El Mando, la Fricción y los Errores. 2ª Parte.

(CONTINUACIÓN)

La Fricción.

Entre los planes para la consecución de unos objetivos y su realización en la práctica, existe la ejecución, que está afectada por errores, malas interpretaciones y omisiones.

En efecto, dentro de las acciones voluntarias, diferentes del caos, están los errores evitables y los inevitables, las acciones fundamentales y las de trascendencia secundaria, los hechos previsibles y estimables y los inesperados o imponderables, junto con las oportunidades para ambos contendientes.

La fricción tiende a alejar los planes de su completa ejecución o de su objetivo, aunque sean correctos y estén bien concebidos, dotados de medios, compartidos y estructurados. La fricción se deriva de la complejidad hiperfuncional natural del fenómeno militar. Y puede ser expresada como el “precio” adicional inevitable que tenemos que pagar para obtener unos objetivos dados en una operación.

Cuando el “precio” es más alto, cuando tenemos un “sobrecoste” mayor o menor, el problema es conceptual y cualitativamente diferente: ha hecho su aparición el “error”, en los planes, en su ejecución, en los medios empleados, etc.

Los Errores o Fallos.

Los errores o errores surgen por actitudes, procedimientos y modos de obrar básicos, estándares, que son erróneos, inconvenientes, inconsistentes, imperfectos o equivocados. Esta impronta existencial que poseen es la que les da su pervivencia. Los errores pueden darse en los niveles estratégicos, operativos o tácticos de la actividad militar, llevan a “desgastes” muy superiores a los de la fricción y pueden llegar al aniquilamiento de las fuerzas comprometidas por una de las partes y al fracaso completo en el logro de los objetivos. Enlazándolos con la fricción, el no considerar la acción de ella es siempre un error.

Como causas principales de los errores están:

1) La mala planificación de los objetivos, de las operaciones y de los medios a emplear.

2) El mal conocimiento general del enemigo, de sus planes e intenciones y de los medios próximos y remotos con los que cuenta.

3) La no consideración de la “transitabilidad” del terreno de operaciones en los distintos tiempos y niveles de actuación.

4) La mala ejecución de los planes a cualquier nivel.

5) Las malas disposiciones para la logística y las comunicaciones a cualquier nivel, en función de las operaciones a emprender y de los rendimientos decrecientes de las mismas.

6) La ejecución de operaciones superfluas o equivocadas.

Los errores mayores se deben eludir o eliminar por todos los medios antes o en el propio plan, ya que, por su naturaleza, pueden llegar a poner en peligro su realización a los distintos niveles de actuación.

Los errores mayores son más probables en el ámbito táctico que en el ámbito estratégico, pero entonces serán de menor trascendencia sobre unos planes globales. Por ejemplo, librar un combate sin la inteligencia adecuada. También es más “fácil” saber si vamos a tener un error estratégico (otra cosa es poder evitarlo), al intervenir menos “elementos”, aunque más importantes en su aparición. Por ejemplo, la doctrina militar francesa erró frente a la alemana en mayo de 1.940 y así perdieron fulminantemente la campaña, gozando los franceses y sus aliados de mayores medios militares, al menos en tierra, que los alemanes.

Esto quiere decir que en el nivel táctico los debemos esperar, son de menos trascendencia relativa global y generalmente no sabremos dónde y cómo ocurrirán. En cambio, en el nivel estratégico son más decisivos, pero es más fácil saber “dónde” y “qué o quiénes” los cometerán o producirán; esto, al menos, para una minoría siempre alerta y presente y generalmente en niveles menores del Mando.

Las Compensaciones y Correcciones de los errores o fallos.

Para eliminarlos de partida, teóricamente bastaría con tener y asumir un método, una doctrina, un estilo de actuación básicamente correctos de aproximación al “problema” a todos los niveles funcionales. Si todos actúan correctamente, dirigidos por la estrategia adecuada, se gana teóricamente o, al menos, no se pierde. Pero esto precisamente, que es lo que todo buen general en jefe debe perseguir celosamente, es también muy difícil que se cumpla a todos los niveles y por tantas unidades e individuos.

Por tanto, hay que abordar también la previsión de los errores mayores y su control mediante la neutralización y la compensación.

¿Cómo se pueden compensar los errores importantes?

Los cometidos en los niveles táctico y operativo se compensan económicamente por acciones tomadas en los escalones operativo y estratégico, que son cualitativamente superiores en la actividad militar. Entre otras las más importantes son: operaciones envolventes y de frente invertido en el mismo sector de avance o en los contiguos; apertura de otros frentes en una misma gran dirección estatégico operativa; empleo de sectores de avance convergentes para un mismo objetivo; reiteración de esfuerzos con el despliegue escalonado en profundidad; dirigirse a objetivos alternativos en una gran línea de avance, con el objetivo principal puesto en el enemigo, no en la geografía; empleo de mayores reservas, que deben ser continuamente recreadas a los distintos niveles, etc.

Los errores mayores a nivel estratégico son mucho más difíciles de compensar, por el carácter de tono fundamental que tiene este nivel sobre las operaciones y los combates. Tampoco es de esperar que los medios militares, por su carácter de bienes especializados y escasos, sobren especialmente en este nivel.

Entonces, la corrección de estos errores mayores debe ser profiláctica en todo lo posible. La dejadez aquí equivale a buscar la derrota y a entregar al enemigo la decisión en el conflicto. Pero, ¿es fácil modificar una doctrina militar, antes de una derrota,?, ¿es posible sustituir una cúpula militar?, ¿se puede establecer un mecanismo de ascensos, que preserve razonablemente la integridad de los equipos interarmas, para aprovechar los beneficios tácticos de las comunicaciones implícitas y entre unidades, logradas en la experiencia en común?, ¿es posible, tras una victoria, actualizar la doctrina que nos guió en ella?

Consideraremos ahora al error, cuando no procede de actitudes y modos de obrar negligentes o necios, en el mismo orden o categoría de la fricción, como “menor”.

¿Cómo se compensan la fricción y los errores menores?

Principalmente con el empleo de mayores “medios” (fuerzas, habilidad, ramificación de los planes y operaciones, etc.) de los necesarios teóricamente según una pura correlación de medios para ese esfuerzo táctico: con la reiteración del esfuerzo; con la creación de reservas o empleo de unidades de mayor calidad y entrenamiento; con la utilización de diversos sectores o ejes de avance, con objetivos alternativos y/o simultáneos, contemplados en una gran dirección de avance, etc.

Los errores o fallos pueden ser atenuados, disminuidos, pero sólo excepcionalmente serán erradicados.

En la práctica se superponen los dos fenómenos de desorden: el plan y su ejecución más o menos deficientes y la fricción natural de toda ejecución hipercomplicada e hiperfuncional. Ambos suponen un grado de “frustración práctica” con el que hay que contar.

FINAL.

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