Las Revueltas Árabes II.

(CONTINUACIÓN)

La Reacción Contrarrevolucionaria.

Tras las revueltas árabes, la aparición en número y fuerza de los partidarios del “rais” no es un acontecimiento insólito e inesperado. Era lógico que toda la estructura político social de su gobierno rechinase y actuase. Éste es un fenómeno natural de la dialéctica entre opuestos antagónicos irreconciliables. Incluso, en la Historia, a veces los rebeldes han provocado una reacción inoportuna o prematura de sus enemigos, para tener una excusa para eliminarlos físicamente.

Veamos la siempre presencia e importancia de la reacción, en el ejemplo de un país cercano. En torno al partido Baaz (su otra rama es la siria) articuló Sadam Husein la estructura política de su régimen. Y durante la guerra Irak-Irán, todo el pueblo permaneció leal al país y nutrió generosamente sus fuerzas armadas. En torno a los clanes sunníes, fraguó el dictador su estructura étnica social. Usando el armazón institucional del ejército y la policía estableció el brazo armado y represor de su régimen. Con ellos volvió a aplastar a los kurdos del norte y a los chiíes del sur, cuando se atrevieron a levantarse en armas cntra él, tras la Operación Tormenta del Desierto. Con los favores, el clientelismo y las extendidas lealtades debidas mantuvo funcionando razonablemente al país. El error de los EEUU, ejemplarizados en el torpe e impresentable Paul Bremer, como administrador de la ocupación yanqui, fue prescindir de golpe de todo el aparato existente del Estado. Pero sin formación de juicio a nadie y sin respeto a la presunción de inocencia de todos. Hasta el año 2009 no pudieron enderezar el país. Para comenzar a pacificarlo y pensar en abandonar el avispero multiétnico creado. Y eso que es un país sin montañas ni bosques protectores, proclives a la rebelión civil. Tuvo que llegar el general David Petraeus para cambiar las reglas estratégicas de enfrentamiento y lucha contrainsurgencia. Dando cancha de nuevo a las tribus sunníes, para que participaran en su futuro social. Y encargándolas de la seguridad local, con sus milicias del “despertrar sunní”. Formadas al margen del ejército irakí y pagadas por los estadounidenses.

Todos los regímenes oligarcas no funcionan solos, o sea, por acciones espontáneas sucesivas. Todos sus beneficiarios activos y pasivos están articulados en redes sociales operativas y suficientemente eficaces. Que se extienden por todos los rincones del país. El partido en el poder está presente en todas las ciudades y sus barrios, mediante delegaciones, oficinas y células. Los funcionarios públicos dependen en parte de los favores del régimen. La colaboración de todas las empresas con el Estado está sujeta en parte al juego de intercambio de favores y obligaciones. En el caso de Egipto, la policía ejercía una función de control despótico y opresión. Que la ha hecho odiada y la ha convertido ahora en blanco de las iras populares. Sin embargo, las fuerzas armadas se han mantenido más dedicadas a la defensa nacional exterior.

El Papel Fundamental de los Ejércitos Nacionales.

En estos momentos, en las naciones musulmanas más afectadas por las revueltas, Túnez y Egipto, solamente sobreviven como organizaciones nacionales, respetadas y probadas, el clero musulmán, centrado en los Consejos de Ulemas y la Universidad de al-Azhar de El Cairo, y los Ejércitos. El clero musulmán suele ser bastante pasivo políticamente. Y no es fácil que tome un protagonismo rector y guía, de algo que puede recordarle a las “turbas” prepolíticas añejas e incontrolables.

Las Fuerzas Armadas egipcias cuentan con unos 450 mil hombres, de los cuales hay 300 mil en el Ejército. Las Policías tienen unos 350 mil efectivos y la Guardia Presidencial, unos 22 mil. Las cifras varían realmente según la fuente fidedigna que las aporta. Es el ejército mayor de África y el más experimentado. Sus Fuerzas Armadas son las segundas del Oriente Próximo y Medio, por detrás de las de Irán. Aunque su “eficacia” frente a Israel haya sido históricamente baja. Medida ésa como “capacidad de combate específica”, las individuales egipcias exigen reunir varias para igualarse a un israelí. En 1956 Egipto fue invadido por una extraña coalición de israelíes, franceses e ingleses, tras la nacionalización del canal de Suez por Nasser. En 1967, los israelíes los echaron de la península del Sinaí en 6 días. En 1973 los egipcios penetraron por sorpresa, tras años de preparativos, la línea de fortines de Bar Lev, que protegía el Sinaí. Pero fueron frenados por el contraataque israelí y pasaron a la defensa rígida. Y Ariel Sharon se las arregló para cruzar el canal con una ugdah combinada a retales, aprovechando dos accesos ocultos al canal. Y sembró el terror, la confusión y la descomposición en la retaguardia operativa egipcia. Llegando a aislar a su Tercer Ejército, al sur del frente.

Las Fuerzas Armadas por ahora se mantienen rigurosamente neutrales. No demuestran afanes golpistas, ni intervencionistas. Han reprimido tímidamente las algaradas de la reacción. Y permiten las exteriorizaciones populares pacíficas, pero no toman partido por este movimiento. Si lo hicieran, se resolvería en primera instancia y en cuestión de horas la situación de impasse actual. Las instituciones militares cuentan con numerosas y rentables empresas en los sectores civiles, desde la construcción de infraestructuras a la producción de electrodomésticos y la comercialización alimentaria, que dependen del favor burocrático. Los militares están convencidos de la necesidad de efectuar cambios políticos. Esto es generalmente cierto entre los jefes de división y los de cuerpo de ejército. Pero, los militares ven también en las formas insólitas con que se desarrollan los hechos, un peligro de salto en el vacío político. Parecido, no igual, a los miedos de las autoridades religiosas.

A fines de 1991, los islamistas del Frente Islámico de Salvación ganaron las elecciones generales en Argelia, consiguiendo 188 escaños (43% del total) de la asamblea. Sólo la intervención inmediata del ejército impidió que el país cayera en manos de los radicales. El Grupo Islámico Armado o brazo militar del FIS y otros grupos afines menores mantuvo durante 6 años una cruel guerra de guerrillas en Argelia, que causó 100 mil muertos. Las derrotas sucesivas sufridas hicieron que algunos miembros se deslizaran hacia el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate. Éste fue la antesala de la actual al-Qaida para el Magreb Islámico. Hamas también ganó las elecciones generales en la franja de Gaza. Y se impuso localmente a las autoridades palestinas de al-Fatah y las fue anulando allí como oposición. Hoy mantiene un contencioso bélico en el bajo vientre de Israel. Hezbollah es otra organización considerada terrorista, que controla los territorios del sur y el este de El Líbano, donde se asientan las minorías chiíes libanesas. Es patrocinada por Irán, a través de su Guardia Revolucionaria, y tolerada/favorecida por Siria, como factor principal de desestabilización de la Galilea israelí. En todos estos casos, los partidos islamistas radicales han sabido ganar unas elecciones democráticas de corte liberal. Pero nunca están dispuestos a abandonar el poder. Habría aquí que considerar si las reglas de la democracia inorgánica no tienen también que modificarse y convalidarse para las situaciones políticas soliviantadas y radicalizadas.

La instauración de un régimen islamista en Egipto es uno de los demonios más temidos de su clase militar. Y no es por sus características dictatoriales o religiosas radicales. Egipto ha sido el puntal principal de la paz global en Oriente Próximo en los últimos 40 años. Y los militares son los que más disfrutan de la paz. Porque ellos van por delante de todos, poniendo sus muertos por el camino bélico decidido por los políticos, refugiados en la retaguardia profunda. Pero un gobierno musulmán radical podría abocarse a una guerra con Israel. Y por eso nos hemos extendido algo antes en la historia de sus desencuentros militares con Egipto.

Camino de las Difíciles Soluciones.

La salida nacional a la crisis socio política pasa en todos estos países musulmanes por un gobierno de concentración o de unidad nacional. Tutelado por los militares, como la institución nacional más válida para garantizar el proceso y su desarrollo. Que en un tiempo prudencial organice unas elecciones libres, de las que saldría un gobierno respaldado por el pueblo.

Los Hermanos Musulmanes, un “partido” islamista ilegal, pero tolerado por el gobierno, dice tener unos 5 millones de simpatizantes y afiliados. Aparte de la realidad de los números, ya tienen una organización militante y extensa funcionando. Además, las organizaciones islámicas son profundamente sociales. Se articulan verticalmente en la población, abarcando todos sus ámbitos de vida. Conforman siempre una comunidad, una Umma en pequeño. Disciplinados, también son ajenos a los movimientos populares espontáneos. Existen otras organizaciones opositoras al gobierno de Mubarak, pero son escuálidas, poco arraigadas en muchas áreas y, sobre todo, sin experiencia de gobierno.

Esperemos que el gobierno interino sea lúcido y que los Ejércitos egipcios sean firmes, flxibles y pacientes.

Muammar al-Gaddafi

Ayer fue un Mahdí fracasado. Hoy es un Depredador de su Pueblo

Hace 40 años, Libia era un país de beduinos, de tribus sedentarias, de desierto y de petróleo de muy buena calidad. Su población apenas llegaba a los 2 millones de habitantes en un país de 1.748.700 Km2. Era difícil recrear con eso las aventuras imperialistas de los antiguos califas o jefes político religiosos de la Umma o comunidad de universal musulmanes. Así, Gaddafi basó su expansionismo panárabe en la política de alianzas. Donde su figura ejercía una función catalizadora y de importancia muy superior al peso específico del país que regía.

Una política imperialista apresurada, incómoda y fallida.

Desde que en septiembre de 1969 participara en el derrocamiento del rey Idris al-Senussi, el coronel Muammar al-Gaddafi intentó crear y reiteradamente ampliar su Jamahariya o república árabe islámica. Ésta está basada en el Corán, la Sunna del Profeta y la Sharia, según su particular interpretación. Y, sobre todo, en su engrandecimiento a ultranza, empleando un proselitismo agresivo y un expansionismo imperialista. Por cierto, Gaddafi, según expresa su primitivo nombre, procede de la tribu Gaddafa, asentada junto a la ciudad costera de Sirte, en el centro del golfo de su nombre.

Desde su nombramiento el 16 de diciembre de 1969 como jefe del Gobierno libio, manteniendo el cargo de presidente del Consejo Revolucionario Militar, el coronel Gaddafi promovió hasta 4 federaciones con sus vecinos africanos y países árabes más afines y propicios.

El 20 de agosto de 1971 los respectivos presidentes firmaron la federación de Egipto, Libia y Siria. No quedó muy clara esta “unión”, porque el 2 de agosto de 1972 , Egipto y Libia anunciaron su propósito de fusionarse en un solo Estado. Con Túnez, Libia firmó otro acuerdo de fusión el 12 de enero de 1974. Sin embargo, en ninguno de estos tres casos los trámites se llevaron hasta el final. No parece que Gaddafi fuese nunca un aliado cómodo y leal. Y su protagonismo radical e impaciente tuvo que ver mucho en el desvanecimiento de los pactos.

Poco después, a dos sus “socios” los volvió enemigos resentidos. En enero de 1980, comandos tunecinos entrenados en Libia, atacaron desde Argelia, dando un rodeo, el pueblo minero tunecino de Gafsa. Era una incursión de ocupación, que pretendía ser el preludio de un levantamiento general contra el presidente Ahabib Burguiba. La colaboración con los libios de elementos de la Inteligencia argelina, disgustó profundamente al presidente de Argelia, Benjedid Chadli. A su vez, Egipto y Libia sostuvieron en 1977 una brevísima guerra fronteriza, que destruyó los restos de antiguos idilios. Además, Argelia, el otro gran vecino de Libia, sostuvo con ella una sorda competencia por el control sobre la influencia sobre el “Frente Polisario”, protagonizada por las respectivas facciones afines en éste.

Su ejército: Pequeño, no fiable y con enormes arsenales.

Paralelamente, Gaddafi fue acumulando un arsenal del todo desproporcionado a las necesidades del país, al tamaño, calidad y entrenamiento de su ejército y a las posibilidades estratégicas, tácticas y logísticas de Libia. Nunca se fió de su ejército, temiendo que le diera un golpe de estado, como el hizo con el rey Idris. Y lo ha mantenido escuálido y limitado. Si en 1970 tenía unos 30 mil efectivos, actualmente, con una población de 6,5 millones de habitantes, sólo cuenta con 45 mil hombres.

Dos son sus principales armas: los tanques y los cohetes balísticos tácticos. Gaddafi tiene unos 2 mil tanques medios soviéticos, de los modelos T-54, T-55 y T-62. Con ellos es posible equipar a 6 divisiones de tanques. Su artillería coheteril la forman unos 30 cohetes tierra-tierra soviéticos tipo Scud-B. Evidentemente, se hallan lejos de las posibilidades operativas de sus 5 batallones de artillería. El Scud-B entró en servicio en la URSS hace casi 50 años. Montados sobre transportes pesados a ruedas y con un alcance de 250 Km., estos cohetes pueden trasladar una cabeza explosiva atómica táctica para la lucha en el teatro operativo.

Curiosa y significativamente, el coronel Gaddafi siempre concilió muy bien su carácter de devoto musulmán con su amistad con la URSS, que le proveía de asesores y de armas para su ejército. Como complemento necesario del mismo, Gaddafi fue estableciendo unas fuerzas de élite pretorianas, sus milicias populares de la Revolución Verde, y una “Legión Árabe”, que, con una base de elementos libios leales, incorporó elementos yihadistas norteafricanos y del Cercano Oriente, recreando una especie de Legión Extranjera, entrenada, equipada y afín. Va a ser este conglomerado de fuerzas, el que utilice también Gaddafi para dar realidad a su sueño imperial sahariano.

Los libios también aburren a Yamena.

El Chad, país de 1.284.000 Km2. y hoy con 11,2 millones de habitantes de razas négridas, ha padecido continuas luchas intestinas por el control del país desde su independencia en 1960. Éstas se polarizaban entre el sur, con 2/3 de la población, de religión animista o cristiana, que conserva los resortes del Poder, incluyendo Yamena, la capital, antigua Fort Lamy, y el norte, musulmán y despoblado. En 1966 surge el Frente de Liberación Nacional del Chad (Frolinat), que va a operar en el norte del país, apoyándose en su base santuario del oasis de al-Kufrah, al sur de Libia. Coincidiendo con el golpe de Gaddafi las luchas del Frolinat se incrementan, obligando a Yamena a buscar el apoyo militar de Francia. El ejército chadiano contaba con unos 5 mil hombres, integrados en tres batallones de infantería y paracaidistas, cuyo armamento más destacado eran sus morteros de 80 y 120 mms. y los vehículos blindados a ruedas Panhard AML.

En 1973, las tropas libias penetraron temporalmente unos 90 Km. en el desierto de Tibesti, al norte del Chad. Y, en 1975, en una nueva incursión, se apoderaron de una franja fronteriza, habitada por unos pocos nómadas negros, incluyendo los pueblos de Tidemi y Auzu, donde hay importantes yacimientos de mineral de uranio. La base de Shaba, al sur de Libia, desde donde operaban contra El Chad, fue construida y habilitada por sus asesores soviéticos y germano orientales. El Frolinat, apoyado por Gaddafi, fue incluyendo entre sus objetivos estratégicos debilitar la influencia francesa en Yamena e incluir al país en el área geoestratégica de los países árabes norteafricanos. En 1978, ante el avance rebelde, las tropas francesas aerotransportadas tuvieron que intervenir de nuevo. Todo se apaciguó con la creación de un gobierno de concentración nacional, que agrupaba a las 12 facciones cristianas y musulmanas del país, en noviembre de 1979. Pero los recelos entre los “asociados” trasladaron los combates a la propia Yamena. Al final, se impuso la facción pro árabe en el gobierno. Tras la guerra, Gaddafi aseguró que no había enviado tropas al Chad. Y que en la lucha sólo habían participado “voluntarios” de la Legión Árabe. Por cierto, tras la brusca caída de Idi Amin Dada, refugiado en Arabia Saudí hasta su muerte, quedaron atrapados en Uganda varios centenares de estos “legionarios”. Que fueron enviados por Gaddafi para apuntalar el régimen del payasón sanguinario antropófago.

En mayo de 1980 los franceses se retiran del Chad. Y el 15 de junio de ese año se firma entre Libia y el Chad, un Tratado de Alianza y Defensa Mutua. Una brigada de infantería libia, reforzada por un batallón de tanques, penetró en el Chad, se dejó ver en Yamena y, finalmente, se desplazó al norte del país. Como presidente del gobierno chadiano quedó el prolibio Gukuni Ueddei. Y el martes 6 de enero de 1981, se firmó en Trípoli un acuerdo de fusión entre El Chad y Libia. Acuerdo que, como los anteriores citados, acabó pronto.

Gaddafi prueba suerte con el terrorismo internacional.

No consiguiendo novia formal, ni dote provechosa por ningún lado, el feo cara de piedra Gaddafi también probó a usar sus encantos con el terrorismo internacional, casualmente antioccidental. Conocidos, juzgados y sentenciados son sus apoyos, a los terroristas que explotaron una bomba en un avión del vuelo 103 de la Pan Am (Pan American Airlines) sobre la villa de Lockerbie, en Escocia, causando la muerte de 259 personas. Eran todos los pasajeros y tripulantes. También murieron 11 habitantes del pueblo. Tras sus condenas, los dos criminales libios implicados fueron recibidos en triunfo en Trípoli.

El 15 de abril de 1986 se bombardearon las ciudades de Bengasi y Trípoli por orden de Ronald Reagan. El ataque se centró en blancos militares o terroristas y alejados de zonas urbanas, para no dañar a los civiles y minimizar los daños colaterales. Así, fueron blancos prioritarios de los aviones, el campo de entrenamiento de terroristas de al-Jamahiriya, el aeropuerto de Trípoli, los cuarteles de Al’Aziziyah (sede del mando de las Fuerzas aéreas libias y residencia temporal de Gaddafi), el puerto militar de Sidi Balal, y la base aérea de Benina. Este frenazo con marcha atrás imprimió un serio carácter en la psique enturbiada de Gaddafi.

Con el pasar de los años y pese a sus bravuconadas y payasadas, su espíritu expansivo y batallador se fue asentando, sosegando y aplanando. Hacia afuera, mantuvo su política anti israelí, que ha abandonado hace años, y el apoyo nominal a los movimientos revolucionarios de países tercermundistas. Siempre se pueden distraer unos pocos petrodólares para esos chicos antiimperialistas. Últimamente descubrió las delicias del dinero y su utilidad para comprar de todo en el bazar internacional. Y se apoltronó en sus jaimas, protegido por sus amazonas favoritas. Decidido a recuperar el tiempo perdido con las delicias de este mundo. Buscando, sin remedio, que no se le pasase el arroz… Y en estos afanes más vulgares, también le cortó la «meadera», como dicen en Galicia, la revolución social de los países árabes.

Pobre Gaddafi, lo que desea, lo estropea…

Las Revueltas Árabes

Una revolución social para el progreso

No es nuestra función cansar al lector con la narración de los hechos iniciados en enero. Todos los medios de comunicación los han transmitido y transmiten minuciosamente. Los inalámbricos, de pago y populares, describiéndolos en directo a todas horas. Si bien, los observadores sólo pueden comunicar como testigos de lo que ven en su entorno inmediato. Que está comprendido por apenas unas decenas de metros alrededor. Y El Cairo, por ejemplo, tiene una población de 16 millones de habitantes. Y se extiende por unos 38 Km. a lo largo del Nilo, ocupando unos 510 Km2. Los medios escritos, acompañándolos de análisis y comentarios. Que nos permiten reflexionar sobre su importancia. Y sobre su carácter imprevisto, insólito y rápido, en su desarrollo y en su contagio desde mucha distancia física y política. Intentaremos aquí describir los entresijos sociales, políticos y anímicos de todo lo acontecido. Y ponerlos para el lector en su perspectiva evolutiva.

El Origen Político Social de las Revueltas Árabes.

Los países musulmanes no son proclives a la rebelión contra sus autoridades. La obediencia es una cualidad personal y social muy arraigada en las sociedades islámicas. Se obedece al jeque o jefe de las familias del clan en las cosas referidas al orden social, se obedece al jefe familiar o padre en la familia. Y se obedece y acata la voluntad de Dios, como gesto y rito vital del Islam. Esta obediencia social es enriquecedora y protectora; no es disolvente ni enfermiza por sí misma. En las madrasas, el Corán se aprende de memoria, por recitación continua a lo largo de los años de escolaridad. Y puesto que es la Palabra de Dios descendida de junto a Allah, no hay interpretación ni crítica directa.

Desde el inicio del Islam, los califas, una combinación íntima de las autoridades civil y religiosa, dirigían a la comunidad de creyentes. Y no existía un contrapeso legal a su soberanía. Sólo las autoridades religiosas, singularmente los ulemas y muftíes, podían llamarles la atención en las cosas tocantes a la Fe y las costumbres. El entramado social de los musulmanes está enraizado en las estructuras de las viejas comunidades. Las jerarquías sucesivas de la familia, el clan o vecindario, como conjunto emparentado de familias, y la tribu, como conjunto de clanes afines y asentados en varias regiones, conforman su estructura social. Estructura que define, articula y sostiene los derechos y deberes recíprocos del individuo y de su sociedad.

Corresponde al dirigente y a su oligarquía, dar medios de vida a su pueblo. Bien, proporcionando ellos mismos empleo (administraciones, trabajos públicos y fuerzas de seguridad). Bien, protegiendo a los pequeños y medianos comerciantes, la casta del bazar, que forman el núcleo urbano de las clases “medias” del Islam. Bien, fomentando otros empleos, como los relacionados con el turismo y las peregrinaciones. Esto es más necesario cuanto menor sea el tejido industrial y financiero moderno de esa sociedad. Concretando, las autoridades deben así brindar sosiego a la sociedad y controlar su coste de la vida.

Mientras esto se cumpliese razonablemente, existía un flujo de lealtades y sincero entusiasmo de las clases populares hacia sus gobernantes naturales. Que se conseguía con la identificación anímica por apropiación del pueblo llano con el esplendor y la grandeza de sus jefes. Éstos encarnaban, de modo ideal y simbólico, el “nosotros”. Mientras esta simbiosis de dirigentes y pueblo se mantuviese, éste estaba dispuesto a defenderlos y a nutrir las fuerzas armadas. Pero nadie daría un paso por un gobernante injusto, porque es la negación y la corrupción de su esencia vital.

El Mecanismo Social de las Revueltas Árabes.

El tsunami popular que presenciamos, se extiende por todas las manifestaciones de la vida social, centros de trabajo y de enseñanza e instituciones públicas. Donde se recoge, actúa y vuelve a desbordarse por todas las ciudades. Fluyendo por las calles y represándose y manifestándose en las plazas y junto a los odiados centros de poder de la asustada oligarquía dirigente. Hay una violencia a borbotones y generalizada, no necesariamente cruenta, como reacción pendular contra la pasividad social propia y la explotación tradicional. Es un desquite contra la rapacidad insaciable de los hombres dominadores y extraños a su grupo social. La energía social expresada se sale de madre y los hombres se encuentran haciendo cosas que no siempre estaban bien antes. Pero que ya no pueden dejar de hacer. No hay mucho nuevo bajo el sol. Desde siempre, los jefes de los pueblos los han tiranizado y sus grandes los oprimen.

Los medios de comunicación, singularmente Internet y las redes sociales alojadas en ella, por su flexibilidad y libertad de uso, contribuyen a difundir los hechos. Este fenómeno social se propaga por “simpatía”, como conoce un barrenero. Que es la transmisión y la percepción de los hechos por otras sociedades nacionales. Cuando éstas se encuentran cercanas en la opresión y en sus condiciones de vida y sufren el ninguneo de sus élites rectoras.

Y es necesario un “iniciador”, un fulminante, que arranque el proceso social que se fermenta callado y tranquilo. Para que propague la inquietud, la rabia y la rebeldía, formando “ondas de conmoción” por todo el tejido social. Y sucedió que, a través de las “imágenes inalámbricas”, la fuerza corrosiva de la información directa y continua de hechos dolorosos, hizo mella y demolió ese equilibrio popular con sus gobernantes. Algunos pueblos dejaron de considerar a sus oligarcas como simplemente parásitos o chupones necesarios. Y comprendieron que las causas de su pobreza, de su retraso social, de su subdesarrollo económico, residían en toda la casta gobernante. Que era dirigida, según los países, por el rey o reyezuelo, por el “rais”, por la dinastía al-Assad, papá Hafez e hijo Bashar (desde hace 41 años), por el Mando de la Revolución del “Estado de las Masas” (la Yamahiriyya), etc. Parafraseando a un chino mandarín, diremos que “ha caducado para ellos el mandato del Cielo”.

La causa primaria fue ésa y no otra. En Túnez se revolvió una población mucho más culta y laica, clamando contra la pobreza. En Egipto, donde un tercio de la población es pobre, las aspiraciones se centraban en la libertad política.

Es de destacar que los desórdenes que estamos presenciando no van dirigidos contra el sistema social propio de cada nación. Los 5 rezos diarios que prescribe el Islam fueron cumplimentados con admirable orden por los cientos de miles de hombres y mujeres, que se congregaron el 1 y el 4 de febrero en la plaza de Tahrir de El Cairo. Tampoco los revoltosos dan señales de nuevos apegos políticos radicales. Éstos servirían para canalizar su fuerza social inicial, exuberante y amorfa hacia experimentos más o menos extremistas. Que estarían dirigidos por los radicales religiosos o políticos que existen en todos los países afectados. Sin embargo, las características revolucionarias de la clase obrera industrial se basan en su organización social y solidaridad firme. Que les permite una agitación social consistente y carente de estos picos de “arrebato manifiesto”. Tampoco aparecen en estos acontecimientos musulmanes, esas figuras individuales, con suficiente fama, arraigo nacional o carisma, que puedan aglutinar en torno a ellas a una parte de los ciudadanos, ahora inquietos y desencantados. Mohamed ElBaradei en los momentos actuales puede presentar, como mucho, un programa político sin fuerza social. Y su papel intrínseco puede ser más el de un Kerenski, que el de Garibaldi.

Las Interpretaciones de las Revueltas Árabes.

La fama de volubles que tienen todas las masas, especialmente las acéfalas, se debe al empirismo que preside sus actos de protesta y repulsa. Buscan a un gobernante cabal, que cumpla con sus deberes hacia el pueblo. Y esto no es una forma de anarquismo. Porque la única solución que puede aportar éste es la destrucción de los órganos administrativos y de poder, situados en las ciudades en revuelta. Y que sumiría a sus naciones en el caos, el saqueo, el desabastecimiento, la incertidumbre, la pobreza y la debilidad internacional. Siempre alguien tiene que organizar la sociedad y hacer posible la vida ciudadana. Y así, los objetivos de estas asonadas, por más que sean trascendentes e importantes, sólo pueden ser de cortos plazos. Ya que es necesario volver a los cauces de paz y a las actividades cotidianas. Un 30% de los egipcios está en o ronda la pobreza. Esto quiere decir que malviven al día. Y esto quiere decir que necesitan un suministro continuo, aunque sea exiguo, para su pervivencia. La paralización logística y las alteraciones de vida indefinidas que presenciamos, tienen vitalmente que acabar pronto.

Pero el objetivo esencial de estas revueltas árabes, sí es revolucionario. Porque buscan sustituir un gobierno despótico y lejano, por un gobierno más participativo y democrático. Incluso, para Egipto, Argelia o Túnez, del tipo de la república liberal laica. Que no esté regulada y tutelada por el “rais” o “padre de la Patria” de turno. Pero laica no quiere decir aquí “anti Islam”. Como podríamos pensar, si miramos el laicismo militante y excluyente de la religión, que nos afecta en Europa. Sino, que estaría basada en la separación operativa de la religión y la política, que se circunscribirían a ámbitos más estrictos.

Las actitudes de los gobernantes afectados están siendo dubitativas y desorientadas. Porque están a la defensiva y temerosos, y no tienen experiencia de este problema social, ni de cómo conducirlo a un remanso de actitudes acordadas. Por otro lado, los grupos de revoltosos en los que se articula el movimiento de protesta poseen instintivamente una gran sensibilidad y sintonía con la dialéctica del enfrentamiento antagónico. Y esas actitudes cortas, sin continuidad y contradictorias les dan nuevos impulsos anímicos y mayor osadía de acción a los grupos revoltosos, ostentosos y bullangueros. No existe en éstos ni organización ni disciplina interna o adquirida. Así, el límite de un grupo actual que puede dominar un jefe normal está alrededor de la treintena personas. Reuniones o agrupaciones puntuales mayores les conduce en poco tiempo a escisiones dentro de esos grupos hipertrofiados.

(CONTINUARÁ)