LA ARROGANCIA DEL MANDO EN COMBATE II.

(FINAL)

La Batalla de Cowpens.

Al salir el sol y más allá de las posiciones rebeldes, los primeros dragones británicos se fueron destacando entre la línea de árboles que enmarcaba el horizonte. Tal como pensó Morgan, los británicos habían aprovechado varias horas de la noche para proseguir su marcha y alcanzarles en la primera mañana. Los dragones avanzaron al frente, formando una desgarbada vanguardia, y fueron sorprendidos por el fuego graneado de los rifleros de la primera línea enemiga, ocultos en lo posible entre los árboles. Morgan y Howard, desde la altura observaron el resultado: habían caído de sus cabalgaduras 15 dragones. El resto giró grupas y se internó a prisa entre los árboles. Muy pronto, todas las unidades de la fuerza combinada de Tarleton salió del bosque y comenzó a formar su línea de ataque. En cada extremo se situó una compañía de dragones (<50 hombres). Junto al del lado izquierdo, como él algo rezagado, se desplegó el 71 batallón de los Highlanders escoceses (la reserva de infantería). La línea principal británica estaba formada, de izquierda a derecha, por el 7 regimiento de infantería (de reclutamiento), la infantería regular de la Legión y su infantería ligera, en línea algo compacta de guerrilla. Intercaladas entre esas 3 unidades, había dos pequeñas piezas de artillería de 3 lbs., que se transportaban a caballo y que eran conocidas como “saltamontes”, debido al salto característico que daban al disparar. Detrás de la Legión se desplegaron sus dos compañías de dragones (>250 jinetes), formando la reserva móvil del destacamento británico.

La línea principal británica comenzó a avanzar al paso de sus tambores. Poco después, se podían observar las nubecillas de humo de los rifles de los tiradores rebeldes. Éstos se levantaron y corrieron hacia la línea mandada por Pickens, retirándose por los espacios entre las compañías formadas. Los británicos nivelaron sus mosquetes para cargar a la bayoneta. Cuando su línea estaba a menos de 40 ms. de las milicias, sus oficiales dieron la orden de abrir fuego. La salva golpeó a los británicos, cuya disciplina les permitió cerrar filas rápidamente y responder a su vez con una descarga cerrada. Pero, en vez de proseguir su decidido avance, los británicos perdieron su ímpetu, al decidirse a recargar las armas. Fue una oportunidad para los rebeldes: el enemigo estaba detenido dentro del alcance de sus mosquetes. Y otra descarga cerrada salió de sus filas, golpeando a toda la línea británica y derribando a muchas “charreteras” u oficiales. Nuevamente los británicos se repusieron y se dispusieron a la carga a la bayoneta. Cumplidas sus órdenes, los milicianos rompieron las formaciones y corrieron hacia el lado izquierdo, buscando su retaguardia.

Por su parte, los dragones del flanco derecho británico lanzaron una carga al degüello, para deshacer el tropel de milicianos, empujándolos hacia arriba. Y que en su huida, ya en pánico, atropellasen y deshiciesen las formaciones de su línea de regulares. Morgan envió sus órdenes a Washington con un ayudante. Los dragones estadounidenses avanzaron desde sus posiciones de espera junto al cerro derecho y, formando dos líneas de choque, cargaron sobre el flanco derecho de los dragones de Tarleton, deshaciendo su formación. Sus jinetes se convirtieron en un barullo de fugitivos, escapando individualmente de los sables rebeldes. La vista de los dragones británicos alteró a los milicianos. Y tanto Pickens como Morgan se tuvieron que emplear a fondo para retener a sus oficiales. Y para que los mandos consiguieran que los milicianos se calmaran, se fueran recuperando y formaran en sus compañías y batallones en la pendiente posterior. Mientras esto ocurría, la línea británica llegaba a la distancia de combate con la última línea rebelde. Éste se desarrolló con un intercambio de fuego. La línea británica vaciló y descendió para reformarse. Habían cargado sucesivamente contra 3 líneas rebeldes… Entonces, Tarleton empeñó su reserva de infantería: el batallón de Highlanders inició su marcha para atacar el flanco derecho enemigo, buscando arrollar desde allí toda su línea. Poco después, una compañía de milicianos de Virginia del extremo de esa línea retrocedía y giraba hacia la derecha, buscando rehusar su flanco a los Highlanders y recibirlos de frente. Morgan recibió entonces a los mensajeros de Pickens desde la pendiente posterior, indicándole que sus milicianos estaban listos. Morgan les ordenó que siguieran bordeando la posición de defensa hacia su derecha y que atacaran a los británicos que estuvieran frente al flanco derecho de los Continentales.

La línea británica avanzaba, por cuarta vez y sin ningún descanso, ya inconexa y convertida en una turbamulta. Aunque los hombres atacasen, estaban agotados física y mentalmente y habían perdido un número demasiado grande de oficiales y suboficiales. Sin darse cuenta, los británicos estaban batidos y maduros para un contraataque contundente. La caballería de Washington se dispuso a cargar sobre su flanco derecho, desde su posición de espera. Mientras, la infantería regular rebelde recibía a los británicos con otra descarga cerrada desde unos 27 ms. de distancia. Fue un golpe demoledor para los británicos, que se detuvieron en seco, aturdidos. El teniente coronel Howard dio su orden a los hombres: “carga a la bayoneta”. Los dragones estadounidenses también cargaban con sus sables sobre las unidades del flanco derecho británico. En esta ocasión, los dragones británicos, situados más atrás, no intervinieron, simplemente se dispersaron y huyeron hacia el bosque. Los restos de los infantes ligeros y de la infantería de línea británica de la Legión y del 7º regimiento retrocedieron dispersos y corriendo, y fueron detenidos y hechos prisioneros por los dragones de Washington. A su vez, en el flanco derecho rebelde, las milicias de Virginia y los regulares se enfrentaban con el batallón escocés de los Highlanders. Por su parte, las milicias de Pickens en formación cerrada aparecieron desbordando esa posición y los atacaron de flanco y de revés. Abrumados por esta sorpresa ingrata, los escoceses vacilaron en sus líneas, pero continuaron la lucha. La reserva de caballería británica, los dragones de la Legión, dirigidos por el propio Tarleton, acudieron en auxilio de los Highlanders. Pero, una descarga cerrada de los milicianos de Pickens, les quitó los ánimos y, ya sin expectativas, dando media vuelta, huyeron. Los Highlanders estaban rodeados, excepto por su flanco derecho, y, para evitar su destrucción, el mayor Mc Arthur rindió su espada. Sólo permanecían útiles y en sus puestos los artilleros británicos. Entonces, la infantería de Howard asaltó las piezas y los batió. Washington intentó la persecución de Tarleton, sin resultado. Todo estaba acabado.

Análisis y Lecciones de la Batalla de Cowpens.

Las bajas de Morgan fueron 12 muertos y 61 heridos, equivalente al 7% de su contingente. Los británicos tuvieron 110 muertos y 830 prisioneros, de los cuales unos 200 estaban heridos, que suponían el 85% de sus fuerzas. Y perdieron 2 banderas regimentales, las 2 piezas de artillería, 800 mosquetes, 35 vagones de carga, todos los instrumentos de su banda de música y unos 60 esclavos negros. Tarleton en sus memorias posteriores declaró: “(ocurrió) algún hecho imprevisto, que pudo lanzar el terror entre las más disciplinadas tropas y contrarrestar los planes mejor pensados”. A esto los entendidos cabales le suelen llamar sorpresa y es un eficaz multiplicador de la capacidad de combate aplicada.

En una batalla pequeña y de poco más de una hora de duración, vemos como un mando, a 24 días de su baja definitiva a causa del reuma, supo sacar de la debilidad y las carencias de sus tropas, “fuerzas” renovadas, sucesivas “capacidades de combate”. Y recrea a sus medidas insignificantes una pequeña Cannas, sin que Morgan sea un Aníbal…. Sin que las características de sus hombres hubiesen cambiado en lo absoluto. Y tan bien lo hace y tan arrojado, directo, tozudo y seguro es su arrogante enemigo, que los resultados superan sus expectativas y las órdenes recibidas del General Greene. Ya que Morgan buscaba sólo rechazar el intenso acoso al que le sometía el impulsivo británico,.un oficial de caballería muy eficaz y temido.

En Cowpens, Morgan utilizó la retirada sucesiva de sus fuerzas poco eficaces de tiradores libres y de la primera fila de milicianos. Era lógico y esperable. Sin embargo, una fuerza de regulares que se retire, sin llegar al fuego cercano o a la amenaza próxima de las bayonetas, aparece como una añagaza. Los milicianos estaban estimulados en su moral y en su instinto de supervivencia. Y no se les pidió ningún imposible emocional o un esfuerzo por encima de su entrenamiento y de sus aptitudes, que les generasen unas fuertes tensión mental y enervación. Esto va a ser suficiente para mellar gravemente la capacidad de asalto a la bayoneta de la infantería regular de Tarleton. Y, además, sin que sus mandos intermedios lo advirtieran, ya que las tropas regulares avanzaban sobre líneas de milicianos, que se comportaban como se esperaba de ellos, es decir, rehuyendo el choque y retirándose. Tarleton se lanza, seguro de contar con una potencialidad sobrante, basándose en su comparación hombre a hombre. Su lógica lineal es aplastante. Sin embargo, tras el segundo o tercer encuentro sucesivos, los mejores hombres sufren un cansancio general: se descuidan, su moral se vuelve neutra, han caído bastantes oficiales y clases y su vulnerabilidad es máxima. Los atacantes han agotado su capacidad de combate, aunque continúen avanzando disciplinadamente.

De este fenómeno también trata Sun Tzu. “El escoge a sus hombres y ellos aprovechan lo mejor posible la situación”. Li Ch’uang lo comenta así: “El valiente sabe batirse; el prudente, defenderse; el sabio, asesorar. No se desperdicia el talento de nadie” y Chang Yu dice: “Luego el verdadero método, cuando hay que mandar hombres, consiste en utilizar al avaro y al tonto, al sabio y al valiente y en dar a cada cual la responsabilidad en las situaciones que le convienen. No confiéis a la gente tareas que no pueden cumplir. Haced una selección y dad a cada cual responsabilidades adecuadas a sus cualidades”. “El que tiene en cuenta la situación, utiliza a sus hombres en el combate como quien hace rodar troncos o piedras. Pues está en la naturaleza de los troncos y de las piedras estar en equilibrio en un suelo firme y rodar en un suelo inestable. Y si son cuadrados, se paran y si son redondos, ruedan”.

Tras utilizarlos sucesivamente, sin agotarlos o permitir que sean barridos o les entre el pánico, Morgan no descarta a sus hombres. Los va incorporando a reservas, con la moral crecida por el esfuerzo mantenido sobre los regulares británicos. No agota sus potencialidades, sino que las preserva y las recupera, recreando reservas. Aunque se trate de tropas poco entrenadas, tienen una capacidad de combate aplicable y operable sobre el enemigo. El brigadier impide que el choque o el agotamiento afecten a la inferior capacidad de sus hombres. Morgan evita el desgaste, pero lo emplea al máximo contra su enemigo. El resultado sería menos manifiesto y llamativo, si Tarleton hubiese dado descanso y rotación a sus distintos batallones. Con ello compensaría mucho aquél y podría actuar más eficazmente sobre su contrario, empleando sus reservas. Esta posibilidad presenta una perspectiva enriquecedora de la visión holística, global, del fenómeno tratado.