Los ejércitos mongoles.
La caballería del Ejército mongol se dividía en ligera y pesada.
Su arma más distintiva, usada en toda la caballería, era el arco compuesto, en forma de S, que, tensado debidamente, podía lanzar una flecha hasta más de 300 ms de distancia. Su longitud le hacía útil para dispararlo desde una montura.
Los mongoles eran pastores y su ocupación les daba mucho tiempo libre. Así, se entretenían en disparar el arco compuesto. Logrando con ello una gran maestría en su disparo y uso y, muy importante, manteniéndola en el tiempo.
La caballería ligera estaba destinada a hostigar al enemigo en formación, a enviar patrullas por delante de su grueso, para adquirir información y a perseguir y rematar al enemigo roto, en su huida.
La caballería pesada golpeaba en el choque al enemigo; se procuraba que éste estuviese cansado o disperso o en minoría.
Los mongoles no llevaban un tren de asedio suficiente. Vencían al enemigo encastillado con cebos y tretas. Y, ofreciéndole una ventaja deseadísima lo atrapaban.
Desarrollo.
En 1241 unos 100 mil mongoles cruzaron la frontera polaco-ucraniana para atacar Hungría.
Un destacamento de 20 mil hombres, dos tumanes o divisiones mongolas, las órdenes de los príncipes Baidar y Kadan, se encargarán de asegurar que los húngaros no recibirán refuerzos de Polonia, Alemania o Bohemia.
Para ello, derrotan a las concentraciones de fuerzas de esos países en Chmielnik, a unos 18 Km de Cracovia. Atrayendo al enemigo en su persecución, sin previa lucha, a una emboscada, apareciendo los mongoles ante aquél como una partida de incursión que se retiraba a su base.
Y, en Liegnitz, a unos 60 km al oeste de Breslau, emplean una mangudai para engañarlos. Consistía en que un “cuerpo” de ejercito mongol, inferior al enemigo, se empeñaba seriamente en la lucha. Su tamaño era lo suficientemente grande para que el esfuerzo mongol se considerase importante. Con ello iba a atraer mentalmente al enemigo y a apartarlo de cualquier otro pensamiento o posibilidad. Tras una dura batalla, el puro peso del enemigo obligaba al cuerpo mongol a retroceder.

Lo que era una retirada táctica y nunca realmente desordenada, se tomaba por sus enemigos por una derrota explotable. Su desconocimiento total y permanente del enemigo mongol no le hacía sospechar nada. Y, su deseo de la victoria, acrecentado por el verdadero esfuerzo realizado en el combate inicial, no le dejaba ver más allá.
La persecución anhelante y a toda leche, terminaba dispersando las formaciones cerradas y sólidas de los nobles europeos. En un momento de la persecución, siempre lejos de las fuerzas enemigas que aguardaban, surgía el grueso de la caballería pesada mongola, escondida, fresca y lanzada al choque. Que terminaba por deshacer a los grupos de caballería inconexos, en los que se habían dispersados los perseguidores europeos.
Tras una auténtica cacería, las fuerzas europeas que quedaban en las posiciones iniciales de la batalla, bien se dispersaban también o eran a su vez atacadas por el conjunto de las fuerzas mongolas.
En esos momentos, en menos de un mes de operaciones, 20 mil mongoles (al inicio) habían recorrido unos 650 Km en territorio enemigo y ganado dos batallas decisivas.
Polonia se encontraba batida y conmocionada y los alemanes al oeste del río Oder retrocedían y se disponían a defender sus reinos. Los bohemios, aún intactos, estaban a unos 400 Km de las primeras posiciones defensivas húngaras en el Danubio; por lo que su ejército era operativamente ineficaz para lograr la decisión en el ataque mongol a Hungría.
Para asegurarse de la “intención” de los alemanes, los mongoles realizaron una demostración hacia el oeste, dentro de Alemania. El rey Wenceslao de Bohemia los persiguió. En unos momentos dados, los dos tumanes (-) se desdoblaron en pequeños y escurridizos destacamentos. Y, formando una nube casi invisible para el enemigo, se deslizaron por ambos lados del ejército bohemio y se alejaron hacia el este.
En su retirada para unirse con el grueso del ejército mongol (80 mil (-) hombres), al mando de Subudai Bahadur, el lugarteniente del Khan, los mongoles cruzaron por Moravia, asolando sus poblados, almacenes y campos. Así, crearon un amplio páramo desierto, que protegería aún más el flanco derecho de Subudai, al dejar esas tierras moravas incapaces de sostener por un tiempo a un ejército de paso.

Los restos de las fuerzas de los príncipes Baidar y Kadan consiguieron reunirse con las fuerzas de Subudai para participar aún en su campaña.
El general Subudai había ideado y presentado el plan de invasión y ataque al Khan y sus generales, y, había sido puesto al mando de las fuerzas para realizarlo.
Subudai concentró su ejército en 3 agrupaciones de marcha. Cada una entraría en Hungría por una ruta diferente, a través de los pasos y valles de los montes Cárpatos. Este despliegue aportaba a los mongoles una protección de las sorpresas enemigas y les daba ya un desdoblamiento inicial, preparatorio para las maniobras de sus 3 cuerpos móviles. Los húngaros, por su parte, no se atrevieron a atacar a ninguno de ellos, por miedo a un avance de los otros cuerpos sobre su retaguardia operativa o para ocupar algunas de sus ciudades.
El 3 de abril, Subudai formó sus tres columnas móviles de ataque frente a Pest, en la ribera este del Danubio. Allí estaba el rey Bela de Hungría, con su ejército de 100 mil hombres. Al otro lado del río, unidas por puentes, estaba Buda.
Habiendo destacado también un tumán en Transilvania, para asegurarse que de Rumanía no recibían refuerzos los cristianos, los mongoles eran ahora unos 70 mil (+) hombres. Y, cuanto más tiempo se tomase Subudai en sus cálculos, decisiones y preparativos, más tiempo tendrían otros gobernantes europeos para decidirse y venir a apoyar al rey Bela.
El general mongol aplicó a escala estratégica una de sus estratagemas de combate: su ejército se retiró al este. Usando el “razonamiento”, los jefes húngaros supusieron que los mongoles no se atrevían a luchar contra su ejército más poderoso. Y, espoleados por su inactividad ante el avance no estorbado de las tres columnas mongolas, pidieron iniciar su persecución. Los húngaros no valoraron que Subudai les estaba atrayendo fuera de la protección del Danubio y del apoyo entre los destacamentos y cuerpos del ejército húngaro.

El rey Bela, al mando de la gran mayoría de su ejército, dirigió la persecución contra los mongoles. La retirada mongola fue calculadamente lenta. Tardaron 6 días en alcanzar el río Sajo, a unos 160 Km al noreste de Buda y Pest.
Al oeste del río y en el llano frente a Mohi, la ciudad principal de la zona, el príncipe Batu y Subudai decidieron enfrentarse ya a sus “perseguidores”. El 9 de abril, los mongoles cruzaron una ancha garganta, avanzaron por un brezal, cruzaron un Puente de Piedra y continuaron unos 16 Km hasta los matorrales situados al oeste de las colinas y viñedos de Tokay. En ellos tenían numerosos lugares donde camuflarse y esconderse.
El ejército húngaro, que realizaba una persecución frontal, acampó en el brezal disponiendo sus carros cerrando un círculo, donde instalaron las tiendas, impedimentas y cabalgaduras. A la derecha del campamento temporal estaban los pantanos de la ribera del Tisza, a su frente se extendía el brezal del Sajo y su izquierda la cubrían bosques y pequeñas alturas.
Al amanecer del miércoles 10 de abril de 1241, Batu y unos 40.000 hombres se abalanzaron sobre el puente de piedra desde su lado oriental. Los húngaros lo defendieron con vigor hasta que se vieron obligados a retirarse debido a las bombas incendiarias lanzadas por las catapultas mongolas, ya que se encontraban en un frente muy estrecho.
Ahora vemos con claridad cómo los rivales van asumiendo los roles de vencedor y vencido. Y que esta situación continúa hasta el final. Éstas son algunas de las señales que anuncian y preceden los resultados finales de la dialéctica bélica.
Los mongoles cruzaron hacia la orilla occidental del Sajo, pero durante más de dos horas se vieron terriblemente presionados por las cargas húngaras, y sólo el fuego de sus arqueros les permitía restablecer brevemente su línea defensiva. Poco a poco, el ejército húngaro se desplegó para eliminar la cabeza de puente mongola sobre el Sajo.
De repente, el general Subodai, que también había cruzado al lado occidental a través de un puente improvisado, construido río abajo del Sajo, mientras los húngaros estaban distraídos por la amenaza de la cabeza de puente mongola, apareció con unos 30.000 mongoles en la retaguardia húngara.

Golpeados y aturdidos, pero, con redaños y experiencia para no caer en el pánico, los húngaros se retiraron en buen orden a su cercano campamento. Pero, los mongoles se lanzaron sobre él, rodeándolo Casi totalmente y cubriéndolo de bombas y flechas incendiarias, que quemaban los vagones de carga, las tiendas y espantaban a las bestias. Sembrando el caos entre sus enemigos y deshaciendo ya la autoconfianza de los húngaros.
Curiosamente (¿o no?), los mongoles seguían sin terminar o cubrir con algún destacamento, el cerco al campamento húngaro de carros por la garganta de acceso de acceso al brezal. Los caballeros húngaros con suficiente coraje moral aún, formaron un cuña para resistir la carga; era la última resistencia firme del ejército húngaro.
Pero, la mayoría de ellos se fueron retirando por la “brecha” existente en el cerco. Huyendo en pequeños grupos, hacia lo que creían que sería su salvación. Y, cayendo realmente en una trampa mortal, que se extendía por todo el recorrido de su huida hacia Pest.
(Continuará)