EL CORÁN.

UNA GLOSA PARA NO INICIADOS…

Korán es el conocimiento y su lectura, y al-Korán o el Corán es el Libro Noble por antonomasia. Mahoma no pretendió instaurar una religión nueva, diferente, distanciada o enemiga. Sino que recogió y partió de las tradiciones escritas y orales de los judíos (la Torá o nuestro Antiguo Testamento-AT) y cristianos (unos Evangelios paupérrimos) de su época. Porque todos ellos eran adoradores del Dios Único, Eterno y Todopoderoso. Que se acerca Personalmente a los hombres, buenos y malos, para revelarles Su existencia plena, felicísima y autosuficiente. Y para darles un mensaje de salvación eterna, por voluntad libérrima Suya. En el Corán se narran y se repiten por numerosos capítulos las historias de diferentes y numerosos personajes judíos del AT. Incluso, como en el caso de José, el hijo de Jacob, se extiende en detalles que no están en los textos judíos y cristianos.

Aproximación al Corán.

Los asuntos tratados en el Corán se relacionan directamente con las preocupaciones y los desvelos que, a lo largo de su devenir, estaban en el alma de Mahoma. Al inicio de su predicación, durante su primera estancia en la Meca, las suras descendidas son religiosas y luego, tras la Hégira, las medinesas recogen órdenes propias de un estadista, un organizador, un mando conductor. Desde el punto de vista de su estilo, el Corán está redactado en la prosa rítmica (say), que era usada por los sacerdotes y magos de la Arabia idólatra. Pero, a diferencia del lenguaje usado por éstos, no utiliza palabras altisonantes, oscuras o sin significado. Sino que posee una riqueza inusual de ideas nuevas, que lo hacen un modelo de la literatura árabe. El texto del Corán es piedra de escándalo para muchos hombres, porque no todos lo tratan con la perfección que pide y se merece. En efecto, unos lo toman textualmente, interpretándolo al pie de la letra, sin admitir posibilidad alguna de variación ideológica o de adaptación lógica; pero otros, quizás demasiado estudiosos del lenguaje y sus expresiones, lo entienden casi todo alegóricamente, veladamente.

El Corán se desmenuza en 114 capítulos o suras, que contienen unos 6200 versículos o aleyas. Las discrepancias en su número, según las escuelas recopiladoras, llevó al recuento de sus palabras, 77934, y de sus letras, 323631, ya que estos números sí coincidían. El lenguaje coránico es simple y cercano y la metodología de expresión es sencilla y muy reiterativa. El Corán va dirigido a gentes humildes e iletradas. Que tienen que aprender sus mensajes, normas y mandatos a través de fórmulas literarias alegóricas y metafóricas, empleando símiles bucólicos, venatorios y pastoriles, que les resultan próximos a sus modos de vida simples y naturales. Y recordarlos y asimilarlos por su repetición frecuente, primero en grupo vecinal (primeras madrasas o escuelas coránicas) y luego en la soledad con Dios.

Una y otra vez, se insiste en el Corán que las obligaciones de los musulmanes son el establecer la oración diaria (el salat), dar la limosna canónica (el sakat) y hacer el bien en general. Es evidente que, previo a cualquier obligación y su cumplimiento, está el reconocimiento y la sumisión a Allah, concretados en la recitación por el neofito de la fórmula ritual “Sólo Dios (Allah) es Dios y Mahoma es su profeta. Fórmula que tendría un efecto parigual al bautismo cristiano. La peregrinación a la Meca y sus santos lugares está más desdibujada, porque en la etapa del descendimiento de los suras de junto a Allah, los musulmanes eran minoría, no estaban organizados y bien establecidos y estaban amenazados por multitud de enemigos infieles.

En 28, 37 se concreta: “Al igual que Allah hace el Bien, haz tú también el bien y no fomentes el desorden (el Mal) en la tierra”. El Mal comprendería, entre otras cosas, los asesinatos u homicidios de inocentes, las drogas y borracheras, las destrucciones innecesarias de bienes de todas clases o de cosechas y árboles útiles. También previene el Corán a los fieles, contra la actitud errada y suficiente de los malvados, los salvapatrias, los falsos anunciadores y apóstoles en su nombre. Que son, a su vez, desviados por Allah, para que sufran el castigo a sus acciones maliciosas y recalcitrantes. 2, 10 “Cuando se les dice: No cometáis desórdenes (crímenes) en la tierra, ellos responden: Lejos de eso, introducimos en ella el buen orden (el bien)”. 2, 11 “¡Ay!, cometen desórdenes, pero no lo comprenden”. Pero, Allah, el Compasivo y Misericordioso, siempre castigará al malvado y al infiel por debajo de lo merecido por sus pecados, crímenes e ingratitudes.

Origen, necesidad y transmisión de la Tradición islámica.

Las historias transmitidas oralmente de “las costumbres y los dichos” (la Sunna) de Mahoma, se transformaron pronto en escritos, que fueron, a su vez, objetos de grandes recopilaciones. A cada narración o comentario escrito se le llama hadith o hadís. El término también se usa para referirse a la generalidad de ellos. La longitud de los hadises es muy variable, según el tema del escrito. Muy interesante y definitorio es su inteligente estructura interna. Ésta los caracteriza y da fe de su verosimilitud. En cada hadís se suele exponer primero la “cadena de transmisión” hasta su escritura o la comprobación de ella, desde su origen oral, con la figura del “transmisor”. Hoy en día le llamaríamos a esto la trazabilidad histórica. Son de primera importancia como “transmisores” de los hadises, Aixa o A’,isa, la segunda esposa y preferida del Profeta, y Alí, su sobrino. Luego, viene el contenido de la narración o el comentario, llamado el “matn”.

El Corán, en 4, 59 (capítulo 4, versículo 59), garantiza y concede un poder especial de decisión y de explicación al Profeta o Enviado de Dios y a los soberanos, sucesores o califas musulmanes, que son los que detentan la autoridad en la Umma. Esto explicaría y justificaría la necesidad de una interpretación cualificada, prevista por Allah, para la aplicación práctica del Corán a lo largo de la geografía y la historia de los pueblos. Con Mahoma actuando como intérprete, como “intermediario” excepcional y privilegiado de Allah. Existen cientos de miles de hadises que han llegado hasta nosotros. Y entre ellos aparecen numerosas contradicciones. Además, su texto total es excesivo para haberse comentado o dicho y vivido o realizado por Mahoma. incluso empleando para ello toda su vida. Desde casi el principio, los propios exégetas y apologistas del Islam vieron esto. Los hadises corrían el riesgo de convertirse en una cadena de mitos, cuentos tribales embellecidos y realidades más o menos conservadas de una Tradición vaporosa e insegura del Profeta. Y se estableció pronto un sistema de crítica del “isinad” o transmisión, para garantizar la calidad del contenido propiamente dicho o “matn” de los hadises como Tradición escrita.

Dios, su manifestación y sus múltiples expresiones antropológicas.

Los nombres de Dios surgen en la religión judía y en el Islam como la expresión exaltada de las cualidades desbordantes de la divinidad única. No incluyen sólo el nombre con el que Dios quiere ser llamado por los hombres (Yavé, Allah, Dios), sino también la denominación de sus características antropológicas más destacadas y trascendentes o próximas al hombre. Los famosos “99 nombres de Alá” del Islam se basan principalmente en las cualidades que así mismo se atribuye Allah en los versículos de al-Korán y en las deducidas en los qiyas o razonamientos analógicos de los ulemas y muftíes durante los primeros siglos del Islam.

Es interesante el origen y el desarrollo de algunas de estas acepciones. Los judíos de la Kabalah reclaman sus “72 nombres de Dios” del Éxodo 14, 19 al 21. Cada versículo en hebreo tiene 72 letras y tomando una letra de cada uno, se crean las 72 combinaciones únicas de las letras hebreas. La interpretación mística dice que ellas serían como las vibraciones espirituales de un diapasón divino. Esas frecuencias esotéricas protegerían a los hombres de las energías negativas del ego (el yo desviado, engrandecido y excluyente) y les comunicarían, a su nivel inferior y según cada capacidad receptora, las potencias de la divinidad. Hoy en día, se diría que actúan en los ADN, los telómetros, las células madre y las mitocondrias, para alcanzar a toda persona beneficiada.

Estos “sonidos especiales maravillosos”, estos mantras rítmicos, aparecen en otros libros del AT. Ésa fue la técnica decidida por Dios para derribar las murallas de Jericó, ocurrida durante la conquista de los Territorios Prometidos a Israel y que se narra en el libro de Josué, capítulo 6. Durante 6 días, el pueblo circunvaló una vez al día en total silencio el perímetro de la ciudad sitiada. 7 sacerdotes acompañaban su marcha, sonando sus trompetas. Allí iba la “presencia de Dios” y el Arca de su Alianza con el pueblo. Al séptimo día, en un momento dado, Josué ordenó además gritar clamorosamente a los judíos, cada uno en su puesto en la línea de marcha y mirando a la ciudad. La acción potenciada por Dios derribó las murallas de Jericó. Y los milites israelitas, una infantería entre ligera e irregular, ya sin obstáculos defensivos que superar para llegar al combate inmediato, la asaltaron y dieron al filo de la espada a hombres y mujeres, niños y viejos, bueyes, ovejas y asnos de la ciudad.

(CONTINUARÁ)