Economía Fácil.

Introducción.

Es muy conocida la serie estadounidense de libros de divulgación, en encuadernación blanda, denominada «… for dummies». Para torpes. Nunca me gustó su título. Aunque no sé si resulta en inglés tan peyorativo como en español. Son libros populares para iniciación sobre la materia titulada. Que es presentada de un modo didáctico, gráfico, suficiente y asequible. 

Yo creo que todas las personas son suficientemente inteligentes para comprender un problema que les afecte personalmente, troceado suficientemente. Y para resolverlo, con tal de disponer, además, de los medios externos necesarios para ello. De los que el primero es la información suficiente y de calidad, actualizada y continua. Todos somos suficientemente inteligentes, para afrontar y satisfacer nuestras necesidades y deseos personales. Con tal de que poseamos los necesarios interés, motivación, capacidad de análisis y síntesis, voluntad, tiempo y paciencia.

Hemos dado 6 capacidades necesarias para desenvolvernos en la vida. Sólo una entronca con el intelecto cognitivo. Muchas veces, con el tonto (esto es lo que quieren decir con «torpe») lo que ocurre es que no está motivado o no tiene tiempo o paciencia.

Esto se podría llamar también Economía para Principiantes Inteligentes. Porque pretendo que los rudimentos que voy a presentar, les sirvan a mis lectores para conocer, pensar y deducir según sus necesidades e interés. Y extrapolar esos conocimentos hacia otras áreas de la Economía .

La utilidad de conocer los fundamentos de la Economía.

¿Por qué vamos a preocuparnos de la Economía? ¿No estamos viendo cómo se derrumban imperios duraderos y fraudulentos como el de Bernard Maddoff, con 50000 millones de dólares de inversiones ajenas disipadas? ¿No vemos las dificultades financieras de gigantescos emporios industriales transnacionales, como la General Motors?. Como fruto de dedicar durante años, miles de millones de dólares a los planes de pensiones de sus empleados, según acuerdos pactados en los años de ventas fáciles y cuantiosas. ¿No vemos las rápidas casi bancarrotas de países emergentes del este de Europa? ¿No vemos las dificultades de la banca de Estados Unidos y Gran Bretaña, debido a prácticas bancarias temerarias, que pusieron en peligro la garantía del dinero de sus depositantes? Pues, a pesar de todo ello, aún funciona la economía. Aún mantenemos casi todo el crecimiento mundial acumulado, logrado en varios lustros. Aún están los almacenes llenos y seguimos produciendo innumerables bienes y servicios. Y aún el 90% del público de los países desarrollados cobra sus pensiones, subsidios, beneficios y sueldos.

Se trata de entender y dominar las ideas básicas que sustentan la economía, en tanto arte ciencia social omnipresente en las vidas y las actividades de los hombres modernos, especialmente los urbanos y los más integrados en el tejido social. Evidentemente, están los cálculos econométricos de sus variables y los intentos de demostrar, con fórmulas matemáticas encadenadas, las leyes económicas enunciadas o vislumbradas por los economistas. Esto lo dejamos para los especialistas.

Los detallistas suelen tener una «medida» para enumerar y controlar los distintos tipos de productos que guardan en sus almacenes y tiendas. Es la referencia. Que se suele expresar, según la nomenclatura que se use por un código de barras, más universal, o un código alfanumérico más particular. Así, 10 tipos y tallas de unos pantalones de hombre, supondrían 10 referencias. Podemos tomar una tribu del Amazonas, como representante de una humanidad rudimentaria, recolectora, cazadora y cultivadora. Las referencias utilizadas por ella apenas alcanzarían el millar. Si contamos las referencias que la economía moderna, organizada, especializada, extensa y compleja, facilita o pone a la disposición de los habitantes de una gran ciudad, como Madrid o Nueva York, su número llega al orden de los diez mil millones. Así, la más dramática diferencia entre aquella tribu y los parisinos no son sus ingresos per cápita, una vez homologados. Si no la diferencia de variedad de la oferta al consumo general, de 10 millones de veces mayor.

Esta oferta sólo la puede aportar una economía libre y bien regulada por leyes y normas adecuadas, desarrollada, competitiva y flexible. Sin los excesos generados por directivos dominados por los deseos desordenados de codicia y poder. O los de una economía aherrojada por normas teóricas y seudocientíficas institucionalizadas, que ahoguen la iniciativa, el riesgo, el entusiasmo y la sana ambición de los hombres y familias de trabajar en su propio provecho y, así, prosperar.

Los Pilares de la Economía Personal o Doméstica.

La economía familiar o individual se asienta y se desarrolla en un intercambio amplio y diverso de ingresos y gastos, compras y ventas, y acumulación o decremento de riquezas, con los distintos agentes económicos externos a ella. Estos agentes son el Estado, los empleadores o empresarios, el sistema financiero y los agentes privados compradores y vendedores de bienes y servicios de todas clases.

Los ingresos proceden de los sueldos de los miembros familiares integrados y trabajadores, de sus subsidios, pensiones o indemnizaciones, de las rentas recibidas por el uso cedido temporalmente de sus posesiones y bienes (incluso, el dinero), y de las ventas de sus posesiones y depósitos de riqueza. Estos ingresos se materializan temporalmente en efectivo y en cuentas a la vista en alguna entidad financiera. Y cumplirán luego su función de «medios de pago» aceptados en las transacciones económicas externas.

Con el dinero recibido y en reserva, adquirimos comprando:

bienes de consumo (alimentos, vestido, cultura, diversión, transportes, comunicaciones, agua, energías, reparaciones de bienes duraderos),

bienes de consumo duradero (electrodomésticos, mobiliario, vehículos),

bienes de inversión (talleres y herramientas profesionales, furgonetas, equipos de bricolaje),

bienes financieros (depósitos financieros a plazo, deuda pública y de empresas, acciones, fondos de inversión, planes de pensiones y préstamos a familiares y amigos) y mantenemos una pequeña reserva de dinero en efectivo para los pagos cómodos estimados a corto y medio plazo,

y «depósitos de valor». Llamo depósitos de valor a los bienes en los que éste se puede concentrar y mantener indefinidamente. Y aún usar sin abusos, sin un deterioro apreciable. Las casas (bien construidas o localizadas, mejor con las dos cualidades), las joyas, las colecciones varias y las monedas antiguas (a su verdadero valor), las reservas de dinero importantes y sin destino previsto (en épocas de inflación moderada), los coches de alta gama y de marca apreciada, son bienes utilizados como «depósitos» de valor por las personas. Así, no lo es un coche, incluso bueno, cuyo valor se deprecie exageradamente tras la compra o una colección de sellos demasiado popular.

Hemos dado las clases de bienes en orden creciente a su resguardo temporal y al mantenimiento de su valor. Así, el valor de los bienes de consumo inmediato y duradero se disipará brusca e intensamente una vez adquiridos. El de los de consumo inmediato desaparece con la satisfacción de su necesidad de uso. El de los de consumo duradero, que tienen un mercado corto, disperso, imprevisible y no siempre conocido, sufre por ello una alta depreciación, desproporcionada al servicio que aún pueden prestar. Los bienes de inversión ya comienzan a ser resistentes al deterioro y a la pérdida de valor, a través de la amortización, que es obligatoria contablemente. Los bienes financieros y los depósitos de valor están resguardados razonablemente (hay robos, incendios, crisis financieras, parientes catastróficos, malas inversiones y compras) contra el tiempo, la polilla y la pérdida de valor económico.

Aquí entran en escena los seguros de todas clases. Para la mayoría de la gente, hay varios tipos de seguros que son un bien de consumo necesario. Los seguros nos defienden y nos garantizan contra el riesgo, la posibilidad, de daño o pérdida del objeto asegurado. Ojo, si hay certeza de daño no hay tal riesgo, hay seguridad en sufrirlo. Y, por tanto, no hay riesgo a asegurable. Los de vida y orfandad, operaciones y hospitalización, pueden ser muy necesarios para las personas jóvenes que comienzan su vida profesional. Los de robo, daños propios y a terceros, de incendios, son necesarios en cuanto se tenga un patrimonio que proteger y preservar. Porque no tenemos o el capital, o el tiempo (por la edad), o la oportunidad (por la singularidad o la antigüedad del bien), o varias de esas condiciones, para llegar a recuperar un bien esquilmado, dañado o perdido. Suele ser necesario identificar y valorar con precisión los bienes importantes individuales a asegurar. También es posible que las primas exigidas al tomador del seguro sean tan altas, que no le interese suscribir el seguro, sino «asegurarse» él mismo. Por otro lado, las compañías de seguros son negocios financieros rentables. Su «utilización» por el tomador del seguro, en forma de indemnizaciones frecuentes, no les da los beneficios que esperan recibir. Por eso conviene pensar que los seguros son, muchas veces, bienes de consumo precautorio y para un solo uso, el importante y total.

Cuando tomamos dinero ajeno prestado, tenemos que pagar por su «uso», además de devolverlo en el tiempo acordado. En general, cuando hacemos una inversión provechosa, es útil recibir dinero ajeno adicional para ella. Esto nos permitirá expandirnos y aumentar nuestro patrimonio personal y empresarial, por encima de nuestras posibilidades de auto crecimiento. Al inicio de nuestras actividades, éste es más bien raquítico. Aquí debemos explotar el crédito personal y potencial que tengamos y podamos generar en otros cercanos: banca, familia, amigos y empresa. Cuando pedimos un crédito para un bien de consumo, simplemente lo estamos pagando más caro. Y ese «diferencial de carestía» es el precio que tenemos que pagar por adelantar su uso, disfrute y posesión en el tiempo. Siempre debemos sopesar si este tipo de compra es necesaria u oportuna.

Las Casas y Oficinas Familiares.

Para las personas y las familias, las viviendas suelen ser su inversión principal. Merecen por ello unas líneas. En España existen unas 2,5 millones de casas en alquiler. Se necesitaría un «parque» de entre 6,5 y 8 millones de viviendas ofertadas disponibles, para que su presencia generara una fuerte tendencia bajista en los precios de las casas. Que buscara el equilibrio de precios del mercado inmobiliario a nivel nacional. Entonces, no bajan lo suficiente porque la mayor actividad de compra se realizó a los más altos precios (en los últimos años) y por la tendencia a «no perder» dinero del público.

Las casas y oficinas de las «ciudades activas» son demandadas en función de su actividad. Ésta la realizan las administraciones públicas, las centrales y delegaciones de las empresas, los comercios y los centros financieros, sociales y culturales. Como su suelo y su expansión están limitados, tendrán una demanda creciente permanente los locales y viviendas de las zonas céntricas. El ruido, la contaminación y la falta de espacios libres suelen desmotivar a una parte de la población, a residir en la «almendra» más central o concentrada. Las zonas periféricas de aquéllas son más abundantes y extensas, con el aumento de la distancia a ellas. Las viviendas en estas zonas tendrán demanda en función de los accesos rápidos (la distancia es factor secundario) a los núcleos de actividad urbana y fabril. Siendo el tiempo empleado y la comodidad los factores condicionantes. Y en función de las facilidades de vida, en forma de urbanización, servicios diversos, red de viales y acceso a bienes de consumo inmediato, que en ellas se tenga. Aquí pueden verse cogidos financieramente, los promotores e inversores particulares que sólo valoren la presencia de los bloques de casas. Sin apreciar los bienes que les dan a aquéllos atractivo, comodidad y distinción. Y que son los que deben aportar la verdadera apetencia por ellos de sus habitantes.

Las casas de los pueblos y ciudades pequeñas, o con áreas de influencia pobres y, sobre todo, con comunicaciones difíciles, tienden a infrautilizarse y a despreciarse. Sus precios, también menores, son estables, con tendencia a la baja.

Las casas en las costas y zonas de descanso tienden a demandarse por los extranjeros y como segundas residencias de los españoles, por encima de las necesidades demográficas. Hay áreas sobre urbanizadas, en cantidad. Los inversores particulares pueden encontrarse con la falta de demanda en las fases de crisis y depresión del ciclo de la construcción (dura unos 14 años). Y con la inmovilización de los recursos invertidos, o con su recuperación con pérdidas a corto medio plazo.

 

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