OPERACIONES EN AFGANISTÁN Y PAKISTÁN.

¿Cómo desarrollan los ejércitos occidentales y del Pakistán sus operaciones militares contra los talibanes y al-Qaida? La instrucción, el uso omnipresente del apoyo del fuego pesado y la mentalidad de los grandes ejércitos modernos, ¿facilitan las operaciones militares contra rebeldes indómitos fanatizados en sus tierras? ¿Cuál es la idiosincrasia de los 40 millones de pashtunes que viven en los territorios infestados por aquéllos? ¿Cómo es el Pashtunwali o código de honor de sus tribus? ¿Cómo podría combatirse mejor la presencia, no existe su dominio perfecto, de los rebeldes y terroristas en la amplia zona a ambos lados de la “Frontera del Noroeste” afgano pakistaní?

PRIMERA PARTE

La situación socio militar actual en Afganistán y Pakistán.

Los talibanes y al-Qaida forman dos movimientos organizados verticalmente y desde abajo a arriba. La cercanía ideológica y geográfica les permite colaborar tácticamente. Su estructura hace que sus células no sepan exactamente cuáles son los jefes superiores. Sólo saben dónde tienen que ir para recibir apoyo o para enviar o recibir información o para comunicarse con otra célula “pareja”. Las direcciones de estos movimientos actúan por excepción, no por presencia o por acción deliberada. Esto les permite operar bastante bien, sin la intervención de sus altos mandos. La muerte del mulá Omar y dos o tres jefes más en un bombardeo americano, afectaría poco a su efectividad, a sus niveles actuales de actuación militar irregular. El “martirio” de los antedichos o de Bin Laden o de su “consejero delegado” al-Zawahiri sería casi de igual importancia como lo es su existencia.
La clave operativa de los talibanes reside en sus innumerables jefecillos locales, con sus pequeñas bandas de guerrilleros. Ellos son los responsables de intimidar, aleccionar, asustar, atacar y ocupar más o menos temporalmente algunos de los numerosos poblados y caseríos. Según el grado de presión que deban ejercer sobre los lugareños para que les informen, les escondan y les ayuden. Evidentemente su elemental grado de desarrollo operativo mantiene al movimiento a la defensiva. Sin poder disputar a ninguno de los ejércitos presentes en esas áreas ningún territorio o pueblo. Sin poder realizar otras acciones más allá de las emboscadas, los ataques a las muy pequeñas unidades enemigas aisladas, el hostigamiento por el fuego a media distancia, el secuestro, incursiones aisladas de corta duración y el minado de caminos y veredas. Concentrados ideológicamente en la conversión a su movimiento, a sus células semi nómadas, de los pashtunes más afines o cercanos. En un grado menor y menos extenso, actúan las células de al-Qaida de Afganistán y Pakistán.
Su procedimiento usual para atacar una posición débilmente defendida o sin ánimos de luchar es éste: bombardean de madrugada con fuego pesado de lanzacohetes fijos, luego se acercan para emplear los morteros, por fin, el asalto lo realizan varias escuadras independientes que convergen, avanzando y disparando ráfagas de AK y ametralladora RPD o PK y lanzagranadas RPG y RL. 
Afganistán casi carece de carreteras asfaltadas: hay sólo dos. La más importante se da una vuelta redonda por todo el país, uniendo las principales poblaciones, Kabul, Kandahar, Herat, etc. Es como una gigantesca M-30 madrileña y le llaman Ring Road. Luego está la North-South Road, que sigue este recorrido, al este del país. No son gran cosa. Las capas de asfalto tienen entre uno y dos dedos de espesor; los calores las ablandan y se forman baches y burbujas fácilmente. Pero, debajo de una protuberancia puede esconderse un artefacto explosivo. Hay que recorrerlas despacio, mirando al suelo y oteando el horizonte, buscando observadores al descuido, no muy lejanos. Los talibanes tienen la costumbre de grabar en video las emboscadas, para colgarlos en Internet. No suelen usar activadores de cables; éstos son caros y pesan, y los rebeldes están en zonas aisladas y la logística es débil y complicada. Los artefactos se activan por la presión del vehículo o por un emisor de frecuencia y alcance dados; hasta sirve un dispositivo de apertura de puertas. Con los inhibidores de frecuencia, los militares intentan contrarrestar las ondas de radio de las frecuencias probables en la zona. Siendo los emisores más caros y complicados, cuanto más alcance, potencia y gama de frecuencias usen. Es el juego del gato y el ratón. El problema es que reciban los guerrilleros de un área, un emisor activador que use una frecuencia imprevista.
En cuanto al ataque por el fuego de armas ligeras y medias, los guerrilleros no se acercan demasiado. Son gentes menos entrenadas y equipadas que los militares profesionales. Actúan hostigando al bulto. Sus armas más frecuentes, los AK en sus variantes 47 y M no son precisas más allá de los 150-175 m., en tiro filante. El fuego de morteros resulta impreciso y esquivable contra una patrulla montada. Sin embargo, para los civiles y para el tránsito de vehículos y mercancías estas técnicas de ataque son suficientes y eficaces. El arma más temida y eficaz de los talibanes es el iluminado fanático suicida. Que busca como pasaporte al Jardín de las Huríes (ojo, no es un premio eterno), el llevarse consigo el mayor número de enemigos muertos y mutilados. Pero el atacante podrá ser un loco religioso, pero no es un tonto. Los suicidas no atacan las posiciones militares preparadas. Dotadas en su perímetro defensivo de complicadas alambradas, fosos, paredes, espacios entre obstáculos, alarmas, deflectores de explosiones. Porque saben que la explosión se disipará en el aire y que no le dejarán acercarse a las garitas, porque ya están esperándole. Las armas principales del suicida no son su cinturón o chaleco explosivo, son la sorpresa, la libertad de acción y la iniciativa.   
Las unidades de los ejércitos aliados (en Afganistán) o del Pakistán actúan mediante batallones y regimientos. Con las fuerzas de un batallón intentan barrer en una dirección una zona, en cuyo límite opuesto han desplegado un cerrojo. Con un regimiento suelen intentar una operación de cerco y aniquilación en una zona dada. Son quizás demasiadas fuerzas. Tienen los guerrilleros montañeses un arma natural de la que carecen los soldados entrenados a “nuestro modo”: la paciencia y la sobriedad. En Vietnam se subían aisladamente a los árboles, y esperaban callada y quietamente a que pasaran los soldados que peinaban la zona operativa. Cubriendo debidamente de barro la techumbre de una choza afgana, se impide la observación de su interior por los artilugios de visión térmica en aparatos aéreos, tripulados o no. Y no diremos más…
En 2002 los pakistaníes comenzaron a enviar tropas al Waziristán y otras zonas pashtunes, hasta alcanzar progresivamente los 80 mil hombres desplegados allí. En sus operaciones destruyeron campos de entrenamiento talibán y capturaron muchos jefes terroristas. Pero sus tácticas y técnicas de guerra regular, les enajenaron la simpatía o la neutralidad, según los casos, de las tribus, ya que se producían muy fácilmente víctimas civiles inocentes con ellas. Finalmente, en el otoño de 2005 el Gobierno llegó a un acuerdo con los jefes de tribu, retirándose de la zona. Fue un conflicto de baja intensidad: en los 2 últimos años murieron 700 militares. El problema fue que se vió claramente que los militares no podían dominar las áreas pashtunes y limpiarlas de terroristas. Desde entonces, las incursiones de represalia son esporádicas y puntuales, sobre un objetivo detectado y dado, que no siempre es real o es conseguido o destruido.  

El espacio geográfico de las tribus pashtunes (afganas y pakistaníes).

Desde Pakistán, mirando desde el Punjab (o “la tierra de los cinco ríos”) en dirección a Afganistán, aparece el gran cauce del río Indo. Éste actúa de frontera geográfica con las tierras pashtunes, formando un enorme foso natural, que nunca detuvo sus correrías. A continuación aparece una irregular mezcolanza de llanuras y estribaciones montañosas, en unos terrenos que resultan fértiles cuando pueden ser regados, modelados por las primeras alturas de la gran cadena montañosa Sulimán. Más allá coronan las grandes montañas. Hacia el norte, formando zonas de nieves perpetuas, hay pastos de tipo alpino y bosques de alturas, hasta alcanzar las estribaciones del imponente macizo Hindu Kush. Hacia el sur, se extienden las más  bajas montañas del Waziristán, en las que aparecen afloraciones rocosas a más de 3 mil m. de altitud. Que descienden hacia al sur en estribaciones cubiertas de malezas y quebradas, hasta la desolación de las zonas de Zheb y Mekran, ya junto al océano Índico, en plena zona del Baluchistán.
Estas alturas intrincadas proveen una muralla que impide las invasiones masivas desde uno u otro sentido de ellas, con tal de que los pasos o desfiladeros sean dominados. El más famoso aún hoy en día es el de Khiber, ya que abre el camino entre Kabul y Peshawar.
En el Baluchistán viven tribus de etnia baluchi, braui y pashtún (al norte). En las regiones de Waziristán del Sur y del Norte están más concentrados los pashtunes, formando un verdadero Pashtunistán pakistaní. Dentro de la gran etnia pashtún, los mahsuds (éstos especialmente proclives a romper los acuerdos y pactos) están en la zona central de Waziristán, los wasirs y los afridis viven en la zona de Tirah y los mohmands, al norte de Tirah. La zona del Chitral, al norte de la frontera, la forman los distritos de Bajaur, Dhir y Swat. Son los «waziristanes» los más problemáticos, independientes y levantiscos. Sus tierras son pobres y broncas, en las cuales apenas encuentran un sustento elemental. Antiguamente, hasta el primer tercio del pasado siglo, solían descender de vez en cuando en correrías armadas hasta el valle del Indo. Para obtener bienes de valor, monturas, joyas, mujeres foráneas, atacando y esquilmando a sus habitantes, de raza y de religión hindú y, por tanto, infieles. Más al sureste de las tierras de estas tribus, sin llegar aún al valle del Indo, están las tierras también montañosas de los khattaks, los bangashis y los yusufzais, todos también pashtunes. Estas tribus produjeron “cipayos” de primera clase en las unidades semi irregulares de los británicos en estas zonas, hasta mediados del siglo XX.
Las alturas afganas en torno a la frontera de Pakistán son la otra gran vertiente oeste de las cadenas montañosas citadas, coronadas al norte del país por el gran Hindu Kush. La ausencia de expedicionarios europeos del lado afgano (Afganistán fue un país independiente frente a rusos y británicos), hace que sean menos estudiadas y muy poco conocidas por los no especialistas.
En Afganistán, los pashtunes se sitúan al este y sureste, alcanzando un 35% de la población y alrededor de 12,5 millones de personas. Otras etnias importantes en Afganistán son los uzbecos (10%) y los tayikos (25%), que viven al norte del país, limítrofe con las repúblicas independientes de Tayikistán y Uzbekistán. En el centro viven los hazaras (20% de la población), relacionados con los persas y en el sur están los baluchis (10%), relacionados, a su vez, con las tribus del Baluchistán pakistaní. El flujo de afganos, especialmente pashtunes, hacia Pakistán o de vuelta a casa, cuando las condiciones militares en ella se suavizan, hace que las cifras, a falta desde hace decenios de un censo oficial, sean variables e imprecisas.
En Pakistán hay 4 grandes etnias: los pashtunes, los punjabis, los sindhi y los baluchis. Precisamente el país está dividido actualmente en cuatro grandes provincias: Punjab, Sind, Baluchistán y la Frontera del Noroeste, cada una formada por numerosos distritos administrativos. Existe una zona de tribus autónomas, que discurre entre aquella última y la frontera con Afganistán y que es regida por la autoridad central federal. La zona tribal cuenta con 7 agencias tribales y 6 pequeños distritos. Los individuos de etnia pashtún son unos 25 millones en el país. 
Tras la independencia de Pakistán en 1947, surgió la disputa con Afganistán por la posesión de las amplias zonas fronterizas tribales, que buscaba la salida al mar de Afganistán. Ambos países casi llegaron al conflicto armado, hasta que en 1963 firmaron un acuerdo de determinación de fronteras. Se ratificaron en él las fronteras vigentes durante el dominio británico. Y Afganistán quedó como un país interior, sin acceso a las vías marítimas.

OPERACIONES MILITARES EN AFGANISTÁN Y PAKISTÁN.

Anunciamos la publicación en unos días del artículo Operaciones Militares en Afganistán y Pakistán.

Este artículo trata sobre cómo se están desarrollando las operaciones militares contra los talibán y las bandas semiautónomas de Al-Qaida en esos dos países.

Pero en Operaciones Militares en Afganistán y Pakistán vamos más allá. Se analiza también la idiosincrasia y la cultura de las tribus pashtunes (o patanes, que suena peor) que viven en las zonas limítrofes de la frontera común entre Pakistán y Afganistán. Se describe su geografía pobre e inhóspita que determina también, junto con un Islam sencillo, pero rígido, aquellas citadas.

Y se describe una aproximación a la lucha eficaz contrainsurgente en ambos países. A cargo de unidades mixtas de fuerzas militares foráneas y nacionales, capaces de luchar con las numerosas, débiles, escurridizas y siempre presentes bandas rebeldes de los talibán y Al-Qaida en la lejana FRONTERA DEL NOROESTE. Como llamaron los británicos a estas tierras indómitas, duras, sobrias y guerreras.

El artículo Operaciones Militares en Afganistán y Pakistán ya lo tenemos publicado en Inglés.  

LA BATALLA DE LAS ARDENAS.

La Intervención del 3er. ejército de Patton en la Batalla de las Ardenas en el Invierno de1944, contra la penetración alemana en el frente del VIII cuerpo de ejército estadounidense. 
 

La Batalla de las Ardenas es un Ejemplo del Empleo Operativo del Ritmo o Rapidez Eficaz con la que se Ejecutan las Operaciones. En él aparecen resaltadas determinadas cualidades de una gran fuerza móvil. Que le van permitir superar con éxito las elevadas exigencias operativas que se le piden. Nos fijaremos principalmente en los procesos mentales, en las características organizativas de la gran unidad, junto con su veteranía, que le hicieron posible reaccionar rápida y contundentemente a una exigencia muy difícil.

Comienzan los problemas aliados.

El 16 de diciembre de 1944, Patton estaba manteniendo su 10ª división blindada en el pueblo de Thonville, dispuesta a explotar su ataque en Saarlautern, población sobre el río Sarre. Entonces, cuando todo estaba listo, Eisenhower le ordenó a Patton la suspensión de la ofensiva del 3er. ejército americano en el territorio del Sarre, prevista para el día 19.
Los acontecimientos en el frente del VIII cuerpo de ejército norteamericano en las Ardenas, habían cogido de improviso, no sólo a Eisenhower, sino también a Bradley, jefe del 12º grupo de ejércitos americano donde se encuadraba el citado cuerpo. Y a Montgomery, comandante en jefe de las fuerzas inglesas, que operaban en el extremo norte del teatro de operaciones europeo.

¿Cómo actuó la inteligencia aliada ante la aparición y el desarrollo de la amenaza alemana contra su frente?

Preparándose para su ofensiva en el Sarre, el coronel Koch y su sección G-2 del 3er. ejército, no se habían limitado al estudio de la situación del enemigo en su propio frente. Desde el mes de octubre se estaban preocupando con las evidencias cada vez más numerosas y claras de que los alemanes estaban acumulando reservas en el frente del 1er. ejército norteamericano. Entre ellas se identificaron a divisiones panzer, divisiones de infantería mecanizada y divisiones de paracaidistas, todas unidades de élite y no simples divisiones corrientes y molientes de retaguardia o de guarnición.
El misterio era, ¿para qué?
¿Se trataba de contraatacar en el área de Aachen, donde el 1er. ejército del teniente general T. G. Courtney Hodges estaba atacando? ¿Estaban destinadas a un ataque de desgaste contra el flanco norte del 3er. ejército, cuando éste penetrara más allá del Sarre?
Si no iban a ser usadas contra ninguno de estos ejes de avance norteamericanos sobre el Reich alemán, ¿dónde se suponía que lo serían? ¿Cuál era la explicación del elevado tránsito (tráfico es mercadeo) ferroviario enemigo a ambos lados del Rin?
Al norte del 3er. ejército, en las Ardenas, el VIII cuerpo del general Middleton estaba manteniendo un frente de 120 Kms, entre Monschau y Echternach. El general Middleton contaba con casi cinco divisiones de infantería, dos de las cuales aún no habían entrado en combate y dos que habían sido severamente castigadas en los recientes combates del 1er. ejército en el bosque de Hürtgen.
Cuanto más el coronel Oscar W. Koch pensaba en ello, menos le gustaba la situación que se presentaba frente al flanco norte de su ejército. Llamado la “chispa” del 3er. ejército, Patton siempre tenía en el cuarto de guerra (war room) de Koch, cuáles eran las distintas probabilidades en las estimaciones de una situación. Y en el campo puro de la inteligencia, el general contaba con uno de los más penetrantes y brillantes cerebros de las secciones G-2 y S-2 de los EE.MM. y de las planas mayores del US Army.
En una reunión de mandos y del EE.MM. del 3er. ejército, el 9 de diciembre, Koch presentó la situación. En el frente del VIII cuerpo había 2,5 veces el número de divisiones enemigas que se enfrentaban contra todo el 3er. ejército de Patton y 3,5 veces el número de las que se enfrentaban contra el 7º ejército norteamericano del general Patch, en el flanco sur del 3er. ejército. El enemigo contaba con una fuerza aérea descansada y reequipada, capaz de poner en el aire a un millar de aparatos durante un período limitado de tiempo. El terreno del frente del VIII cuerpo, continuó Koch, no era desfavorable para el desarrollo de operaciones ofensivas enemigas: ninguna de las corrientes de agua que lo cruzaban constituían obstáculos importantes al tránsito, el terreno ofrecía abundantes cubiertas y los norteamericanos no mantenían en aquél posiciones defensivas organizadas.
En general en Europa, con los medios anfibios y las compuertas de vadeo, el principal obstáculo al tránsito militar moderno de unidades motorizadas lo ofrecerán las márgenes de dichas corrientes de agua. Hay que considerar la pendiente de ambas orillas y las características de resistencia, adherencia, consistencia, etc. de ellas y de sus terrenos de aproximación inmediata. Se supone que el enemigo, preparado para el rechazo operativo, controla o ha destruido los puentes que las cruzan, por ser estrangulamientos evidentes de la red viaria terrestre.
El coronel Koch resumió diciendo que el enemigo tenía una amplia ventaja numérica en el sector de las Ardenas, que había logrado gradual y continuamente, y que, en su opinión, un ataque secundario contra el área en cuestión podría ser “un tiro en el brazo (amenazante) a los alemanes”. Ésta era una posibilidad que debía tenerse en cuenta.

Patton prepara sus planes alternativos.
El informe causó una honda impresión en los asistentes, entre los que estaba el brigadier Hobart R. Gay, jefe del EE.MM. del 3er. ejército, los jefes de sus cuerpos de ejércitos y algunos generales de división. En la discusión que siguió, se acordó que, aunque nada debía hacerse que pudiese perturbar la preparación del gran ataque del 3er. ejército sobre el Sarre del día 19, se debían de iniciar inmediatamente los planes para enfrentar la situación que se desarrollaría, si el enemigo efectuase un ataque contra el frente del VIII cuerpo norteamericano. Además, dichos planes no sólo tenían que considerar la protección del flanco norte del ejército, sino también la realización de un contrataque a cargo del mismo en la dirección norte.
Patton cerró la conferencia con estas palabras: “Estaremos en condiciones de enfrentarnos a lo que ocurra”. Patton, como Bradley, creía en asumir riesgos calculados. Pero Patton, a diferencia de Bradley, que era quien tenía la fama de sensato, prudente y meticuloso, estaba cubriendo sus apuestas. Resultaba, pues, injusto, superficial e incierto, declarar o pensar, basándose en el pergeño o en su comportamiento de divo, que Patton actuaba en general por presentimientos, corazonadas, conjeturas o a impulsos del momento.
Bueno, pero, ¿qué pasa?, ¿sólo Patton tenía un reconocimiento (reconnoissance) y una inteligencia competente en todo el US Army del teatro europeo?
Véamos los casos más significativos e involucrados del frente del oeste:
El coronel Benjamín “Monk” Dickson, G-2 del 1er. ejército norteamericano presentó en noviembre un memorandum al teniente general Courtney Hodges, comandante en jefe de ese ejército, en el que valoraba la situación en el frente con Alemania y estimaba que era imposible para los alemanes lanzar cualquier ataque operativo. Sin embargo, en diciembre, el coronel Dickson detectó una inusual alta moral en los prisioneros de guerra alemanes capturados por su 1er. ejército y la aparición de consignas como “para la Navidad, Aachen (donde los estadounidenses estaban atacando) será para el Fuhrer”. El coronel estimó que su valoración anterior debía revisarse y el día 10 emitió su “estimación de inteligencia” nº 37, en la cual afirmaba que en los próximos 15 días podía ocurrir cualquier cosa en dicho frente. Pero esta previsión no tuvo consecuencias prácticas. Hodges le pidió a Eisenhower que reforzara su ejército con el envío de otras 2 divisiones y esta petición no fue atendida.
Por otra parte, el brigadier Edward Sibert, G-2 del 12º grupo de ejércitos del general Bradley, estimó que el coronel Dickson estaba errado y que ninguna división debía ser enviada en apoyo del 1er. ejército. Además, simultáneamente, el inglés brigadier E. T. Williams, G-2 del grupo de ejércitos del mariscal Montgomery, afirmó que los alemanes eran incapaces de lanzar un ataque en esos momentos. Después de la ofensiva de las Ardenas, Williams pidió disculpas claramente, reconociendo “lo equivocado que estaba”. Sin embargo, el general Sibert calló y no comentó nada sobre su gran error de juicio, que se trasladó en definitiva a aumentar la falta de preparación aliada para el rechazo.

Los ambiciosos planes del Führer.

Adolfo Hitler estaba entonces muy disminuido física, emocional y mentalmente. Sus nervios estaban rotos desde la fallida conspiración para asesinarle en julio de ese año, mediante una bomba que explotó en su sala de reuniones, llena de altos jefes, y de la que salió milagrosamente vivo. Su situación física y anímica y el muy desfavorable curso de la guerra para Alemania le hacían especialmente proclive a ser presa de falsas ilusiones. Que siempre son más o menos fundamentadas, porque la expresión de una enajenación toma siempre formas y contenidos del entorno y la cultura reales. Probablemente percibiendo un nexo espiritual entre Federico el Grande, que siempre luchaba en desventaja global y aprovechándose de la posición central de Prusia en sus guerras, y él, Hitler le comentó a sus generales que él también iba a tomar la ofensiva y alcanzar éxitos memorables, a pesar de que su fortuna militar estaba en el más bajo nivel de toda la guerra.
En mayo de 1940 las divisiones panzer habían utilizado con gran éxito, a pesar de las reconocidas dificultades de transitabilidad, los terrenos de las Ardenas para iniciar la batalla de Francia. Hitler esperaba que podían hacer lo mismo ahora, a fines de 1944, facilitándole a sus unidades mecanizadas un cómodo y sorpresivo sector de irrupción y ruptura en el gran frente aliado del oeste, para cruzar el Mosa y continuar hasta Amberes. Éste era el principal puerto aliado, cercano a Alemania, de desembarque y recepción de hombres, equipos, suministros y repuestos, para los Aliados, que se preparaban para irrumpir en amplio frente estratégico en el Reich. Con esta operación estratégica Hitler pretendía también aislar en una gran bolsa hacia el norte, entre el sector de avance de sus ejércitos y el mar, al 1er. ejército canadiense, al 2º ejército británico y al 1º y 9º ejércitos norteamericanos.

Si la teoría no se ajusta a la práctica, peor para la teoría…

Si el cerco se cerraba y se mantenía adecuadamente, los Aliados se enfrentarían al dilema de un segundo Dunkerke o a la destrucción de sus ejércitos aislados y desabastecidos en la gran bolsa. Estas circunstancias sorpresivas y adversas crearían las condiciones para que los aliados occidentales reconociesen lo difícil y costoso que iba a ser el obtener la victoria en su frente. Con ello podrían aceptar fácilmente un armisticio parcial con Alemania, que desmontaría la coalición internacional contra ella. Entonces ésta quedaría libre para enfrentarse a los soviéticos en el Este, que ya se acercaban peligrosamente a las fronteras del Reich en fuerza abrumadora. Y esto daría el tiempo necesario a los investigadores e ingenieros alemanes para desarrollar e implementar nuevos y sofisticados sistemas de armas, con los que contrarrestar y superar a los efectivos y medios cuasi inagotables de la URSS.
Hacía ya tiempo que los principales jefes y comandantes alemanes se habían dado cuenta de lo difícil, inútil e incluso peligroso que era discutir con el Fuhrer, enfrentándose directamente a sus ideas. Por ello era muy difícil que se decidieran en esos momentos a aconsejarle seriamente contra unos planes muy madurados por él. Por otro lado, las condiciones objetivas estratégicas y operativas de 1940 no eran las de 1944. Los alemanes habían enseñado con sus éxitos sucesivos y repetidos durante más de 4 años, los secretos de la moderna guerra mecanizada a sus enemigos. Y tanto los soviéticos como los norteamericanos los habían adaptado y mejorado, en los niveles operativo y táctico de su propia actividad militar. Los cálculos de EE.MM. hechos para las necesidades operativas de las fuerzas mecanizadas y las reservas de combustibles existentes, indicaron que sólo habría disponible el 75% del combustible necesario para todas las operaciones ofensivas previstas. Esto se pretendía subsanar con la predicción optimista de que parte de las reservas de los norteamericanos serían capturadas durante los rápidos avances alemanes por la retaguardia operativa enemiga.   
Durante el cruce por las Ardenas en 1940 el eje de avance alemán en dirección suroeste fue favorecido por la orientación que seguían por ese terreno las escasas vías terrestres que lo cruzaban. El eje de avance propuesto para fines de 1944 iba en la dirección noroeste, con muy pocos caminos disponibles y no olvidemos el enorme aumento de peso logrado en esos 4 años por los tanques medios y pesados. Además, en relación al avance campo a través, esa dirección iba en contra de la disposición y el afloramiento de los terrenos de la zona.
El sector decidido para el gran ataque tenía un ancho de unos 140 Km., e iba desde Monschau, al norte y Echternach, en el sur. A la derecha del despliegue alemán estaba el 6º ejército panzer de las SS al mando del general SS Sepp Dietrich, en el centro avanzaría el 5º ejército panzer y al sur, el 7º ejército alemán encargado de proteger todo el flanco sur de la penetración alemana. Esas grandes unidades se encuadraban en el grupo de ejércitos B del mariscal Walter Model, el cual dependía del mariscal Gerd von Rundstedt, nombrado muy recientemente como Comandante en Jefe del Oeste.

La reacción de los altos mandos aliados ante la confirmación de las muy malas noticias.

A primera hora del 16 de diciembre, al recibir los primeros informes de lo que iba a ser la batalla más importante de los norteamericanos en el teatro europeo, Hodges ordenó el traslado de la 9ª división blindada, que se hallaba participando en el ataque contra las presas de Roer, para apoyar al VIII cuerpo de ejército. Esta división, junto con la 10ª blindada de Patton, participarían posteriormente en la defensa del cerco de Bastogne.  
Con las primeras noticias del ataque, sólo Eisenhower, entre los altos mandos, percibió que se trataba de algo de importancia. Contrariamente a las suposiciones de Hitler, el alto mando aliado personificado en aquél, respondió de forma coordinada, moviendo inmediatamente las reservas acorazadas de los 2 ejércitos adyacentes, la 7ª blindada desde el norte (destinada a defender St. Vith) y la 10ª blindada de Patton desde el sur, en apoyo de Middleton. Esta rápida respuesta resultó ser una de las claves de la campaña de las Ardenas.
Por último, el día 17 Eisenhower despachó su única reserva estratégica, las 82ª y 101ª divisiones aerotransportadas norteamericanas, desde Reims hasta Bastogne.
En la tarde del 19 de diciembre se convocó una reunión de alto nivel en Verdún para tomar las decisiones que incidirían en la conducción de la campaña, donde estaba presente el general Devers, jefe del 6º grupo de ejércitos de los EE.UU., desplegado al sur del de Bradley. En los mapas de situación general y de situación del enemigo se vió que von Mantteufel había conseguido una ruptura limpia del frente en las Ardenas y que sus fuerzas estaban pasando rápidamente por la brecha entre Bastogne y St. Vith. 
Eisenhower acertó en sus comentarios iniciales: “La situación actual se ha de ver como una oportunidad para nosotros y no como un desastre. Sólo quiero ver caras sonrientes en esta conferencia”. Patton propuso que “tengamos las agallas para dejar que esos malditos bastardos avancen hacia París. Luego los aislamos y nos los masticamos”. Su respuesta coincidía con la flexible y poderosa capacidad de movimiento operativo de su 3er. ejército.
Pero los altos jefes, Eisenhower y Bradley, prefirieron una aproximación cautelosa. Su plan se basaba en sujetar firmemente todos los bordes de la penetración. Esta se iría frenando con el bloqueo de los nudos de carretera, vitales para los alemanes, de St. Vith y Bastogne, por donde avanzaban las fuerzas del 5º ejército panzer de von Mantteufel. Detrás, se reforzaría una línea defensiva incorporando al Mosa en su plan de rechazo general. Luego se haría un contrataque masivo sobre los alemanes, a cargo de Patton.
Eisenhower le preguntó a éste: “¿Cuándo puedes atacar?”. Patton estaba preparado, como vimos. Tras la reunión del día 9 tenía varios planes de contingencias elaborados e informados. Por lo tanto, contestó con serenidad y seguridad: “El 22 de diciembre puedo atacar con 3 divisiones”. Patton se refería a la 4ª división blindada y a la 26ª y la 80ª divisiones de infantería, integradas en su III cuerpo, que podrían avanzar en el eje Arlon-Bastogne.
Para Eisenhower la respuesta fue una salida de tono a una pregunta capital, hecha en un momento grave. No sabía que Patton había estudiado con detalle las posibilidades y, sobre todo, que estaba preparado para llevarlas a cabo. La impresión de Eisenhower surgía de que era un general de la vieja escuela y dedicado a los altos asuntos estratégicos y aún políticos de todo el teatro de operaciones europeo. Y que, por tanto, no creía que nadie era capaz de hacer girar el eje de avance de un ejército moderno mecanizado en 90º y efectuar una marcha de aproximación en invierno, y en contra del sentido de las líneas de comunicaciones principales.

Patton recibe sus instrucciones y actúa con una modélica rapidez y capacidad, frutos del trabajo colectivo previo y de la experiencia de su 3er. ejército.

Tras echar una bronca a Patton, Eisenhower autorizó a retrasar en 1 o 2 días el plazo para el ataque. En cuanto salió de la reunión, Patton se comunicó con su cuartel general para informarles cuál era la opción ofensiva que iba a seguir su 3er. ejército.
El flanco sur del 5º ejército panzer lo defendía el 7º ejército de infantería del general Brandenberger. Para su misión, contaba con 3 divisiones de infantería y una de paracaidistas. Pero el contrataque de Patton llegó mucho antes de lo que los planificadores alemanes habían calculado. Aún así, la dificultad del terreno y la tenaz resistencia alemana (propia de tropas escogidas que habían asumido los objetivos encomendados y su trascendencia sobre el desarrollo de la guerra), frenaron enormemente el avance en fuerza del 3er. Ejército sobre el 5º ejército panzer de von Mantteufel y sus vías de abastecimientos.
Aquél avanzaba en un amplio frente entre Echternach y Materlange. En menos de 48 horas de recibir las órdenes de Eisenhower, 2 divisiones, entre ellas la 4ª blindada, avanzaban sobre Bastogne. Al cabo de una semana, la “masa de apoyo” del ejército, que incluía a unos 250 mil hombres y a más de 100 mil vehículos de todo tipo (encuadrados en 17 divisiones), se habían trasladado entre 80 y 115 Kms hacia el norte, en medio de un tiempo invernal muy duro.
La eficacia del movimiento de un grupo operativo cualquiera la podemos cuantificar por su “cantidad de movimiento”. Éste sería el producto de su capacidad de combate (medida en medios humanos, equipos y máquinas) por su velocidad en una dirección y sentido dados. Este producto puede valorar comparativamente también, la eficacia igual o mayor de un grupo mecanizado relativamente pequeño y muy rápido (una brigada blindada o mecanizada) frente a la de su masa de apoyo o grueso, que la ha destacado y que se mueve mucho más lentamente, desplegada por toda la red de la zona de marcha.
Un cambio de dirección de una “fuerza” o vector militar, de un grupo móvil en marcha o ya desplegado para una misión, ralentiza enormemente su velocidad de marcha, durante un tiempo que es función inversa de la capacidad de sus mandos y de su organización a todos los niveles.
Estas estimaciones pueden parecer excesivamente teóricas o cuantitativas, propias solamente de ensayos o juegos de guerra para EE.MM. Pero no hay que olvidar, por ejemplo, que la doctrina soviética establece, sobre el principio casi determinante de la “correlación de fuerzas” (sootnoshenie sil) y su evolución, favorable o desfavorable, los cálculos para emprender acciones ofensivas o defensivas, estratégicas y operativas en una zona o teatro de operaciones.
Existen varias formas de optimizar el ritmo en sus distintas operaciones de un ejército moderno, una de las cuales sería la marcha de aproximación: 
Se deben evitar las acciones de atrición y de desgaste, en forma de combates innecesarios y movimientos improductivos. Hay que tener una buena logística y una línea de abastecimientos suficiente y protegida, como soportes dinámico y estático de la recuperación y el mantenimiento de la capacidad operativa de las unidades. Hay que considerar siempre la transitabilidad del terreno a nuestro favor. Deben existir simultáneamente un plan de contingencias y otro de alternativas.
La estructura de mando debe ser sencilla y sus instrucciones, simples y claras. Se debe tener presente en todo momento el objetivo general. El jefe debe decidir y comunicar inicialmente su intención y crear y trasladar el centro de gravedad, como factor unificador y multiplicador del esfuerzo colectivo, impartiendo las misiones. Los subordinados deben actuar descentralizadamente dentro de sus atribuciones y coordinándose entre sí al máximo. Es muy importante esta comunicación implícita, que se crea entre las personas que han trabajado y cooperado durante cierto tiempo, aunque esto va teóricamente contra los traslados, como camino más rápido de promoción.
Para esta optimización son muy importantes la acción del jefe y del EE.MM., las comunicaciones internas de la gran unidad, la experiencia general y el control suficientemente avanzado, según las operaciones, del jefe.
Es decir, la estructura y su funcionalidad deben estar capacitadas para actuar eficazmente a velocidades crecientes de acción en sus operaciones.
El giro operativo del 3er. ejército desde sus posiciones sobre el Sarre hacia las Ardenas no puede compararse por su magnitud y su dificultad con ninguna otra maniobra de Rommel en el norte de África e incluso del grupo de ejércitos A del entones coronel general von Rundstedt, en Francia, cruzando también las Ardenas en mayo de 1940.

Y los resultados fueron proporcionales a la efectividad ejercida.

Al final de esta 2ª batalla de las Ardenas, el 29 de enero, Patton daba la siguiente lista de bajas:
                       3er. ejército                                                         Alemanes
 Personal
Muertos              14.879                                                                96.500
Heridos               71.009                                                              269.000
Prisioneros             —                                                                 163.000
Perdidos             14.054                                                                   —
                         99.942                                                              528.500

  Material
Tanques ligeros       270                                                                   —  
Tanques medios      771                                                                  1.268
Panteras y Tigres     —                                                                      711
Cañones                 144                                                                  2.526

 

La Guerra de Invierno Finlandesa (1939-1940) o TALVISOTA.

El último día de noviembre de 1939 la Unión Soviética invadió Finlandia. La guerra que siguió es conocida como la “Guerra de Invierno”. El mal comportamiento de las fuerzas soviéticas en ella impresionó a las potencias europeas. Esto probablemente contribuyó al fracaso de la “Operación Barbarroja”, meses después, ya que los alemanes extrapolaron de aquél, entre otros cálculos, una rápida victoria sobre la URSS en su invasión del 22 de junio de 1941.  

Introducción. Se prepara la tragedia. 
En Rusia el control de su acceso al Báltico fue considerado siempre vital para sus intereses nacionales. Aunque las negociaciones diplomáticas entre ambas naciones estaban en marcha desde primeros de 1938, los acontecimientos en Europa y la presencia de una importante delegación alemana en la celebración del 20º aniversario de la independencia de Finlandia (de Rusia), las endurecieron irreversiblemente. Los soviéticos trasladaron entonces un claro mensaje a los líderes fineses: no bastaba ya que Finlandia fuera neutral; ante los acontecimientos que se vislumbraban en el horizonte, Finlandia debía cooperar activamente con la URSS.
A final del verano de 1939, la URSS y Alemania firmaron un asombroso pacto de no agresión. Como consecuencia de las capitulaciones, a fines de septiembre la URSS ocupó Estonia, Letonia y Lituania, asegurando su control sobre la costa sur báltica. Sólo quedaba Finlandia para concluir su intención estratégica histórica sobre el mar Báltico.
Por fin, el 14 de octubre, Stalin realizó personalmente tres peticiones, encaminadas a asegurar la defensa soviética en el Báltico y por tierra:
Con el fin de poder bloquear el acceso de barcos de guerra y de transporte enemigos al golfo de Finlandia, mediante la artillería pesada soviética desde ambas costas, se solicitó la cesión de las pequeñas islas Hogland, Seiskari, Lavanskari, Tytarskari y Loivisto, a cambio de territorios interiores soviéticos. Y la cesión por 30 años del puerto de Hango, para poder instalar una base naval y artillería costera, que actuarían en conjunción con la base naval de Paldaski, en Estonia.
Se exigió la entrega de la mitad del istmo de Karelia a cambio de terrenos baldíos de tundra en los distritos de Repola y Porajorpi, los cuales incrementarían realmente la profundidad defensiva finlandesa en su incómoda cintura central estrecha. El istmo de Karelia es una lengua de tierra de unos 130 Km. de longitud que discurre entre Leningrado y Viborg, limitada por el lago Ladoga al este y el golfo de Finlandia al oeste. A unos 85 Km. de Leningrado comenzaban las fortificaciones finlandesas de la línea Mannerheim, de unos 70 Km. de largo, que protegía la vía de aproximación por tierra más inmediata y fácil hacia la costa norte del golfo de Finlandia, donde se alzaban las principales poblaciones finlandesas. La petición suponía la retirada de la frontera de Finlandia, junto a Leningrado, desde los 30 Km. hasta los 70 Km. (la línea Mannerheim era respetada), para dejar esta ciudad fuera del alcance de la artillería pesada y de un primer impulso táctico agresor propiciado por los alemanes.
Se pidió el reajuste de la frontera más septentrional, en la región de Petsamo, cuyo trazado era muy arbitrario: seguía una línea recta por el istmo de la península de Ribachi y dejaba aislado de tierra su extremo oeste (soviético). La ocupación de la totalidad de esa pequeña península buscaba proteger la aproximación marítima al puerto de Murmansk, al evitar su fácil ocupación por un enemigo.
Los fineses, llevados por su sentimiento nacional, rehusaron. Aunque en el intercambio ganaban en total territorio, según el Libro Blanco finlandés eran unos 2.760 Km. cuadrados de territorio central estratégico y las intenciones soviéticas aparecían razonablemente defensivas.

Comienza la invasión soviética en amplio frente. Planes soviéticos. Crítica. 

El 15 de noviembre el general Kirill Meretskov, jefe del distrito militar de Leningrado, en el que se encuadraba la zona de operaciones futura, recibió sus instrucciones en el Kremlin: En dos semanas debería iniciar la ocupación del istmo de Karelia y el acceso al golfo de Finlandia. La URSS rompió unilateralmente el tratado de no agresión firmado con Finlandia en 1934 y a las 06:50 horas del 30 de noviembre la atacó. Una imponente masa de 600.000 soldados soviéticos cruzaron la frontera común, desde Laponia en el norte al istmo de Karelia en el sur, precedidos de una gran preparación artillera y apoyados por unos 2.000 tanques y 1.000 aviones. El orden de batalla soviético lo formaban 4 ejércitos, integrados por 23 divisiones de calidad muy diversa.
El plan de ataque era muy simple: Desde el sur, el 7º ejército rompería la línea Mannerheim y tomaría Viipuri (Viborg), la segunda ciudad del país. Rodeando el Ladoga desde el nordeste, el 8º ejército avanzaría sobre la zona de los lagos fineses menores, aislando el istmo de Karelia. En el centro del frente, el 9º ejército rompería derecho hacia el puerto de Oulu, en el  golfo de Botnia, a unos 225 Km. de la frontera, cortando en dos partes el territorio finlandés; su siguiente objetivo operativo, podría ser atacar de revés las principales posiciones finesas en torno al golfo de Finlandia. En el extremo norte, el 14º ejército avanzaría en dirección a Petsamo y Nautsi.
Entre el este del Ladoga y el océano Ártico, la frontera común aparecía sobre el papel extensa y vulnerable. Era realmente una maraña de lagos y bosques, ideal para establecer trampas, emboscadas, hostigamientos selectivos y ataques de revés, en el plan de rechazo de defensa móvil flexible de una infantería ligera. El terreno de operaciones, arbolado y quebrado, proporcionaba numerosos obstáculos naturales que estrechaban y encajonaban las vías de aproximación de las fuerzas soviéticas y favorecían a la defensa. Los soviéticos no tuvieron en cuenta las características del clima y del terreno finlandeses, donde iban a emplear sus columnas motorizadas. Las anteriores acciones en Manchuria de éstas, coronadas con la victoria en Khalkin Gol sobre la infantería japonesa, aguerrida, sobria y terca, pero pobremente equipada en transportes y tanques, ocurrieron en terrenos ondulados con amplio dominio por la vista.
Las alturas ocultantes relativas, a derecha e izquierda de las citadas vías finlandesas, que proporcionaban las sinuosidades, las terrazas, los hoyos, las quebradas y las arboledas circundantes, permitían ocultar temporalmente a pequeñas unidades enemigas, que esperaban su oportunidad para atacar solas o en coordinación con otras, según el tipo de acción decidida. La calidad general de las tropas soviéticas no les permitía destacar una exploración competente con capacidad de combate y apoyo artillero, que operara en los terrenos de difícil transitabilidad paralelos a las vías de avance. Y capaz de actuar desde los flancos de las agrupaciones de marcha con el apoyo de su seguridad, detectando los posibles peligros para éstas y aún repeliendo al enemigo, frustrando sus intenciones.
Los soviéticos no realizaron una preparación logística adecuada, haciendo acopios suficientes de sus extensos recursos para una ofensiva tan poderosa. Además, su única vía ferroviaria en esa zona era la línea de Leningrado a Murmansk, que en sus 1300 Km. de recorrido sólo tenía un ramal en dirección a Finlandia, para abastecer a todas sus tropas en campaña. En el terreno político, como parte de su estrategia total, los soviéticos esperaban que el partido comunista finlandés actuaría de “quinta columna” en esta guerra y que se producirían levantamientos populares en Finlandia, que apoyasen la revolución proletaria patrocinada por ellos. Tras los primeros bombardeos de Helsinki y otras poblaciones, todo el pueblo finés se puso incuestionablemente de parte de su gobierno, incluyendo los miembros del PC, que se retiró del Komintern imperialista stalinista.
El ejército finés, al mando del mariscal Carl Gustav Emil Mannerheim, totalizaba unos 250.000 hombres, concentrados sobre todo en la defensa terrestre de la zona del golfo de Finlandia y de las fortificaciones del istmo de Karelia.

Los ejércitos soviéticos, atados a operar en vías de firmes estables, fracasan operativamente.  

En el istmo de Karelia la concentración de fuerzas soviéticas fue excesiva. En medio de una nieve profunda, los atascos de tránsito en un número limitado de camino útiles, comenzaron a afectar el avance de las 9 divisiones del 7º ejército rojo. Los controladores del tránsito, cuyo trabajo los hacía evidente, fueron cazados sin compasión por los invisibles y aislados francotiradores fineses. Las unidades de artillería no podían adelantarse por saltos para apoyar los avances. Los intentos de los vehículos por avanzar fuera de las carreteras, los llevaban a patinar en el hielo y el fango helados que las rodeaban.
El infierno helado, la talvisota (guerra en invierno) finlandesa, hizo su cruel aparición con temperaturas de –30º C en el sur de Finlandia. Las recámaras de las armas se atascaban, el aceite de los motores se helaba y éstos debían mantenerse permanentemente al ralenti para que funcionaran, las orugas de los tanques congeladas se unían sólidamente con el suelo y las raciones de los hombres debían ser dobladas en calorías, solamente para pudieran sobrevivir.
Todas las zonas de defensa y de seguridad delante del límite anterior de la línea Mannerheim y de las posiciones de defensa en la zona de los lagos, fueron sembradas de trampas explosivas y minas en los puntos delicados y prometedores: árboles caídos, cruces de carreteras, puentes, granjas, graneros, estercoleros, aseos… Pequeñas unidades y unidades de esquiadores fineses, actuando como destacamentos avanzados en lucha móvil, realizaban incursiones, rompiendo rápidamente el contacto, sobre las retaguardias de las columnas de las agrupaciones de marcha, aumentado el desorden, la frustración y la confusión generales de los soviéticos. Específicamente, los intentos del 8º ejército por eludir los caminos y aprovechar los lagos helados para avanzar en su sector, se encontraron con que los finlandeses también se habían preparado para ello. Éstos habían colocado, en su momento, líneas de minas en los lagos, dotadas de boyas con el aire adecuado para que flotasen justo bajo el hielo, cuando éste se formase. Las explosiones de las minas, ocultas hasta esos fatales momentos, fragmentaban las capas de hielo. Y hombres, vehículos y equipos caían inexorablemente en una tumba gélida.
La paralización, el caos y la falta de suministros se extendieron por las unidades y grandes unidades del 7º y del 8º ejércitos rojos hacia el 7 de diciembre.

La batalla en torno al pueblecito de Suomussalmi. 

El avance del 9º ejército hacia Oulu, encaminado a cortar en dos el país y a atacar por su retaguardia las posiciones finlandesas del sur, haciendo inútil su defensa contra los dos ejércitos citados, aún podía ganar la guerra para los soviéticos.
Su plan de ataque preveía un doble ataque envolvente coordinado, que se cerraría a unos 30 Km. de la frontera, en el pueblo de Suomussalmi, con unas 4.000 almas. Las dos pinzas atraparían a las escasas fuerzas finesas presentes (un batallón de la guardia nacional y dos secciones de fuerzas guarda fronteras, en total, unos 1.100 hombres), que defendían unos 45 Km. de frente, entre ellas y un grupo de lagos helados al oeste. El brazo norte del cerco estaba a cargo de la 163 división de infantería y el sur, de la 44 división de infantería. La primera era una división de reclutas de la zona de Moscú, poco entrenados, pero reforzados por tanques e ingenieros y dotados de un fuerte apoyo artillero y la segunda era una división ucraniana de élite bien equipada. Una vez conseguido este primer objetivo táctico, las fuerzas soviéticas del 9º ejército no se encontrarían mayores obstáculos para alcanzar sus objetivos operativos en la retaguardia estratégica enemiga.
El ataque de la 163 división soviética resultó bastante sorpresivo y alcanzó Suomussalmi el día 7 de diciembre. Pero la 44 división aún no se había puesto en marcha. El fallo del EEMM del 9º ejército era evidente. Por el sector no cerrado del cerco, los finlandeses traían continuos refuerzos desde el sur, formando su nueva 9 división ligera al mando del coronel Hjalmar Siilasvuo, el nuevo jefe de esa zona de frente. Las fuerzas soviéticas se concentraron en el pueblo, formando un remedo de cerco, y se extendieron a lo largo de unos 20 Km., protegiendo también su ruta de aprovisionamiento en territorio finés.
A partir del día 11 comenzaron los finlandeses sus ataques independientes, a cargo de compañías de infantería ligera, sobre todo el largo despliegue soviético, buscando dislocarlo operativamente, aislar sus unidades y cercarlas en algunos casos. Los soviéticos, dándose cuenta de su situación, lanzaron varios contrachoques enérgicos desde Suomussalmi, que se perdieron en el vacío.
En lo que podía ser el momento crítico para los finlandeses, una fuerte columna de tanques y camiones de la 44 división de infantería comenzó entonces su avance hacia Suomussalmi. En un estrecho istmo entre dos lagos, peligrosamente cercano al pueblo, por donde discurría la carretera de aproximación desde el sur, tres compañías ligeras finesas establecieron una posición de bloqueo, formada por interceptaciones de varios tipos que eran cubiertas por su fuego. La lucha de los soviéticos por la ruptura o por flanquear la posición, cruzando a pie por los lagos, se prolongó duramente durante la segunda decena del mes. Hacia el 20 de diciembre, la vanguardia soviética comenzó a desempeñarse y el resto de la 44 división, a prepararse para retroceder y reagruparse. Esto coincidió con que los finlandeses, más seguros de sí mismos, levantaban otra posición de bloqueo sobre la vía citada a unos 25 Km. al este. La 44 división soviética, desplegada en una larga, desgarbada y poco operativa columna, sin profundidad, ni conexión, quedaba también atrapada y sin abastecimientos.
Entonces, en el norte, la infantería finesa comenzó sus ataques coordinados metódicos para reducir las resistencias aisladas en Suomussalmi y las distintas bolsas en las que se encontraban las tropas de la 163 división, a lo largo de su vía de invasión. Para la Navidad de 1939 la 163 división roja se había evaporado como fuerza útil. Había sufrido más de 5.000 muertos, incluyendo los grupos que aisladamente se aventuraron en los bosques de taiga, para intentar un imposible camino a pie en esas condiciones terribles. El resto de sus hombres, aún no capturados, se escondieron en las ruinas de Suomussalmi, aguardando su destino.
Lo mismo ocurrió finalmente con la veterana 44 división durante la última semana de diciembre y la primera de enero de 1940. El 6 de enero su general Anton Vinogradov recibió órdenes de intentar la ruptura hacia la URSS. Dos días después los sobrevivientes alcanzaron la frontera. Con unos 2.500 muertos y heridos y otros tantos hombres perdidos, la 44 división de infantería de élite quedó borrada del orden de batalla soviético. El general Vinogradov y sus jefes de sección de su EEMM fueron ejecutados públicamente.

Recapitulación de resultados militares y políticos.

La invasión había fracasado en sus tres grandes esfuerzos. Todo el mundo observó asombrado la fácil derrota del “Ejército Rojo de Obreros y Campesinos” (RKKA, del ruso Raboche-Krestianskaya Krasnaya Armia) en 5 semanas, lo cual reforzó la tendencia a devaluar su capacidad combativa. La impresión general la resumía Churchill el 20 de enero en una emisión radiofónica: “Finlandia ha demostrado al mundo la incapacidad militar del Ejército Rojo”. Es muy posible que esta impresión se reafirmase también en Hitler, una de cuyas ideas básicas, expuestas en Mein Kampf, era la búsqueda de espacio vital (tierras para colonizar) para los alemanes en el Este, a expensas de las naciones eslavas, conductual, cognitiva y racialmente inferiores. Y que el Fuehrer se decidiese por ello a adelantar al año 1941 su ruptura total con la URSS, a pesar de los consejos en contra de sus generales y de haber firmado con ella el citado tratado en el verano de 1939.
Una característica de la conducción de la lucha fue que los soviéticos carecieron de suficientes “interfases de acción” táctica favorables sobre sus enemigos, para establecer su “libertad de acción” e imponer su “iniciativa”. Y no fueron tampoco capaces de crearlas. Interfases de acción favorables donde hacer sentir a aquellos su mayor capacidad de combate en medios mecanizados y hombres. La “interfase de acción” es nuestro concepto espacial que define la zona y el espacio donde desarrollamos la acción violenta sobre el enemigo y sus medios, siguiendo criterios tácticos adaptados al carácter de nuestros objetivos. El factor de acción eficaz en las interfases de acción es el sistema de armas combinadas o interarmas. En el ataque penetrante, por ejemplo, la superficie de las interfases se limita cuantitativamente y se seleccionan éstas en la profundidad enemiga, según sus puntos críticos y aquéllos que estorben al avance de nuestras fuerzas, por ejemplo, los observatorios y puntos de fuego antitanque. Concretando, como vimos, una interceptación finlandesa reforzada y débilmente guarnecida detuvo el avance de toda una división de élite roja (la 44 de infantería), empeñada en atacarla frontalmente y de flanco, a campo yermo helado a través. La división fue incapaz de montar un ataque de objetivo limitado, con hombres escogidos e integrados en escuadras para una aproximación sin tiempo limitado, 2 o 3 Km. más allá de la interceptación. Y, al menos, asegurar temporalmente una posición de bloqueo en la profundidad cercana sobre la vía de comunicación finlandesa. E, incluso, hostigarla desde su retaguardia. Con lo cual los finlandeses hubieran quedado copados y, sobre todo, sería tácticamente irrelevante el cerrojo finés establecido.

Los soviéticos triunfan gracias a su pura y aplastante superioridad numérica, carente de cualquier vestigio del arte de la guerra.

El general Semion Timoshenko fue nombrado inmediatamente nuevo comandante del Frente del Noroeste y durante 6 semanas reequipó, reorganizó y entrenó a sus maltrechos ejércitos. Cuando los soviéticos atacaron de nuevo en la primera semana de febrero, lo hicieron con nuevas tácticas, organización y tropas. Pero no fueron brillantes ni ejemplares.
Siguieron las tácticas de atrición y desgaste de Grant, al final de la guerra civil estadounidense, y de Foch, en 1918. Las cuales son aplicables específicamente cuando los medios son muy superiores a los del enemigo, los mandos propios son mediocres y, sobre todo, sin imaginación, y los superiores políticos sólo les piden la victoria a los militares. Llamo “atrición” a la mutilación y la muerte de la fuerza viva que la sufre y “desgaste”, al uso intensivo, el abuso, la erosión y la destrucción de los medios militares y auxiliares, que equipan y abastecen a los hombres. Entonces, los soviéticos martillearon ininterrumpidamente las posiciones finlandesas hasta demolerlas e irrumpir en sus defensas. Y para mantener el esfuerzo frontal, rotaban continuamente sus unidades de primera línea.
Los finlandeses tuvieron que aceptar las duras condiciones para la paz presentadas el 12 de marzo por Viajeslav Mijailovich Molotov, ministro de Asuntos Exteriores de la URSS.

 

 

La defensa de las posiciones militares fijas en la guerra contra la insurgencia armada

UN EJEMPLO SACADO DE LA GUERRA CONTRA LA INSURGENCIA EN IRAK.

LA BASE ESPAÑOLA DE DIWANIYA. 

La defensa eficaz de los acuartelamientos, reductos y campamentos frente al ataque y el hostigamiento de los irregulares rebeldes se basa en tres cualidades operativas: la iniciativa, la movilidad y la acción ofensiva. Ellas, a su vez, están directamente condicionadas por la mentalidad y la disposición combativa de los militares (que dependen fundamentalmente de ellos) y por la capacidad militar o medios disponibles en la zona de operaciones (que dependen fundamentalmente de los políticos y los administradores públicos).

Casi por definición, los medios militares y policiales disponibles en una guerra contra los irregulares son muy escasos, e incluso pueden ser escandalosamente insuficientes. Y esto no depende tanto de ellos ni de las autoridades establecidas, sino que es función directa de la estrategia inherente a un proceso guerrillero correcto.

El número de objetivos posibles, potenciales, que ofrece una sociedad organizada moderna, más o menos desarrollada, a la estrategia operativa disolvente de una insurgencia armada es casi incontable e inagotable. Veamos una relación expresiva, pero no exhaustiva:
Atentados contra autoridades civiles y religiosas y contra miembros aislados o grupos de las fuerzas armadas y de policía.
Destrucción y sabotaje de las fuentes y redes energéticas: térmicas, presas, plantas de ciclo combinado, campos eólicos, refinerías, depósitos de combustibles, oleoductos y gasoductos, transformadores y líneas de alta tensión y sus centros de control y distribución.
Ataques a las líneas de comunicaciones: repetidores de televisión y de telefonía móvil, emisoras en general, antenas de radio, tendidos telegráficos, puentes, túneles y viaductos, apeaderos y estaciones ferroviarias, trozos de vías férreas y de catenarias eléctricas, trenes y autobuses, camiones de gran tonelaje y vehículos de transporte de reparto, obstáculos temporales en la red viaria, cubiertos o no por el fuego indirecto o directo.  
Destrucción o inhabilitación de objetivos directamente económicos de todos los tamaños e importancia: minas, plantaciones, industrias, comercios, hoteles y balnearios, grupos de turistas. En estos casos la insurgencia debe valorar la pérdida directa de puestos de trabajo y la probable enajenación de parte de la simpatía popular hacia ella; el efecto es parecido si se deprime la actividad económica y así no se destruye inmediatamente el empleo.

Sun Tzu es el nombre real o supuesto de un autor chino, que escribió Los Trece Capítulos del Arte de la Guerra (la unidad de estilo y su originalidad permiten afirmar que no es una obra colectiva ni una recopilación) entre los años 400 y 320 a. C. (el uso de la ballesta no se generalizó hasta el 400 y la caballería no fue incorporada al ejército antes del 320) Y, ¿qué dice Sun Tzu sobre las misiones militares y las intromisiones de los políticos en ellas?
“Normalmente, cuando se utilizan las fuerzas armadas, el general recibe, en primer lugar, las órdenes generales del soberano. Después reúne a las tropas, hace del ejército un todo homogéneo y armonioso y lo instala en su campamento” Capítulo 7, versículo 1.
“Es necesario saber que para un soberano existen tres formas de llevar a su ejército al desastre. Consisten en proceder como sigue:
Ignorar que el ejército no debe avanzar y ordenar que avance, o bien, ignorar que no debe retroceder y ordenar una retirada. Esto es lo que se llama “poner al ejército en un apuro”. Comentario de Chia Lin: “No hay calamidad mayor que las órdenes del soberano que reside en la corte”.
Ignorar todos los asuntos militares y participar en su administración. Esto desorienta a los oficiales.
Ignorar todos los problemas del mando y tomar parte en el ejercicio de las responsabilidades. Esto destruye el ánimo de los oficiales” Capítulo 3, versículos 19 al 22.
“El que tenga generales competentes y los proteja de las injerencias del soberano, será el vencedor. Comentario de Ho Yen Hsi: “En la guerra se producen cientos de cambios en cada etapa. Decir que un general debe esperar todas las órdenes de sus superiores es como informar a un superior de que queréis apagar un fuego. Antes de que lleguen las órdenes las cenizas estarán frías. ¡Y se ha dicho que en tales circunstancias se debe consultar al inspector general del ejército! Atar corto a un general competente mientras se le pide que suprima a un enemigo astuto, es como sujetar al Lebrel Negro de los Han y a continuación darle la orden de que atrape a liebres inalcanzables” Ibid, versículo 29.
 “Existen casos en los que las órdenes del soberano no han de ser ejecutadas necesariamente. Comentario de Chang Yu: “El rey Fu Chai ha dicho: ‘Si sabéis cuál es la conducta a seguir, actuad; no esperéis a las instrucciones”.
Un general que posee un perfecto conocimiento de su oficio, sabe cómo manejar las tropas. Comentario de Chia Lin: “El general debe estar seguro de poder explotar la situación en su provecho, según lo exijan las circunstancias” Capítulo 8, versículos 8 y 9.

Veamos un ejemplo de comportamiento militar en la defensa de sus posiciones sacado de la última guerra del Vietnam: 

El 2º batallón del 28 regimiento de infantería norteamericano llevó a cabo en marzo de 1966 la operación Cocoa Beach de búsqueda y destrucción de unidades del Viet Cong, en el distrito Ben Cat, provincia de Binh Dueng, en Vietnam del Sur.
El batallón, a las órdenes del teniente coronel Kyle M. Bowie, se trasladó a pie el 2 de marzo desde la base de su brigada en Lai Khe hasta la plantación de caucho Lo Ke. Allí estableció un fuerte perímetro defensivo, en un terreno llano y libre de matorrales, salvo algunos setos y manchas de hierba de elefante. Al oeste de la plantación se alzaba una jungla espesa. El tiempo era bueno.
Al día siguiente, las compañías A y B iniciaron sus misiones, permaneciendo de guarnición la compañía C. A su regreso, la compañía B localizó una enorme trinchera de varios Km., que discurría al norte y noreste del campamento, y que había sido ocupada recientemente por una importante fuerza enemiga, como lo probaban las excavaciones nuevas.
El coronel Bowie suponiendo que una gran fuerza del Viet Cong se hallaba en la vecindad, coordinó con su 3ª brigada para asegurarse los apoyos artillero y aéreo. Las posiciones de lucha de sus hombres en el campo fueron mejoradas y protegidas todo lo posible. Bowie estableció también tres posiciones de observación y combate para un pelotón reforzado (section), adelantadas por cada compañía, a unos 500 m. del perímetro.
Hacia las 06:00 del 5 de marzo, el segundo teniente Robert Hibbs, de la compañía B, situado con su pelotón en el cruce perpendicular de las rutas Azul y Roja, al noroeste del campo, observó a un grupo de mujeres armadas y niños cargando munición, desplazándose lentamente por la ruta Roja (paralela a la trinchera) y que se detuvo a unos 100 m. de la patrulla.
Enseguida detectó a una compañía del Viet Cong avanzando de norte a sur por la ruta Azul, que se detuvo a unos 50 m. de su posición. Tres Viets se dirigieron al grupo de civiles. La patrulla aprovechó para dirigir todas sus granadas Claymore sobre la ruta Azul. Por fin, continuó su marcha la compañía guerrillera. Cuando su grueso se encontraba a unos 6 m. de la patrulla, ésta detonó sus Claymore y arrojó granadas de mano, dispersando finalmente al resto de los Viets con el fuego de sus M-16.
Al oír las explosiones el coronel Bowie ordenó regresar a Hibbs. En su camino de regreso, la patrulla alcanzó la retaguardia de otra compañía enemiga, desplegada ya para atacar. La patrulla atacó al enemigo de revés y cruzó su despliegue, desbaratándolo totalmente. Hibbs murió intentando recuperar con su sargento a un rezagado herido. Antes de caer definitivamente, herido varias veces, destruyó sus dispositivos de visión nocturna. Le fue concedida la Medalla de Honor del Congreso.
La patrulla de la compañía A operaba al sur del campo. Pronto fue totalmente rodeada por columnas del Viet Cong, que ignoraron su presencia y que se dirigían hacia el batallón americano. La patrulla se pegó al final de un pelotón enemigo, para ir acercándose al perímetro. Ya cerca de éste, se abrió inicialmente paso disparando y lanzando granadas sobre los guerrilleros cercanos, deslizándose hacia el campamento.
Bowie retiró la patrulla C. Hacia las 07:00 el batallón estaba casi al completo ocupando sus posiciones de defensa.
La detección oportuna de la intención enemiga, la dislocación prematura de parte de su despliegue, el preciso apoyo por el fuego y las posiciones defensivas en profundidad del batallón fueron decisivas. Hacia las 12:00 el ataque enemigo, a cargo del 272 regimiento de infantería del Viet Cong, reforzado por un batallón de armas pesadas en subordinación de guerra, se había desvanecido con gravísimas pérdidas.

El 28 de agosto de 2003 la brigada de infantería española asumió el mando del sector con sede en Diwaniya, como parte de la  división hispano polaca, desplegada en el centro sur de Iraq. Diwaniya, ciudad de unos 100 mil habitantes, es la capital de la provincia de Al-Qadisiya.
Apenas llegado al poder en abril de 2004, una de las primeras órdenes del presidente Rodríguez fue la retirada de las fuerzas españolas de Iraq. Creo que la siguiente fue conceder la Gran Cruz del Mérito Militar al ministro de Defensa, por dicha operación. La vergüenza de su familia hizo renunciar a Bono a dicha condecoración. El 21 de mayo se traspasó oficialmente el mando de los cuarteles España, Al-Andalus y Santo Domingo en Diwaniya a las fuerzas norteamericanas.
El mando norteamericano inició ese mes de abril una ofensiva en la zona contra el llamado Ejército del Mahdi (el guiado por Alá) del imam chií (un simple clérigo sin galones) Muqtada al-Sadr (véase nuestro artículo “Iraq hoy, de donde viene a donde va” en el nº 35 de War Heat) y solicitó la ayuda activa española. Al no tener nuestras fuerzas un mandato para participar en ella, la continuidad de su misión en la reconstrucción y estabilización de Iraq quedaba en precario indefinidamente.
La situación se había deteriorado tanto que el gobernador iraquí de Al-Qadisiya, más extensa que Extremadura y con unos 800 mil habitantes, acababa de desertar y formó una banda de unos 40 seguidores, para hacer valer sus derechos de señor de la guerra.
Las instalaciones de Diwaniya, donde se alojaban nuestros mil y pico hombres, quedaron convertidas en un remedo de Fort Apache. Porque los rebeldes iraquíes no suelen apreciar esas sutilezas de “estoy aquí, pero no te ataco” o “soy blanco, rico y llevo casco Kevlar, pero no soy yanqui”. Eramos un blanco fácil y cómodo de su furia y de su odio a una democracia no islámica y a los cristianos vencedores ocupantes.
Durante más de un mes los rebeldes chiíes realizan un hostigamiento permanente de nuestros cuarteles, tremendamente defendidos (sensores, fosos, alambradas y fortificaciones) contra las bombas de los suicidas islamistas. Pero ocurre que esos suicidas, que son fanáticos iluminados pero no tontos, atacan a grupos de enemigos no protegidos suficientemente, buscando como pasaporte al Jardín de las Huríes, llevarse el mayor número posible de enemigos muertos o mutilados. No hubo ni un intento suicida contra nosotros.
La mayoría de los días de espera hasta la retirada, nuestros acuartelamientos fueron hostigados con fuego automático de armas ligeras y granadas de mortero, con una media de 10 granadas por ataque. Con el fin de alejar el origen del fuego indirecto, nuestras fuerzas realizaron ataques de objetivo limitado, expulsando los morteros irregulares hasta el otro lado del río. En los encuentros y emboscadas sufridos, dimos muerte a unos 20 rebeldes. Nosotros sufrimos una docena de heridos en todo el proceso y murieron varios colaboradores árabes. No tenemos noticias de que el batallón chií de la defensa iraquí que estuvimos entrenando, y cuyo coronel pidiera formalmente que no nos fuéramos, nos apoyara en la defensa.

Algunas posibles misiones de lucha correctas para esta defensa

El centro de gravedad de la defensa activa de las posiciones militares fijas reside en la observación y el control de las vías de aproximación. Que en zona rural puede ser un campo semi inundado de arroz; en terreno rugoso, una línea de altura por debajo de la cresta militar; en zona urbana, las calles que hacia a ellas se orientan, desde cierta distancia, y en una carretera, una cuneta. Todo ello adobado y complicado por el clima y la hora del día.
Las posiciones de observación y de lucha pueden constar desde la pareja de francotiradores hasta una sección reforzada (el platoon estadounidense), según las características del terreno y las intenciones y capacidades del enemigo. Aquéllas son al margen de la defensa perimetral y de las patrullas que la recorren, que constituyen parte de la defensa estática.
El enemigo suele explorar, al menos al principio y también en condiciones fluidas de lucha, por observación. Es importante localizar y eliminar estas posiciones de exploración. La observación paciente es el modo, teniendo en cuenta que si la exigencia es intensa, cada 30 minutos debe ser sustituido el observador, porque mira, pero ya no ve.
Si existen medios adicionales para ello y como complemento, es muy necesario emplear el patrullaje enérgico (véase nuestro artículo citado en el nº 35 de War Heat) contra el enemigo, alejándose mucho más.
Una defensa pasiva, limitada a rechazar los ataques, con la iniciativa y la elección de los momentos en manos del enemigo, es casi lo más disolvente de la moral de combate que puede experimentar una tropa, al margen de una derrota. Que se lo pregunten a los franceses que guarnecían multitud de reductos y posiciones en Indochina antes de Dien Bien Fu y a los chinos nacionalistas hasta 1949.

La Estrategia Operativa. Su Ámbito y sus Características.

 

Al primer nivel de la actividad de la defensa de una sociedad organizada se le llama estrategia nacional o, también, algo anticuadamente, gran estrategia. En ella se deben considerar también los recursos económicos y diplomáticos del estado, como parte de los medios de una nación para conseguir sus grandes objetivos estratégicos en una guerra.

La estrategia militar o estrategia a secas trata, en un gran segundo nivel de actividad de la defensa nacional, de la definición de los grandes objetivos de una guerra, de un teatro de operaciones o de una campaña y de la asignación de los medios militares, generalmente escasos o muy escasos, para alcanzarlos.

La táctica se dedica a la realización óptima de los combates frente a un enemigo, que se opone por medios bélicos al logro de nuestros objetivos estratégicos. Las técnicas de combate son los ladrillos con los que se construyen las tácticas. Son los conocimientos específicos de armas, movimientos, protecciones, que personal y colectivamente aprenden los hombres con el entrenamiento y la experiencia.

Entre ambos niveles de la actuación militar existe un espacio de actividad eminente y esencialmente práctico, llamado nivel operativo o estrategia operativa. Su misión es optimizar los empleos de la táctica y de los medios disponibles en la campaña y en el teatro de operaciones. Para ello define y conceptualiza las batallas, las marchas, etc., en definitiva, tanto las operaciones militares como su correcta sucesión, en función de aquellos objetivos decisivos.

Con ello brinda a la táctica y a la decisión a la que ésta se orienta, una trascendencia superior, que está mucho más allá de la persecución y de la explotación del éxito. Es decir, la estrategia operativa utiliza a la táctica como uno de sus instrumentos inmediatos. Integrándolos para alcanzar los objetivos últimos que se le han confiado y orientándose a ellos, participando entonces de su naturaleza estratégica.

Así, la estrategia operativa define unos objetivos propios en el teatro o en la campaña de actuación, que son la incapacitación y la desorganización del enemigo, a través de la acción sobre sus vulnerabilidades operativas y estratégicas. La primera se orienta contra la capacidad de combate enemiga, buscando incapacitarla posicional o funcionalmente, y simultáneamente protegiendo la propia. La segunda se logra por la ocupación o la destrucción de sus vulnerabilidades críticas en la zona de operaciones.

Estas vulnerabilidades son aquellos elementos, posesiones o razones que dan sentido a la lucha que el enemigo sostiene contra nosotros. Es decir, cuya pérdida le infunde inevitablemente una sensación de desesperanza y un sentido de inutilidad en proseguir la lucha en esas circunstancias, como no sea para acumular más pérdidas.

Una vulnerabilidad crítica estratégica, manejada hábilmente por nosotros en el siglo XVI durante la conquista de América, fue la captura del gran jefe o emperador de las confederaciones indígenas en los grandes países a colonizar (Moctezuma, Atahualpa). Pero su efecto era temporal. Una vez convertido en rehén, el valor simbólico de un caudillo de este tipo caía en picado, porque la vitalidad nacional de la colectividad a la que dirigía exigía su renovación, como si hubiese muerto. Pronto se elegía a un nuevo Gran Emplumado, entre los miembros de su clan o de su sociedad guerrera.

En la II Guerra Mundial, la ocupación de la capital y la caída del gobierno eran vulnerabilidades críticas estratégicas, a las que se accedía a través de una estrategia operativa de guerra móvil ofensiva: campaña de primavera de 1940 en el frente occidental. Lo mismo intentó Hitler en 1941 en el frente soviético con relación a Moscú. Seguramente en esa guerra total, casi de exterminio, del frente del Este, su caída no hubiese tenido la trascendencia que se le atribuía. Pero Moscú constituía un gran “nudo” viario, un centro de comunicaciones ferroviarias vital para toda la URSS al oeste de los montes Urales y, en este sentido, sí hubiese sido una vulnerabilidad crítica permanente del nivel militar operativo.

Para lograr estos objetivos estratégicos intermedios, el nivel operativo tiene unos medios específicos operativos que son la inteligencia, el desequilibrio y la incapacitación del enemigo, el tiempo o velocidad de las operaciones y de los combates, la organización logística y su soporte físico o línea de abastecimientos y el sentido correcto del propio mando.

Estos medios los emplea para conducir y utilizar óptimamente (sin despilfarros) los medios táctico-operativos a su disposición.

Éstos son:

la transitabilidad del terreno (en toda la dimensión geográfica de la naturaleza de los terrenos, clima, estación y hora del día),

la capacidad de combate (medios militares concretados en hombres, equipos, apoyos y vehículos de combate) y la capacidad de movimiento operativo (transportes de grande y pequeño tonelaje, los repuestos de todo tipo y combustibles y los depósitos y parques accesibles en la zona) propias disponibles,

la libertad de acción y las “interfases de acción” favorables con el enemigo (que existen y que se pueden también crear siempre, mediante la ampliación o disminución del “campo de acción” sobre aquél, como un zoom táctico operativo, o mediante su cambio a otro sector del frente o en la profundidad de la zona enemiga). Con estos 2 últimos “sistemas” podemos actuar siempre según nuestro criterio e interés y no simplemente reaccionar a las acciones del enemigo.

De esta manera los citados 10 “sistemas operativos” realizan el empleo y el funcionamiento de todos los niveles de la defensa nacional. Y van a partir de la concepción y la gran creación de objetivos, intereses y recursos disponibles, recibidas del mando y de la nación, hasta la realización práctica final. Implicando en ésta también a los necesarios y a los inevitables e impuestos por el enemigo, empleos tácticos de los medios militares, como etapas para la consecución óptima de aquellos objetivos encomendados.

Y, ¿por qué llamamos sistemas a estas funciones operativas de variada y compleja naturaleza y a los órganos o fenómenos que las dirigen, procuran y ejecutan o causan (como es el caso de la transitabilidad)? Un “sistema” es un conjunto de órganos, fenómenos o cosas que, ordenadamente relacionadas entre sí, contribuyen a determinado objeto. En un sistema complejo existirán una jerarquía, la especialización de sus órganos y unos objetivos e intenciones o resultados. Las funciones, en su conjunto y en razón de las interacciones que ocurren dentro del sistema, tienen un efecto integrador sobre él, y sinérgico con relación a los objetivos generales del mismo.

Austerlitz. La Batalla de los Tres Emperadores.

Austerlitz es la Coronación de la Brillante Campaña Francesa de 1805 contra la Tercera Coalición

Introducción  

La primera serie de las guerras que surgen a raíz de la Revolución Francesa terminó con las paces de Loeben (en 1801) y de Amiens (de 1802). Pero entre Francia e Inglaterra los intervalos de paz eran entonces sólo respiros, para poder proseguir su lucha inevitable por la supremacía y la supervivencia en Europa.

En mayo de 1805 estalló la guerra entre Francia y la llamada Tercera Coalición, creada el mes anterior, formada por Rusia, Austria e Inglaterra, su promotora. Un ilusionado William Pitt envió generosamente el oro inglés a sus aliados continentales.

El grueso del ejército francés se encontraba entonces estacionado a lo largo de la costa del Canal de la Mancha, preparándose para invadir Inglaterra. Pero la amenaza para el ejército en campaña, que era el verdadero objetivo estratégico de las guerras napoleónicas (recordemos que las ocupaciones de Madrid, Viena, Moscú, no fueron decisivas), surgía al este, de los ejércitos de los imperios ruso y austríaco.

En septiembre de 1805 Napoleón trasladó su «Ejército de Inglaterra» al Rin, desplegando sus 208.000 hombres entre Maguncia y Estrasburgo y rebautizándolo el «Gran Ejército». El Grande Armée estaba formado por 145.000 infantes y 38.000 jinetes, integrados en 7 cuerpos de ejército, cada uno a las órdenes de un mariscal francés, una gran reserva de caballería a las órdenes del mariscal Príncipe Murat y la Guardia Imperial, directamente bajo Napoleón; a ellos se les añadían 25.000 bávaros aliados.

Tomando como era habitual en él la iniciativa, Napoleón decide dar un primer golpe estratégico contra el ejército de 72.000 austríacos que, a las órdenes del general Mack y el archiduque Fernando, hijo del emperador Francisco II, avanzaba hacia Ulm, sin esperar la llegada de la prometida ayuda rusa.

Napoleón va a utilizar contra los austríacos lo que podemos llamar un esfuerzo operativo de centro de gravedad.

Las características del proceso de establecimiento y funcionamiento de aquél son la originalidad, la flexibilidad del despliegue, la consistencia, la no predictibilidad por el enemigo y la eficacia. El centro de gravedad supone la acción centrípeta de todos los medios y sus líneas de actuación, de la actividad «ramificada» de todas las unidades y los servicios, no necesariamente coincidentes, pero sí convergentes y resultantes en su sinergia, en su eficacia y en su resultado. Mediante las líneas de avance o de acción diferentes y coordinadas inducimos incertidumbre e inseguridad en el enemigo, dispersamos su capacidad de rechazo y perturbamos su plan de defensa y su conducción sistemática.

En un amplio avance de sus cuerpos de ejército independientes, el Grande Armée cruzó rapidísimamente el centro de Alemania, desde el Rin al Danubio, entre los días 25 de septiembre y 6 de octubre. Con esto se interpuso operativamente entre los austríacos y las fuerzas rusas aliadas, aún lejanas. Los austríacos no entendieron la necesidad de la rapidez de los movimientos, pensando sólo en la batalla, como único instrumento de la decisión.

Los franceses iniciaron el cruce del Danubio el día 7 y, durante toda la semana siguiente, Napoleón hizo converger en una enorme espiral constrictora a la mayoría de sus fuerzas sobre Ulm, mientras un cuerpo de ejército vigilaba la posible llegada del general Kutuzov por el este.

El general Mack realizó en vano varios intentos de ruptura, con los mayores esfuerzos en Haslach y Elchingen. Los dos comandantes austríacos se pelearon y el archiduque Fernando se separó del grueso con sus 6.000 jinetes e intentó escapar en dirección noreste, pero, ya cerca de Trochtelfingen, sus fuerzas fueron rodeadas y vencidas por el cuerpo de caballería de Murat. Otros 12.000 austríacos se rindieron en Neustadt.

El general Mack y el resto de sus hombres (unos 27.000, tras los combates e incidentes citados), con Napoleón en escandalosa mayoría a las puertas de la ciudad de Ulm desde el 14 de octubre, salieron afuera para rendir sus armas a los pies de los montes Michelsberg. El general Mack firmó la capitulación del ejército el día 20.

La campaña, sin batallas propiamente dichas, le costó a Austria más de 50.000 hombres, casi el 70% de sus tropas iniciales.

La campaña de 1.805, tras la victoria estratégica sobre el general Mack en Ulm, se remató en Austerlitz.

Los rusos, al mando del general Kutuzov, que acudían como dijimos en socorro de Mack, no se dejaron atrapar y volvieron sobre sus pasos, primero hacia el este y luego hacia el norte del Danubio, alejando más y más a Napoleón de sus bases. La toma de Viena por Napoleón el 12 de noviembre resultó inútil, pues Kutusov seguía rehusando la lucha, evitando incluso dos trampas francesas tendidas por el cuerpo de caballería de Murat. Lo que buscaba Kutuzov era reunirse con las fuerzas del general Buxhowden y del Zar, cerca de Olmutz, antes de volverse contra los franceses. El 20 de noviembre se efectuó la concentración de unos 85.000 soldados austro-rusos, estando presentes el emperador Francisco y el zar Alejandro I.

Napoleón, que había iniciado la campaña contra Mack desde sus posiciones en el Rin con unos 210.000 hombres, se encontraba ahora a 720 Km. de ellas. Las pérdidas derivadas de las marchas incesantes, de los combates y de la necesidad de custodiar su línea de comunicaciones habían reducido su ejército operativo a 55.000 hombres, bajo su mando directo.

Pero Napoleón, descuidado y confiado muchas veces, demostraba sus mejores momentos en las crisis y ahora, con 36 años, un año después de su coronación, estaba en el cenit de su carrera militar. Y decidió elegir un terreno y, sobre todo, preparar a su enemigo durante los días siguientes.

El plan de Napoleón, analizado.

El desequilibrio del enemigo busca convertir en vulnerable su despliegue, ante la inminencia de un combate, para optimizar nuestros resultados y minimizar las pérdidas en él. El desequilibrio del enemigo, junto con su incapacitación funcional, deben permitirnos la actuación sobre sus vulnerabilidades críticas, buscando su desorganización y desintegración, con la menor atrición (en capacidad de combate) y el menor desgaste (en capacidad de movimiento operativo) posibles para nosotros. También exige la actuación decidida, flexible e imaginativa. Los medios intelectuales del ejército, a través del mando, se ponen aquí en prueba y en tensión.

Los factores eficaces del desequilibrio del contrario son la sorpresa, el engaño y la fantasía o apariencias, siempre percibidas como reales y evidentes por aquél. A través de ellos se crea en el enemigo una falsa impresión, bien de oportunidad, bien de temor, bien de desatención, que pretende inducirle a actuar errónea y perjudicialmente para él, sin proponérselo o saberlo. Al buscar y orientarse hacia un ensueño, sus capacidades de combate adoptan y se distraen en un despliegue erróneo, inconveniente y, sobre todo, vulnerable frente a nosotros.

Cuando para el desequilibrio empleamos la oportunidad, buscamos la exaltación del enemigo.

La oportunidad debe ser algo apreciado por el enemigo, una ventaja táctica, que surge de improviso como consecuencia del devenir de la situación planteada o al inicio de ella. No puede aparecer como ofrecida por nosotros, porque entonces no intervendrían los factores citados de la sorpresa y el engaño, aunque sí puede presentarse como algo desatendido o desaprovechado por nosotros. Estas son las cualidades que debe poseer la oportunidad, para que el enemigo perciba en ella no una trampa, sino el beneficio apetecible e/o importante.

La debilidad es un buen cebo para el arrogante. La ganancia lo es para el avaricioso y/o minucioso. Una combinación de estos aspectos de la oportunidad es lo que utilizó Napoleón para desequilibrar a los aliados austro-rusos, preparándolos para vencerlos más fácilmente.

El Emperador ensambla su despliegue.

Las vanguardias de caballería francesa retrocedieron al contacto con las patrullas cosacas, cerca de Olmutz. Seguidamente Napoleón evacuó la villa de Austerlitz y, aún más demostrativamente, evacuó las alturas de Pratzen. Incluso llegó a ser especialmente cortés con el pedante enviado ruso conde Dolgorouki, escoltándolo personalmente hasta las avanzadillas francesas. Los aliados, tentativamente, le ofrecieron un armisticio, a la espera de dar tiempo a que se les unieran los archiduques Carlos y Juan, que se acercaban desde el sur con otros 122.000 austríacos.

El 1 de diciembre los aliados avanzaron desde Olmutz y ocuparon el Pratzen. Por su parte, Napoleón recibía el refuerzo de los cuerpos de ejército I y III, de los mariscales Bernadotte y Davout, que acudían desde las guarniciones de la línea de comunicaciones de Iglau y Viena, incrementando hasta los 73.000 hombres sus efectivos disponibles.

Napoleón iba ahora a ofrecer el cebo de un debilitado flanco derecho a los aliados, ya ansiosos por llegar a conseguir una victoria sobre el odiado joven emperador, que habían vislumbrado como posible. Además, la victoria y la penetración aliada en esa zona, tras sus líneas, cortarían a Napoleón la retirada hacia Viena. Y le dejarían aislado, en terreno hostil, rodeado de enemigos, sin refuerzos a mano, que ya habían acudido, y en enorme inferioridad numérica (sería un triunfo estratégico). Aquello era demasiado para el zar Alejandro (su presencia se inmiscuía necesariamente en la autoridad de un general en jefe en campaña) y para muchos jóvenes generales, que desoyeron los consejos de prudencia de Kutuzov. Asimismo, las dudas del emperador Francisco también podían ser ignoradas, porque ¾ partes del ejército aliado eran rusos.

A la derecha del despliegue francés, que se extendía unos 6 Km., el general Le Grand recibió sólo el esqueleto de una fuerza con el que mantener la línea del arroyo Goldbach y el pueblo de Zokolnitz, en la dirección de Viena, y se le prometió la ayuda de la división de Friand, del cuerpo de ejército de Davout. En el área de Santon, que fue fortificada, al norte, descansaba el flanco izquierdo francés, que estaba confiado al V cuerpo del mariscal Lannes, a parte de las tropas de Bernadotte y a una parte de la reserva de caballería, a las órdenes directas de Murat. Ambos flancos tenían una función defensiva. En el arroyo de Bosenitz, el pueblo de Puntowitz y la colina Zurland, de sur a norte, se concentraban el grueso de los cuerpos de ejército I y IV, éste a las órdenes del mariscal Soult, el resto de la caballería de Murat, la división de Oudinot, la reserva de artillería del Grande Armée y la Guardia Imperial.

El despliegue aliado se extendía más oblicuamente, a lo largo de unos 10 Km., desde el pueblo de Aujest Markt a las alturas de Goldbach. Era fuerte en su flanco izquierdo, muy reforzado en el centro y débil y alejado en el derecho. Éste último estaba cubierto de norte a sur por las fuerzas de Bragation, la caballería de Lichtenstein, concentrada junto a Austerlitz y el cuerpo de Constantine, como reserva central (la Guardia Imperial rusa, con 8.500 hombres de élite), al noreste de Krenowitz, que engranaba con el cuerpo de reserva de Kollowrath, al oeste de ese pueblo.

El plan de Napoleón preveía que, cuando los aliados se hubiesen lanzado sobre el flanco derecho francés, debilitando al máximo su centro al noreste y sudeste del pueblo de Pratzen, en persecución de la apariencia creada, el cuerpo de Soult avanzaría sobre la meseta donde se asentaba aquél, rompiendo el gozne del dispositivo aliado. El resto de las fuerzas que quedasen aún como reservas, penetrarían por la ruptura y envolverían hacia el norte o hacia el sur los flancos derecho o izquierdo aliados.

Según el plan aliado, más de la mitad de las fuerzas aliadas, al mando del general Buxhowden, romperían el frente del arroyo Goldbach, bloquearían la carretera de Viena y avanzarían hacia el norte, despejando todas las posiciones francesas. Poco después de la ruptura, la reserva del general Kollowrath, unos 15.000 hombres, descendería de las alturas de Pratzen para apoderarse de Puntowitz, rompiendo el gozne de la línea francesa. Una tercera fuerza, de menos de 18.000 hombres, a las órdenes del general Bragation y del príncipe de Lichtenstein, se acercaría a Santon y fijaría allí las fuerzas francesas.

Desarrollo de la batalla.

Hacia las 4 de la mañana del 2 de diciembre, primer aniversario de la coronación de Napoleón, los dos ejércitos comenzaron sus movimientos. Hacia las 9, con las tropas de Buxhowden totalmente empeñadas y habiendo descendido detrás de ellas una parte de la reserva de Kollowrath, situada en su centro, Napoleón ordenó el asalto de las alturas de Pratzen. Las dos divisiones del mariscal Soult ocuparon rápidamente la zona, sorprendiendo y condenando al ejército aliado.

A partir de ahora se trataba de atender, sin llegar a agotar las reservas, a las distintas crisis locales que emergerían sin dudar.

Los granaderos de Oudinot fueron enviados desde la colina Zurland a apoyar el flanco sur, donde se estaba librando la batalla principal. Bernadotte avanzó hasta el pueblo de Blaswitz, para cubrir el flanco norte de Soult. La caballería de Murat en la colina Santon tuvo que empeñarse contra la caballería de Lichtenstein, para apoyar a los novatos del cuerpo de Lannes, que vacilaban. Hacia las 10:30 Kutusov consiguió traer hacia Pratzen a parte de las fuerzas de su ala izquierda y Soult, atacado por tres lados, tuvo que empeñar a parte de la reserva de artillería para contener al enemigo con su fuego de atrición. Napoleón avanzó su cuartel general y la Guardia Imperial, la reserva aún no empeñada, hasta Putowitz, en las faldas de Pratzen.

Hacia la 1 de la tarde Constantine y su Guardia Imperial rusa atacaron a los cansados franceses en Pratzen. La primera línea francesa cedió. La caballería de la Guardia Imperial francesa, al mando del mariscal Béssiers y del general Rapp, atacó a los rusos y los pusieron en fuga. Y Bernadotte, desde Blauswitz, envió una división en apoyo del centro.

Las crisis tácticas habían sido superadas. Napoleón podía ahora rematar su triunfo y miró hacia el sur.

Las fuerzas restantes de Soult, de Le Grand y de Davout y la Guardia Imperial francesa atacaron concéntricamente a los dispersos hombres de Buxhowden. Hacia las 15:30 todo había terminado. Por su parte, el general Bagration se retiraba de Santon y Kutusov y los dos emperadores y sus séquitos huían desde Krenowtz y Austerlitz, protegidos por la Guardia Imperial rusa.

Resultados y Consecuencias. 

Los franceses habían perdido el 11,4% de sus hombres, unos 1.300 muertos y 7.000 heridos y desaparecidos. Las bajas aliadas fueron de 16.000 muertos y heridos y 11.000 prisioneros ilesos, que suponían el 32% de sus fuerzas. Además, se les tomaron 180 cañones y 45 banderas.

La Tercera Coalición había desaparecido en una brillante campaña con dos batallas. En la lejana Inglaterra, las noticias del desastre hicieron que William Pitt, perdidas sus esperanzas, dijese: «Guardad el mapa de Europa». Al cabo de pocos meses, murió.

Napoleón distribuyó amplias recompensas entre su Grande Armée: fueron concedidas pensiones para todas las viudas; los huérfanos fueron adoptados por él, que les permitió añadir Napoleón a sus nombres y, además, serían educados por el Estado; todos los mariscales y generales recibieron dos millones de francos en oro.

 

 

 

 

  

   

 

Teoría Militar: libros favoritos.

Os presento una lista de libros de teoría militar cuya lectura os resultara muy provechosa y que considero fundamental para conocer mejor los temas militares y no simplemente leer una historia más o menos repetida.

Incluyo un libro mío, fruto de mis años de dedicación a este tema, cuyo contenido podéis examinar en www.amazon.com.

«Maneuver Warfare Handbook» por William Lind.

Es un clásico sobre la guerra de maniobras. Utilizado por el Cuerpo de Marines. Se basa en la experiencia alemana de la II guerra mundial. Que a su vez es una extrapolación a la guerra mecanizada, de las experiencias desarrolladas por los Stormtroops (fuerzas de asalto de infantería) de la I guerra mundial.

«El Arte de la Guerra» por Sun Tzu. La más rica y provechosa es la vieja traducción de Samuel Griffth.

La holística teoría militar china, siempre vigente, sintetizada por un autor clásico.Sus características de estilo y de contenido parece que avalan a un único autor. Con cada lectura aprovechada, se captan más matices y perspectivas. Que fructifican en mayores riqueza, agilidad y profundidad de pensamiento.

Otros libros “chinos” te dan un número de estrategias (las 36, las 100, etc.). Su aprovechamiento se basa en una memorización continua o en su aplicación permanente. Los considero poco prácticos, por el carácter profuso, difuso y aún confuso de muchos autores antiguos de esta etnia Han. Parece como si quisiesen ocultar su sabiduría a los no iniciados.

«The Soviet Conduct of Tactical Maneuver» por David Glantz.

Una brillante exposición de las teorías militares operativas soviéticas. Con ellas ganaron la II guerra mundial. Y trasladaron su sistema económico social a media Europa «liberada».

«De la Guerra» de Clausewitz.

Es una obra extensa, como corresponde a su época, en la que escribir poco era señal de inconsistencia, poca importancia del tema y escasa reflexión. Los libros o partes que la componen fueron terminados en grado variable por el autor, cuya muerte prematura no permitió su conclusión. Nos interesan los primeros capítulos sobre la teoría y la filosofía de la guerra.

Los otros libros tratan sobre la táctica de un período en el que el despliegue enemigo quedaba a las vistas del mando y su estado mayor y auxiliares, situados en un altozano cercano. Preconiza lo contrario de Liddell Hart: la batalla decisiva a cargo de la máxima concentración propia sobre el ejército enemigo. En una época de ejércitos de masas, inaugurada por Napoleón, pronto se vió que no se podía ganar en una sola gran batalla una guerra entre naciones en armas. Era necesario una campaña de operaciones sucesivas victoriosas, diigidas al logro de los objetivos militares de campaña (teatro de operaciones, Europa, Pacífico, África) o estatégicos. Además, ya no existía un genio militar adelantado a su época como Napoleón.

«Forward into Battle» por Paddy Griffith.

Las tácticas militares desde Napoleón discutidas y extensamente presentadas. Tiene detractores por su visión a veces rupturista.

«Maneuver Warfare: An Anthology», compilado por Richard D. Hooker.

Recopila artículos de algunos de los mejores escritores sobre la teoría militar de maniobras. Hay trabajos de Rommel, Leonhard, John Antal, etc.

«The Art of Maneuver» por Robert Leonhard.

Es uno de los primeros y más lúcidos autores sobre la guerra de maniobras. Y destaca con fuerza propia, expandiendo el torrente de ideas de esa teoría en desarrollo.

«Race to the Swift» por Richard Simpkin.

Es el mejor libro de este autor militar inglés. Desarrolla teóricamente la guerra moderna. Es de lectura algo difícil.

«Manual de Táctica», dos tomos, por Eike Middeldorf.

Es el más completo y actual manual de táctica moderna que he encontrado. Tiene capítulos dedicados a la guerra terrestre empleando ingenios atómicos tácticos y a las condiciones particulares de lucha: de noche, en bosques, con frío extremo, etc.

«Estrategia» por Basil Liddell Hart.

Es la mejor teoría militar de este prolífico autor.

«The Foundations of the Science of War» por John Frederick Charles Fuller.

Es un libro no superado sobre los principios de la guerra y su aplicación práctica. Casi 65 años después de su edición en 1926 fue reeditado por el Cuerpo de Marines. Es de lectura difícil. Yo conseguí una fotocopia de la edición original a través de la biblioteca de una universidad americana (Lancaster, Pa.).

«On the Nature of War» por Enrique Alonso.

Igual que los principios señalan el «qué hacer» en la guerra, este libro, basado en 10 «sistemas operativos» indica el «cómo actuar» operativa y tácticamente.

«La Comprensión de la Guerra» por Trevor N. Dupuy.

Es una teoría del combate, basada en la Historia militar y determinados factores militares y sus valores cuantitativos. Encuentro que su desarrollo del concepto de «fricción», derivado de Clausewitz, está desviado. Y expone otra cosa distinta a Clausewitz.