Economía Fácil.

Introducción.

Es muy conocida la serie estadounidense de libros de divulgación, en encuadernación blanda, denominada «… for dummies». Para torpes. Nunca me gustó su título. Aunque no sé si resulta en inglés tan peyorativo como en español. Son libros populares para iniciación sobre la materia titulada. Que es presentada de un modo didáctico, gráfico, suficiente y asequible. 

Yo creo que todas las personas son suficientemente inteligentes para comprender un problema que les afecte personalmente, troceado suficientemente. Y para resolverlo, con tal de disponer, además, de los medios externos necesarios para ello. De los que el primero es la información suficiente y de calidad, actualizada y continua. Todos somos suficientemente inteligentes, para afrontar y satisfacer nuestras necesidades y deseos personales. Con tal de que poseamos los necesarios interés, motivación, capacidad de análisis y síntesis, voluntad, tiempo y paciencia.

Hemos dado 6 capacidades necesarias para desenvolvernos en la vida. Sólo una entronca con el intelecto cognitivo. Muchas veces, con el tonto (esto es lo que quieren decir con «torpe») lo que ocurre es que no está motivado o no tiene tiempo o paciencia.

Esto se podría llamar también Economía para Principiantes Inteligentes. Porque pretendo que los rudimentos que voy a presentar, les sirvan a mis lectores para conocer, pensar y deducir según sus necesidades e interés. Y extrapolar esos conocimentos hacia otras áreas de la Economía .

La utilidad de conocer los fundamentos de la Economía.

¿Por qué vamos a preocuparnos de la Economía? ¿No estamos viendo cómo se derrumban imperios duraderos y fraudulentos como el de Bernard Maddoff, con 50000 millones de dólares de inversiones ajenas disipadas? ¿No vemos las dificultades financieras de gigantescos emporios industriales transnacionales, como la General Motors?. Como fruto de dedicar durante años, miles de millones de dólares a los planes de pensiones de sus empleados, según acuerdos pactados en los años de ventas fáciles y cuantiosas. ¿No vemos las rápidas casi bancarrotas de países emergentes del este de Europa? ¿No vemos las dificultades de la banca de Estados Unidos y Gran Bretaña, debido a prácticas bancarias temerarias, que pusieron en peligro la garantía del dinero de sus depositantes? Pues, a pesar de todo ello, aún funciona la economía. Aún mantenemos casi todo el crecimiento mundial acumulado, logrado en varios lustros. Aún están los almacenes llenos y seguimos produciendo innumerables bienes y servicios. Y aún el 90% del público de los países desarrollados cobra sus pensiones, subsidios, beneficios y sueldos.

Se trata de entender y dominar las ideas básicas que sustentan la economía, en tanto arte ciencia social omnipresente en las vidas y las actividades de los hombres modernos, especialmente los urbanos y los más integrados en el tejido social. Evidentemente, están los cálculos econométricos de sus variables y los intentos de demostrar, con fórmulas matemáticas encadenadas, las leyes económicas enunciadas o vislumbradas por los economistas. Esto lo dejamos para los especialistas.

Los detallistas suelen tener una «medida» para enumerar y controlar los distintos tipos de productos que guardan en sus almacenes y tiendas. Es la referencia. Que se suele expresar, según la nomenclatura que se use por un código de barras, más universal, o un código alfanumérico más particular. Así, 10 tipos y tallas de unos pantalones de hombre, supondrían 10 referencias. Podemos tomar una tribu del Amazonas, como representante de una humanidad rudimentaria, recolectora, cazadora y cultivadora. Las referencias utilizadas por ella apenas alcanzarían el millar. Si contamos las referencias que la economía moderna, organizada, especializada, extensa y compleja, facilita o pone a la disposición de los habitantes de una gran ciudad, como Madrid o Nueva York, su número llega al orden de los diez mil millones. Así, la más dramática diferencia entre aquella tribu y los parisinos no son sus ingresos per cápita, una vez homologados. Si no la diferencia de variedad de la oferta al consumo general, de 10 millones de veces mayor.

Esta oferta sólo la puede aportar una economía libre y bien regulada por leyes y normas adecuadas, desarrollada, competitiva y flexible. Sin los excesos generados por directivos dominados por los deseos desordenados de codicia y poder. O los de una economía aherrojada por normas teóricas y seudocientíficas institucionalizadas, que ahoguen la iniciativa, el riesgo, el entusiasmo y la sana ambición de los hombres y familias de trabajar en su propio provecho y, así, prosperar.

Los Pilares de la Economía Personal o Doméstica.

La economía familiar o individual se asienta y se desarrolla en un intercambio amplio y diverso de ingresos y gastos, compras y ventas, y acumulación o decremento de riquezas, con los distintos agentes económicos externos a ella. Estos agentes son el Estado, los empleadores o empresarios, el sistema financiero y los agentes privados compradores y vendedores de bienes y servicios de todas clases.

Los ingresos proceden de los sueldos de los miembros familiares integrados y trabajadores, de sus subsidios, pensiones o indemnizaciones, de las rentas recibidas por el uso cedido temporalmente de sus posesiones y bienes (incluso, el dinero), y de las ventas de sus posesiones y depósitos de riqueza. Estos ingresos se materializan temporalmente en efectivo y en cuentas a la vista en alguna entidad financiera. Y cumplirán luego su función de «medios de pago» aceptados en las transacciones económicas externas.

Con el dinero recibido y en reserva, adquirimos comprando:

bienes de consumo (alimentos, vestido, cultura, diversión, transportes, comunicaciones, agua, energías, reparaciones de bienes duraderos),

bienes de consumo duradero (electrodomésticos, mobiliario, vehículos),

bienes de inversión (talleres y herramientas profesionales, furgonetas, equipos de bricolaje),

bienes financieros (depósitos financieros a plazo, deuda pública y de empresas, acciones, fondos de inversión, planes de pensiones y préstamos a familiares y amigos) y mantenemos una pequeña reserva de dinero en efectivo para los pagos cómodos estimados a corto y medio plazo,

y «depósitos de valor». Llamo depósitos de valor a los bienes en los que éste se puede concentrar y mantener indefinidamente. Y aún usar sin abusos, sin un deterioro apreciable. Las casas (bien construidas o localizadas, mejor con las dos cualidades), las joyas, las colecciones varias y las monedas antiguas (a su verdadero valor), las reservas de dinero importantes y sin destino previsto (en épocas de inflación moderada), los coches de alta gama y de marca apreciada, son bienes utilizados como «depósitos» de valor por las personas. Así, no lo es un coche, incluso bueno, cuyo valor se deprecie exageradamente tras la compra o una colección de sellos demasiado popular.

Hemos dado las clases de bienes en orden creciente a su resguardo temporal y al mantenimiento de su valor. Así, el valor de los bienes de consumo inmediato y duradero se disipará brusca e intensamente una vez adquiridos. El de los de consumo inmediato desaparece con la satisfacción de su necesidad de uso. El de los de consumo duradero, que tienen un mercado corto, disperso, imprevisible y no siempre conocido, sufre por ello una alta depreciación, desproporcionada al servicio que aún pueden prestar. Los bienes de inversión ya comienzan a ser resistentes al deterioro y a la pérdida de valor, a través de la amortización, que es obligatoria contablemente. Los bienes financieros y los depósitos de valor están resguardados razonablemente (hay robos, incendios, crisis financieras, parientes catastróficos, malas inversiones y compras) contra el tiempo, la polilla y la pérdida de valor económico.

Aquí entran en escena los seguros de todas clases. Para la mayoría de la gente, hay varios tipos de seguros que son un bien de consumo necesario. Los seguros nos defienden y nos garantizan contra el riesgo, la posibilidad, de daño o pérdida del objeto asegurado. Ojo, si hay certeza de daño no hay tal riesgo, hay seguridad en sufrirlo. Y, por tanto, no hay riesgo a asegurable. Los de vida y orfandad, operaciones y hospitalización, pueden ser muy necesarios para las personas jóvenes que comienzan su vida profesional. Los de robo, daños propios y a terceros, de incendios, son necesarios en cuanto se tenga un patrimonio que proteger y preservar. Porque no tenemos o el capital, o el tiempo (por la edad), o la oportunidad (por la singularidad o la antigüedad del bien), o varias de esas condiciones, para llegar a recuperar un bien esquilmado, dañado o perdido. Suele ser necesario identificar y valorar con precisión los bienes importantes individuales a asegurar. También es posible que las primas exigidas al tomador del seguro sean tan altas, que no le interese suscribir el seguro, sino «asegurarse» él mismo. Por otro lado, las compañías de seguros son negocios financieros rentables. Su «utilización» por el tomador del seguro, en forma de indemnizaciones frecuentes, no les da los beneficios que esperan recibir. Por eso conviene pensar que los seguros son, muchas veces, bienes de consumo precautorio y para un solo uso, el importante y total.

Cuando tomamos dinero ajeno prestado, tenemos que pagar por su «uso», además de devolverlo en el tiempo acordado. En general, cuando hacemos una inversión provechosa, es útil recibir dinero ajeno adicional para ella. Esto nos permitirá expandirnos y aumentar nuestro patrimonio personal y empresarial, por encima de nuestras posibilidades de auto crecimiento. Al inicio de nuestras actividades, éste es más bien raquítico. Aquí debemos explotar el crédito personal y potencial que tengamos y podamos generar en otros cercanos: banca, familia, amigos y empresa. Cuando pedimos un crédito para un bien de consumo, simplemente lo estamos pagando más caro. Y ese «diferencial de carestía» es el precio que tenemos que pagar por adelantar su uso, disfrute y posesión en el tiempo. Siempre debemos sopesar si este tipo de compra es necesaria u oportuna.

Las Casas y Oficinas Familiares.

Para las personas y las familias, las viviendas suelen ser su inversión principal. Merecen por ello unas líneas. En España existen unas 2,5 millones de casas en alquiler. Se necesitaría un «parque» de entre 6,5 y 8 millones de viviendas ofertadas disponibles, para que su presencia generara una fuerte tendencia bajista en los precios de las casas. Que buscara el equilibrio de precios del mercado inmobiliario a nivel nacional. Entonces, no bajan lo suficiente porque la mayor actividad de compra se realizó a los más altos precios (en los últimos años) y por la tendencia a «no perder» dinero del público.

Las casas y oficinas de las «ciudades activas» son demandadas en función de su actividad. Ésta la realizan las administraciones públicas, las centrales y delegaciones de las empresas, los comercios y los centros financieros, sociales y culturales. Como su suelo y su expansión están limitados, tendrán una demanda creciente permanente los locales y viviendas de las zonas céntricas. El ruido, la contaminación y la falta de espacios libres suelen desmotivar a una parte de la población, a residir en la «almendra» más central o concentrada. Las zonas periféricas de aquéllas son más abundantes y extensas, con el aumento de la distancia a ellas. Las viviendas en estas zonas tendrán demanda en función de los accesos rápidos (la distancia es factor secundario) a los núcleos de actividad urbana y fabril. Siendo el tiempo empleado y la comodidad los factores condicionantes. Y en función de las facilidades de vida, en forma de urbanización, servicios diversos, red de viales y acceso a bienes de consumo inmediato, que en ellas se tenga. Aquí pueden verse cogidos financieramente, los promotores e inversores particulares que sólo valoren la presencia de los bloques de casas. Sin apreciar los bienes que les dan a aquéllos atractivo, comodidad y distinción. Y que son los que deben aportar la verdadera apetencia por ellos de sus habitantes.

Las casas de los pueblos y ciudades pequeñas, o con áreas de influencia pobres y, sobre todo, con comunicaciones difíciles, tienden a infrautilizarse y a despreciarse. Sus precios, también menores, son estables, con tendencia a la baja.

Las casas en las costas y zonas de descanso tienden a demandarse por los extranjeros y como segundas residencias de los españoles, por encima de las necesidades demográficas. Hay áreas sobre urbanizadas, en cantidad. Los inversores particulares pueden encontrarse con la falta de demanda en las fases de crisis y depresión del ciclo de la construcción (dura unos 14 años). Y con la inmovilización de los recursos invertidos, o con su recuperación con pérdidas a corto medio plazo.

 

La Guerra Psicológica contra los Talibanes, Al-Qaida y los Insurrectos Chiíes.

Sus Aplicaciones en Afganistán e Irak. Primera Parte.

El brigadier estadounidense Bonner F. Fellers explicaba que “la guerra psicológica debía ir al mismo paso de los ejércitos vencedores”. En efecto, la razón de ser de todo el aparato militar en la guerra psicológica es exacerbar la desmoralización enemiga, que acompaña inevitablemente a sus derrotas mayores y menores. El efecto debe ser algo así como echar sal en las heridas abiertas por nuestros combatientes. Y, para ir ganando “los corazones y las mentes” de los iraquíes, es necesario primero no ser el perdedor en el terreno militar. Toca ahora abordar la contribución de una forma más incruenta, sutil y profunda a la victoria de las autoridades afganas e iraquíes.

Aparición, desarrollo y características de la guerra psicológica. Su empleo en la guerra irregular.

A comienzos del siglo XVI las ideas “reformistas y heréticas” del sacerdote agustino Martín Lutero se propagaron incontrolablemernte por el centro y el norte de Europa, con la ayuda de la imprenta. El origen de la palabra propaganda surge durante la llamada Contra Reforma. Es una referencia a la propagación de la fe católica. Con los jesuitas en la vanguardia de esa tarea de catequización. Haciendo frente a las desviaciones de la ortodoxia preexistente, enseñadas por los luteranos, hugonotes, calvinistas, erasmistas, etc.
No es hasta la I Guerra Mundial cuando el término adquiere una significación negativa o peyorativa. Ésta se origina por la indignación popular hacia los esfuerzos sistemáticos de las potencias beligerantes en aquélla, para manipular en su favor las ideas y, con ello, las actitudes de todos, los neutrales, los enemigos y la población propia. Así, en los años 30 del pasado siglo, la propaganda “de guerra” o “nacional” evocaba en la mayoría de las personas la visión de fuerzas malévolas, que se antojaban extrañas y alienantes, intentando lavarles el cerebro. La necesidad surgida con el estallido de la II Guerra Mundial, de cooperar al esfuerzo de guerra total con todos los medios disponibles, ante un conflicto impuesto que amenazaba la supervivencia de las democracias, y los nuevos avance en los campos sociológicos y psicológicos durante el período de entreguerras, llevarán progresiva y firmemente a la aceptación por las naciones occidentales y sus fuerzas armadas de la aplicación de la guerra psicológica.
La propaganda maneja siempre informaciones básicas, esenciales, que son sencillas y simples por definición. Esto es debido a que su “objetivo” (el “snob”, “target”) es siempre amplio y numeroso: la población de un determinado país o región, o un colectivo extenso religiosa, económica, racial o socialmente diferente. Ellos son los que hay que informar, convencer y, según los casos, proteger.

La importancia de conocer la “población” a la cual va dirigida la guerra psicológica es incuestionable. Un principio de la guerra, definido ya por los autores chinos hacia el siglo IV antes de Cristo, exige conocer al enemigo, como premisa para presentarle o no combate, y ganarle en su caso. En el campo aliado en la II Guerra Mundial, tras los abrumadores éxitos iniciales japoneses hasta mediados de 1942, se tenía la extendida y falsa idea de que los soldados japoneses no se rendían y que eran impermeables e invulnerables a cualquier acción psicológica enemiga. Esto provocó que durante mucho tiempo, las fuerzas aliadas combatientes más bien toleraran, que apoyaran o promoviesen, la acción de las fuerzas del G-5, la sección del EEMM para la guerra psicológica. El conocimiento extendido que se tenía sobre los “diablos amarillos” no pasaba de su adhesión al ideal de “la muerte antes que el deshonor”, su leal fijación por el emperador, como autoridad suprema y símbolo de la nación, y el peso de un estigma generalizado y adquirido, por su felonía inicial en la guerra. Así, los primeros textos aliados de propaganda sólo provocaron la risa en sus lectores nipones.
La información es la exposición suficiente de hechos y opiniones (identificadas como tales), presentados al público para que éste deduzca sus propias conclusiones. La propaganda es una información persuasiva. Su diseño busca persuadir al “objetivo”, para que responda o reaccione favorable o desfavorablemente sobre un asunto o una idea determinados. Lo que distingue la información de la propaganda es la intención del comunicador, no el contenido o la calidad del mensaje. La propaganda no es intrínsecamente mala, desviada o falsa, ni puede ser un sinónimo de mentiras. Ya que las falsedades o las verdades a medias, que terminan descubriéndose rápidamente hoy en día, destruyen la credibilidad del mensaje y del comunicador y los propósitos buscados por la propaganda. 
Las guerras contra los irregulares armados son por naturaleza largas, dolorosas y difíciles. El carácter prolongado se origina de la necesidad de que una fuerza armada irregular “popular” rebelde, partiendo casi de la nada, se desarrolle, se extienda y se fortalezca suficientemente. Y consiga entonces derrotar moral o militarmente a un ejército regular propio o de ocupación. Las dificultades y los crueles males surgen por el elevado componente civil que participa en ellas. Son guerras localizadas en el patio de casa, en la retaguardia propia u ocupada. Grivas, en su “Plan general de la acción revolucionaria en Chipre” enseñaba, “no hay que creer que nosotros, mediante esta forma y procedimientos pretendamos una derrota material y total de las fuerzas inglesas en Chipre. Perseguimos más bien su derrota moral, hostilizándolos e intranquilizándolos de tal manera que, al final, obtengamos el objetivo de la lucha. Ésa fue hasta el final nuestra meta estratégica. El éxito se lo debemos al hecho de habernos aferrado firmemente a ella”. 
Si la fuerza la tiene el ejército y la no fuerza, los rebeldes, ¿cuál es el nutriente esencial que absorbe una parte y que pierde miserablemente la otra, a lo largo de mucho tiempo? La fuerza moral, la fuerza psicológica es el secreto del éxito en estos conflictos de baja intensidad militar. Que se libran realmente por parcelas, por objetivos, por “cuantos” de moral social. Cuya acumulación asola y destruye la capacidad armada del contrario. Esto también quiere decir que el proceso tiene dos sentidos, que es posible casi siempre revertirlo y aún ganarlo. Incluso a pesar de haber sido sorprendida por un estallido social merecido. Y la razón de esto es su lentitud extrema. De ahí la importancia de la guerra psicológica en la lucha contrainsurgente en Afganistán e Irak. Como la otra pinza imprescindible para cercar y rendir al enemigo en esta guerra irregular.   

Las premisas esenciales para la guerra psicológica en Asia Central. La explicación según su estructura social y sus características socio religiosas.

En Afganistán e Irak deben aplicarse siempre 4 parámetros o factores centrales y radicales en la guerra psicológica. Es necesario decir siempre la verdad. Es necesario abstenerse de criticar al Islam, a la fe nacional, en todas sus interpretaciones normales. Es necesario respetar las estructuras sociales de la nación, profundas en su idiosincrasia y esenciales para su convivencia. Es necesario destacar la amistad inquebrantable hacia los pueblos afganos e iraquíes de las fuerzas aliadas internacionales.
A través de la verdad se busca lograr, mantener y garantizar la credibilidad de la información transmitida, diseminada por la Coalición y por el gobierno y las fuerzas armadas y de policía locales. La propaganda contrainsurgente debe mantenerse fiable. Y esto se logra porque se adapta y es conforme con las experiencias diarias de los diferentes rebeldes talibanes o iraquíes, que las viven. En muchos casos, este parámetro o presupuesto de la verdad limitará o recortará qué es o cuánto es lo que los propagandistas militares pueden decir.  
En estos países, como en tantos estados musulmanes, el Islam es un factor principal de cohesión social e integridad nacional, independientemente de la rama islámica sunní o chií a la que se pertenezca. Y de la interpretación religiosa personal y más o menos sesgada que predique el imam de la mezquita, a la que se acuda regularmente. El Islam es, en su acepción más simple y popular, una fe sencilla, dotada de ritos externos y sociales muy definidos, y fácil de seguir y cumplir. Una democracia islámica se basa: En la Umma o comunidad religioso social. En el Corán o revelación directa de Allah. En la Sunna o la tradición del Profeta, sus hechos y dichos (hadices) recogidos por sus discípulos directos. Y en la Sharia o sus leyes derivadas civiles y penales, que estarán más o menos desarrolladas y aplicadas según los países.
Es necesario, por tanto, no  imputar a la religión musulmana lo que son fenómenos provocados por cambios sociales, intereses partidistas o, incluso, muy terrenos, y la voluntad de poder de algunos jefes y estados. A su vez, hay que considerar que sólo los islamistas radicales violentos esgrimen su interpretación del Islam como una solución excluyente a todos los problemas de su sociedad política o de la Umma. En esto, los europeos tienen una tendencia a considerar el Islam como un todo monolítico e inmutable en el tiempo. Por ejemplo, es necesario destacar al pueblo iraquí, la distinción entre los objetivos perversos de los jihadistas extranjeros y la rebelión interna de origen sunní o chií. Aquéllos están concentrados en los grupos semiautónomos de Al-Qaida, para quienes Irak es sólo un terreno propicio para sus matanzas indiscriminadas de iraquíes, buscando encender una guerra civil que lleve a la desmembración del país.
Por otro lado, la obediencia es una cualidad personal y social muy arraigada en las sociedades islámicas. Se obedece al jeque o jefe de las familias del clan en las cosas tocantes al orden social, se obedece al jefe familiar o padre en la familia y se obedece y acata la voluntad de Dios como gesto y rito vital en el Islam. Esta obediencia social es enriquecedora y protectora, no disolvente ni enfermiza por sí misma. Por ejemplo, en las madrasas, el Corán se aprende de memoria, por recitación continua a lo largo de los años de escolaridad. Puesto que es la Palabra de Dios descendida de junto a Alá, no hay interpretación ni crítica disolvente, sino obediencia y aplicación. Así, soportando la división de creencias y etnias en Afganistán e Irak, perdura muy arraigado y tenaz un complicado entramado de tribus y luego de clanes regionales y aún locales. Este, para nosotros, pintoresco conglomerado social es el que da el verdadero valor y sentido a las lealtades y a los intereses, siempre relativos y aún oportunistas, de los afganos e iraquíes. Por eso es costumbre incorporar en muchos casos al final del nombre, un topónimo que señale el lugar de nacimiento.
Las características jurídico sociales democráticas de expresión del pensamiento, libertad de movimientos, derecho al voto personal, libertad de comercio, derecho a la propiedad privada, protección de los menores, derechos femeninos, derecho a la justicia, obligación de pagar impuestos, servicio militar obligatorio, etc., podrán estar más o menos desarrolladas, protegidas y promovidas en una sociedad islámica. Pero deberán entreverarse, conjugarse, asociarse, estructurarse, comprometerse con las realidades socio político religiosas esbozadas apenas más arriba, para que funcionen. Nunca podrán imponerse desde afuera, como si se tratasen de la única forma legítima, que aquí resulta curiosamente radical y excluyente, que puede adoptar un “gobierno del pueblo”.
Ése fue uno de los dos errores garrafales de Paul Bremer, en Irak. Un ejemplo, los oficiales de la inteligencia militar trataron de llevar a cabo un trato con 19 subclanes de la tribu Dulaimi de la provincia al-Anbar, en el centro del triángulo sunní, para desarmarlas y que realizasen labores de vigilancia sobre el tránsito rebelde en su territorio. La contrapartida era un pago de $3 millones y el reconocimiento administrativo de la tribu. Bremer estropeó el cierre del trato, diciendo que “las tribus eran un vestigio del pasado, que no tenían cabida en el Irak democrático”. Sin embargo, por el contrario, ya desde noviembre de 2003 los baazistas exiliados y diferentes jefes de tribu o jeques han mantenido reuniones públicas mensualmente en el hotel Palacio Chan, de Damasco. Se suponía que eran para expresar la solidaridad contra la prolongada ocupación estadounidense. Pero también han servido para mantener reuniones de aquéllos con líderes de la insurgencia, planificar operaciones comunes y para la distribución de dinero. Por lo tanto, Afganitán e Irak no pueden ser democracias occidentales liberales inorgánicas. Donde apenas resiste aún algún valor moral o social. Frente a la todopoderosa avalancha asimétrica de las libertades individualizadas, consagradas como fuente de Derecho, sin la contraprestación jurídica de deberes sociales o personales.
Debemos tener presente siempre que todo el pueblo de Afganistán o de Irak son amigos y aliados. Y que sólo una parte de ellos presentan temporalmente intereses y objetivos divergentes, que buscan obtener por la dialéctica de la fuerza. Dichos objetivos no son antagónicos irresolubles con los nuestros. Porque gran parte de la insurgencia ataca a las fuerzas extranjeras de la coalición o a las de las autoridades afganas o iraquíes propias, porque en éstas ven indefinición o falsedad política, debilidad, parcialidad por algún bando opuesto, incapacidad, corrupción, indecisión y poco brío para la resolución de los problemas nacionales. Por ejemplo, el vacío de poder aglutinante y rector que dejaron Saddam Hussein, la estructura férrea del Baaz y su clientelismo omnipresente, con todo lo imperfecto, corrompido y cruel que fueran, no lo han llenado aún completamente las fuerzas nacionales iraquíes. Probablemente porque han aplicado un modelo injertado de estado liberal ajeno y espúreo, vacío de contenidos prácticos y alejado de la realidad social de Irak. En Afganistán partimos de que no contamos, ni siquiera, con los vestigios de una administración estatal respetada previa.