LA ESTRATEGIA NACIONAL CHINA Y SUS INTERESES INTERNACIONALES II.

(CONTINUACIÓN)

La Estrategia Nacional de la República Popular de China.

China, conocida otrora a sí misma como el Reino del Medio, sigue una estrategia nacional centrífuga, expansiva hacia el exterior, desde su “espacio vibrante del Medio”. Partiendo de ese gran “centro nacional de la etnia Han” y actuando en grandes ondas de comunicación, influencia y dominio, por ese orden, China está extendiendo su presencia y ascendencia por todo el mundo globalizado, dirigiéndose hacia todos los países posibles. Empleando para ello las comunicaciones inalámbricas, terrestres, marítimas y aéreas; los intercambios culturales; sus flujos migratorios; su diplomacia eficaz en la ONU y otros foros; la formaciones de corporaciones industriales y mercantiles con asociados locales y regionales; y el comercio internacional de toda clase de bienes de consumo e inversión y de materias primas e intermedias,

Un primer objetivo nacional exterior chino es fomentar la multipolaridad en la estructura mundial de las grandes potencias y sus aliados. Buscando que no exista una potencia mundial hegemónica como los EEUU, que le estorbe en la extensión de su influencia y poderío desde su “centro nodal”. Para ello, creará alianzas y establecerá pactos y convenios con terceros en detrimento o en sustitución de aquella potencia hegemónica. Y será un “actor intransigente obstruccionista” en todas las actuaciones que promueva unilateralmente ésta en los foros internacionales (ONU, Agencia Internacional de la Energía Atómica). Así, las actuaciones de las naciones occidentales en el conflicto sirio están frustradas y limitadas por el veto sistemático de China a su aprobación en el Consejo de Seguridad. Aunque los comunistas chinos se consideran al margen de la lucha por la influencia directa en el Oriente Medio musulmán. De la que el conflicto sirio es un episodio más del resurgimiento del islamismo militante y de la lucha entre sunníes y chiíes por la hegemonía social y religiosa del Islam en esa zona geopolítica. Precisamente, la decisión china de renovar sus relaciones con el África Subsahariana fue en parte un corolario estratégico de la “guerra al terror” de los EEUU y la OTAN en Oriente Medio, como región proveedora de petróleo y gas a todo el mundo.

La nueva Rusia de Putin, tras el paréntesis difícil e indiferenciado de Boris Yeltsin, está despertando de una transición traumática a la democracia formalista, no reflejada aún en sus estructuras de poder y de administración. En ellas se está transmutando todo el aparato supervisor y burocrático de la URSS, creado a lo largo de 70 años de férrea dictadura del PC. Por lo que no es casual el origen profesional de Vladimir Putin y sus maneras recias, rápidas y poco consideradas. La pérdida de sus “aliados controlados” del Pacto de Varsovia y del COMECON, sólo le dejan a Rusia aspirar a nuevas influencias captables hacia el Asia central, desde Siria a la India y Vietnam. China es para Rusia un socio, competidor y rival, si vale esta definición polivalente, que hace que ninguna de las expresiones lo sea en plenitud. Ambas son “potencias emergentes”, según la nueva nomenclatura, empeñadas en crecer, en no dañarse directamente de momento y en erosionar a la potencia hegemónica y a sus aliadas europeas. Así, los chinos no actuarían directamente, ni por terceros países interpuestos, en Siria o en Irak, en el caldero hirviente del Asia del Suroeste, escenario de la contienda global que sunníes y chiítas desarrollan por el control y la supremacía en el Islam. Sino que lo harán colaborando en cierta medida con los intereses y las proposiciones diplomáticas de los rusos. Reforzando así una postura política común de contrapeso y neutralización de la influencia de Occidente en la zona. Y a cambio de una cierta reciprocidad rusa a favor de los intereses chinos, en otros países en los que no choquen las influencias nacionales de ambos.

Una preferencia estratégica china externa se dirige hacia el subcontinente indio y a las naciones de un primer círculo asiático de cercanía terrestre y marítima. La India es un rival radical a su medida, con el que sostuvo varias guerras fronterizas a mediados del siglo XX. La India tiene una estructura política más avanzada que China, la democracia liberal participativa, aún a pesar de todas sus contradicciones, discriminaciones étnicas, sociales y religiosas y carencias de todo tipo. Y posee una pujanza demográfica que la supera. Aunque últimamente los chinos comienzan a darse cuenta de lo irracional de sus métodos “seudos científicos” del control de la natalidad. Que la China comunista aplicó en aras de un progreso material racional, pero supuesto y futurible. Progreso del que sólo disfrutan en diversos grados en el presente los miembros del partido comunista y sus familias, los técnicos que lo diseñan, impulsan y desarrollan, los jefes y oficiales de las fuerzas armadas y una minoría de emprendedores y hombres de negocio, que han prosperado a la sombra de un clientelismo institucional inveterado de las citadas élites públicas.

Al oeste de China, junto a su inmensa región de Sinkiang (Xinjiang), en el Turkestán Oriental, se encuentra un rosario de antiguas repúblicas socialistas soviéticas de unos 2 mil Kms de longitud, que alcanza hasta la orilla oriental del Mar Caspio. Ellas son, de este a oeste, Kazajistán, Kirguistán, Tadzikistán, Uzbekistán y Turkmenistán. Y forman estos países un conjunto monolítico de varias etnias, recogidas en los nombres de ellos, pero extendidas por varios a la vez, de origen turcomano, de las estepas centrales de Asia, y aglutinados también por su pertenencia al Islam sunní. Todo ello forma un escudo multinacional defensivo y refractario a la actividad expansiva y a la presencia significativa de los chinos en sus asuntos internos o en su comercio exterior, con efectos de tutela política. Estos musulmanes turcomanos son más bien unos potenciales aliados de la Gran Rusia, en cuanto ésta ponga un poco de dedicación y esmero en atraerlos y atenderlos.

Otra gran preferencia estratégica de Beijing es extender su influencia y ampliar los lazos económicos y diplomáticos con las naciones en desarrollo, especialmente las que tengan “recursos naturales y cultivos primarios”, que sean necesarios para la producción manufacturera, la alimentación y el desarrollo general de las naciones. Ella les ha llevado hasta mucho más allá de sus fronteras geográficas de influencia política o estratégico militares.

En ese gran núcleo del Reino del Medio, China práctica una estrategia interna centrípeta. Es el complemento de la estrategia expansiva exterior que acabamos de ver. Forman ambas otra pareja de “opuestos complementarios” no antagónicos en la filosofía natural china, como el yin y el yang, el Cielo y la Tierra, que generan las miríadas de ser en su interacción, como el eterno curso y retorno de las estaciones… Esa estrategia interna social busca mantener y extender la hegemonía de la etnia Han y su civilización milenaria. E incorporar a ella todo lo posible a las minorías étnicas y religiosas de su periferia geográfica, tibetanos, uigures (de Sinkiang o XinJiang), o cultural, cristianos, musulmanes y otras “creencias ociosas y perniciosas”.

Rusia refuerza su posición con China.

Con su habitual oportunidad y agilidad operativa, Putin firmó con el presidente Xi Jinping el miércoles 21 de mayo un contrato estratégico (30 años de vigencia) para suministrar a China unos 38 mil millones de ms3 de gas ruso cada año. Cierto es que las negociaciones de este trascendental contrato se han prolongado durante una década, pero la oportunidad de su firma para ambos socios es innegable. Rusia ha determinado su firma bajando algo el precio de cesión, que no se ha divulgado, y que era el obstáculo principal para el acuerdo entre el ente estatal ruso Gazprom y la Corporación Nacional del Petróleo de China. Se comenzará enseguida la instalación de un nuevo gasoducto entre Siberia y China, que costará unos $55 mil millones y que estará operativo en 4 años. China consigue así un suministro estable de parte de sus necesidades energéticas primarias (alrededor de un 25%), lo que le permitirá ir reduciendo su dependencia estratégica de su carbón nacional. Cuya combustión es la principal generadora de la contaminación masiva que sufren actualmente las grandes ciudades y la industrializada costa de China. Se calcula, según las estimaciones oficiales, que China necesitará unos 400 mil millones de ms3 de gas para el año 2020, doblando el actual consumo de gas. Lo cual abre la posibilidad a nuevas ampliaciones del suministro ruso en el marco de este acuerdo. Por su parte, buscando mercados alternativos para su energía primaria, Putin resta trascendencia y eficacia con esta operación comercial a las balbuceantes acciones de la Unión Europea, para sustituir parte del suministro del gas ruso, usando otros hipotéticos suministradores de allende los mares. Y, además, cualquier estrangulación del actual servicio por sus compradores, obligará a la UE a incrementar su ayuda a Ucrania, para compensar sus “ingresos mermados” por el paso del gas por su territorio.

Este acuerdo de suministro energético entre Rusia y China desató el jueves 21 de mayo los temores de la Unión Europea y destacó su incapacidad de reacción conjunta y eficiente. El presidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Durao Barroso, le envió una carta al presidente ruso, Vladimir Putin, exigiendole que cumpla sus compromisos y asegure «el suministro a las empresas europeas en el nivel acordado». Barroso recibió el encargo de los jefes de Gobierno europeos de responder en su nombre a Putin. Pese a que éste se había dirigido directamente a varios estados miembros, para indicarles el problema que desatarían con el establecimiento de sanciones económicas a Rusia. «Le escribo en nombre de la Unión Europea y de sus 28 estados miembros», encabezó su carta Durao Barroso. «Le pido un enfoque constructivo» a la situación creada. Y aprovechó para señalarle que el hecho de que Gazprom asegure «un suministro responsable» va «en interés de todos», incluida Rusia. En una conferencia que tuvo lugar ese mismo día en Polonia, el presidente dijo que Moscú exporta el 80% de su petróleo y el 70% de su gas a la UE. Y que «es de lejos el mercado más atractivo para Rusia». «Seis estados miembros dependen en exclusiva del suministro ruso» y es necesario «reducir la dependencia energética» de Rusia y reiteró la necesidad de impulsar «el corredor gasístico del Sur», que pasaría por España. Y se lamentó que la Comisión (el Ejecutivo comunitario) lleva años reclamando la puesta en marcha de esa alternativa, pero «de forma estéril»..»Usar la energía como arma política puede ser contraproducente para los que la utilicen», remató el presidente de la Comisión, alarmado por las amenazas rusas de interrupción del suministro tras la crisis de Ucrania. En efecto, el candidato popular Arias Cañete recordó el día 20 en una conferencia en el Club Siglo XXI que «se acordó en 2002 que las interconexiones energéticas de España con el resto de la UE alcanzaran al menos 10% de la potencia instalada y en los años siguientes no ocurrió nada». A su vez, la agencia de calificación de solvencia Fitch dijo en un informe del 22 de abril que una interrupción del suministro de Rusia perjudicaría la recuperación de la economía europea y haría necesario un incremento del suministro de gas por parte de Argelia a través de España. 

China se acerca a la India con la economía.

El miércoles 17 de setiembre el presidente chino realizó una visita oficial a la India. La balanza comercial entre China e India es muy favorable a la primera. En 2013, por ejemplo, el valor de las exportaciones chinas fue de $49.350 millones y sus importaciones desde la India ascendieron a $14.500 millones. El flamante premier indio Narenda Modi, de 64 años y de corte nacionalista pragmático, había viajado a primeros de setiembre al Japón. Y, durante la visita, este país se comprometió a invertir en la India unos $43.750 millones en los próximos años. Ambas visitas se complementaron a fin de mes, cuando Modi viajó a los EEUU para buscar también allí financiación, comercio y tecnología. En efecto, la economía india, necesitada de tecnología de vanguardia y especializada, con un déficit en su balanza exterior y apremiada por una gran población en aumento y cada vez más exigente, necesita de las inversiones externas para reconducirse y superar su actual debilidad relativa.

La importancia cualitativa de la actuación de Pekín se subraya si sabemos que China sólo había invertido unos $390 millones en la India desde fines del siglo XX. Durante la visita de Xi Jiping se firmó un acuerdo económico bilateral para los próximos 5 años. Acuerdo encaminado a compensar en parte aquél desequilibrio exterior, mediante inversiones industriales, tecnológicas y en infraestructuras de Pekín, por un total de $18.750 millones. Las principales inversiones serán en forma de créditos para la adecuación y modernización de la red de ferrocarriles india y para financiar a la aerolínea Indigo, la compra de 30 aeronaves. China construirá también dos grandes polos industriales en Gujarat y Maharashtra, con un coste estimado de $6.600 millones. Asimismo, China comprará mayores cantidades de productos farmacéuticos y agrícolas indios.

Empleando la economía, una de las fuerzas de la estrategia nacional o gran estrategia de un país, auxiliada por la diplomacia, otra de las potencialidades de ella, China consigue crear con los países emergentes “núcleos de actuación y prosperidad compartida”. Iniciados o sembrados en un mundo que China desea y busca que sea “multipolarizado” en diversos “núcleos y centros de poder geopolítico”. Que mermen así necesariamente, por su mera existencia, a las grandes potencias occidentales, hoy “dependientes del comercio mundial”.

Este giro oportuno y voluntarioso en las relaciones bilaterales de los dos colosos asiáticos, debe ser apreciado en el marco de la mutua conveniencia política y económica a medio plazo. Y no como parte de una verdadera estrategia de aproximación entre dos civilizaciones vecinas. Llamadas, por su carácter excluyente en muchos asuntos, a rivalizar, no necesariamente a enfrentarse, en sus esferas de influencia, vecindad, intereses y demografía, que están y seguirán solapadas en muchos puntos de fricción. De hecho, la breve guerra que sostuvieron China y la India en 1962 y que congeló desde entonces sus incipientes relaciones de la posguerra mundial, tuvo por ello más actualidad y efectos en ellas, que las consecuencias puramente militares de 52 años atrás. Así, para definir los 3.500 Kms. de fronteras comunes, ambos países han sostenido hasta ahora unas 15 rondas de negociaciones fallidas. La India acusa a China que sus tropas han penetrado más de 330 veces en 2.014, sólo hasta setiembre. La India reclama a China como propios unos 38 Km2. en la parte occidental del Himalaya. Y China le reclama a India como propios unos 90 mil Km2. del estado de Arunachal Pradesh (al noreste del país).

(CONTINUARÁ)