Las Emboscadas en Afganistán.

Introducción.

Una de las tareas de los militares de la ISAF o Fuerzas Internacionales de Apoyo a la Seguridad estacionadas en Afganistán, es el patrullaje motorizado por los caminos polvorientos que entrecruzan la zona de influencia de sus acuartelamientos. Afganistán casi carece de carreteras asfaltadas: hay sólo dos. La más importante se da una vuelta redonda por todo el país, uniendo las principales poblaciones, Kabul, Kandahar, Herat, etc. Es como una gigantesca M-30 madrileña y le llaman la Ring Road. Luego está la North-South Road, que sigue este recorrido, al este del país. No son gran cosa. Las capas de asfalto tienen entre uno y dos dedos de espesor; y los calores las ablandan y se forman baches y burbujas fácilmente.

No es aquél un patrullaje agresivo. Es un patrullaje de exhibición, rutina y enlace visual y logístico entre sus posiciones principales y secundarias y con los núcleos de población cercanos.

Cuando los militares piensan que puede haber problemas, reciben el apoyo de la observación aérea. Son aviones de exploración no tripulados (los UAV, por sus siglas en inglés), cuyo uso se extiende en este conflicto asimétrico. Algunos pueden detectar (en condiciones ideales) a 5 mil metros, si una persona va armada. Los estadounidenses usan el modelo Predator (éste va también armado) y los españoles, el Searcher (sin capacidad de ataque), pudiendo ambos operar hasta los 350 km de su base. Los españoles cuentan también con los pequeños Raven, más sencillos, baratos, asequibles y con menores capacidades. Evidentemente, tienen sus fallitos. Los restos de un Searcher español están en manos del jefe talibán local, que pide 2000 euros por los despojos. Los españoles, muy dignos, han dicho que no negocian con los insurrectos.

En algunos casos se han atrevido los insurrectos y bandidos a emboscar a alguna de las columnas militares de marcha desde posiciones fijas y espaciadas, formando una franja o luneta como una media luna, que se abrazaban al camino de marcha. Su problema era que las armas rebeldes eran de tiro tenso y sus posiciones estaban en la pendiente anterior. Por tanto, los vehículos blindados ligeros armados de infantería extranjeros podían trabar combate ventajosamente con los guerrilleros situados en sus pozos de tirador, pequeñas trincheras y pliegues del terreno reforzados. En efecto, sus sistemas de adquisición de blancos y control de fuego les permitían la selección y la precisión de sus fuegos ametralladores contra los blancos puntuales de los irregulares. Y les obligaban a retroceder y a esconderse en las aldeas más cercanas.

Hay otros muchos más casos en que los insurrectos utilizan sus artificios explosivos artesanales (en inglés, los “improvised explosive devices”) en los caminos recorridos por los militares en patrulla. Los suelen colocar generalmente partiendo desde las aldeas cercanas, como su base improvisada operativa adelantada, y aprovechando la ocultación y el amparo de las noches. Se les tiene mucho miedo a estos artificios, famosos ya desde la posguerra de Irak. Porque son inesperados, impredecibles y difíciles de detectar (pueden estar en la carrera que ayer se recorrió y examinó), enervantes (la perspectiva anímica de la posible, aunque improbable explosión, grava mucho más que la probabilidad real de los daños del ataque) y ponen a los hombres en la defensa pasiva y a la espera, sabiendo que no se toman medidas activas para evitarlos. Las cargas huecas explosivas, que forman la mayoría de esos artificios, atacan el bajo vientre de los vehículos militares extranjeros, su parte más vulnerable y menos protegida. Ahí no pueden llevar las cargas reactivas de repulsión o un blindaje múltiple con cerámicas de los cascos de los tanques. Se calcula que los insurrectos talibanes del mulá Omar y del jeque Haqqani pueden colocar y activar durante el año 2009 más de 6500 de estas minas artesanales, en emboscadas baratas, sistemáticas, molestas y mutilantes.

Algunos corresponsales llaman a los artificios, el arma más efectiva de la insurgencia. Aunque son, en su conjunto operativo, como un inmenso campo de minas, pero que no se colocan simultáneamente, y superextendido, improbable y sin estar cubierto por el fuego enemigo.

Las Técnicas y Tácticas para Eliminar el Peligro de las Trampas Explosivas en los Caminos.

Hay varias, unas pasivas o reactivas y otras activas, que asumen la iniciativa y la agresividad contra insurrectos peor preparados y entrenados que los militares. Todas son “defensivas”. Desde que el Ministerio de la Guerra pasó antaño a denominarse de las Fuerzas Armadas y, por último, más modernamente, de la Defensa, todo es defensa.

Entre las pasivas pueden estar el incrementar el reconocimiento visual de los caminos, observando protuberancias y cambios de color que no correspondan, en los suelos de aquéllos. Los “tiempos de recorrido” de las columnas disminuirían bastante. Hay que recorrer aquéllos más despacio, mirando al suelo y oteando el horizonte, buscando también observadores al descuido, no muy lejanos. Los talibanes de Afganistán tienen la mala costumbre de grabar en video las emboscadas, para colgarlos en Internet. No suelen usar activadores de cables. Éstos son caros y pesan, y los rebeldes están en zonas aisladas y la logística es débil y complicada. Los artefactos se activan generalmente por la presión del vehículo o por un emisor de frecuencia y alcance dados; puede servir hasta un dispositivo de apertura de puertas. Con sus inhibidores de frecuencia, los militares intentan contrarrestar las ondas de radio de las frecuencias probables en la zona. Siendo los emisores más caros y complicados, cuanto más alcance, potencia y gama de frecuencias usen. Es el juego del gato y el ratón. El problema es que los guerrilleros de un área reciban un emisor activador que use una frecuencia imprevista.

También las columnas podrían ser hostilizadas con fuego de mortero registrado durante los altos que hicieran para confirmar o eliminar algún posible artificio, ya que algunos podrían ser simulados.

Otro medio pasivo sería trasladarse por fuera de los caminos, campo a través. Para los vehículos a rueda, esto no siempre es posible. Y, además, el desgaste de las piezas y el consumo de combustible aumentan mucho, como también los horarios. Al mismo tiempo, disminuye la comodidad y aumenta el cansancio de los viajeros en misiones de patrullaje largas y rutinarias.

Que no se diga que es imposible o muy difícil actuar fuera de los caminos. Ya que esto fue lo que hizo el general Valeriano Weyler, para espantar a los mambises cubanos de las cercanías de los caminos y veredas tropicales. El 10 de febrero de 1896, el general se hacía cargo del gobierno de Cuba y de la jefatura del ejército español estacionado en ella. El presidente del Consejo de Ministros Antonio Cánovas del Castillo, restaurador de la monarquía borbónica, propugnaba la política de mantener la dominación colonial en Cuba, hasta “sacrificar el último hombre y la última peseta”. Y nombró a Weyler para los cargos citados, en sustitución del general Arsenio Martínez Campos, el pacificador de la guerra de 1968 a 1978, que fracasó esta vez en acercar posiciones con los rebeldes en armas.

Los guerrilleros cubanos, en esta nueva guerra iniciada el 24 de febrero de 1895 con el Grito de Baire, aprovechaban la ocultación de la manigua y su cercanía a los caminos, para hostilizar con fuego de fusilería a la columnas y causarles algunas bajas, sin empeñarse en la lucha. Weyler pronto diseñó la técnica de rechazo del enemigo. Una exploración con capacidad de combate se adelantaba convenientemente a las columnas españolas en marcha. Se trasladaba por las maniguas (matorrales autóctonos) que circundaban a las vías de marcha, sin alejarse excesivamente del camino. Los mambises o rebeldes, formando fuerzas de hostigamiento variables y escasas, eran así levantados de sus posiciones y ahuyentados de las fuerzas principales. Los guerrilleros pronto dejaron de importunar de esta manera.

Evidentemente, al circular por los desfiladeros afganos no se puede ir campo a través, sino por el estrecho, rocoso y tortuoso camino encajonado. Pero sí se puede adelantar una vanguardia de combate, que explore y asegure ambas entradas del trecho, para la seguridad de la columna de marcha.

Por fin, existe alguna técnica activa específica para la lucha contra rebeldes irregulares, que puede ser empleada aquí. Ello busca mantener la iniciativa, la creatividad y la ley de la acción de nuestra parte. Es de lo mejorcito para alejar las emboscadas en Afganistán. Se trata del empleo independiente de pequeñas unidades de infantería ligera (en principio, tipo pelotón o escuadra) en tareas de exploración y de ataque a las bandas enemigas. Para la defensa de las comunicaciones propias, pueden emplearse agresivamente contra las bandas que las hostigan o que las obstaculizan (los artificios son como minas selectivas). Por ejemplo, se pueden internar y ocultar en un sector donde las bandas talibanes, de bandidos o milicias locales estén activas. En la noche, cuando aquéllas suelen colocar en los caminos sus artificios explosivos, las atacarán desconsideradamente (con la máxima sorpresa y para el mayor efecto). Esto exige de todos los hombres de las patrullas: formación, motivación, compromiso con la misión, entrenamiento específico, iniciativa, creatividad, autosuficiencia, sobriedad, paciencia, serenidad, alerta de los sentidos, silencio y quietud. Una ventaja que multiplicará la capacidad de combate de la patrulla militar, reside en que estas bandas descuidan su seguridad en lo que creen que es su retaguardia. Una vez que se ha producido un combate con los insurrectos, la patrulla debe ser extraída o volver a sus cuarteles. Para descansar, informar, volver a entrenarse, ser equipada y trasladarse a otro sector, cuando proceda, en otra misión.

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