El Principio del Objetivo, hoy en día.

El principio del objetivo exige que cada operación se dirija hacia un objetivo decisivo, claro y obtenible con los medios a disposición. Este principio es aplicable a los cuatro niveles de la guerra: el táctico, el operativo, el estratégico militar y el estratégico total o de política nacional. En este nivel concurren también a colaborar la diplomacia y la economía nacionales, que le darían su categoría de “total”. En principio, parece que este principio de “dirección de la guerra” es de los más fáciles de concebir y aplicar. Sin embargo, es en el más alto nivel de decisión, el de la gran estrategia o estrategia nacional, donde no se ha aplicado correcta o suficientemente este principio. No hay más que ver, en la actual guerra de Libia, como las potencias de la Coalición anti Gaddafi tenían dificultades para definir los objetivos esenciales de su intervención militar en Libia.

Orígenes y Aparición del Principio del Objetivo en la Guerra.

Este principio está siempre relacionado con el principio general de economía (o la administración) de los medios. Así, racionalizamos nuestros esfuerzos y medios al centrarnos en un objetivo cabal. Y así, las vidas y los otros medios militares disponibles, siempre escasos o, incluso, insuficientes, para una campaña, pueden ser dilapidados, si los mandos nacionales fallan en aplicar el principio del objetivo a su nivel propio. Este principio está relacionado directamente con el de concentración, que busca reunir todos los medios, no necesariamente presentes, bien simultáneos o sucesivos, en un esfuerzo común sobre el objetivo a lograr. Así, por ejemplo, una unidad de armas combinadas que cubra el flanco libre de su grueso o las unidades de exploración táctica desplegadas en avance, están participando también con sus misiones en ese esfuerzo cabal y sinérgico.

En los clásicos militares antiguos (Sun Tzu, Maquiavelo, Federico el Grande o Jomini) el conocimiento de este principio surge más por lo que se deduce de sus trabajos, que por su mención directa. Es decir, hasta hace sólo unas décadas, el principio del objetivo era un principio de segunda clase. ¿Cómo podía darse esta paradoja entre su importancia directiva y su descuido? El principio del objetivo se descuidaba implícitamente, al atender los militares expresamente a los principios de sorpresa, de concentración y de protección. Y era porque era demasiado evidente. Era realmente, derrotar al enemigo en el menor número de batallas posibles. Debemos recordar que los principios de la guerra aparecen originalmente en el campo táctico: como los consejos y las directrices a seguir para ganar las batallas.

Al principio y hasta hace bien poco, los asuntos de estado no eran del interés o de la consideración del pueblo. Los reyes y príncipes absolutos, incluso los ilustrados, eran autónomos y suficientes en la dirección de la guerra y no utilizaban el principio. Esto cambió con los establecimientos de las dietas, los parlamentos y las cámaras, representando más o menos a pueblos cosoberanos con los monarcas. Era ya necesario explicar los motivos y los objetivos de las guerras. Así, el principio del objetivo comenzó a tomar forma y contenido. Y alcanzó su importancia y soberanía cuando la táctica o el arte de plantear y ganar las batallas, ya no puede por sí misma ganar una guerra.

En cualquier operación el objetivo es esencial. Sin él no puede existir un plan definido y claro ni la coordinación de esfuerzos (o “masa”). El objetivo militar último es la destrucción de las fuerzas enemigas en presencia (no necesariamente la aniquilación física, bastaría que se rindieran). Considerando sólo los factores militares, se deben definir los objetivos desde el principio y seleccionarlos de acuerdo con los medios disponibles. Y así, aparece la paradoja que vivimos modernamente en muchos casos. Existen factores políticos, económicos y aún estratégicos, que conspiran para demorar y aún oscurecer la definición de los objetivos en la guerra, como el caso de Libia. Y, por otra parte, con las fuerzas ya desplazadas a Libia, ante la mirada de amigos, neutrales y enemigos, existía la urgente necesidad de definirlos claramente. Con ello se logra un esfuerzo conjunto (hoy bautizado sinergia) para el mejor aprovechamiento de los recursos sobre el enemigo.

Desde mediados del siglo XIX, aparecen y se consolidan la rápida mundialización de los intereses de los estados y los alcances y potencias de sus medios militares, políticos, económicos y diplomáticos. Con ellos, los principios militares de origen táctico alcanzaron plenamente el terreno de la estrategia nacional y militar.

La Intromisión Perniciosa de los Políticos en las Acciones Militares.

También llegaba siempre un momento en el que el político debía callar y no entrometerse intermitentemente en el quehacer militar específico. Sun Tzu es el nombre real o supuesto de un autor chino, que escribió Los Trece Capítulos del Arte de la Guerra. La unidad de estilo de la obra y su originalidad permiten afirmar que no es una obra colectiva, ni una recopilación de obras preexistentes. Su trabajo se fecha entre los años 400 y 320 a. C. En efecto, el uso de la ballesta no se generalizó hasta el 400 y la caballería no fue incorporada al ejército antes del 320. ¿Qué dijo Sun Tzu sobre las misiones militares y las intromisiones espurias, hace más de 2 mil años?

Normalmente, cuando se utilizan las fuerzas armadas, el general recibe, en primer lugar, las órdenes generales del soberano. Después reúne a las tropas, hace del ejército un todo homogéneo y armonioso y lo instala en su campamento” Capítulo 7, versículo 1.

Es necesario saber que para un soberano existen tres formas de llevar a su ejército al desastre. Consisten en proceder como sigue:

Ignorar que el ejército no debe avanzar y ordenar que avance, o bien, ignorar que no debe retroceder y ordenar una retirada. Esto es lo que se llama “poner al ejército en un apuro”. Comentario de Chia Lin: “No hay calamidad mayor que las órdenes del soberano que reside en la corte”.

Ignorar todos los asuntos militares y participar en su administración. Esto desorienta a los oficiales.

Ignorar todos los problemas del mando y tomar parte en el ejercicio de las responsabilidades. Esto destruye el ánimo de los oficiales” Capítulo 3, versículos 19 al 22.

El que tenga generales competentes y los proteja de las injerencias (disolventes) del soberano, será el vencedor”. Ibid, versículo 29. Comentario de Ho Yen Hsi: “En la guerra se producen cientos de cambios en cada etapa. Decir que un general debe esperar todas las órdenes de sus superiores, es como tener que informar a un superior de que queréis apagar un fuego. Antes de que lleguen las órdenes, las cenizas estarán frías. ¡Y se ha dicho que en tales circunstancias se debe consultar al inspector general del ejército! Atar corto a un general competente, mientras se le pide que suprima a un enemigo astuto, es como sujetar al Lebrel Negro de los Han y a continuación darle la orden de que atrape a liebres inalcanzables”.

(continuará)

El Desarrollo de la Guerra de Libia

Es curioso que la guerra de Libia se esté desarrollando como una guerra de movimientos, al borde del océano de arena del Sahara. Hace casi 70 años, la guerra del desierto entre el Eje y los británicos también se desarrolló así. Decían que ésta era igual a la guerra naval. Con maniobras amplias, calculando y buscando el punto débil del enemigo en la inmensidad de la mar. Como a principios de los años 40, en la guerra de Libia se están dando también sucesivos movimientos de avance y de retroceso, del flujo y reflujo de las ganancias y las pérdidas de los contendiente. Otra coincidencia es que la guerra de Libia se produce en un teatro secundario para los estadounidenses (no cederían el mando de operaciones si no lo fuera) y la OTAN. Como lo fue la guerra del desierto para ambos rivales.

Ésta comenzó en junio de 1940, pero porque había soldados allí. Un ejército británico, con indios y australianos, protegía el canal de Suez en Egipto. Un ejército italiano ocupaba sus colonias de Libia, la Cirenaica y Tripolitania. Los italianos penetraron unos 100 Km. en Egipto. Pero se detuvieron y se fortificaron en Sidi Barani. Sus líneas de abastecimiento estaban al límite. En diciembre de 1940, el general O’ Connor contraatacó. En 2 días recuperó Sidi Barani y capturó a 38 mil italianos. Y continuó avanzando hacia el oeste. El 22 de enero ocupó Tobruk. Desde aquí lanzó una audaz ofensiva contra la retaguardia italiana, que también tensaría sus abastecimientos. La 6ª división de infantería australiana realizó la persecución frontal del enemigo a lo largo de la carretera costera a Bengasi. La 7ª división blindada británica lanzó una maniobra desbordante, cruzando el desierto para llegar primero Beda Fomm, a unos 90 Km. al sur de Bengasi,. Aquí su infantería estableció una fuerte posición de cerrojo, protegida en su flanco derecho por sus tanques. Los intentos italianos de ruptura hacia Sirte fueron puntuales y descoordinados. Rodeado, vapuleado y desmoralizado, el 10º ejército italiano se rindió. En apenas 2 meses, el 13º cuerpo de ejército mixto de O’Connor hizo 130 mil prisioneros y capturó cerca de 400 tanques, a cambio de la pérdida de unos 500 hombres.

El camino hasta Trípoli estaba abierto y el montaje italiano en el norte de África, quebrantado. Si los británicos hubiesen seguido atacando en esa primera mitad de 1941, habrían eliminado al Eje de África del Norte. Pero la decisión de enviar ayuda a Grecia, pospuso definitivamente cualquier idea al respecto. Libia era un teatro secundario para los aliados. Como lo fue siempre para el Führer Adolfo. Luego llegó el Afrika Korps, al mando del general Rommel, nombrado mariscal tras su toma temporal de Tobruk. Y casi recuperó, también de golpe, todo lo perdido por sus aliados, excepto el puerto de Tobruk. Porque a los altos mandos británicos del 8º ejercito se los habían llevado a otros destinos más importantes. Y continuaron los avances y retrocesos de ambos ejércitos por la Libia extensa, vacía y desértica.

Los Apoyos y las Fuerzas de Gaddafi.

Los comités de defensa de la Jamahariya, llamados los “Lejan Thorria”, son grupos locales de seguidores cualificados del movimiento musulmán populista de Gaddafi, antes citado. Conforman una especie de brazo semiarmado de su régimen, destinado a vigilar directamente a la población. Y son la base de la débil estructura política de Libia.

Libia no es una nación cohesionada y fraguada. La pueblan tribus del desierto, que, cuando se les mengue el petróleo, volverán a sus caravanas y jaimas. La Jamahariya es un movimiento social, religioso y militante. Las tribus de la zona de Sirte, algunas tribus libias nómadas, los tuaregs de Níger y Mali y las tribus negroides nómadas musulmanas, de la región fronteriza con El Chad, anexionada en 1975 a Libia, constituyen el entramado social de los partidarios de Gaddafi. Que siempre se vieron privilegiados y recompensados por el déspota libio.

El Ejército libio de unos 45 mil hombres estaba formado por una gran masa de tiradores o infantes, poco entrenados y motivados, de los que el tirano no se fiaba. Y hacía bien. Porque el grupo de militares desertores que dirigen a los grupos de milicianos, procede de la infantería. En él destacaban parte de las unidades de élite, incluidas las técnicas, que le daban armazón coherencia y capacidad de lucha.

El conglomerado armado, mimado e incondicional al dictador está centrado en la brigada motorizada 32, cuyo comisario político es Khamis o Jamis, el hijo de 28 años de Gaddafi, que estudiaba un máster en el Instituto de Empresa en Madrid. Un grupo de aquél lo forma la antigua Legión Árabe (años 70 y 80 del pasado siglo), hoy llamada Legión Islámica, que incorpora, en una base de soldados libios de élite, a numerosos “voluntarios” islámicos árabes y negros subsaharianos. Aquí se encuadrarían los llamados “mercenarios” de Gaddafi. De las “compañías” de la Legión forman parte los “francotiradores extranjeros”, que se les aparecen a los rebeldes como setas por su territorio. El otro núcleo del conglomerado militar lo forman las unidades técnicas destacadas del corto ejército libio, singularmente de tanques, de artillería y de aviación.

La policía civil libia forma un cuerpo policial y represor de carácter regional, con armamento personal y ligero, en manos de los gobernadores provinciales.

Las Fuerzas Rebeldes. No hay Cifras, ni vemos Movimientos de tropas. Salvo los Paseos de sus Pick Ups armados, a veces por unas Monedas.

El portavoz militar rebelde, coronel Ahmad Omar Bany, aseguró en una rueda de prensa a fines de marzo, que en Misrata o Misurata (según la fuente o el corresponsal, que a veces pone ambos nombres en la misma crónica, por si acaso) los rebeldes habían destruido 2 compañías de tanques. Lo cual es, al menos, dudoso. Por la protección de infantería con la que cuentan aquéllos y lo improbable de una incursión profunda en la ciudad, de más de un batallón de tanques en solitario. Los rebeldes, sin la algarada bravucona y calenturienta de Gaddafi, también elevan sus resultados parciales y dispersos, de cara a su retaguardia y a sus aliados aéreos. El reconocimiento del Comité Nacional rebelde, con 13 o 14 departamentos, por las potencias de la Coalición, es una condición necesaria y casi suficiente para obtener su ayuda en forma de abastecimientos militares y de préstamos blandos. E, incluso, para facilitar el envío de alguna unidad unidad militar terrestre africana o musulmana en apoyo al nuevo estado; por ejemplo, “voluntarios por la democracia” egipcios.

El sábado 26 de marzo, los rebeldes tomaron Ajdabyah y Brega. Y alcanzaron Raf Lanuf en la madrugada del 27. Su contraataque recorrió 200 Km. desde Bengasi. Si consiguieron avanzar tanto, fue porque no fueron emboscados ni encontraron resistencias enemigas. Según otro portavoz del Consejo Nacional, Shamsiddin Abdulmolah, el enemigo se retiraba a Raf Lanuf. En el último intento de continuar desde aquí hasta Bin Yawad, unos Km. al oeste, la caravana de milicianos fue emboscada y atacada con fuego de cohetes antitanques. Los primeros vehículos fueron volados y el resto retrocedió hasta la base de partida de Raf Lanuf.

Las comunicaciones en ambos sentidos de la línea de mando son precarias o inexistentes. Los grupos rebeldes actúan por intuición y astucia natural, con un mínimo de entrenamiento en las técnicas de armamento y tiro. Su formación es del orden de las 2 semanas, con charlas políticas en los ratos de ocio. Y no la reciben en tácticas o maniobras elaboradas. No existe una línea de mando única y firme, una vez que se desciende desde la autoridad del Consejo Nacional interino y desde los coroneles que dependen de él, al mando de las milicias. Su artillería pesada está compuesta por cañones sin retroceso de 105 mm., lanzadores de cohetes reactivos y el fuego de algunos tanques capturados, destinados a luchar como artillería.

El ex ministro del Interior de Gaddafi, uno de los primeros gobernantes y diplomáticos libios en abandonar su régimen, nombrado ya general, Abdelfatah Yunes, es ahora el jefe del Estado Mayor del nuevo Ejército Nacional libio. Aglutinando e incorporando a parte de los milicianos actuales y a los militares, generalmente infantes, que desertaron en los primeros momentos, tiene una gran tarea por delante. Para conseguir equipar, motivar, enseñar y entrenar al futuro Ejército de la Libertad, partiendo de cero.

La Operatividad del Ejército Libio.

Gaddafi tiene desplegadas sus fuerzas por diversas ciudades o puntos fuertes de su defensa estática sin cesión de terreno, situados en el centro y el oeste del país. Ello le resta numerosas unidades para las maniobras más productivas y arriesgadas: la de atacar las ciudades rebeldes, arrollando sus avanzadas de combate, situadas a decenas de Km. de sus bases, con la amenaza de los aviones de la Coalición de dejarlas aisladas e inermes. Aquéllos no sólo establecen un espacio aéreo sin aviones de la Jamahariya. Sino que, excediendo el mandato de la ONU, atacan sus tanques, sus lanzacohetes reactivos y sus baterías y las pequeñas columnas de camiones de transporte de tropas o de suministro.

Las unidades militares de Gaddafi actúan por compañías (+) a cargo de un “comandante”. Son “grupos de combate” ad hoc, que se forman de acuerdo con las misiones encomendadas, con fuerzas cedidas temporalmente por sus batallones y brigadas. Su técnica principal es el empleo del fuego directo pesado de apoyo de uno o dos carros o de una batería, para asustar y ahuyentar a los milicianos. Los 5 “batallones” o grupos de artillería se dispersan por baterías en las columnas de marcha y en posiciones fortificadas en las ciudades ocupadas. La artillería reactiva, destinada a convertir un blanco de superficie en zona de destrucción, carece de sentido en esta guerra de moscas y moscones. Salvo que se destine a arrasar un barrio “enemigo”.

El campo de batalla libio está especialmente “vacío”. Ambos enemigos pululan en “grupos de combate” por su inmensidad, abrazándose a las llanuras costeras. Aquí están las vías más firmes, que brindan rapidez, seguridad, consistencia y abastecimiento a los movimientos. Esto facilita el ocultamiento de las maniobras de pequeñas unidades y el desempeñarse en el combate a voluntad. Las incursiones más o menos profundas e imprevistas sobre el enemigo son posibles, si se cuenta con una cierta organización y una mínima logística. Tienen objetivos limitados: como son el expolio de un barrio enemigo; su desmoralización y la de su soporte popular; arrasar u hostigar una base o posición o un arsenal; reforzar con hombres y armas una posición propia aislada, etc.

Las unidades de exploración funcionan mejor en el ejército. Son realmente vanguardias con capacidad de combate, para levantar y alejar a los rebeldes de sus controles improvisados y mal guarnecidos, situados en la extensa zona de seguridad que rodea a las ciudades alzadas. Se mueven usando generalmente vehículos ligeros, tipo pickups, y pueden montar algún cañón sin retroceso.

Una táctica usada por los hombres de Gaddafi son las emboscadas. A su empleo se prestan la bisoñez y el entusiasmo de los milicianos y la vaciedad del teatro de operaciones. Así, utilizan mucho para ello grupos de tiradores libres, tipo escuadra o pelotón, provistos también de lanzacohetes portátiles, que se infiltran en los poblados rebeldes. O que se emboscan, dominando un cruce de carreteras o las entradas y salidas de un poblado. Operan a distancias de no más de 200 ms. y tienen una ametralladora ligera como principal apoyo de fuego tenso de sus hombres. Más de una caravana de pick ups con milicianos llenos de fervor patriótico, ha sido emboscada, destruidos varios de sus vehículos y rechazada en su avance carretera adelante.

Antes del ataque de la Coalición, el ejército de la Jamahariya avanzaba sobre los puestos rebeldes, nunca reforzados o desplegados defensivamente. Tras un golpe de fuego, avanzaban en línea laxa sobre los rebeldes. A veces, otra sección realizaba un movimiento de flanqueo del puesto, más o menos visible. Esto era suficiente para hacer retroceder a los milicianos unos Km. hacia su retaguardia. Hasta que encontraban una aldea o unas dunas, que les brindaban un mínimo de descanso y cobijo.

A la vista del esfuerzo aéreo de la Coalición, dando cobertura aérea a los rebeldes e interdicción a los movimientos de la Jamahariya, el ejército de ésta sigue una técnica de siempre, para anular la potencia “adquirida” enemiga de fuego pesado preciso y suficiente. Simplemente, pegarse a las posiciones urbanas de aquéllos. Y utilizar las viviendas, sin desplazar a sus moradores, para protegerse, detenerse, reagruparse, abastecerse y avanzar, cruzando las paredes y los patios interiores. Hasta alcanzar las posiciones rebeldes principales, en edificios singulares (gubernamentales, mezquitas), avenidas, cruces de calles y plazas. En su despliegue y avance van cubiertos en todas direcciones por los tiradores libres. Que, con sus disparos repetidos y más precisos, turban y suelen levantan a los milicianos novatos de sus sucesivas posiciones de defensa en aquéllos puntos fuertes. El avance dentro de una población es lento, espasmódico, con retrocesos y ofreciendo flancos expuestos no aprovechados por el enemigo. El ejército no tiene suficientes hombres para enviar un batallón de infantería reforzado con sus apoyos de fuego directo e indirecto, ingenieros, seguridad y servicios varios, para seguir en fuerza 3 o 4 líneas de avance a lo largo de un sector amplio de calles.

Previsiones del Desenlace.

La base social de Gaddafi es limitada y menguante, salvo que la guerra dé un giro de 180º. La base social de los rebeldes es extensa por todo el país y creciente. Éstos están unidos por razones de política social. Y están separados por diferencias de etnias y tribus y aún regionales, del este y el oeste de Libia. Hace décadas que se habla de las diferencias existentes entre la Cirenaica y la Tripolitania. Por razones de parentescos, intereses y territorios lejanos entre sí. Sin un Estado central fuerte y unificador, que Gaddafi nunca se ocupó de crear, la unidad nacional es difícil. Y más cuando los derechos de todos empiecen a exigirse.

Gaddafi era un Mahdi, un elegido por Allah. Por eso se quejaba, en sus primeras apariciones en las televisiones, que él no podía renunciar a nada, que él no era un presidente o un jefe de gobierno. Su meta vital era llevar a término un movimiento de unidad panárabe. La Jamahariya fue su partida. Su problema, que sólo contó en estos 40 años con 3 o 4 millones de libios. Era una nación muy pequeña entre 340 millones de árabes. La paz ganó mucho con esta deficiencia demográfica suya. Porque los elegidos imponen, exigen y oprimen, en aras de sus ideas fijas, casi siempre en sus apariciones en la Historia.

El compromiso de la Coalición, ya la OTAN, es irreversible y suficiente, si mantienen la interdicción terrestre a los movimientos de las fuerzas de Gaddafi. La toma por los rebeldes de las ciudades refugios de Gaddafi será difícil y costosa. Porque una de las formas de lucha más exigentes con los infantes es la lucha en los poblados, ante un enemigo bien armado, acorralado y mejor entrenado. Las fuerzas milicianas son novatas y sin armamento pesado. Y no se trata de facilitárselo, sino que su manejo exige una especialización profesional que exige un tiempo de formación que no tienen.

Muammar al-Gaddafi

Ayer fue un Mahdí fracasado. Hoy es un Depredador de su Pueblo

Hace 40 años, Libia era un país de beduinos, de tribus sedentarias, de desierto y de petróleo de muy buena calidad. Su población apenas llegaba a los 2 millones de habitantes en un país de 1.748.700 Km2. Era difícil recrear con eso las aventuras imperialistas de los antiguos califas o jefes político religiosos de la Umma o comunidad de universal musulmanes. Así, Gaddafi basó su expansionismo panárabe en la política de alianzas. Donde su figura ejercía una función catalizadora y de importancia muy superior al peso específico del país que regía.

Una política imperialista apresurada, incómoda y fallida.

Desde que en septiembre de 1969 participara en el derrocamiento del rey Idris al-Senussi, el coronel Muammar al-Gaddafi intentó crear y reiteradamente ampliar su Jamahariya o república árabe islámica. Ésta está basada en el Corán, la Sunna del Profeta y la Sharia, según su particular interpretación. Y, sobre todo, en su engrandecimiento a ultranza, empleando un proselitismo agresivo y un expansionismo imperialista. Por cierto, Gaddafi, según expresa su primitivo nombre, procede de la tribu Gaddafa, asentada junto a la ciudad costera de Sirte, en el centro del golfo de su nombre.

Desde su nombramiento el 16 de diciembre de 1969 como jefe del Gobierno libio, manteniendo el cargo de presidente del Consejo Revolucionario Militar, el coronel Gaddafi promovió hasta 4 federaciones con sus vecinos africanos y países árabes más afines y propicios.

El 20 de agosto de 1971 los respectivos presidentes firmaron la federación de Egipto, Libia y Siria. No quedó muy clara esta “unión”, porque el 2 de agosto de 1972 , Egipto y Libia anunciaron su propósito de fusionarse en un solo Estado. Con Túnez, Libia firmó otro acuerdo de fusión el 12 de enero de 1974. Sin embargo, en ninguno de estos tres casos los trámites se llevaron hasta el final. No parece que Gaddafi fuese nunca un aliado cómodo y leal. Y su protagonismo radical e impaciente tuvo que ver mucho en el desvanecimiento de los pactos.

Poco después, a dos sus “socios” los volvió enemigos resentidos. En enero de 1980, comandos tunecinos entrenados en Libia, atacaron desde Argelia, dando un rodeo, el pueblo minero tunecino de Gafsa. Era una incursión de ocupación, que pretendía ser el preludio de un levantamiento general contra el presidente Ahabib Burguiba. La colaboración con los libios de elementos de la Inteligencia argelina, disgustó profundamente al presidente de Argelia, Benjedid Chadli. A su vez, Egipto y Libia sostuvieron en 1977 una brevísima guerra fronteriza, que destruyó los restos de antiguos idilios. Además, Argelia, el otro gran vecino de Libia, sostuvo con ella una sorda competencia por el control sobre la influencia sobre el “Frente Polisario”, protagonizada por las respectivas facciones afines en éste.

Su ejército: Pequeño, no fiable y con enormes arsenales.

Paralelamente, Gaddafi fue acumulando un arsenal del todo desproporcionado a las necesidades del país, al tamaño, calidad y entrenamiento de su ejército y a las posibilidades estratégicas, tácticas y logísticas de Libia. Nunca se fió de su ejército, temiendo que le diera un golpe de estado, como el hizo con el rey Idris. Y lo ha mantenido escuálido y limitado. Si en 1970 tenía unos 30 mil efectivos, actualmente, con una población de 6,5 millones de habitantes, sólo cuenta con 45 mil hombres.

Dos son sus principales armas: los tanques y los cohetes balísticos tácticos. Gaddafi tiene unos 2 mil tanques medios soviéticos, de los modelos T-54, T-55 y T-62. Con ellos es posible equipar a 6 divisiones de tanques. Su artillería coheteril la forman unos 30 cohetes tierra-tierra soviéticos tipo Scud-B. Evidentemente, se hallan lejos de las posibilidades operativas de sus 5 batallones de artillería. El Scud-B entró en servicio en la URSS hace casi 50 años. Montados sobre transportes pesados a ruedas y con un alcance de 250 Km., estos cohetes pueden trasladar una cabeza explosiva atómica táctica para la lucha en el teatro operativo.

Curiosa y significativamente, el coronel Gaddafi siempre concilió muy bien su carácter de devoto musulmán con su amistad con la URSS, que le proveía de asesores y de armas para su ejército. Como complemento necesario del mismo, Gaddafi fue estableciendo unas fuerzas de élite pretorianas, sus milicias populares de la Revolución Verde, y una “Legión Árabe”, que, con una base de elementos libios leales, incorporó elementos yihadistas norteafricanos y del Cercano Oriente, recreando una especie de Legión Extranjera, entrenada, equipada y afín. Va a ser este conglomerado de fuerzas, el que utilice también Gaddafi para dar realidad a su sueño imperial sahariano.

Los libios también aburren a Yamena.

El Chad, país de 1.284.000 Km2. y hoy con 11,2 millones de habitantes de razas négridas, ha padecido continuas luchas intestinas por el control del país desde su independencia en 1960. Éstas se polarizaban entre el sur, con 2/3 de la población, de religión animista o cristiana, que conserva los resortes del Poder, incluyendo Yamena, la capital, antigua Fort Lamy, y el norte, musulmán y despoblado. En 1966 surge el Frente de Liberación Nacional del Chad (Frolinat), que va a operar en el norte del país, apoyándose en su base santuario del oasis de al-Kufrah, al sur de Libia. Coincidiendo con el golpe de Gaddafi las luchas del Frolinat se incrementan, obligando a Yamena a buscar el apoyo militar de Francia. El ejército chadiano contaba con unos 5 mil hombres, integrados en tres batallones de infantería y paracaidistas, cuyo armamento más destacado eran sus morteros de 80 y 120 mms. y los vehículos blindados a ruedas Panhard AML.

En 1973, las tropas libias penetraron temporalmente unos 90 Km. en el desierto de Tibesti, al norte del Chad. Y, en 1975, en una nueva incursión, se apoderaron de una franja fronteriza, habitada por unos pocos nómadas negros, incluyendo los pueblos de Tidemi y Auzu, donde hay importantes yacimientos de mineral de uranio. La base de Shaba, al sur de Libia, desde donde operaban contra El Chad, fue construida y habilitada por sus asesores soviéticos y germano orientales. El Frolinat, apoyado por Gaddafi, fue incluyendo entre sus objetivos estratégicos debilitar la influencia francesa en Yamena e incluir al país en el área geoestratégica de los países árabes norteafricanos. En 1978, ante el avance rebelde, las tropas francesas aerotransportadas tuvieron que intervenir de nuevo. Todo se apaciguó con la creación de un gobierno de concentración nacional, que agrupaba a las 12 facciones cristianas y musulmanas del país, en noviembre de 1979. Pero los recelos entre los “asociados” trasladaron los combates a la propia Yamena. Al final, se impuso la facción pro árabe en el gobierno. Tras la guerra, Gaddafi aseguró que no había enviado tropas al Chad. Y que en la lucha sólo habían participado “voluntarios” de la Legión Árabe. Por cierto, tras la brusca caída de Idi Amin Dada, refugiado en Arabia Saudí hasta su muerte, quedaron atrapados en Uganda varios centenares de estos “legionarios”. Que fueron enviados por Gaddafi para apuntalar el régimen del payasón sanguinario antropófago.

En mayo de 1980 los franceses se retiran del Chad. Y el 15 de junio de ese año se firma entre Libia y el Chad, un Tratado de Alianza y Defensa Mutua. Una brigada de infantería libia, reforzada por un batallón de tanques, penetró en el Chad, se dejó ver en Yamena y, finalmente, se desplazó al norte del país. Como presidente del gobierno chadiano quedó el prolibio Gukuni Ueddei. Y el martes 6 de enero de 1981, se firmó en Trípoli un acuerdo de fusión entre El Chad y Libia. Acuerdo que, como los anteriores citados, acabó pronto.

Gaddafi prueba suerte con el terrorismo internacional.

No consiguiendo novia formal, ni dote provechosa por ningún lado, el feo cara de piedra Gaddafi también probó a usar sus encantos con el terrorismo internacional, casualmente antioccidental. Conocidos, juzgados y sentenciados son sus apoyos, a los terroristas que explotaron una bomba en un avión del vuelo 103 de la Pan Am (Pan American Airlines) sobre la villa de Lockerbie, en Escocia, causando la muerte de 259 personas. Eran todos los pasajeros y tripulantes. También murieron 11 habitantes del pueblo. Tras sus condenas, los dos criminales libios implicados fueron recibidos en triunfo en Trípoli.

El 15 de abril de 1986 se bombardearon las ciudades de Bengasi y Trípoli por orden de Ronald Reagan. El ataque se centró en blancos militares o terroristas y alejados de zonas urbanas, para no dañar a los civiles y minimizar los daños colaterales. Así, fueron blancos prioritarios de los aviones, el campo de entrenamiento de terroristas de al-Jamahiriya, el aeropuerto de Trípoli, los cuarteles de Al’Aziziyah (sede del mando de las Fuerzas aéreas libias y residencia temporal de Gaddafi), el puerto militar de Sidi Balal, y la base aérea de Benina. Este frenazo con marcha atrás imprimió un serio carácter en la psique enturbiada de Gaddafi.

Con el pasar de los años y pese a sus bravuconadas y payasadas, su espíritu expansivo y batallador se fue asentando, sosegando y aplanando. Hacia afuera, mantuvo su política anti israelí, que ha abandonado hace años, y el apoyo nominal a los movimientos revolucionarios de países tercermundistas. Siempre se pueden distraer unos pocos petrodólares para esos chicos antiimperialistas. Últimamente descubrió las delicias del dinero y su utilidad para comprar de todo en el bazar internacional. Y se apoltronó en sus jaimas, protegido por sus amazonas favoritas. Decidido a recuperar el tiempo perdido con las delicias de este mundo. Buscando, sin remedio, que no se le pasase el arroz… Y en estos afanes más vulgares, también le cortó la «meadera», como dicen en Galicia, la revolución social de los países árabes.

Pobre Gaddafi, lo que desea, lo estropea…