ESPAÑA Y EL IMPERIO OTOMANO
El Choque militar de los dos Imperios mediterráneos de la Edad Moderna
Las armas de infantería de tiro tenso.
Como armas de tiro, los cristianos usaban arcabuces y los turcos, mayoritariamente, el arco compuesto.
Éste era usado desde muchos siglos atrás por los pueblos asiáticos, chinos, hunos, mongoles, turcomanos. El arco era corto y tenía forma sinuosa. Al tensarlo el arquero, tomaba la forma del arco convexo que nos es familiar. La tensión mayor que se producía al forzar hacia atrás ambos extremos del arco, que antes miraban hacia delante, impulsaba la flecha con precisión, fuerza y mayor alcance, de más de 130 ms.
Los arcabuces y esto fue igual hasta la época posnapoleónica con los mosquetes, tenían un alcance inferior a los 80 o 90 ms.
De manera que en el tiro los turcos tenían una ventaja cualitativa y cuantitativa. Además, por su velocidad de tiro, por la posibilidad de emplear flechas perforantes o envenenadas.
La única razón que justificaba el uso del arcabuz, como arma moderna, era que el entrenamiento del arquero era constante, casi diario e intenso. Los nómadas asiáticos, cuidando sus rebaños, tenían mucho tiempo libre. Y que el aprendizaje de la carga y la puntería del arcabuz era mucho más fácil y permanente.
Los despliegues.
La flota aliada ocupaba un frente lineal de más de 4 millas naúticas. Como era habitual, tenía un cuerpo principal, central, dos alas y una reserva.
En el cuerpo central iba la Real, flanqueada a estribor por la capitana pontificia, al mando de Marco Antonio Colonna, a babor por la capitana veneciana de Sebastián Veniero y a popa por la galera de Luis de Requesens, su lugarteniente.. A sus lados navegaban las otras 60 galeras del cuerpo principal. Esto hacía que no hubiese profundidad en su formación y que no pudiese, por sí mismo, reiterar su esfuerzo contra el enemigo, siendo el principal cuerpo de batalla.
A estribor del centro navegaba Juan Andrea Doria al mando de 54 galeras y a su babor, el ala de Agustín Barbarigo, con 53 galeras.
La reserva, al mando del español Álvaro de Bazán , navegaba a popa del centro y contaba con 30 galeras. Ella tendrá un protagonismo decisivo en las crisis de la batalla. Los cristianos, a diferencia de los turcos, mantenían una fuerte reserva en manos de un jefe capaz y decidido. Lo cual es aconsejable, ya que puede resolver situaciones comprometidas y es uno de los medios del mando para lograr la decisión.
Las 6 galeazas venecianas navegaban delante de la línea de galeras, dos para cada cuerpo.
La Real izaba el estandarte azul de la Santa Liga, decorado con Cristo crucificado, la Virgen de Guadalupe y los escudos de España, Venecia y el Papa.
A efectos de la capacidad de combate desplegada en Lepanto, las dos flotas estaban prácticamente igualadas.
Los turcos contaban con 275 naves, entre galeras y galeotas auxiliares, frente a las 208 galeras cristianas. Esa diferencia quedaba compensada por la mayor artillería de la Alianza, con 1215 cañones frente a las 750 piezas turcas. Y, los efectivos humanos eran casi iguales: 34 mil soldados turcos y 31 mil de la Liga; y 13 mil marineros y 45 mil remeros turcos y 12 mil y 43 mil, respectivamente, de la Alianza.
De los 20 mil soldados de España, sólo algo más de 8 mil eran españoles nativos y los otros eran alemanes e italianos al servicio de España.
La flota turca tenía la misma disposición que la aliada. Al principio, navegaba en formación de media luna, adelantando las alas para un amenazante e improbable desbordamiento de las alas cristianas. Pero, rectificaron y adoptaron el despliegue lineal.
El centro turco lo dirigía la Sultana de Alí Pachá y contaba con otras 87 galeras. Su ala de babor la dirigía Uluch Alí y tenía 61 galeras y 32 galeotas. El ala de estribor, mandada por Mohamed Sirocco, contaba con 55 galeras. Y, la reserva, más débil que la cristiana, dirigida por Amarat Dragut, tenía sólo 8 galeras y 23 galeotas. Su insignificancia la hacía ineficaz para actuar en solitario y, probablemente, sería incorporada al cuerpo principal.
El combate.
Hacia las 11, el viento cambió y empezó a soplar del oeste. Los turcos tuvieron que arriar velas e impulsar a remo sus barcos. Los cristianos izaron velas y dejaron descansar a sus remeros.
Las galeazas fueron adelantadas, ayudadas por algunas galeras, y se desplegaron a media milla naútica por delante de su flota.
Alrededor del mediodía, la flota turca alcanzó la línea de galeazas, que abrieron fuego sobre ella con sus distintos cañones. Los turcos navegaron impávidos hacia la línea de galeras cristianas, sin afectarse por el fuego que les dirigían. Y, acertaron en su táctica.
Pronto quedaron fuera del alcance de las galeazas. Con su fuego éstas consiguieron hundir dos galeras turcas. Y causaron daños a otras más, alteraron el despliegue de la línea turca y se supone que causaron más daño en la moral turca. Unas conjeturas no comprobables.
Pero, más de la quinta parte de la artillería aliada quedaba parada e inútil para el combate, allá en la línea de galeazas.
Ya estaban frente a frente las flotas, navegando ambas rápidamente hacia el encuentro. Los turcos abrieron fuego algo pronto con sus cañones, con los cristianos fuera de alcance. Y éstos esperaron a tener a tiro a los otomanos y les causaron daños no especificados.
Por fin, ambas flotas se embistieron. Los espolones se clavaban en las naves enemigas, la artillería cañoneaba a quemarropa y los tiradores de ambos bandos disparaban sobre sus enemigos embarcados.
El espolón de la Sultana penetró hasta la cuarta fila de remeros de la Real. Quedando enganchadas ambas naves y formando una plataforma flotante de combate de más de 100 ms de largo y unos 10 ms de ancho. Al principio, la Real recibía el apoyo parcial de las dos capitanas aliadas situadas a sus lados y de la galera del lugarteniente de don Juan. Pero, la Sultana lo recibía de 6 galeras de su grupo de combate. En esto, la táctica del turco funcionaba mejor.
Por el resto de la línea de las flotas, el esquema de batalla era el mismo. Los tiradores causaban bajas a sus enemigos y las infanterías intentaban una y otra vez, abordar y conquistar la nave de su rival inmediato.
Una crisis.
Mohamed Sirocco consiguió desbordar el ala de Barbarigo. Gracias a la mayor pericia de sus pilotos, familiarizados con esas costas turcas. A las que se ciñeron al máximo, deslizándose.
Se produjo un combate duro y sangriento. Barbarigo recibió un flechazo en un ojo, del que fallecería poco después. Y, cedió el mando a su sobrino, que también fallecería.
La reserva de Álvaro de Bazán intervino entonces, arrinconó a los turcos y los atacó convergentemente. Así, decidió el combate parcial para los cristianos. Mohamed Sirocco fue encontrado agonizante en un rincón de su galera y, para evitarle sufrimientos, fue rematado.
Segunda crisis.
Álvaro de Bazán, verdadero componedor y conseguidor de la gloriosa jornada, reagrupó su fuerza y acudió a apoyar al cuerpo principal, donde la lucha estaba en su apogeo y el resultado, incierto.
Y, atacó por la banda de estribor a la Sultana y su grupo de combate. Intervinieron también en esos momentos la galera de Partau Pachá y 2 galeras más.
Los soldados de los Tercios embarcados se lanzaron entonces al tercer y definitivo asalto de la Sultana. Y arrebataron el estandarte verde y bordado de Alí Pachá. Éste pereció combatiendo con su arco contra los asaltantes. Se dijo que a resultas de varios disparos de arcabuz.
El grito potente y largo de “Victoriaaa” en la Sultana y la muerte del almirante de la flota, actuaron extendiendo “ondas de conmoción” por todo el cuerpo principal turco. Deshechos la cohesión, la motivación y el mando de la flotilla central, era la hora de los capitanes de sus galeras.
Muchos capitanes procuraron huir a Lepanto, para salvar lo salvable. Algunos fueron atajados por las galeras cristianas. El resto se fue rindiendo poco a poco por todo el cuerpo central.
Era la explotación del éxito.
Tercera crisis.
En el sector derecho cristiano, Uluch Alí había logrado envolver la flotilla de Juan Andrea Doria. Éste había intentado rehusar su flanco a los turcos. Pero, sólo consiguió aislarse de la batalla principal.
Varias galeras turcas le atacaron por retaguardia. Diez galeras venecianas, dos del Papa y dos de adláteres auxiliares fueron asaltadas y tomadas por los turcos. Que pasaron a cuchillo a todos los combatientes y marinos, liberando a los galeotes turcos.
En eso, Álvaro de Bazán apareció en socorro de Doria. Uluch Alí quedaba ahora, a su vez, rodeado por las restantes naves de Doria y por la masa de galeras de la reserva cristiana. Además, en lontananza aparecía un refuerzo del cuerpo central, que ya había vencido a los turcos en su sector y que acudía en ayuda.
Uluch Alí optó por soltar las amarras a las 8 galeras capturadas, que llevaba a remolque y huir hacia Lepanto. Bazán intentó la persecución directa, sin la desbordante, pero desistió. Porque sus remeros, marinos y soldados estaban agotados con las intervenciones hechas ese día.
Hacia las 4 de la tarde todo había acabado.
Resultados.
La victoriosa flota cristiana había capturado a 130 naves enemigas en distinto estado de conservación (117 galeras y 13 galeotas). Otras 94 galeras turcas se habían hundido y 33 naves consiguieron escapar a Lepanto. Aquí, Uluch Alí las incendió, para evitar que las capturaran los cristianos.
De la flota de Juan de Austria se habían hundido 12 o 15 galeras y casi el doble estaba tan dañado (incluyendo a la Real), que fueron desguazadas cuando llegaron a puerto seguro.
Las bajas resultantes fueron muy altas, como era normal en los combates entre galeras. Donde, una vez iniciados, era casi imposible desempeñarse y retirarse. Y, entre cristianos y turcos, la piedad no existía.
Los cristianos tuvieron 10 mil muertos, de los cuales 2500 lo fueron posteriormente a consecuencia de las heridas y muchos por flechas envenenadas y 21 mil heridos.
Los turcos tuvieron 30 mil muertos y 8 mil prisioneros. Se habla de ahogados, sin más. Y fueron liberados 15 mil galeotes cristianos.
De la precisión de los datos da idea que utilicemos la unidad de millar.
Esa noche, con sus presas y los buques propios más dañados a remolque, la flota aliada atracó en Petala.
Trascendencia de la batalla.
Los cristianos obtuvieron una importante victoria táctica y operativa en Lepanto. La disolución de la Santa Liga en 1573 dejó la victoria estratégica en manos turcas. Porque se quedaron sin rivales explícitos y decididos.
El 7 de marzo de 1573, los venecianos hicieron la paz por separado con los turcos, sin considerar a sus aliados. Un mes justo después, el acuerdo se hizo público.
En Nápoles, donde se encontraba entonces, don Juan de Austria arrió el estandarte azul de la Liga e izó la bandera de España.
Chipre no fue recobrada por los venecianos. Un conjunto de mercaderes, cuyo interés era la ganancia material.
Los turcos no tardaron en recuperarse del golpe recibido. Hacia los 2 años de Lepanto, la flota había sido rehecha. Un intento previo, con prisas y poco sentido, empleando maderas verdes, falló estrepitosamente.
A los 4 años, invadieron y ocuparon Túnez, dirigidos por Uluch Alí. Hacia los 10 años, ya guerreaban contra Persia, en el otro extremo del Imperio Otomano. El interés de la Sublime Puerta ya no estaba en el Mediterráneo.
Pero, continuaron su labor insidiosa por tierra, para ocupar territorios del sureste del Imperio Romano Germánico. Parados solamente por sus dos fallidos ataques a Viena.
Merece la pena ahora, valorar el esfuerzo de España en el triunfo de la Santa Liga. Vimos que España aportó el 80% de los hombres. La capacidad y habilidad de Álvaro de Bazán y su flotilla de galeras españolas cambió la suerte de los combates de ambas alas en la batalla.
Y, su intervención en el cuerpo central propició el envite final de los Tercios. Que se vieron apoyados por el ataque de flanco de Bazán al grupo de combate de la Sultana. Y la infantería de los Tercios era la fuerza de élite de la Liga.
Por todo ello, podemos dar al menos, un 90% a la contribución de España en el esfuerzo militar de la Liga.
Como siempre, “nuestros pensamientos fueron al quebranto del orgullo y la soberbia otomanos”, al decir de Cervantes.
FINAL.