CHIÍES vs. SUNNÍES II.

(CONTINUACIÓN)

Origen, necesidad y transmisión de la Tradición islámica.

Las historias transmitidas oralmente de “las costumbres y los dichos” (la sunna) de Mahoma, se transformaron pronto en escritos, que fueron, a su vez, objetos de grandes recopilaciones. A cada narración o comentario escrito se le llama hadith o hadís. El término también se usa para referirse a la generalidad de ellos. La longitud de los hadises es muy variable, según el tema del escrito. Más interesante y definitorio para nosotros es su inteligente estructura interna. Ésta los caracteriza y da fe de su verosimilitud. En cada hadís se suele exponer primero la “cadena de transmisión” hasta su escritura o la comprobación de ella, desde su origen oral, con la figura del “transmisor”. Hoy en día le llamaríamos a esto la trazabilidad histórica. Son de primera importancia como “transmisores” de los hadises, Aixa o A’,isa, la segunda esposa y preferida del Profeta, y Alí, su sobrino. Luego, viene el contenido de la narración o el comentario, llamado el “matn”.

El Corán en el capítulo 4, versículo 59 garantiza y concede un poder especial de decisión y de explicación al Profeta o Enviado de Dios y a los soberanos, sucesores o califas musulmanes, que son los que detentan la autoridad en la Umma. Esto explicaría y justificaría la necesidad de una interpretación cualificada, prevista por Allah, para la aplicación práctica del Corán a lo largo de la geografía y la historia de los pueblos. Con Mahoma como intérprete, como “intermediario” excepcional y privilegiado de Allah, aunque el Islam no admita mediadores.

Existen cientos de miles de hadises que han llegado hasta nosotros. Y entre ellos aparecen numerosas contradicciones. Además, su texto total es excesivo para haberse comentado o dicho y vivido o realizado por Mahoma. incluso empleando toda su vida. Desde casi el principio, los propios exégetas y apologistas del Islam vieron esto. Los hadises corrían el riesgo de convertirse en una cadena de mitos, cuentos tribales embellecidos y realidades más o menos conservadas de una Tradición vaporosa e insegura del Profeta. Y se estableció pronto un sistema de crítica del “isinad” o transmisión, para garantizar la calidad del contenido propiamente dicho o “matn” de los hadises.

La evolución de la Yihad hacia el esfuerzo personal.

Ante el terrorismo propio, tanto centrífugo (contra los infieles y los traidores laicos) como centrípeto (contra los musulmanes cismáticos), el mundo islámico se paraliza y no sabe qué decir o hacer. Terrorismo son las acciones de guerra colectivas o personales contra objetivos generales, inocentes e indiscriminados, tanto de los llamados infieles o idólatras, como de los “hermanos separados enfrentados”. Buscando con ellos extender el temor entre los grupos afectados y provocar así cambios políticos, religiosos o sociales en ellos. Es el chantaje del terror, elaborado con bordadas largas, que busca, con las “ondas de conmoción” que transmite a los grupos sociales, atacados optimizar al máximo el efecto de sus acciones tácticas y generalmente espasmódicas. Afirman sus portavoces e intelectuales que el Islam es paz y tolerancia. Pero esto no es totalmente cierto, como vimos antes. Además, y esto es más grave, los ulemas y muftíes que favorecen la “interpretación compasiva y misericordiosa” del Corán no presentan argumentos sólidos contra los versículos favorables a la Yihad, que esgrimen los radicales armados. Que son los que dan pie y sostienen la interpretación belicista terrorista trasnochada. La mayoría de los musulmanes se distancian de los atentados y ataques por oportunismo, para proteger al Islam, preocupados por el creciente rechazo que sufre en Occidente. Pero, los ulemas o los muftíes casi nunca intervienen en las polémicas.

No se ha dado en el Islam una reflexión profunda sobre la oportunidad política y religiosa de la violencia. No se trata de que reaccionen Los intelectuales laicos musulmanes no son operativos de la manera que conocemos en Occidente. Para un buen musulmán la política, la sociedad y la religión forman una triada única, excluyente e inseparable. Además, el fracaso social y político de los intelectuales laicos árabes quedó refrendado con el de las élites nacionalistas, izquierdistas y europeizadas, que impulsaron la independencia de las distintas naciones árabes tras la II guerra mundial. Y terminaron creando dictaduras laicas, anquilosadas ideológica y socialmente e incapaces de evolucionar pacíficamente.

La Yihad fue necesaria para la instauración y la defensa de la primitiva comunidad de creyentes, estableciendo el Profeta el estado islámico a partir de la destrucción violenta de la jahiliyya de los árabes. Y aún pudo ser útil la Yihad para la rápida extensión del Islam por el mundo, por el estado existente de cultura y desarrollo de las civilizaciones medievales. Pero que su oportunidad histórica no existe actualmente y entonces el “esfuerzo de sangre por Allah” debe ser reemplazado por “otro tipo de esfuerzo en el camino de Alá”. Cuyo concepto ya existe en la sunna y que podría ser retomado y proclamado por los ulemas y los muftíes piadosos, que son los ideólogos del Islam.

Ya desde el surgimiento de las 4 escuelas ideológicas sunnies citadas, cobró fuerza el principio del esfuerzo de reflexión personal, el ichtihad, en el Islam. El ichtihad va a permitir el desarrollo de la cultura árabe, tanto en lo tocante a los aspectos civiles (ciencias, comercio, literatura, arte) como al enriquecimiento de su ideología; es la base de jurisconsultos como al-Chafii. El ichtihad es fuente de lucidez, creatividad, enriquecimiento, progreso y paz en el camino del esfuerzo personal y colectivo hacia Dios , cuando ya la Umma se ha extendido y multiplicado enormemente por el mundo. Esto es el núcleo y la razón y una novedad del Islam. Hacia el siglo XI (el siglo V de la hégira o marcha a Medina), los ideólogos cierran la puerta al ichtihad. El enfoque metodológico islámico se altera: a partir de entonces, se imita, se repite, se abusa de los compendios y resúmenes.

Dificultades para el reencuentro de las comunidades enfrentadas.

Un problema fundamental para un acercamiento fraternal de los “hermanos separados enfrentados” lo constituyen los conceptos del legítimo origen del mando, del control y desarrollo del “dogma y la moral” y de las inmensas estructuras económico político religiosas, con vida e intereses propios, creadas por ambas expresiones del Islam, casi desde el inicio del mismo.

Otro grave origen de agravios y distanciamientos irreconciliables, sobre todo a nivel nacional, son las formas de luchas violentas entre ambas creencias. Cuando se atacan entre sí, se procura hacer el mayor daño posible, llegando hasta la intimidad del parentesco. Y así se buscan los objetivos en las mezquitas, mercados, peregrinaciones, concentraciones y en los tránsitos frecuentes o en masa de las gentes. Sitios siempre donde están miembros de una misma familia. Es la violencia incontrolada y llevada a sus extremos innecesarios, impúdicos, vesánicos y paradójicos (¿no profesan la misma religión?). Entre los clanes y tribus, hablando sólo étnicamente, esta ola de asesinatos, atropellos y daños en los bienes, genera siempre una cadena intergeneracional de vindicaciones ineludibles para los ataques, las represalias y los agravios de sangre sufridos. Este nudo gordiano esencial e indestructible, por lo que parece, sólo se puede cortar con la espada de la generosidad, del altruismo (buscando no lo que nos “falta”, sino mirando adelante) y del perdón, que debería ser más asequible entre hermanos de confesión.

Al extremo este del Próximo Oriente está la teocracia antioccidental chií de los ayatollahs. Éstos, cuando quieren resultados importantes y rápidos contra sus vecinos, emplean a comandos o a unidades de la Guardia Republicana, que pueden entrenar, equipar y apoyar a sus aliados de Siria y de Iraq. Y que son capaces de luchar a las distancias próximas y de asalto, como una infantería ligera especialmente entrenada, mejor que las unidades normales de los ejércitos occidentales. La Guardia Republicana está imbricada en el régimen, formando el brazo armado incondicional y eficaz de la República Islámica de Irán, actuando como los Inmortales de los Shas de Persia modernos. El régimen está enraizado en un complejo de consejos y asambleas, ideados, creados y organizados para asegurar, mantener y perpetuar su funcionamiento oligarca socio religioso. Pero que es incapaz de desarrollar moderna y económicamente a un país con los recursos y la exuberancia demográfica de los iraníes. Irán es una Gran Isla chií en un enorme Mar sunní. Que lo abraza, desde el oeste al este, por todo el sur, desde Turquía a Pakistán, pasando por Afganistán, Arabia, Jordania, Palestina. Sus “islas y cayos adyacentes” son El Líbano, Siria, Iraq y Bahrein; teniendo más pujanza Irak y El Líbano. Los resultados de la llamada “primavera árabe” no han sido favorables a los chiíes, que se mantienen inmersos en el “océano hostil” sunní. Y la pérdida del régimen de los Assad de Siria no sólo les restará un aliado de conveniencia, que no de religión. Ya que los alauís sirios son considerados por los sunníes, “la herejía dentro de la herejía (chií)”. Sino que entorpecerá mucho toda la logística del inmenso y estratégico apoyo a Hezbolá y a Hamas, en la franja de Gaza. Esto se ve confirmado por la reciente entrada en la guerra siria de las milicias regulares de Hezbolá a favor del gobierno, buscando recuperar el progresivo desgaste social del régimen.

No existe una oposición democrática estructurada en Siria. Y su presencia en el Consejo Central Opositor es testimonial y aún personal. Siria es el último capítulo de la “saga de los dictadores árabes laicos”, que empezaron su pasión y su liquidación con el inicio de la llamada “primavera árabe” en Túnez, en diciembre del 2010. Y que se extendió por Egipto, Libia, Yemen, Bahrein y Siria. Los brotes verdes democráticos van consiguiendo resultados magros, insuficientes y desiguales. Pero se plantea en todos los países el mismo problema: los partidos islámicos, estructurados en el carácter social de la Umma, tienen una gran organización de base, que les permite acudir a las elecciones mejor preparados; pero luego surge en ellos la tolerancia, cuando no es la complicidad con los islamistas radicales nacionales; con lo que no son capaces de articular con otras fuerzas más laicas un principio de consenso nacional, que es necesario para gobernar con eficacia y resolver las considerables dificultades económicas y sociales existentes en los diferentes países; esto, junto con las pretensiones de jefes tribales, de hombres de la guerra o de regiones enteras, radicaliza las posturas sociales de cada país y aboca a un enfrentamiento grave. Enfrentamiento social que quizás sólo el bonapartismo, con su expresión radical y rotunda y el ofrecimiento de una pretendida meta común para la sociedad, pueda superar con éxito por un tiempo.

Lo que se está planteando crudamente, a escala cuasi continental, en una amplísima zona geoestratégica, es una guerra a muerte entre los chiíes y sunniíes por el poder político hegemónico en dicha zona. La gerontocracia clerical de Qom está acariciando la idea de que, allanar nuclearmente la capital israelí los pondría a la cabeza del Islam. El Islam que fue grande y poderoso, según ellos, cuando llevó a cabo la Yihad. También los turcos piensan que la Sublime Puerta sólo fue próspera y fuerte en los largos períodos en que se enfrentó con los europeos, por el control del Mediterráneo y por la Europa centro oriental. Ya la revolución de Jomeini le dió a los chiíes un espaldarazo y una influencia entonces impensables entre los musulmanes añorantes, jóvenes y/o belicosos. Hay un atractivo mesmérico para los dirigentes iraníes, de que “aquello” sería el aldabonazo al Mahdi oculto, para que reapareciera y se pusiera al frente de sus fieles chiíes en el triunfo del Islam a la culminación de la Historia…