La Guerra Psicológica contra los Talibanes, Al-Qaida y los Insurrectos Chiíes.

Sus Aplicaciones en Afganistán e Irak. Primera Parte.

El brigadier estadounidense Bonner F. Fellers explicaba que “la guerra psicológica debía ir al mismo paso de los ejércitos vencedores”. En efecto, la razón de ser de todo el aparato militar en la guerra psicológica es exacerbar la desmoralización enemiga, que acompaña inevitablemente a sus derrotas mayores y menores. El efecto debe ser algo así como echar sal en las heridas abiertas por nuestros combatientes. Y, para ir ganando “los corazones y las mentes” de los iraquíes, es necesario primero no ser el perdedor en el terreno militar. Toca ahora abordar la contribución de una forma más incruenta, sutil y profunda a la victoria de las autoridades afganas e iraquíes.

Aparición, desarrollo y características de la guerra psicológica. Su empleo en la guerra irregular.

A comienzos del siglo XVI las ideas “reformistas y heréticas” del sacerdote agustino Martín Lutero se propagaron incontrolablemernte por el centro y el norte de Europa, con la ayuda de la imprenta. El origen de la palabra propaganda surge durante la llamada Contra Reforma. Es una referencia a la propagación de la fe católica. Con los jesuitas en la vanguardia de esa tarea de catequización. Haciendo frente a las desviaciones de la ortodoxia preexistente, enseñadas por los luteranos, hugonotes, calvinistas, erasmistas, etc.
No es hasta la I Guerra Mundial cuando el término adquiere una significación negativa o peyorativa. Ésta se origina por la indignación popular hacia los esfuerzos sistemáticos de las potencias beligerantes en aquélla, para manipular en su favor las ideas y, con ello, las actitudes de todos, los neutrales, los enemigos y la población propia. Así, en los años 30 del pasado siglo, la propaganda “de guerra” o “nacional” evocaba en la mayoría de las personas la visión de fuerzas malévolas, que se antojaban extrañas y alienantes, intentando lavarles el cerebro. La necesidad surgida con el estallido de la II Guerra Mundial, de cooperar al esfuerzo de guerra total con todos los medios disponibles, ante un conflicto impuesto que amenazaba la supervivencia de las democracias, y los nuevos avance en los campos sociológicos y psicológicos durante el período de entreguerras, llevarán progresiva y firmemente a la aceptación por las naciones occidentales y sus fuerzas armadas de la aplicación de la guerra psicológica.
La propaganda maneja siempre informaciones básicas, esenciales, que son sencillas y simples por definición. Esto es debido a que su “objetivo” (el “snob”, “target”) es siempre amplio y numeroso: la población de un determinado país o región, o un colectivo extenso religiosa, económica, racial o socialmente diferente. Ellos son los que hay que informar, convencer y, según los casos, proteger.

La importancia de conocer la “población” a la cual va dirigida la guerra psicológica es incuestionable. Un principio de la guerra, definido ya por los autores chinos hacia el siglo IV antes de Cristo, exige conocer al enemigo, como premisa para presentarle o no combate, y ganarle en su caso. En el campo aliado en la II Guerra Mundial, tras los abrumadores éxitos iniciales japoneses hasta mediados de 1942, se tenía la extendida y falsa idea de que los soldados japoneses no se rendían y que eran impermeables e invulnerables a cualquier acción psicológica enemiga. Esto provocó que durante mucho tiempo, las fuerzas aliadas combatientes más bien toleraran, que apoyaran o promoviesen, la acción de las fuerzas del G-5, la sección del EEMM para la guerra psicológica. El conocimiento extendido que se tenía sobre los “diablos amarillos” no pasaba de su adhesión al ideal de “la muerte antes que el deshonor”, su leal fijación por el emperador, como autoridad suprema y símbolo de la nación, y el peso de un estigma generalizado y adquirido, por su felonía inicial en la guerra. Así, los primeros textos aliados de propaganda sólo provocaron la risa en sus lectores nipones.
La información es la exposición suficiente de hechos y opiniones (identificadas como tales), presentados al público para que éste deduzca sus propias conclusiones. La propaganda es una información persuasiva. Su diseño busca persuadir al “objetivo”, para que responda o reaccione favorable o desfavorablemente sobre un asunto o una idea determinados. Lo que distingue la información de la propaganda es la intención del comunicador, no el contenido o la calidad del mensaje. La propaganda no es intrínsecamente mala, desviada o falsa, ni puede ser un sinónimo de mentiras. Ya que las falsedades o las verdades a medias, que terminan descubriéndose rápidamente hoy en día, destruyen la credibilidad del mensaje y del comunicador y los propósitos buscados por la propaganda. 
Las guerras contra los irregulares armados son por naturaleza largas, dolorosas y difíciles. El carácter prolongado se origina de la necesidad de que una fuerza armada irregular “popular” rebelde, partiendo casi de la nada, se desarrolle, se extienda y se fortalezca suficientemente. Y consiga entonces derrotar moral o militarmente a un ejército regular propio o de ocupación. Las dificultades y los crueles males surgen por el elevado componente civil que participa en ellas. Son guerras localizadas en el patio de casa, en la retaguardia propia u ocupada. Grivas, en su “Plan general de la acción revolucionaria en Chipre” enseñaba, “no hay que creer que nosotros, mediante esta forma y procedimientos pretendamos una derrota material y total de las fuerzas inglesas en Chipre. Perseguimos más bien su derrota moral, hostilizándolos e intranquilizándolos de tal manera que, al final, obtengamos el objetivo de la lucha. Ésa fue hasta el final nuestra meta estratégica. El éxito se lo debemos al hecho de habernos aferrado firmemente a ella”. 
Si la fuerza la tiene el ejército y la no fuerza, los rebeldes, ¿cuál es el nutriente esencial que absorbe una parte y que pierde miserablemente la otra, a lo largo de mucho tiempo? La fuerza moral, la fuerza psicológica es el secreto del éxito en estos conflictos de baja intensidad militar. Que se libran realmente por parcelas, por objetivos, por “cuantos” de moral social. Cuya acumulación asola y destruye la capacidad armada del contrario. Esto también quiere decir que el proceso tiene dos sentidos, que es posible casi siempre revertirlo y aún ganarlo. Incluso a pesar de haber sido sorprendida por un estallido social merecido. Y la razón de esto es su lentitud extrema. De ahí la importancia de la guerra psicológica en la lucha contrainsurgente en Afganistán e Irak. Como la otra pinza imprescindible para cercar y rendir al enemigo en esta guerra irregular.   

Las premisas esenciales para la guerra psicológica en Asia Central. La explicación según su estructura social y sus características socio religiosas.

En Afganistán e Irak deben aplicarse siempre 4 parámetros o factores centrales y radicales en la guerra psicológica. Es necesario decir siempre la verdad. Es necesario abstenerse de criticar al Islam, a la fe nacional, en todas sus interpretaciones normales. Es necesario respetar las estructuras sociales de la nación, profundas en su idiosincrasia y esenciales para su convivencia. Es necesario destacar la amistad inquebrantable hacia los pueblos afganos e iraquíes de las fuerzas aliadas internacionales.
A través de la verdad se busca lograr, mantener y garantizar la credibilidad de la información transmitida, diseminada por la Coalición y por el gobierno y las fuerzas armadas y de policía locales. La propaganda contrainsurgente debe mantenerse fiable. Y esto se logra porque se adapta y es conforme con las experiencias diarias de los diferentes rebeldes talibanes o iraquíes, que las viven. En muchos casos, este parámetro o presupuesto de la verdad limitará o recortará qué es o cuánto es lo que los propagandistas militares pueden decir.  
En estos países, como en tantos estados musulmanes, el Islam es un factor principal de cohesión social e integridad nacional, independientemente de la rama islámica sunní o chií a la que se pertenezca. Y de la interpretación religiosa personal y más o menos sesgada que predique el imam de la mezquita, a la que se acuda regularmente. El Islam es, en su acepción más simple y popular, una fe sencilla, dotada de ritos externos y sociales muy definidos, y fácil de seguir y cumplir. Una democracia islámica se basa: En la Umma o comunidad religioso social. En el Corán o revelación directa de Allah. En la Sunna o la tradición del Profeta, sus hechos y dichos (hadices) recogidos por sus discípulos directos. Y en la Sharia o sus leyes derivadas civiles y penales, que estarán más o menos desarrolladas y aplicadas según los países.
Es necesario, por tanto, no  imputar a la religión musulmana lo que son fenómenos provocados por cambios sociales, intereses partidistas o, incluso, muy terrenos, y la voluntad de poder de algunos jefes y estados. A su vez, hay que considerar que sólo los islamistas radicales violentos esgrimen su interpretación del Islam como una solución excluyente a todos los problemas de su sociedad política o de la Umma. En esto, los europeos tienen una tendencia a considerar el Islam como un todo monolítico e inmutable en el tiempo. Por ejemplo, es necesario destacar al pueblo iraquí, la distinción entre los objetivos perversos de los jihadistas extranjeros y la rebelión interna de origen sunní o chií. Aquéllos están concentrados en los grupos semiautónomos de Al-Qaida, para quienes Irak es sólo un terreno propicio para sus matanzas indiscriminadas de iraquíes, buscando encender una guerra civil que lleve a la desmembración del país.
Por otro lado, la obediencia es una cualidad personal y social muy arraigada en las sociedades islámicas. Se obedece al jeque o jefe de las familias del clan en las cosas tocantes al orden social, se obedece al jefe familiar o padre en la familia y se obedece y acata la voluntad de Dios como gesto y rito vital en el Islam. Esta obediencia social es enriquecedora y protectora, no disolvente ni enfermiza por sí misma. Por ejemplo, en las madrasas, el Corán se aprende de memoria, por recitación continua a lo largo de los años de escolaridad. Puesto que es la Palabra de Dios descendida de junto a Alá, no hay interpretación ni crítica disolvente, sino obediencia y aplicación. Así, soportando la división de creencias y etnias en Afganistán e Irak, perdura muy arraigado y tenaz un complicado entramado de tribus y luego de clanes regionales y aún locales. Este, para nosotros, pintoresco conglomerado social es el que da el verdadero valor y sentido a las lealtades y a los intereses, siempre relativos y aún oportunistas, de los afganos e iraquíes. Por eso es costumbre incorporar en muchos casos al final del nombre, un topónimo que señale el lugar de nacimiento.
Las características jurídico sociales democráticas de expresión del pensamiento, libertad de movimientos, derecho al voto personal, libertad de comercio, derecho a la propiedad privada, protección de los menores, derechos femeninos, derecho a la justicia, obligación de pagar impuestos, servicio militar obligatorio, etc., podrán estar más o menos desarrolladas, protegidas y promovidas en una sociedad islámica. Pero deberán entreverarse, conjugarse, asociarse, estructurarse, comprometerse con las realidades socio político religiosas esbozadas apenas más arriba, para que funcionen. Nunca podrán imponerse desde afuera, como si se tratasen de la única forma legítima, que aquí resulta curiosamente radical y excluyente, que puede adoptar un “gobierno del pueblo”.
Ése fue uno de los dos errores garrafales de Paul Bremer, en Irak. Un ejemplo, los oficiales de la inteligencia militar trataron de llevar a cabo un trato con 19 subclanes de la tribu Dulaimi de la provincia al-Anbar, en el centro del triángulo sunní, para desarmarlas y que realizasen labores de vigilancia sobre el tránsito rebelde en su territorio. La contrapartida era un pago de $3 millones y el reconocimiento administrativo de la tribu. Bremer estropeó el cierre del trato, diciendo que “las tribus eran un vestigio del pasado, que no tenían cabida en el Irak democrático”. Sin embargo, por el contrario, ya desde noviembre de 2003 los baazistas exiliados y diferentes jefes de tribu o jeques han mantenido reuniones públicas mensualmente en el hotel Palacio Chan, de Damasco. Se suponía que eran para expresar la solidaridad contra la prolongada ocupación estadounidense. Pero también han servido para mantener reuniones de aquéllos con líderes de la insurgencia, planificar operaciones comunes y para la distribución de dinero. Por lo tanto, Afganitán e Irak no pueden ser democracias occidentales liberales inorgánicas. Donde apenas resiste aún algún valor moral o social. Frente a la todopoderosa avalancha asimétrica de las libertades individualizadas, consagradas como fuente de Derecho, sin la contraprestación jurídica de deberes sociales o personales.
Debemos tener presente siempre que todo el pueblo de Afganistán o de Irak son amigos y aliados. Y que sólo una parte de ellos presentan temporalmente intereses y objetivos divergentes, que buscan obtener por la dialéctica de la fuerza. Dichos objetivos no son antagónicos irresolubles con los nuestros. Porque gran parte de la insurgencia ataca a las fuerzas extranjeras de la coalición o a las de las autoridades afganas o iraquíes propias, porque en éstas ven indefinición o falsedad política, debilidad, parcialidad por algún bando opuesto, incapacidad, corrupción, indecisión y poco brío para la resolución de los problemas nacionales. Por ejemplo, el vacío de poder aglutinante y rector que dejaron Saddam Hussein, la estructura férrea del Baaz y su clientelismo omnipresente, con todo lo imperfecto, corrompido y cruel que fueran, no lo han llenado aún completamente las fuerzas nacionales iraquíes. Probablemente porque han aplicado un modelo injertado de estado liberal ajeno y espúreo, vacío de contenidos prácticos y alejado de la realidad social de Irak. En Afganistán partimos de que no contamos, ni siquiera, con los vestigios de una administración estatal respetada previa. 

OPERACIONES EN AFGANISTÁN Y PAKISTÁN. Segunda Parte.

Publicamos la Segunda Parte de las «operaciones en Afganistán y Pakistán».

Particularidades socio antropológicas de las tribus pashtunes.

Las relaciones internas de los grupos, familias y grupos de familias locales y clanes, se caracterizan por incorporar a ellas ciertos ritos, preceptos, actitudes y tabúes. Éstos recogen, valoran y cuantifican sus necesidades vitales, sus emociones primarias y sus creencias. La religión musulmana es seguida rigurosamente en la amplia zona que tratamos. Son todos de la rama sunní, que acepta al Corán y a la Sunna del Profeta, sus hechos y dichos (hadices), debidamente recogidos por los discípulos, como las fuentes ortodoxas de la revelación de Allah a los hombres. Las diferencias residen en el rigor con el que se examinan y aceptan las fuentes de la Sunna. Esta asunción forma parte de la inculturación, afirmación y cohesión sociales de estos grupos.
Estas sociedades aceptan y se rigen a través de una autoridad, más o menos respetada y obedecida. Cuanto más se perfeccione y avance hacia el exterior la sociedad, el poder de esta autoridad se afianzará y crecerá y se extenderá en ámbitos de influencia. Cuanto más pequeño y aislado sea el grupo, el poder de la autoridad será más moderadora e integradora, actuando como un primero entre los “iguales”. En estos casos últimos, la reunión de los miembros activos (hombres, cazadores) del clan en asambleas, jurgas, etc., tienen valor supremo y es sancionador de las conductas desviadas o disolventes para el grupo. Evidentemente en estos consejos locales, el prestigio y el poder de cada individuo miembro cuentan, y en ellos unos son más “iguales” que otros. Esos jefes locales o Maliks son como negociadores privilegiados con los distintos gobiernos, que gozan de una autoridad personal más que institucional, y cuyos acuerdos pueden ser ignorados por los varones adultos, si no están revalidados por sus asambleas.
Su código de costumbres y honor es el Pashtunwali, que establece al individuo ciertos derechos y exige de él ciertos deberes sociales, hacia la familia, el clan y la tribu. Las disputas básicas sobre mujeres, oro o dinero válido y tierras están en el origen de las enemistades sostenidas en estas tribus. Y que deben ser mantenidas hasta vengar la afrenta percibida. La propia fragilidad y debilidad de la sociedad exige la aparición de los valores protectores. Éstos podrían ser la hospitalidad, la lealtad, la amistad, el desprecio a los foráneos, la venganza de ultrajes y daños, el honor individual y colectivo. Cada uno de ellos protege y engrandece en alguna medida o matiz al pequeño conjunto humano. Como veremos las relaciones son interpersonales, en los ámbitos de la familia, el clan y la región. Se proyectan por la oportunidad, la cercanía, el intercambio de bienes y la relación. Y se afianzan con la lealtad, el respeto a las normas aceptadas y el tiempo de trato. Y en función de la acumulación de estos actos elementales sucesivos. Un extraño puede así aspirar a su integración, a título particular humano. Y no por la calidad y la trascendencia de su categoría o puesto institucional.
La hospitalidad lleva implícita la reciprocidad, cuando uno viaja, está solo y no es agresivo. Esto a veces se perfecciona con la dotación de una escolta al viajero por zonas inseguras. La violación de esta “escolta” por un ataque supone una grave afrenta para el clan que la proveyó. La lealtad entre los miembros del colectivo, por muy lábil que sea a veces, cohesiona al grupo. El honor infla la autoestima y la apariencia ante propios y extraños. La venganza, en ausencia de verdadera justicia, busca castigo y luego reparación de los daños y afrentas reales o percibidos. El desprecio a los foráneos, no adornados de buenas cualidades o amenazadores para el grupo, busca impedirles a priori su integración en él, como una forma de defensa pasiva. La amistad estrecha los lazos con los iguales y el grupo. Si alguien se integra en estos grupos elementales, es objeto de lealtad y amistad a título personal. Esos valores se incrementarían por su actuación, maneras y comportamiento personal. Sería el caso de un jefe de fuerzas nativas, aceptadas por ellos por la paga, el honor y el status que brindan y proyectan sobre los clanes regionales. La aceptación no es con el cargo, sino con la persona.
Otra característica de la organización social de estas tribus fronterizas semiindependientes es que impulsan una relativa endogamia. Con ella buscan aislar, proteger, mantener o fomentar su idiosincrasia, su influencia y su patrimonio. Pero, sin que sea biológicamente perjudicial su uso. Como sería entre los miembros de una misma familia o clan pequeño o cercano. En efecto, los matrimonios no sólo suponen y conllevan intercambios de individuos entre las familias de los contrayentes. Producen también intercambios y flujos de regalos, visitas, relaciones y parcelas de poder. En unas sociedades poco evolucionadas y residentes en un medio difícil y, a veces, rodeadas temporalmente de hostiles, las relaciones matrimoniales producen un “ingreso”, unos aumentos de posiciones sociales, influencias y bienes, que son muy apreciados por aquéllas.

¿Cómo se debe afrontar el acercamiento hacia las tribus fronterizas y fomentar su pacificación? De manera que aíslen y expulsen a los elementos violentos radicales. Y que asuman unos lazos más duraderos y fuertes con las autoridades centrales de los dos países implicados.

Los pueblos montañeses son numerosos, pequeños y diseminados por ambas zonas de la frontera común. En ellos se pueden camuflar un pequeño grupo de talibanes “regulares”, a la espera de que pase de largo una creciente militar. Aparte, los talibanes gozan de un sistema complicado de cuevas naturales en varios niveles, reforzado por túneles de comunicación, dotados de zonas ampliadas para la espera y el almacenaje de bienes de todas clases. Este sistema es utilizado para facilitar el tránsito entre uno y otro país, sin tener que utilizar los pasos fronterizos o desfiladeros más habituales y conocidos, como “etapas” del trayecto completo. Y como refugio temporal cuando los aliados llevan a cabo operaciones de búsqueda de rebeldes o de represalia, sobre zonas pashtunes donde han sido más activos. Los talibanes son de la etnia pashtun. Sólo los distinguen de las tribus locales su mayor proselitismo religioso y su actividad militar. Parte de los lugareños con los que se encuentran los soldados en sus patrullas y registros, son talibanes “a tiempo parcial” y simpatizantes. Dos o tres hombres de un grupo de nativos que transitan por un camino rural, pueden ser una escuadra de talibanes moviéndose de un lado a otro.
Para vigilar ambos lados de la frontera, lo mejor es emplear en cada localización las fuerzas del lado propio. Aquí se puede explotar un atavismo que subsiste en todas las colectividades. Y que está aherrojado por la educación cívica y moral en las naciones llamadas cultas. Y que es el egoísmo, como fruto primigenio de la necesidad de defensa y de la escasez crónica de recursos originales. Que genera en las sociedades más primitivas una desconfianza hacia el vecino, que es apreciado colectivamente, ¡ojo!, como un competidor y un probable enemigo. Los talibanes son en Pakistán, extranjeros y empeñados en una guerra foránea. Aparte de la radicalidad absorbente y exclusivista de su interpretación del Islam sunní. Siguiendo las pautas generales citadas es fácil y simple, aunque laborioso y necesariamente progresivo, conseguir que los pashtunes pakistaníes impermeabilicen sus tierras a los talibanes. Evitando así la propagación de su doctrina y métodos. Y la extensión hacia el oeste del Indo de sus refugios operativos, que impedirán siempre su posible erradicación de Afganistán.
Las operaciones militares en las guerras modernas (de tercera generación) exigen detectar lo más rápida y precisamente a un enemigo mecanizado, a lo largo de todo su despliegue, hasta sus reservas. Luego se le ataca por el fuego terrestre, aéreo e incluso de cohetes tácticos. Aquí el enemigo es elusivo, disperso, peor armado, mal entrenado, indisciplinado. Pero es nativo, es resistente y parco, se esconde y camufla con facilidad, es un depredador nato, no defiende generalmente sus posiciones. Las operaciones de las unidades y grandes unidades militares dejan escapar por infinidad de “intersticios” tácticos a los grupúsculos guerrilleros, en los que se puede dividir una unidad rebelde acosada. Es necesario actuar a su nivel socio militar micro táctico y con cercanía. Al “enjambre” difuso, tenue, pero omnipresente de los talibanes es necesario interponer un “enjambre” cívico militar. Formado por elementos voluntarios, más capacitados, profesionales y entrenados que los guerrilleros.
Es necesario crear pequeñas “unidades de acción”, para actuaciones “socio militarescombinadas. Que sean capaces de alcanzar el habitat de los talibanes y expulsarlos de él, progresiva y firmemente. Interponiéndose entre ellos y las tribus, que son el habitat real de los terroristas y rebeldes. Unidades que, en su modelo básico o standard, estarían formadas por un pelotón de fuerzas ligeras locales leales entrenadas, un pelotón de infantes profesionales foráneos y un grupo de técnicos civiles de fomento y educación con material adecuado. Su logística y su apoyo estarán basados en unidades y fuerzas helitransportadas, controladas centralizadamente desde 2 o 3 bases operativas. Y complementadas por columnas móviles en vehículos o de caballería, formando una red de patrullas de apoyo por cada región.
Una vez asentadas esas pequeñas unidades flexibles, pueden acudir fuerzas mayores y brigadas de trabajo y de enseñanza, para ir guarnicionando la zona y para impulsar su mejora social. Hace falta contar con dinero para comprar la voluntad de colaboradores y simpatizantes. Esto puede hacerse facilitándoles trabajo y distinción social. Y para realizar los planes de desarrollo necesarios.
Erradicar los cultivos de opio puede ser un fin estratégico en sí mismo para los militares occidentales. Y hay que valorar muy bien su oportunidad y posibilidad en cada pequeña zona. Hay que ofrecer a los nativos una alternativa de paz, progreso y bienestar, dentro de sus creencias y maneras, para que segreguen a los talibanes. 

 

OPERACIONES EN AFGANISTÁN Y PAKISTÁN.

¿Cómo desarrollan los ejércitos occidentales y del Pakistán sus operaciones militares contra los talibanes y al-Qaida? La instrucción, el uso omnipresente del apoyo del fuego pesado y la mentalidad de los grandes ejércitos modernos, ¿facilitan las operaciones militares contra rebeldes indómitos fanatizados en sus tierras? ¿Cuál es la idiosincrasia de los 40 millones de pashtunes que viven en los territorios infestados por aquéllos? ¿Cómo es el Pashtunwali o código de honor de sus tribus? ¿Cómo podría combatirse mejor la presencia, no existe su dominio perfecto, de los rebeldes y terroristas en la amplia zona a ambos lados de la “Frontera del Noroeste” afgano pakistaní?

PRIMERA PARTE

La situación socio militar actual en Afganistán y Pakistán.

Los talibanes y al-Qaida forman dos movimientos organizados verticalmente y desde abajo a arriba. La cercanía ideológica y geográfica les permite colaborar tácticamente. Su estructura hace que sus células no sepan exactamente cuáles son los jefes superiores. Sólo saben dónde tienen que ir para recibir apoyo o para enviar o recibir información o para comunicarse con otra célula “pareja”. Las direcciones de estos movimientos actúan por excepción, no por presencia o por acción deliberada. Esto les permite operar bastante bien, sin la intervención de sus altos mandos. La muerte del mulá Omar y dos o tres jefes más en un bombardeo americano, afectaría poco a su efectividad, a sus niveles actuales de actuación militar irregular. El “martirio” de los antedichos o de Bin Laden o de su “consejero delegado” al-Zawahiri sería casi de igual importancia como lo es su existencia.
La clave operativa de los talibanes reside en sus innumerables jefecillos locales, con sus pequeñas bandas de guerrilleros. Ellos son los responsables de intimidar, aleccionar, asustar, atacar y ocupar más o menos temporalmente algunos de los numerosos poblados y caseríos. Según el grado de presión que deban ejercer sobre los lugareños para que les informen, les escondan y les ayuden. Evidentemente su elemental grado de desarrollo operativo mantiene al movimiento a la defensiva. Sin poder disputar a ninguno de los ejércitos presentes en esas áreas ningún territorio o pueblo. Sin poder realizar otras acciones más allá de las emboscadas, los ataques a las muy pequeñas unidades enemigas aisladas, el hostigamiento por el fuego a media distancia, el secuestro, incursiones aisladas de corta duración y el minado de caminos y veredas. Concentrados ideológicamente en la conversión a su movimiento, a sus células semi nómadas, de los pashtunes más afines o cercanos. En un grado menor y menos extenso, actúan las células de al-Qaida de Afganistán y Pakistán.
Su procedimiento usual para atacar una posición débilmente defendida o sin ánimos de luchar es éste: bombardean de madrugada con fuego pesado de lanzacohetes fijos, luego se acercan para emplear los morteros, por fin, el asalto lo realizan varias escuadras independientes que convergen, avanzando y disparando ráfagas de AK y ametralladora RPD o PK y lanzagranadas RPG y RL. 
Afganistán casi carece de carreteras asfaltadas: hay sólo dos. La más importante se da una vuelta redonda por todo el país, uniendo las principales poblaciones, Kabul, Kandahar, Herat, etc. Es como una gigantesca M-30 madrileña y le llaman Ring Road. Luego está la North-South Road, que sigue este recorrido, al este del país. No son gran cosa. Las capas de asfalto tienen entre uno y dos dedos de espesor; los calores las ablandan y se forman baches y burbujas fácilmente. Pero, debajo de una protuberancia puede esconderse un artefacto explosivo. Hay que recorrerlas despacio, mirando al suelo y oteando el horizonte, buscando observadores al descuido, no muy lejanos. Los talibanes tienen la costumbre de grabar en video las emboscadas, para colgarlos en Internet. No suelen usar activadores de cables; éstos son caros y pesan, y los rebeldes están en zonas aisladas y la logística es débil y complicada. Los artefactos se activan por la presión del vehículo o por un emisor de frecuencia y alcance dados; hasta sirve un dispositivo de apertura de puertas. Con los inhibidores de frecuencia, los militares intentan contrarrestar las ondas de radio de las frecuencias probables en la zona. Siendo los emisores más caros y complicados, cuanto más alcance, potencia y gama de frecuencias usen. Es el juego del gato y el ratón. El problema es que reciban los guerrilleros de un área, un emisor activador que use una frecuencia imprevista.
En cuanto al ataque por el fuego de armas ligeras y medias, los guerrilleros no se acercan demasiado. Son gentes menos entrenadas y equipadas que los militares profesionales. Actúan hostigando al bulto. Sus armas más frecuentes, los AK en sus variantes 47 y M no son precisas más allá de los 150-175 m., en tiro filante. El fuego de morteros resulta impreciso y esquivable contra una patrulla montada. Sin embargo, para los civiles y para el tránsito de vehículos y mercancías estas técnicas de ataque son suficientes y eficaces. El arma más temida y eficaz de los talibanes es el iluminado fanático suicida. Que busca como pasaporte al Jardín de las Huríes (ojo, no es un premio eterno), el llevarse consigo el mayor número de enemigos muertos y mutilados. Pero el atacante podrá ser un loco religioso, pero no es un tonto. Los suicidas no atacan las posiciones militares preparadas. Dotadas en su perímetro defensivo de complicadas alambradas, fosos, paredes, espacios entre obstáculos, alarmas, deflectores de explosiones. Porque saben que la explosión se disipará en el aire y que no le dejarán acercarse a las garitas, porque ya están esperándole. Las armas principales del suicida no son su cinturón o chaleco explosivo, son la sorpresa, la libertad de acción y la iniciativa.   
Las unidades de los ejércitos aliados (en Afganistán) o del Pakistán actúan mediante batallones y regimientos. Con las fuerzas de un batallón intentan barrer en una dirección una zona, en cuyo límite opuesto han desplegado un cerrojo. Con un regimiento suelen intentar una operación de cerco y aniquilación en una zona dada. Son quizás demasiadas fuerzas. Tienen los guerrilleros montañeses un arma natural de la que carecen los soldados entrenados a “nuestro modo”: la paciencia y la sobriedad. En Vietnam se subían aisladamente a los árboles, y esperaban callada y quietamente a que pasaran los soldados que peinaban la zona operativa. Cubriendo debidamente de barro la techumbre de una choza afgana, se impide la observación de su interior por los artilugios de visión térmica en aparatos aéreos, tripulados o no. Y no diremos más…
En 2002 los pakistaníes comenzaron a enviar tropas al Waziristán y otras zonas pashtunes, hasta alcanzar progresivamente los 80 mil hombres desplegados allí. En sus operaciones destruyeron campos de entrenamiento talibán y capturaron muchos jefes terroristas. Pero sus tácticas y técnicas de guerra regular, les enajenaron la simpatía o la neutralidad, según los casos, de las tribus, ya que se producían muy fácilmente víctimas civiles inocentes con ellas. Finalmente, en el otoño de 2005 el Gobierno llegó a un acuerdo con los jefes de tribu, retirándose de la zona. Fue un conflicto de baja intensidad: en los 2 últimos años murieron 700 militares. El problema fue que se vió claramente que los militares no podían dominar las áreas pashtunes y limpiarlas de terroristas. Desde entonces, las incursiones de represalia son esporádicas y puntuales, sobre un objetivo detectado y dado, que no siempre es real o es conseguido o destruido.  

El espacio geográfico de las tribus pashtunes (afganas y pakistaníes).

Desde Pakistán, mirando desde el Punjab (o “la tierra de los cinco ríos”) en dirección a Afganistán, aparece el gran cauce del río Indo. Éste actúa de frontera geográfica con las tierras pashtunes, formando un enorme foso natural, que nunca detuvo sus correrías. A continuación aparece una irregular mezcolanza de llanuras y estribaciones montañosas, en unos terrenos que resultan fértiles cuando pueden ser regados, modelados por las primeras alturas de la gran cadena montañosa Sulimán. Más allá coronan las grandes montañas. Hacia el norte, formando zonas de nieves perpetuas, hay pastos de tipo alpino y bosques de alturas, hasta alcanzar las estribaciones del imponente macizo Hindu Kush. Hacia el sur, se extienden las más  bajas montañas del Waziristán, en las que aparecen afloraciones rocosas a más de 3 mil m. de altitud. Que descienden hacia al sur en estribaciones cubiertas de malezas y quebradas, hasta la desolación de las zonas de Zheb y Mekran, ya junto al océano Índico, en plena zona del Baluchistán.
Estas alturas intrincadas proveen una muralla que impide las invasiones masivas desde uno u otro sentido de ellas, con tal de que los pasos o desfiladeros sean dominados. El más famoso aún hoy en día es el de Khiber, ya que abre el camino entre Kabul y Peshawar.
En el Baluchistán viven tribus de etnia baluchi, braui y pashtún (al norte). En las regiones de Waziristán del Sur y del Norte están más concentrados los pashtunes, formando un verdadero Pashtunistán pakistaní. Dentro de la gran etnia pashtún, los mahsuds (éstos especialmente proclives a romper los acuerdos y pactos) están en la zona central de Waziristán, los wasirs y los afridis viven en la zona de Tirah y los mohmands, al norte de Tirah. La zona del Chitral, al norte de la frontera, la forman los distritos de Bajaur, Dhir y Swat. Son los «waziristanes» los más problemáticos, independientes y levantiscos. Sus tierras son pobres y broncas, en las cuales apenas encuentran un sustento elemental. Antiguamente, hasta el primer tercio del pasado siglo, solían descender de vez en cuando en correrías armadas hasta el valle del Indo. Para obtener bienes de valor, monturas, joyas, mujeres foráneas, atacando y esquilmando a sus habitantes, de raza y de religión hindú y, por tanto, infieles. Más al sureste de las tierras de estas tribus, sin llegar aún al valle del Indo, están las tierras también montañosas de los khattaks, los bangashis y los yusufzais, todos también pashtunes. Estas tribus produjeron “cipayos” de primera clase en las unidades semi irregulares de los británicos en estas zonas, hasta mediados del siglo XX.
Las alturas afganas en torno a la frontera de Pakistán son la otra gran vertiente oeste de las cadenas montañosas citadas, coronadas al norte del país por el gran Hindu Kush. La ausencia de expedicionarios europeos del lado afgano (Afganistán fue un país independiente frente a rusos y británicos), hace que sean menos estudiadas y muy poco conocidas por los no especialistas.
En Afganistán, los pashtunes se sitúan al este y sureste, alcanzando un 35% de la población y alrededor de 12,5 millones de personas. Otras etnias importantes en Afganistán son los uzbecos (10%) y los tayikos (25%), que viven al norte del país, limítrofe con las repúblicas independientes de Tayikistán y Uzbekistán. En el centro viven los hazaras (20% de la población), relacionados con los persas y en el sur están los baluchis (10%), relacionados, a su vez, con las tribus del Baluchistán pakistaní. El flujo de afganos, especialmente pashtunes, hacia Pakistán o de vuelta a casa, cuando las condiciones militares en ella se suavizan, hace que las cifras, a falta desde hace decenios de un censo oficial, sean variables e imprecisas.
En Pakistán hay 4 grandes etnias: los pashtunes, los punjabis, los sindhi y los baluchis. Precisamente el país está dividido actualmente en cuatro grandes provincias: Punjab, Sind, Baluchistán y la Frontera del Noroeste, cada una formada por numerosos distritos administrativos. Existe una zona de tribus autónomas, que discurre entre aquella última y la frontera con Afganistán y que es regida por la autoridad central federal. La zona tribal cuenta con 7 agencias tribales y 6 pequeños distritos. Los individuos de etnia pashtún son unos 25 millones en el país. 
Tras la independencia de Pakistán en 1947, surgió la disputa con Afganistán por la posesión de las amplias zonas fronterizas tribales, que buscaba la salida al mar de Afganistán. Ambos países casi llegaron al conflicto armado, hasta que en 1963 firmaron un acuerdo de determinación de fronteras. Se ratificaron en él las fronteras vigentes durante el dominio británico. Y Afganistán quedó como un país interior, sin acceso a las vías marítimas.

OPERACIONES MILITARES EN AFGANISTÁN Y PAKISTÁN.

Anunciamos la publicación en unos días del artículo Operaciones Militares en Afganistán y Pakistán.

Este artículo trata sobre cómo se están desarrollando las operaciones militares contra los talibán y las bandas semiautónomas de Al-Qaida en esos dos países.

Pero en Operaciones Militares en Afganistán y Pakistán vamos más allá. Se analiza también la idiosincrasia y la cultura de las tribus pashtunes (o patanes, que suena peor) que viven en las zonas limítrofes de la frontera común entre Pakistán y Afganistán. Se describe su geografía pobre e inhóspita que determina también, junto con un Islam sencillo, pero rígido, aquellas citadas.

Y se describe una aproximación a la lucha eficaz contrainsurgente en ambos países. A cargo de unidades mixtas de fuerzas militares foráneas y nacionales, capaces de luchar con las numerosas, débiles, escurridizas y siempre presentes bandas rebeldes de los talibán y Al-Qaida en la lejana FRONTERA DEL NOROESTE. Como llamaron los británicos a estas tierras indómitas, duras, sobrias y guerreras.

El artículo Operaciones Militares en Afganistán y Pakistán ya lo tenemos publicado en Inglés.  

HEZBOLLAH.

, a la VANGUARDIA del nuevo “Totalitarismo Supranacional Antidemocrático Revolucionario” (el TSAR) del siglo XXI: el «Fundamentalismo Islámico Radical Intransigente» (el FIRI).
 
Brillantes, característicos y terribles orígenes.
La organización surge después de la invasión israelí del Líbano en junio de 1982. Aprovechando la gran confusión reinante por ello, entre las distintas facciones libanesas, los estados vecinos y las grandes potencias. Hezbolá va a prosperar en el vacío de poder y acción creado por la frustración de unos y el cansancio y el escepticismo de otros. Su catalizador va a ser la república islámica de Irán, que va a infiltrar, a través de la cordillera del Antilíbano hasta el altiplano de la Bekaa, a sus “voluntarios” capaces y motivados, a lo largo de los primeros meses siguientes a la invasión. No fueron demasiados. Pero sí los suficientes para adoctrinar, entrenar milicias armadas y patrocinar e impulsar la creación de grupos locales activos chiitas. Éste fue el núcleo primigenio de Hezbolá.
Al cabo de un año se desparramaban por Beirut y por el sur del país. Hezbolá se ha ganado una fama respetable, no sólo por emplear formas singulares de violencia, sino también porque rara vez desaprovecha una oportunidad importante o juega mal sus cartas. Ya en octubre de 1983, Hezbolá destrozó los planes y decisiones de los gobiernos estadounidense y francés, en una sola mañana de ataques suicidas contra los contingentes militares de esos países acuartelados en Beirut. Seguidamente se aseguró que el éxito de la retirada de las fuerzas sería irreversible, mediante una calculada campaña de secuestros y de toma de rehenes, con la ayuda de los iraníes, que alcanzó a otros países del Cercano Oriente. Al mismo tiempo, lanzó una campaña de guerra de guerrillas contra los israelíes asentados en el sur del Líbano, obligándoles a replegarse a una estrecha zona de seguridad lindante con su frontera. Los triunfos, a su escala, se acumularon hasta 1987. Esto le ganó nuevos enclaves y más miembros y simpatizantes, consolidando su implantación en los territorios chiíes. También se fue ganando inevitablemente una reputación temible, que hizo que su nombre quedara ya como sinónimo de terrorismo.
En 1987 terminó su período “antiguo heroico”. Las tropas sirias alcanzan Beirut oeste en febrero de ese año, decididas a aumentar y asegurar su influencia y su implantación en el país, al que consideran parte de la “Gran Siria”. Entonces, Hezbolá se ve obligado a emplear gran parte de sus energías en defenderse del doble “envolvimiento físico ideológico” generado por los sirios y por la organización chiita Amal, que es respaldada por Siria. Los primeros limitan la expansión territorial natural de Hezbolá. Los segundos compiten por la lealtad de los chiitas libaneses. Tras varios años de enfrentamientos entre ambas milicias armadas, finalmente Hezbolá llegó a fagocitar a Amal. 
 
El chiismo como cisma del Islam.
El Islam es, en su acepción más simple, una fe sencilla, con ritos externos y sociales bien definidos, fácil de seguir y cumplir. Los ritos son acciones sacralizadas por una religión y necesarios para que ella se imbuya en el alma personal y colectiva de los creyentes. En el Islam existen cinco grandes ritos, que se simbolizan en su iconografía por una mano abierta: La profesión de fe, corta declaración que abre a cualquiera la entrada al Islam; las 5 invocaciones diarias (el Salat) a Alá; el ayuno del mes de Ramadán (el Roza); la caridad (el Zakat) con los desvalidos, impedidos y pobres (por este orden) de la Umma (comunidad musulmana universal) y la peregrinación a La Meca o Hajj al menos una vez en la vida, si se poseen recursos, que se realiza en comunidad entre el séptimo y el décimo día del último mes del calendario lunar, Dhul i Hijja. La administración del Zakat corresponde a los ulemas o a los clérigos, según las sectas. Esto les da un poder y una independencia que ningún poder civil laico de los países musulmanes se ha atrevido nunca a cuestionar, no ya a enfrentar. 
La Yihad, la guerra santa, el esfuerzo de sangre en el sendero de Alá, va dirigida contra aquellos que amenazan la Umma. Estos pueden ser tanto los infieles hostiles externos, como los no musulmanes que conviven en “dar el-Islam”, las tierras donde la Umma domina políticamente, y que han roto su “pacto de protección” con ella. A éste tienen derecho teórico los judíos y los cristianos, como gentes citadas en el Corán y que detentan algunos de los libros considerados también como proféticos por el Islam. Se considera a la Yihad una obligación prácticamente igual a uno de los llamados Cinco Pilares del Islam, ya citados. El Corán tiene numerosas aleyas o versículos que prescriben y alientan la lucha armada en el camino de Alá.
Existe una gran diferencia ideológica y práctica entre el sunismo y el chiismo. Éste se siente perseguido, en razón de la ortodoxia dinástica e ideológica que proclama y defiende. El cisma en el Islam se incoa a partir del cuarto califa, Alí, primo, yerno y compañero del Profeta. La muerte de su nieto Hussein en la  batalla de Kerbala (Irak), en el año 680, marcará el principio real del cisma entre los chiíes y aquellos a quienes se llamará más tarde suníes. Anclado en el pasado original, el chiismo no evoluciona y admite menos fuentes de revelación, como parte de sus señas de identidad. Así, asume históricamente una actitud fatalista, pasiva, incluso de sufrimiento físico por ello, a la espera del retorno del último (califa) imam desaparecido, el séptimo desde Hussein. Imam es el nombre que toman los grandes guías político religiosos en el chiismo. Aquél, que está escondido, no muerto, regre-sará como Mahdi (el guiado por Alá), en un momento dado de la Historia, para hacer triunfar a la Umma ortodoxa (los chiíes). Pero también se han dado en el chiismo casos de acción insurgente, incluso con cierto éxito e implantación popular activa, como en el Irán de Jomeini, o en El Líbano con Hezbolá o partido de Alá. Los chiíes constituyen hoy alrededor de un 12% de todos los musulmanes. Son mayoritarios en Irán, Azerbaiyán, Irak, Bahrein y en el sur del Líbano. Existen minorías chiíes significativas en otros países como Siria, Afganistán y Pakistán.
Como resumen de sus actitudes hacia su exterior, las otras religiones mundiales e ideologías políticas extrañas, podemos decir que con el chiismo es necesario negociar hoy en día desde una posición de determinación y fortaleza. Que les transmita convencimiento y seguridad y les genere respeto en el adversario interlocutor. Por su parte, el sunismo está más preparado para tratar y aceptar la convivencia pacífica y las relaciones de todo tipo con otras religiones e ideologías, al menos en determinados momentos y países.
La concreción de la ideología política. Los mecanismos de captación de activistas y sus bases sociales.
Hezbolá ha renunciado a dar su lealtad al Líbano e incluso, como podría intuirse, a Irán, como estados modernos. En su pensamiento ideológico no hay cabida para los naciona-lismos árabes o persas. Estos sólo dividen a los musulmanes (la Umma), mediante fronteras artificialmente creadas por intereses espurios, lejos de aquella realidad socioreligiosa. Un claro ejemplo del rechazo al panarabismo lo tenemos en el discurso pronunciado por el jefe local árabe chií del sur del Libano, hace bastantes años, durante la visita a la zona del encargado de negocios iraní en Beirut: “Aquí no existe la hermandad árabe o el sentimiento nacionalista. Los árabes jamás nos han ayudado, a pesar de la continuación de la crisis que padecemos. Ahora ellos cooperan con Satán, que también trajeron a nuestro país. ¿No es el Islam el que ha traído aquí al hermano Nurani (el iraní visitante)? ¿Dónde están los árabes? ¿Por qué ha venido un persa, pero no un árabe, de nuestra raza? Esto demuestra que el verda-dero lazo entre los hombres es aquél de las creencias y los pensamientos. No tenemos otra solidaridad o un común denominador con nadie que no crea en Alá y en su Profeta”. En el léxico de Hezbolá, a la república islámica de Irán se le llama “Iran el-Islam”, indicando que Irán es sólo una provincia del gran “dar el-Islam”, el futuro califato mundial, la Umma en acción, en su versión chiita.
Al contrario de lo que algunos deducen, la visión hostil de Hezbolá hacia Occidente se deriva más de los dogmas político religiosos de la organización islamista totalitaria, que de las políticas exteriores de las potencias democráticas. Durante la corta guerra de 2006, Hezbolá condujo su campaña operativa con un elevado conocimiento estratégico y táctico y gran profusión de armamento convencional. Sus ideólogos entienden y valoran su “esfuerzo de sangre” como parte de la guerra del Islam contra los infieles. Una guerra general sin fronteras convencionales. Y cuyo objetivo es, primero, redefinir el mapa de Oriente Próximo según aquellos intereses, y, finalmente, llegar a establecer un orden mundial islámico ortodoxo.
Los pensadores de Hezbolá no consideran al Líbano como una realidad posible ahora. Sólo cuando se elimine la influencia occidental en la zona y se destruya a Israel, podrá tener entidad propia un Líbano musulmán. Para Hezbolá el mundo occidental es uno en su ene-mistad y hostilidad hacia su visión de unidad mundial islámica. En ese rompecabezas deli-rante, los Estados Unidos (el Gran Satán) son el mando de esa conspiración y su campaña agresiva. En ellas Israel es un arma más contra los musulmanes. Sólo que es muy activa, cercana y, hasta ahora, muy eficaz. No estamos olvidados los otros países modernos demo-cráticos en ese papel atribuido y sellado a nuestro pesar. Francia, Alemania, Gran Bretaña, etc., e incluso Rusia y, últimamente, China son socios, correligionarios, colaboradores, ami-guetes de Satán. Esto de “Satán y compañía” le da unidad de propósito y coherencia a Hezbolá. Sólo la “unión del Islam” puede derrotar a esa tremenda confederación de infieles. Y de aquí, por ejemplo, el reconocimiento de Hezbolá al Irán islámico militante y provocador, como parte de aquélla.   
El reclutamiento de activistas y simpatizantes se realiza también a través de las estructuras sociales naturales del Líbano, a saber, el vecindario, el poblado, el clan y la tribu. Así, en sitios donde la lealtad es dada tradicionalmente al clan, como en las partes del sur del país o de la Bekaa, lo común es que un clan en masa se integre a la vez en Hezbolá. Y así sirven también a los intereses materiales colectivos, concretados, por ejemplo, en programas de “desarrollo o reconstrucción” con financiación foránea. Esto lleva a que en las zonas mencionadas existan ciertas colectividades, áreas, poblados que se identifican totalmente como enclaves de Hezbolá, y que constituyen núcleos de reclutamiento naturales de la organi-zación. Los barrios del sur de Beirut, que en su época original eran meros asentamientos de chabolas, están habitados por individuos relativamente pobres, que en su día emigraron desde el valle de la Bekaa o desde el sur del país a la capital. Buscaban esa mejora en sus condi-ciones de vida que el campo atrasado no les daba. Pero que tampoco la concentración de financiación, capital y tecnología de la capital y su funcionamiento, ni los sobresaltos bélicos periódicos les dieron o les facilitaron. Aquéllos conservaban sus lazos de tribu y de clan con su tierra, y también fueron fácil presa de los clérigos de Hezbolá. Éstos predicaban incan-sablemente en las mezquitas, las concentraciones de todo tipo, los funerales y las bodas. Dondequiera que una multitud se formara o reuniera para cualquier actividad social de masas.  

Las características socio religiosas totalitarias de Hezbolá.
Hezbolá se ha configurado y establecido como una sociedad musulmana clásica, integrada, completa y autosuficiente. Se ocupa de todo y atiende a todos. En todos sus períodos de paz ha invertido sus esfuerzos y medios, en mejorar y consolidar sus capacidades económicas y su arraigo social en sus bases. Claro que la producción en sus territorios de los bienes y servicios necesarios en una sociedad moderna, no es suficiente. Y sus métodos locales y poco integrados son costosos en recursos y poco eficientes en relación con los resultados. El único recurso productivo sobreabundante es el tiempo de sus habitantes. Pero si no hay creación de bienes y servicios, no hay posibilidades de sustento y de supervivencia, y no digamos de progreso y cultura. Esto se compensa con los fondos que fluyen generosa-mente desde Irán, junto con armas ligeras y pesadas de infantería, minas y cohetes de artillería reactiva. Aquéllos son como un impuesto religioso revolucionario que pagamos los compradores del petróleo crudo iraní. El yugular estas vías de aprovisionamiento de armas, mercaderías y financiación es un objetivo estratégico de primer orden para los israelíes.
Los gobiernos laicos o nacionales libaneses han fallado en atender y proteger a toda su población. Siempre han sido débiles, muchas veces más preocupados de su supervivencia, en los torbellinos periódicos de incremento del desorden civil, la anarquía o el enfrentamiento sectario entre las distintas religiones y sus ramas y etnias que habitan en El Líbano. Hezbolá se ha ocupado de levantar, dotar de medios materiales y humanos, y mantener escuelas, hospitales y centros locales de distribución para los habitantes de las zonas que controla. Hezbolá prima a las familias de los muertos o heridos graves o a los damnificados en sus negocios, propiedades y viviendas por el cese o la detención de sus actividades o por la destrucción o el daño de esos bienes, en sus enfrentamientos con Israel.
En Hezbolá se da un fenómeno fuerte integrador de fanatismo: el Paraíso prometido ya está aquí o, al menos, al alcance de la mano del simple creyente fiel. Consiste en integrarse en la Umma y cumplir unos preceptos claros y sencillos (véase más arriba). Luego les predican que el Corán dice que si pelean en el “esfuerzo” de Dios, Dios “les reforzará en su resolución y les dará la victoria” (ojo, a la Umma). Y a los que mueren en ese camino de rosas, el premio inmediato y seguro es el “jardín de las huríes” por un tiempo indefinido (ojo, no necesariamente eterno). Donde todos sus apetitos sensuales serán satisfechos a ésa, su escala personal mundana. Y los que no caen, especialmente si se trata de las familias o los clanes más antiguos de la “comunidad”, verán incrementada su riqueza material con buena parte del botín de guerra tomado a los infieles. Es todo un programa completo, sencillo, alcanzable, coherente y satisfactorio, sobre todo para los oprimidos, los sin salida, los agobiados, los perseguidos y los resentidos.

El espacio geográfico militar libanés.
El territorio libanés está casi enteramente formado por las cordilleras llamadas del Líbano y del Antilíbano y sus estribaciones. Ambas se extienden de norte a sur, paralelas a la costa y separadas por la depresión relativa de Bekaa, que es realmente un altiplano. La cadena del Antilíbano, que forma la frontera con Siria, es algo más baja; su cima culminante, el Hermón, tiene unos 2800 m. de alto. La cordillera del Líbano, cuya altura culminante es el Gurnat al Sauda, con unos 3100 m. de altura, deja una estrechísima franja llana a todo lo largo del litoral mediterráneo, de unos 10 Km. de ancho como máximo. Ésta se divide en la llanura de Akkar, al norte, en torno a Trípoli y la llanura de Tiro, al sur de Beirut, la más ancha. El clima de las montañas es de extrema rigurosidad invernal, ya que las alturas aíslan el interior del país de las suaves y cercanas influencias marítimas, que sólo benefician a las llanuras costeras.
La depresión de la Bekaa es una dura estepa, casi como los desiertos arábigos que alcanzan a Siria, donde no son suficientes los regadíos del Orontes y del Litani, que la recorren parcialmente. El primero corre de sur a norte, desde Laboue hasta desembocar en el lago Homs, ya en Siria. El segundo, más largo y caudaloso, corre de norte a sur, naciendo cerca de la ciudad de Baalbeck, hasta el castillo de Beaufort. Aquí hace un brusco giro de 90º, libre ya de las montañas que lo encajonaban, y va a dar en línea recta y con un recorrido final de unos 25 Km. al mar Mediterráneo.
Uno de los accesos estratégicos al interior del Líbano, desde su frontera sur con Israel, de apenas unos pocos Km. de ancho, permite alcanzar rápida y fácilmente a unas fuerzas mecanizadas modernas las principales ciudades costeras de ese país, aprovechando la buena transitabilidad que a ellas les ofrecen las estrechas y alargadas llanuras litorales. El terreno llano o suavemente ondulado de ellas es especialmente favorable para el ataque de fuerzas interarmas o de armas combinadas, incluso aunque aquél esté preparado para el rechazo fijo. Éste acceso está abierto y diáfano para el Tsahal.
El otro acceso al interior profundo del Líbano permite llegar a la extensión del altiplano de la Bekaa. Es un área montañosa de unos 650 Km2., hasta Hasbaya aproxima-damente, con curvas de nivel bastantes suaves, que van desde los 400 m. a los 900 m. sobre el Mediterráneo. Por él se alcanzaría la frontera norte del país con Siria, que es la entrada natural de las fuerzas regulares intervencionistas imperialistas sirias en el Líbano. También desde la Bekaa se podrían bloquear todos los pasos de contrabandistas a través de la cordillera Antilíbano. Éstos sirven de entradas clandestinas para el abastecimiento de Hezbolá con armamento iraní, especialmente los cohetes balísticos mejorados. Con los que contó con profusión escandalosa y exhibición inagotable en la corta guerra del verano de 2006. En este acceso están asentadas a horcajadas y apoyadas en él, las mejores fuerzas semiiregulares ligeras de Hezbolá. Sus alturas suaves y medias de color gris pálido les ayudan a formar una gran “región de defensa” semimóvil, extensiva, engañosa y complicada, que busca enmarañar y castigar a las fuerzas del Tsahal. Las cuales están acostumbradas y entrenadas para la maniobra rápida, favorable, potente, decisiva y con pocos costes de todo tipo, en sus operaciones de fuerzas mecanizadas.

Principales características favorables de los combatientes de Hezbolá, para poder sostener en sus términos semiirregulares una guerra con el Tsahal.
Hezbolá cuenta con una importante simpatía entre sus seguidores chiíes para sus obje-tivos socio religiosos. Aquéllos habitan sus “bases” estables, numerosas y extensas. Hezbolá tiene una red popular de apoyos y de inteligencia bien desarrollada. Las “bases” de Hezbolá le permiten tener un acceso fluido y elevado a la comida, los abastecimientos y los reequipamientos necesarios para sus enfrentamientos irregulares. Hezbolá cuenta con mandos carismáticos, alumbrados por su raíz religiosa.
Los guerrilleros poseen una capacidad táctica importante, desarrollada en los entrena-mientos y los combates a lo largo de los años. Sus fuerzas principales no son una milicia religiosa, sino que se equiparan más bien a una infantería ligera semirregular. Las fuerzas semirregulares de Hezbolá tienen una alta motivación ideológico religiosa y una firme voluntad de aceptar, al menos temporalmente, elevadas pérdidas y penurias en la lucha.
El terreno en el que pelean y que defienden es montañoso, pero no inclemente, ni excesivamente abrupto. Esto les brinda ocultamiento de las vistas y fácil protección, con algunas obras de campaña, de los fuegos pesados. Asimismo, dificulta el avance enemigo, lo canaliza a las vías existentes (las cunetas tienen demasiada pendiente o son reforzadas con cortaduras) y permite someterlo en la profundidad del despliegue a numerosas y escalonadas emboscadas de fuego antitanque y de armas pesadas de infantería. Las zonas defensivas diferentes cuentan con sucesivas posiciones de defensa preparadas, donde se repliegan los semiirregulares si es necesario. Los soldados israelíes no son entrenados para combatir rápidamente y con éxito contra estas formas de lucha de rechazo. Una de las armas más nombradas en Occidentes, los Improviced Explosive Devices, que dicen que les facilita Irán, no son más que variantes de las armas de carga hueca antitanque. Las emplearon por primera vez los paracaidistas alemanes contra las casamatas y reductos que no se rendían del fuerte belga de Eben Emael, en mayo de 1940. Con la parte de abajo (el embudo) de una botella de Coca-Cola, fundido el vértice que queda al cortarlo y relleno de explosivo convencional, es posible hacer una sencilla, limitada y barata bomba de este tipo.
Con el fin de hacer frente a la realidad de la presencia de milicias activas de los otros grupos rivales (palestinos, catervas encanalladas de Al Qaida) en El Líbano, Hezbolá está entrenando además nuevas milicias en sus territorios. Sus funciones son controlar a los posibles rivales y defender agresivamente sus enclaves. Los valiosos semiirregulares los destina al hostiga-miento enervante de Israel y como reserva operativa localizada en la Bekaa, al norte del castillo de Beaufort.

Guerras Asimetricas Modernas.

País y naturaleza     Período     Resultado

 

Grecia, comunista. 1946 a 1949.  Sofocada

Malaya,comunista y ligado a la etnia china. 1947 a 1960.  Sofocada

Indochina francesa. 1946 a 1954.  Creación de las dos repúblicas de Vietnam

Filipinas, comunista. 1947 a 1952. Sofocada

Kenya, nacionalista. 1952 a 1959. Independencia

Argelia, nacionalista. 1954 a 1962. Independencia

Chipre, nacionalista. 1955 a 1959.  Independencia

Vietnam de Sur. 1959 a 1975.  Unificación del país, bajo la égida de Vietnam del Norte. Disolución del Vietcong, movimiento independentista del Sur.

Angola, nacionalista. 1960 a 1975.  Independencia

Afganistán, nacionalista. 1978 a 1989.  Derrocamiento del gobierno prosoviético.

Para los contrainsurgentes es necesario, por tanto, evitar la prolongación del conflicto, que va minando la convicción de sus propias fuerzas y permitiendo que el enemigo se extienda, fortalezca y predomine.

Guerras Asimétricas

Las guerras pomposamente llamadas de cuarta generación son las guerras contrainsurgencia o guerras de guerrillas o guerras irregulares o rebeliones armadas o guerras de liberación o bandidaje organizado, que siempre han existido, coexistiendo con las variantes convencionales. Son las que los EE.UU. han perdido o no ganado últimamente: Vietnam, El Líbano (desembarco pacificador de marines, luego volados en su cuartel) y Somalia (el avispero incontrolable e imprevisible de «todos contra todos» de los señores de la guerra y las milicias islámicas). Son guerras desiguales (les llaman ahora «asymmetrical warfare») contra un enemigo de más bajo nivel tecnológico militar relativo a las fuerzas regulares enemigas, enraizadas siempre en la población civil propia u ocupada, poco intensas militarmente y extensas en el espacio y el tiempo.

Con embarazosa frecuencia, cuando los «sensores» humanos o tecnológicos norteamericanos detectan alguna probable actividad insurrecta iraquí o de los muhaydines extranjeros, primero arrasan el edificio, la «manzana», la zona. Luego van a limpiar y a hacer el recuento de cadáveres, el «body count», porque son muy escrupulosos con sus estadísticas. A veces entre los escombros se pueden encontrar con los cadáveres de una familia árabe inocente y numerosa. Se abusa de la atrición, que es indiscriminada y perversa cuando el enemigo se funde con los civiles. Se descuida el patrullaje activo, inesperado, que necesita proporcionalmente menos medios materiales y humanos, pero más oficio, coraje moral, libertad de actuación y creatividad en los mandos inferiores e intermedios y en los hombres.

Teoría Militar: libros favoritos.

Os presento una lista de libros de teoría militar cuya lectura os resultara muy provechosa y que considero fundamental para conocer mejor los temas militares y no simplemente leer una historia más o menos repetida.

Incluyo un libro mío, fruto de mis años de dedicación a este tema, cuyo contenido podéis examinar en www.amazon.com.

«Maneuver Warfare Handbook» por William Lind.

Es un clásico sobre la guerra de maniobras. Utilizado por el Cuerpo de Marines. Se basa en la experiencia alemana de la II guerra mundial. Que a su vez es una extrapolación a la guerra mecanizada, de las experiencias desarrolladas por los Stormtroops (fuerzas de asalto de infantería) de la I guerra mundial.

«El Arte de la Guerra» por Sun Tzu. La más rica y provechosa es la vieja traducción de Samuel Griffth.

La holística teoría militar china, siempre vigente, sintetizada por un autor clásico.Sus características de estilo y de contenido parece que avalan a un único autor. Con cada lectura aprovechada, se captan más matices y perspectivas. Que fructifican en mayores riqueza, agilidad y profundidad de pensamiento.

Otros libros “chinos” te dan un número de estrategias (las 36, las 100, etc.). Su aprovechamiento se basa en una memorización continua o en su aplicación permanente. Los considero poco prácticos, por el carácter profuso, difuso y aún confuso de muchos autores antiguos de esta etnia Han. Parece como si quisiesen ocultar su sabiduría a los no iniciados.

«The Soviet Conduct of Tactical Maneuver» por David Glantz.

Una brillante exposición de las teorías militares operativas soviéticas. Con ellas ganaron la II guerra mundial. Y trasladaron su sistema económico social a media Europa «liberada».

«De la Guerra» de Clausewitz.

Es una obra extensa, como corresponde a su época, en la que escribir poco era señal de inconsistencia, poca importancia del tema y escasa reflexión. Los libros o partes que la componen fueron terminados en grado variable por el autor, cuya muerte prematura no permitió su conclusión. Nos interesan los primeros capítulos sobre la teoría y la filosofía de la guerra.

Los otros libros tratan sobre la táctica de un período en el que el despliegue enemigo quedaba a las vistas del mando y su estado mayor y auxiliares, situados en un altozano cercano. Preconiza lo contrario de Liddell Hart: la batalla decisiva a cargo de la máxima concentración propia sobre el ejército enemigo. En una época de ejércitos de masas, inaugurada por Napoleón, pronto se vió que no se podía ganar en una sola gran batalla una guerra entre naciones en armas. Era necesario una campaña de operaciones sucesivas victoriosas, diigidas al logro de los objetivos militares de campaña (teatro de operaciones, Europa, Pacífico, África) o estatégicos. Además, ya no existía un genio militar adelantado a su época como Napoleón.

«Forward into Battle» por Paddy Griffith.

Las tácticas militares desde Napoleón discutidas y extensamente presentadas. Tiene detractores por su visión a veces rupturista.

«Maneuver Warfare: An Anthology», compilado por Richard D. Hooker.

Recopila artículos de algunos de los mejores escritores sobre la teoría militar de maniobras. Hay trabajos de Rommel, Leonhard, John Antal, etc.

«The Art of Maneuver» por Robert Leonhard.

Es uno de los primeros y más lúcidos autores sobre la guerra de maniobras. Y destaca con fuerza propia, expandiendo el torrente de ideas de esa teoría en desarrollo.

«Race to the Swift» por Richard Simpkin.

Es el mejor libro de este autor militar inglés. Desarrolla teóricamente la guerra moderna. Es de lectura algo difícil.

«Manual de Táctica», dos tomos, por Eike Middeldorf.

Es el más completo y actual manual de táctica moderna que he encontrado. Tiene capítulos dedicados a la guerra terrestre empleando ingenios atómicos tácticos y a las condiciones particulares de lucha: de noche, en bosques, con frío extremo, etc.

«Estrategia» por Basil Liddell Hart.

Es la mejor teoría militar de este prolífico autor.

«The Foundations of the Science of War» por John Frederick Charles Fuller.

Es un libro no superado sobre los principios de la guerra y su aplicación práctica. Casi 65 años después de su edición en 1926 fue reeditado por el Cuerpo de Marines. Es de lectura difícil. Yo conseguí una fotocopia de la edición original a través de la biblioteca de una universidad americana (Lancaster, Pa.).

«On the Nature of War» por Enrique Alonso.

Igual que los principios señalan el «qué hacer» en la guerra, este libro, basado en 10 «sistemas operativos» indica el «cómo actuar» operativa y tácticamente.

«La Comprensión de la Guerra» por Trevor N. Dupuy.

Es una teoría del combate, basada en la Historia militar y determinados factores militares y sus valores cuantitativos. Encuentro que su desarrollo del concepto de «fricción», derivado de Clausewitz, está desviado. Y expone otra cosa distinta a Clausewitz.