El Principio del Objetivo, hoy en día II.

(continuación)

Una Aplicación Histórica del Principio del Objetivo en la Guerra.

Un ejemplo claro y sencillo de la aplicación de este principio en la estrategia operativa lo tenemos en la campaña de Ulm. En mayo de 1805 estalló la guerra entre Francia y la Tercera Coalición, formada por Rusia, Austria e Inglaterra, su promotora. El grueso del ejército francés se encontraba estacionado a lo largo de la costa del Canal de la Mancha, preparándose para invadir Inglaterra. Pero la amenaza para el ejército en campaña, que era el verdadero objetivo estratégico de las guerras napoleónicas (recordemos que las ocupaciones de Madrid, Viena, Moscú, no fueron decisivas), surgía al este, de los ejércitos de los imperios ruso y austríaco. En septiembre de 1805 Napoleón trasladó su “Ejército de Inglaterra” al Rin, desplegándolo entre Maguncia y Estrasburgo y rebautizándolo el “Gran Ejército”. El Grande Armée estaba formado por 145000 infantes y 38000 jinetes, integrados en 7 cuerpos de ejército, cada uno a las órdenes de un mariscal francés, una gran reserva de caballería, a las órdenes del mariscal Príncipe Murat, y la Guardia Imperial, directamente bajo Napoleón. A ellos se les añadían 25000 aliados bávaros.

Tomando la iniciativa, como era habitual en él, Napoleón decide dar un primer golpe estratégico contra el ejército de 72000 austríacos que, a las órdenes del general Mack y el archiduque Fernando, hijo del emperador Francisco II, avanzaba hacia Ulm, sin esperar la llegada de la ayuda rusa. Napoleón maniobró en una espiral centrípeta a sus cuerpos de ejército sobre Ulm. Ello supone la acción conjunta de todos los medios en sus líneas de actuación, de la actividad “ramificada” de todas las unidades y los servicios, no necesariamente coincidentes en el tiempo, pero sí convergentes y resultantes en su eficacia y en el resultado. Mediante las líneas de avance o de acción diferentes y coordinadas, se induce incertidumbre e inseguridad en un enemigo preparado. Y siempre se dispersa su capacidad de rechazo y se perturba su plan de defensa y su conducción sistemática.

En un amplio avance de sus cuerpos de ejército independientes, el Grande Armée cruzó rapidísimamente el centro de Alemania, desde el Rin al Danubio, entre los días 25 de septiembre y 6 de octubre. Con esto se interpuso operativamente entre los austríacos y las fuerzas rusas aliadas, aún lejanas. Los austríacos no entendieron la necesidad de la rapidez de esos movimientos. Pensaban sólo en la batalla, como único instrumento de la decisión. Su estrategia operativa no existía. Y esperaron centrados en Ulm y expectantes, a sus enemigos. Los franceses iniciaron el cruce del Danubio el día 7. Y, durante toda la semana siguiente, Napoleón hizo converger en una enorme maniobra constrictora a la mayoría de sus fuerzas sobre Ulm. Mientras, un cuerpo de ejército vigilaba la posible llegada del general Kutuzov por el este. La trampa quedaba cerrada en fuerza irresistible.

El general Mack realizó en vano varios intentos de ruptura, con los mayores esfuerzos en Haslach y Elchingen. Los dos comandantes austríacos se pelearon entre sí. Y el archiduque Fernando se separó del grueso con sus 6000 jinetes e intentó escapar en dirección noreste. Pero, ya cerca de Trochtelfingen, sus fuerzas fueron rodeadas y vencidas por el cuerpo de caballería de Murat. Otros 12000 austríacos se rindieron en Neustadt. El general Mack y el resto de sus hombres (unos 27000, tras los combates e incidentes citados), con Napoleón en escandalosa mayoría a las puertas de la ciudad de Ulm desde el 14 de octubre, salieron afuera para rendir sus armas a los pies de los montes Michelsberg. El general Mack firmó la capitulación del ejército el día 20. La campaña, sin batallas propiamente dichas, le costó a Austria más de 50000 hombres, casi el 70% de sus tropas iniciales.

El Proceso Actual de Definición y Seguimiento del Objetivo.

La retirada de los USA de Vietnam produjo un reajuste y otra apreciación del principio del objetivo. Las evaluaciones posteriores de los políticos y militares llevaron a proclamar la imperiosa necesidad de darle siempre a sus fuerzas armadas en cualquier conflicto futuro: el apoyo sin fisuras de su pueblo, unos objetivos operativos y estratégicos claros y definidos expresamente y los medios necesarios para su logro. Esta “check list” de apoyos de la estrategia nacional a la estrategia militar, aparece hoy como un buen resumen del compromiso moral y material que los pueblos y los mandos tienen con sus militares, cuando los envían a la guerra por razones de “interés nacional”.

En la práctica, el desarrollo de la estrategia operativa irá definiendo nuevos objetivos operativos y tácticos. Que son los jalones del camino sinuoso que lleva a obtener los objetivos estratégicos planteados a los militares. Que pueden ser tan precisos y tan generales como: la ocupación de un territorio enemigo, la recuperación de unas provincias expoliadas por aquél, su derrota militar efectiva o su rendición con o sin condiciones. Recordemos que Moltke el Viejo decía que los planes iniciales propios sólo resistían o eran viables hasta el primer contacto en fuerza con el enemigo.

Las democracias occidentales están dotadas de comunicaciones extensas, directas y profundas por todo su tejido social. Todo aparece fácilmente a la vista y todos se toman el derecho o la obligación de debatir sobre todo. En aquéllas su “ámbito político militar” es mucho más lábil, inseguro y opaco. Pero esto no quiere decir que las exigencias operativas no existan. Y que la necesidad de prescribir y mantener la discreción y la seguridad limiten necesariamente la “exposición universal” a los medios en el terreno de la seguridad nacional.

Es necesario definir y dar unos objetivos claros a los militares. Ello implica la necesidad de que los políticos estudien y se comprometan con la alta estrategia o estrategia nacional. Y, como corolario necesario e inevitable, que den la suficiente autonomía operativa a sus militares. Para que no malgasten vidas, esfuerzos y medios materiales. Para que no se enreden, ni distraigan en acciones improductivas o secundarias. Para que no pierdan el respeto y el apoyo de su pueblo y ganen el desprecio de neutrales y potenciales enemigos.

Pero, cerrando un “bucle” ideológico y práctico, la edad de las comunicaciones ofrece también ventajas de rapidez e inteligencia continua, razonablemente fiable y suficiente en la información militar y su gestión. Incluso en estos casos fugaces y delicados, con las comunicaciones inalámbricas de varios niveles y accesos, se puede obtener una “presencia virtual” de los jefes militares y de ciertos políticos, en el campo operativo lejano. Esto facilitaría a esos mandos, una aproximación sucesiva y la graduación de las acciones de los medios militares en presencia, hacia la acción operativa. Y facilitaría la dilución en el espacio y el tiempo de la necesidad de fijar los objetivos secundarios sucesivos, ya desde el principio de un ciclo de operaciones militares. Manteniendo siempre una aceleración constante de los “ciclos de acción” sobre el enemigo, para dislocar su capacidad de rechazo y buscar y actuar sobre sus debilidades operativas. Ya aquéllos deben buscar sucesivamente adelantarse al enemigo, volver progresivamente ineficaces sus acciones e inducir en sus hombres el desamparo de no ser capaces de contrarrestar ni superar nuestras acciones tácticas, guiadas por la estrategia operativa.

Un comentario en «El Principio del Objetivo, hoy en día II.»

  1. los artículos son interesante. estoy haciendo mi tesis de historia militar temas de la guerra y me gustaría saber que libros en español me puede recomendar acerca de teoría militar sobre todo aquel que maneje bien especificados los conceptos. sobre todo algo de la teoría militar en el siglo XIX de antemano muchas graciar

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