, tan deseada por los depositantes, la dan los bancos autorizados. No los chiringuitos o los estafadores financieros. ¿Alguien necesita dinero para una inversión nueva o para aumentar su negocio? Ese dinero, recibido y reunido de muchos pequeños depositantes anónimos, se lo prestan los bancos. Con tal de que la actividad que propone pueda llegar a ser viable económicamente en un plazo razonable. ¿Alguien necesita dinero para un préstamo al consumo o para una hipoteca? El banco se lo presta, con tal de que sus ingresos futuros razonables le permitan hacer atender a los pagos sucesivos del préstamo y sus intereses, hasta su liquidación final. Esta intermediación bancaria suministra «medios de pago» a los agentes económicos que los necesitan, para permitir las «transacciones» económicas de una sociedad, facilitando e impulsando su funcionamiento, crecimiento y prosperidad.

La razón fundamental de la aparición de las hipotecas de difícil cobro en los EEUU fue la ruptura de la relación normal y continua entre el prestamista y el prestatario. Para poder crecer más, algunos bancos «titulizaron» parte de sus préstamos. Primero fue con los mejores préstamos, al menos en apariencia. Convirtieron en bonos o deuda a medio plazo, los préstamos que daban. Y cedieron esos bonos por dinero a otros bancos o instituciones financieras, con exceso de liquidez y ganas de invertir. Y, por tanto, dispuestos a pagar un poco más. Al ver lo fácil que parecía el proceso, donde todos ganaban y se encontraban con más medios de pago o inversión, se felicitaron de su inteligencia y habilidad.

El proceso aumentó y, sobre todo, se extendió, incluso allende los mares. A ello ayudaron, como no, los malabarismos de la ingeniería financiera. Y se degradó, al perderse la vigilancia y el control del prestatario, sobre cuyos pagos puntuales hasta la liquidación del préstamo, residían la viabilidad y la honestidad de la transacción «titulizada» y vendida. Y esos polvos contaminantes, trajeron estos barrizales económicos, que nos percuden a todos, en los que nadie sabe bien lo que vale ahora lo que compró o conserva en sus activos.

Luego tenemos las cajas de ahorros, también llamadas antes «montes de piedad». Su función, en una época en que los bancos eran los negocios de familias pudientes financieras, era ayudar a los menos favorecidos en sus periódicas necesidades económicas. Pronto los verdaderos pobres o inopes fueron desapareciendo. Ya casi todos tenemos un «patrimonio» o algo permanente que podemos perder. Surgen las cajas de ahorros, superpuestas al «negocio» filantrópico de los montes de piedad. La ausencia, muy relativa, de interés económico directo, las lleva a ser tuteladas y protegidas por los estados, las regiones y los municipios. Sus beneficios van destinados, en parte, a servicios y ayudas sociales de las comunidades donde están establecidas. Pero la presencia política en sus consejos de administración las contamina indefectiblemente. Son centros de poder económico que se comparten y reparten por las autoridades y los partidos. El negocio inmobiliario, que funciona últimamente a puro crédito (los «promotores» trabajan con dinero ajeno), es un flujo principal de ingresos para las administraciones públicas, por las recalificaciones de los suelos, de rústico o industrial a urbano (urbanizable), por los impuestos sobre la propiedad o IBI, etc. Y las cajas financian ampliamente el negocio inmobiliario. El problema es que lo hacen con los depósitos a la vista de sus clientes de pasivo (con vencimiento a corto plazo). Y que las inmobiliarias necesitan financiación a medio y largo plazo. Cuando las ventas de casas caen, y tenían que caer porque hay construidas más de 26 millones de viviendas en España, las inmobiliarias necesitan renegociar sus deudas, buscando demorar más aún en el tiempo los pagos parciales a las cajas. Y esta financiación asimétrica cruje, arrastrando a las cajas más imprudentes a una endeblez financiera muy preocupante.

Algunas medidas económicas para resolver la crisis.

Un problema es contener la inflación, que ahora aparece lejana y difusa. Es decir, que no suba el nivel general de precios. Éste incluye los costes de las energías, ahora depreciados. Pero también los de los alimentos y las tasas de los servicios públicos, mucho más alcistas, además son casi imposibles de sustituir por otros bienes o servicios privados. Y evitar que se desboquen las ambiciones y se tornen en desmedidas e injustas. Esto es como una dieta más o menos severa. Pero que promete salud y energía económica renovada.

Hay también que estimular la Economía y evitar su frenazo más o menos brusco. Su detención total llevaría a lo contrario: a la deflación. Pero el exceso de liquidez a muy bajo precio que están aplicando los bancos centrales de muchos países, parece que aleja el peligro de esta última.

Esta actuación múltiple, doble en sus fines, forma un par de opuestos complementarios, no antagónicos. Son como el sistema nervioso vegetativo: con el simpático y el parasimpático. O las dos riendas de un coche de caballos.

Damos algunas medidas posibles. Creemos que si el público ve un grupo armónico de actuaciones, impulsadas por el Estado, las aceptará en su conjunto, aunque alguna concreta perjudique temporalmente a un sector de la población.

El gasto público debería contenerse todo lo posible. Por ejemplo, recortando los funcionarios públicos o limitando los nuevos nombramientos y limitando las obras públicas nuevas a las estructuras directamente relacionadas con la producción de bienes, las comunicaciones o la educación. Un corolario de lo anterior sería buscar o mantener un suave superávit en los ingresos totales del Estado. El mismo podría emplearse para amortizar deuda pública nacional o externa, por ejemplo.

O para rebajar los impuestos a las empresas, situadas en la primera fila de creación de empleo y generación de riqueza. Y favoreciendo, según los casos, los sectores más creativos, modernos o que utilicen más mano de obra por unidad de producción.

Hay un problema del que nadie quiere tratar en España. Tenemos del orden de tres millones de funcionarios, pagados con nuestros impuestos. Hace 30 o 35 años había del orden de 1 millón largo de empleados públicos. Y eso que no tenían los avances de la informática y de la domótica que tenemos hoy. Tenían que trabajar más a mano y dedicarle más tiempo a las labores burocráticas. Actualmente somos unos 10 millones más de habitantes y tenemos más del doble de funcionarios. Los partidos no hablan de esto, por los votos que suponen ellos y sus familias y porque los mandatarios también son funcionarios. Y los ciudadanos (votantes) no lo comentan, ni discuten, se achantan y pagan y pagan. Más de un tercio de la vida laboral, los dedicamos a sostener un Estado, que no es precisamente un administrador sobrio, honesto, creativo y eficiente.

Las subidas generalizadas de sueldos y pensiones deberían estar contenidas. El quid es no permitir jamás una espiral equívoca de subidas sucesivas de precios y salarios. Aquí tienen que dar ejemplo social los salarios más altos (ejecutivos, altos cargos públicos, pilotos civiles, rentas personales del capital).

Es necesario dar una formación adecuada a los parados más jóvenes, procedentes de sectores en crisis, para que puedan ser ocupados en otras labores. El cobro de los subsidios de paro estaría ligado a recibir esta formación, al menos con interés y, deseablemente, con aprovechamiento.

El Estado debe fomentar la investigación y el desarrollo generales. Y favorecer que las empresas realicen la investigación y el desarrollo específico de sus distintos sectores productivos.

Es necesario que el Estado aborde seriamente el problema de la compleja intermediación comercial y la logística de muchos productos de gran consumo. Las cuales encarecen indebida y casi inevitablemente (porque ahí están sus diversos «escalones») los costes de aquéllos al consumidor final, debido a unas estructuras pesadas y excesivas.

Las cualidades y calidades personales como fuerza anímica decisiva para resolver los tiempos de crisis y salir fortalecidos.

La verdadera, profunda y eficaz acción en tiempos de crisis procede de las personas, que, además, somos los auténticos agentes económicos.

Tras las medidas de liquidez y valor del dinero ya tomadas profusamente desde septiembre de 2008, ¿por qué no funciona el sistema económico según su capacidad? En 2001 y 2002 incluso las condiciones de flujo de dinero a los bancos y su coste eran algo peores.

Porque está restringida la acción de los agentes económicos.

En parte financieramente, porque el dinero no se da tan fácil y alegremente. Está volviendo rápidamente la mala costumbre de los bancos de querer cobrar los préstamos de todo tipo y darlos con una cierta seguridad.

El sistema aún necesita y debe producir más purgas para la eliminación de los otros agentes incompetentes, corruptos o botarates.

Y también es necesario restablecer la confianza de los agentes económicos entre ellos. Si pido un préstamo y me entrampo un tiempo, obligándome a un esfuerzo superior laboral, financiero y síquico, será porque veo oportunidades razonables de trabajo o de inversión. Y porque tengo la natural ambición de prosperar y crecer.

Esta confianza es un parámetro anímico, no se mide por en monedas y no se intercambia o transmuta con la ambición. Su verdadero motor serán la ilusión y el entusiasmo. Sin ilusión y entusiasmo no se pueden emprender ni realizar empresas de provecho. El entusiasmo es una fuerza del espíritu, que vence a la entropía moral e ideológica generada casi inevitablemente en las sociedades (es el conjunto del decaimiento y la molicie espirituales), iluminada por una «ilusión razonable».

De la crisis económica mundial hay que salir apoyados en nuestros valores y virtudes. Éstas son las «bondades y cualidades» humanas de referencia, apreciadas y valoradas permanentemente por las sociedades y los grupos humanos. Las virtudes humanas son muy estables en el tiempo. Los valores son las «cualidades y bondades» humanas, estimadas de forma temporal y/o local por algunas sociedades o grupos humanos, y, principalmente, en virtud de su idiosincrasia, condiciones de vida y presiones recibidas desde el exterior. Los valores culturales y sociales suelen ir evolucionando con las contingencias, los desplazamientos y las fortunas de las sociedades humanas.

Las virtudes son aportadas principalmente por las religiones más elaboradas, y por los discursos de Cicerón y los Diálogos de Platón, dentro de nuestra extensa cultura occidental. Podemos citar las principales y evidentes, sin buscar ser exhaustivos, embebidas en el alma humana:

Aprecio de la familia, el clan, la tribu, la amistad y los forasteros amables y curiosos que llegan a nuestro entorno. Es el entorno vital que nos sustenta y es soportado por todos, nuestro humus social.

Necesidad de punición de las conductas que se aparten suficientemente de las normas sociales, para evitar la venganza desordenada, disuadir a los posibles contraventores, satisfacer las injurias y los daños y reformar las conductas erradas.

Aprecio del respeto y del culto a la divinidad, como reconocimiento del Ser Necesario que nos crea, nos sostiene y, en algunos casos, nos ayuda. Esto se concreta según la educación, la cultura y el ambiente social vividos.

Valoración de los distintos deberes a cumplir como contrapartida necesaria, vital y social de los varios derechos a recibir. Valoración de la sobriedad, el esfuerzo, el ahorro, el compromiso, el estudio o la formación y el trabajo como factores y parámetros necesarios para la consecución progresiva de los objetivos personales y colectivos humanos.

Son nuestros valores y virtudes reconocidos, retomados y reafirmados, los que verdaderamente nos darán la fuerza y la ilusión para superar estos tiempos de crisis.

Y no olvidemos la función esencial de mando, gestión, impulso y ejemplo de los mandos sociales (lo prefiero a líderes) de todo tipo, presentes en los hogares las escuelas, las iglesias, los partidos políticos, los sindicatos, los centros de trabajo, las asociaciones en general, etc. Ya que son los núcleos de la actividad colectiva de la sociedad. En los tiempos de crisis deben actuar mucho más desde el ejemplo. Los valores y las virtudes no pueden verse como algo artificial y remoto, sin conexión real con un código práctico, vivido y conocido. Tienen que ser percibidos y aceptados por los ciudadanos con ejemplos reales que puedan seguirse. No con imposiciones de códigos y reglamentos fríos, dictados desde la cúspide moral e intelectual de la sociedad.

 

 

 

 

  

   

    

  

 

 

 

 

LOS ACTIVOS TÓXICOS.

¿Cómo se convierte en un activo tóxico, un préstamo al consumo o un crédito hipotecario? ¿Cuál es el papel de los activos tóxicos en la aparición y el desarrollo de la crisis económica? No nos gusta el término “activo tóxico”, porque no son mcrobios patógenos, ni son un veneno natural o químico. Los llamamos mejor activos financieros perjudicados, depreciados o devaluados.

Un Ciclo Financiero Teórico Elemental.
Los bancos reciben múltiples depósitos y prestan el efectivo recibido a sus distintos prestatarios: instituciones, empresas y particulares. Una parte de esos préstamos retorna de nuevo al banco, en forma de nuevos depósitos. Ya que nadie guarda el dinero en casa o en la empresa o en el negociado estatal o provincial, salvo para los pagos inmediatos de menor cuantía o en los casos de catástrofe social real o amenazadora.
Se supone que los bancos vigilan y controlan los sucesivos pagos parciales de sus prestatarios, por el principal y sus intereses, a sus vencimientos. Pero he aquí que surgen los “ingenieros” financieros, que Bill Clinton en 1998 realiza una importante desregulación de las prácticas financieras y que Greenspan es un irresponsable botarate titulado. En efecto, en Abril de 2000 sube innecesariamente al 6% el interés legal básico. Cuando la recesión estaba incoándose y la crisis de las empresas de telecomunicaciones e informáticas, en marcha. Y luego lo tiene que bajar, quizás demasiado, para estimular la economía. Y la FED facilita las cesiones de liquidez a los bancos estadounidenses. Hay entonces liquidez en el sistema y a precios bajos, por bastante tiempo.

Los Nuevos Caminos Financieros, Incontrolados y Perturbadores.
Muchos bancos, quizás demasiados, comienzan a “titulizar” sus préstamos. Convirtiéndolos en bonos a medio plazo. Y venden esos títulos de activos a otros bancos y a fondos de inversión o de pensiones, de su país y de allende los mares. Que buscan ganar más que invirtiendo en las letras o bonos del Tesoro de sus países o en préstamos sencillos.
Complique todo esto con las rápidas comunicaciones “on line”, con las transacciones internacionales, con el desconocimiento del alcance real de unos títulos generados en ultramar y con las diferencias de tipos de interés entre naciones y grupos de naciones. Mézclelo perniciosa y malévolamente con factores exógenos, foráneos al sistema financiero: las “pasiones” o apetitos desordenados o deseos desorbitados. Que son difíciles de conocer y de controlar por los hombres. Surgen y se desbocan entonces la codicia, el miedo y el egoísmo. Que perturban, contaminan y degeneran el sistema financiero. Pero desde las personas y no por su funcionamiento cabal y limitado a su ámbito natural.
Y tenemos entonces un problema grande, en forma de un caos nacido de sí mismo. Donde nadie sabe bien la calidad de los activos que tiene. Tendría, para ello, que desenredar una complicada madeja de cesiones e intercambios de activos, de alambicada creación. Destinada en parte a ocultar culpas y posibles orígenes espurios y vergonzantes de los activos. Y esto ocurre básicamente porque se rompió la relación habitual entre prestamista y prestatario. Éste, por la cuenta que le tiene, si se tiene que quedar con el préstamo, como activo de su balance, ya lo dará a quien razonablemente pueda pagarle. Y se preocupará también de seguir el curso de sus pagos hasta la liquidación final. Y como la situación financiera perturbada se complica y se tensa, los posibles morosos, los más al límite de su capacidad financiera, se convierten fácilmente en fallidos reales. Y el torbellino continúa alimentándose, extendiéndose y perjudicándonos a todos.

Algunos Resultados Empresariales Fantásticos.

El asunto, el quid era captar y acaparar poder, influencia y crecimiento inorgánico. Éste es aquél que es externo a la actividad empresarial interna, propia. Y surgen los despropósitos. Como que empresas de la construcción se hagan con paquetes importantes de acciones de empresas petrolíferas (Pepsol) o de electricidad (Endesa, Fenosa, Iberdrola). O que compren en una sola vez empresas de su ramo, con su tamaño o mayores; como la orden pública de adquisición (OPA) de Martinsa por el 100% de Fadesa, a 35 E por acción (el precio era lo de menos, había préstamos bancarios en abudancia). Que dejó libre, tranquilo y muchimillonario al empresario inmobiliario ortodoxo gallego Jove, a su hija y a sus familias. 

¡¿ UN MERCADO IRRACIONAL?!

A diferencia de un mercado sano, ¿cómo se comporta un mercado irracional? Los precios de las materias primas, especialmente el petróleo, y de las acciones o participaciones en las empresas, ¿se están formando en un mercado irracional? Es curioso señalar, que las caídas más abruptas, que las diferencias más acusadas entre precio y valor real se están formando en los mercados más especulativos, menos maduros, menos seguros jurídicamente, más débiles financiera o socialmente. ¿Es así un mercado irracional?

Introducción.

Desde primeros de octubre, estamos asistiendo a una abrupta caída del valor de los activos de renta variable en todos los mercados del mundo: desde Nueva York hasta Tokio, pasando por Europa y los llamados mercados emergentes. Éstos parecían relativamente inmunes a esas depreciaciones, iniciadas a primeros de 2008, pero ya se han incorporado tarde e intensamente a las mismas. La cercanía amenazadora de la crisis bancaria mundial, ha afectado con bríos inusitados al desplome de sus bolsas y a la huida de los inversores foráneos, alterando unas economías más sensibles y frágiles .

El mercado libre, sus características y propiedades y su funcionamiento.

El mercado en general es el encuentro efectivo de los agentes económicos, que somos todos los ciudadanos, como instituciones, empleados, consumidores, empresas, pensionistas, etc., para realizar las transacciones económicas. El mercado como filosofía, como institución económica, como idea, se concreta y materializa en los numerosos mercados especializados activos: de trabajo, de crédito, de abastos, lonjas y tiendas, de servicios, de acciones y bonos, de transportes de larga y corta distancias, etc. En cada mercado los agentes se dividen en compradores, prestatarios, pujadores, empleados, etc. y vendedores, prestamistas, asentadores, empresarios, etc.
El dinero es el medio de pago aceptado que permite subdividir el “valor” o coste de los bienes y servicios, en un número adecuado y manejable de unidades y subunidades. De manera que, referido a él, los precios, medidos en múltiplos y submúltiplos de la unidad monetaria, sean más precisos y aceptables, que las relaciones de valor que permiten establecer los trueques. Ésta es una de las principales funciones del dinero. Y, por eso, ocurren las reclamaciones para su aumento (liquidez) en estos momentos de crisis económica y bancaria. Realmente el dinero está ahí, no se ha ido, ni se ha esfumado. Si el dinero se disipara o se corrompiera, sin más, como el humo o las semillas, no podría ser dinero. Lo que ocurre es que no circula como debiera, no facilita las transacciones; está detenido, bien guardado o atesorado, esperando tiempos económicos más benignos y despejados. Por ejemplo, ni el hierro ni los diamantes, con valores específicos extremos, valen como dinero. El hierro se oxida y su valor unitario es tan poco que su transporte y exhibición serían unos problemas. Los diamantes tienen un valor que no es proporcional a su peso, sino al cuadrado o algo más del mismo. Así, uno grandote vale alrededor del doble de todos sus pedazos juntos.
La economía tradicional presupone que los agentes actuantes están absolutamente informados de sus posibilidades de selección de bienes, que compran y venden racionalmente, que no actúan influenciados por sus emociones o sentimientos, etc. Esto ocurre como la ley fisicoquímica de los gases ideales, que considera que las moléculas que los forman, carecen de volumen o peso apreciables y que no interactúan en su comportamiento aparentemente errrático. Ésta fue la manera que tuvo la Economía de acercarse en sus orígenes a la Ciencia. Trasladando sus planteamientos, asumiendo y adaptando las fórmulas simplificadoras establecidas en los primeros momentos de las investigaciones científicas empíricas. Los agentes económicos actúan en los mercados por aproximación, por tanteos sucesivos. Buscando más, en general, realizar la transacción aceptable, que lograr continuas “oportunidades” o conseguir “ganar el último duro”. Si una transacción supone una ventaja adecuada para las dos partes, generalmente se acepta.

¿Cuáles son los factores operativos que intervienen en la creación y en el funcionamiento correcto de los mercados?

Veamos una lista suficiente, pero no exhaustiva, de ellos. Con ella tendremos otra idea del mercado. La que dan sus cualidades o necesidades.

La proximidad y accesibilidad de los agentes a aquéllos.
La ganancia económica, la utilidad o la eficacia que ofrecen el bien o servicio y su remuneración.
La existencia de una logística eficaz, lo menos compleja posible (esto puede encarecer innecesaria e inevitablemente, porque ahí están, la intermediación), que entregue en tiempo, lugar, cantidad y clase los productos o servicios demandados (para hacer la previsión) y comprados. Tener los medios de almacenaje y manipulación suficientes, adecuados y bien localizados. Poseer unos medios, informatizados o no, de control, seguimiento y gestión; que sean suficientemente modernos y adaptados al volumen y la diversidad de los artículos y servicios.
La existencia de las suficientes variedades en clase y cantidades, para permitir las transacciones de una manera fluida y continua. Como corolario, la necesidad de suficientes transacciones, según la oferta y los medios de pago.  
La ausencia de monopolios u oligopolios de oferta y de demanda. Por ejemplo, los pequeños transportistas no pueden mantener unas tarifas, ni siquiera las legales y mínimas, por la excesiva atomización de su sector, frente a los cargadores compradores del servicio.
La existencia de unos códigos civil y de comercio suficientemente desarrollados, con sus leyes y reglamentos complementarios, que den seguridad jurídica a las transacciones. Como corolario, la existencia de una burocracia estatal y regional eficaz y colaboradora, que, al menos, no estruje excesivamente a los ciudadanos, ni sea indolente.
La existencia de una infraestructura viaria y de una red de comunicaciones alámbricas e inalámbricas suficientes y seguras. Como corolario, que exista paz social en el país.

El mercado irracional: las perturbaciones exógenas en el funcionamiento del mercado.

No hemos mencionado aún los factores extraños al mercado. Aquéllos que anidan, crecen y aún se pueden desbocar en el alma humana, racional, sensitiva y emocional. A pesar de la economía tradicional, los agentes económicos son personas, sujetas a los sentimientos y aún a las pasiones o apetitos y deseos desordenados o muy vehementes. Y los sentimientos son el motor o la dínamo que genera la energía humanizada, para bien o mal. Una idea pura puede informar el alma, pero sola es fría y no la impulsa o pone en marcha.
Cuando el mercado se perturba por factores externos, que en este caso son emocionales, que pervierten su función natural, concretada en “facilitar y atender las transacciones”, se alteran sus reglas sencillas y básicas. Si en los mercados, y por tanto en las transacciones, actúan agentes alterados por la codicia, el miedo y el egoísmo, su funcionamiento se perturba y aún se degrada. Los agentes suelen anticipar el futuro que vislumbran, el goce de un objeto o ente y la desgracia amenazadora. Pero los alterados los magnifican hasta el punto de que afectan o se apoderan de sus ánimos. El goce se convierte en demasiado grande o absorbente y la amenaza posible se vuelve una catástrofe casi segura.    
Se comprará y venderá para especular, o por encima de necesidades reales presentes y aún futuras, o para atesorar, o para alterar los precios, alejándolos del verdadero valor de las cosas, que se forman en un mercado sano y suficiente. Es entonces cuando podemos hablar con propiedad, como los de antes, del «juego de la bolsa». Porque se compran y venden acciones temerariamente, en el filo de la navaja, sin red debajo. Pero no se invierte e incluso se toman riesgos calculados, como en toda inversión emprendedora y creativa. 
Nos hemos salido del mercado sano, que ya no existe, al incumplir sus reglas y características. Y entramos, sin casi darnos cuenta, en un mercado irracional, falso, malsano, quizás aún libre. Éste es un seudo mercado, un baratillo, la reunión libre de gente ruin en la vía pública, ocultando intenciones, para comprar y vender con engaño entre ellos. Es un magma comercial amorfo, indiferenciado, con reglas de vorágine y remolino, que atraen a todos y a todo, en un caos nacido de sí mismo. Y con resultados y consecuencias impredecibles siempre. Esto es lo que ocurre en Hidrodinámica, con el flujo laminar, que se convierte en torbellino al aumentar su velocidad, al circular los fluidos líquidos y gaseosos. Y lo que ocurre en Mecánica cuando elevamos de vueltas, por encima de las características técnicas de diseño, el régimen de un motor. Y en unas pocas decenas de Km. lo podemos gripar.