IRAK, HOY.

De dónde viene, a dónde va. ¿Fue correcto concentrarse durante más de 2 años en la búsqueda de las armas de destrucción masiva? ¿Es posible derrotar militarmente a los distintos grupos insurgentes presentes en el país?

 

Antecedentes Históricos. 

Durante casi 400 años de dominio turco, el país hoy conocido como Irak constituyó una de las regiones más atrasadas del Imperio. Estaba formado por tres provincias otomanas, centradas en torno a los centros administrativos y comerciales de Mosul, Bagdad y Basora. La conquista británica de Mesopotamia (Irak) se logró a un alto precio: unos 10 mil soldados británicos murieron y otros 23 mil resultaron heridos en un fallido intento en 1915, tras un desembarco en Basora.

Por el tratado de Sykes-Picot de 1916, ratificado por Churchill en El Cairo en 1922, se concedía a Francia la posesión de El Líbano y Siria, mientras que los británicos obtenían el control sobre Palestina e Irak. Ya en 1919 el administrador civil británico en Bagdad Arnold Wilson declaraba que «la unión de las citadas ex-provincias turcas para formar una nación, era una receta para el desastre, porque implicaba que se obligaría a tres grupos étnico-religiosos muy distintos a trabajar juntos, siendo bien sabido que se odiaban mutuamente».

En julio de 1920 el país sufrió la mayor revuelta de su historia, provocada principalmente por el incumplimiento británico, tras más de 3 años de ocupación, de su promesa de permitir la autodeterminación. Los irregulares chiitas llegaron a aniquilar un batallón del regimiento de Manchester, antes de que en 1921 la rebelión fuese sofocada, dejando un saldo de más de 10 mil muertos. Huyendo del avispero, los ingleses establecieron el 23 de agosto de 1922 la monarquía iraquí, nombrando rey al tercer hijo de Sharif Hussein, el líder de la provincia árabe de Hejaz, el perdedor con el tratado Sykes-Picot, con el que colaboró Lawrence de Arabia.

La división entre las tres comunidades iraquíes: sus orígenes socio económicos. 

Las tensiones semipermanentes entre las tres comunidades se refrenaban y controlaban cuando en Bagdad existía un gobierno central fuerte y respetado (esto equivale a «temible» en lenguaje iraquí). A ello ayudaba la compartimentación geográfica, al estar principalmente localizados, los kurdos en el norte, los sunnitas en el centro del país, con poblaciones en el centro sur, y los chiíes en el centro sur y el sur, con barrios en Bagdad. La falta de una infraestructura viaria y la ausencia de grandes intereses comerciales, consecuencia del subdesarrollo económico, que impulsasen los trasvases de la población rural, colaboraba a mantener firmes los límites demográficos de las tribus en los espacios citados.

La lealtad íntima de los kurdos es más supranacional, hacia un Kurdistán imposible, formado también por tierras de todos los países vecinos, donde fue repartido el pueblo kurdo tras la I Guerra Mundial. La lealtad real de todos los árabes es hacia Iraq. Durante la guerra Irán-Iraq (1980 a 1988), la comunidad chií iraquí, siempre reprimida, se mantuvo leal a Saddam, siendo puntuales los casos de apoyo a Jomeini o los exilios en Irán.

Soportando esta división de creencias y etnias entre kurdos y árabes, perdura muy arraigado y tenaz un complicado entramado de tribus y luego de clanes regionales y locales. Éste da el verdadero valor y sentido a las lealtades y los intereses, siempre relativos y aún oportunistas, de los iraquíes. Así, es costumbre incorporar al final del nombre, un topónimo que señale el lugar de nacimiento. Realmente Saddam Hussein al-Tikriti nació en la mísera aldea Al-Uja y no en la cercana Tikrit.

 Los déspotas modernos, nacionalistas y seudo socialistas, dominaron y gobernaban féreamente.

El golpe del 17 de julio de 1968 llevó al poder al Baaz iraquí, en el que Saddam ocupaba una posición más bien débil en su cúpula. El Baaz era un partido laico, socialista, anticomunista y nacionalista. Su militancia a fines de ese año no superaba los 5 mil afiliados. Siguiendo las tendencias ya citadas, sus miembros se elegían inicialmente (luego, lo serían las elites) entre un reducido número de familias sunníes de en torno a Tikrit. Pero el Baaz desarrollado fue la base organizativa y sociológica, siempre sunní, de un régimen totalitario y dictatorial, que se prolongó por 35 años y en el que Saddam prosperó rápidamente.

Una de las características de los regímenes oligarcas y dictatoriales recios es que una vez eli-minados o neutralizados (exilio, prisión) unos cuantos cientos de rebeldes, rivales ciertos o poten-ciales, opositores o traidores de sus filas, el régimen es tenido entonces por «temible». Esto es, el pueblo, sus servidores civiles y militares, incluso los ministros, aprenden y reconocen que con el jefe, con el partido, con su gobierno, no se juega. Y que la única moneda de pervivencia es la lealtad, expresada aquí según los patrones árabes con los más ampulosos y extravagantes «verso, prosa, iconografía y maneras». Esto hace que, de pronto, tras una convulsión, el régimen ya no tenga que matar tanto: ha conseguido someter psicológicamente a la población. La simple amenaza, incluso sugerencia, funciona, porque se le reconoce capaz de aplicarla. Y una paz de cementerio, soportable y estable, se auto impone y florece, salvo los casos aislados inevitables, que permite la actividad y el desarrollo económicos. Sobre ella, el clientelismo, la corrupción y el compromiso personal con el régimen se asientan y extienden por la sociedad como mancha de aceite con el pasar de los años.

A este statu quo había llegado Iraq con el presidente Saddam Hussein de Tikrit, en el cargo desde el 17 de julio de 1979.

 

Orígenes de la resistencia iraquí al ocupante. El desprecio por las realidades sociales y religiosas de Irak. 

Varios informes de inteligencia ensamblados posteriormente señalan que, pocas semanas antes del ataque militar de los Estados Unidos y sus aliados en abril de 2003, Saddam sostuvo una reunión de unos 45 minutos con cuatro de sus más íntimos colaboradores. Se trataba de establecer las líneas de actuación iraquíes contra la inminente ocupación norteamericana. Uno de los presentes era el general retirado Mohamed Yunis al-Ahmed, miembro principal de la Oficina Militar, un servicio secreto del Baaz encargado de controlar a los militares iraquíes y de organizar la resistencia del partido en el caso de que un golpe de estado contra el régimen llegase a triunfar. La orden de Saddam fue activar las redes de militantes civiles y militares.

Más de dos años después, los norteamericanos apenas saben acerca de lo que se conoce como «las redes leales» o «ahl al thiga«, que son el núcleo de la insurgencia sunní y que buscan restaurar su control, en un país donde apenas son el 20% de la población. Estos irregulares son iraquíes en un 95%, aunque los extranjeros o muhaydines realizan la inmensa mayoría de los ataques suicidas. A finales de 2003 comenzó a revelarse una alianza de colaboración entre los baasistas y los jihadistas extranjeros o miembros de Al-Qaida. Los primeros brindan a éstos infraestructura logística, refugio y colaboran en la coordinación de los ataques. El flujo de mártires iluminados es suficiente y constante.

El nivel de violencia se mantiene y aún se incrementa puntualmente. Varias razones parecen haber facilitado este desaguisado socio militar y su desarrollo:

Una. Incapacidad política de los altos mandos y desconocimiento de la idiosincrasia iraquí.

Paul Bremer, el primer administrador yanqui en Iraq, ordenó el 23 de mayo de 2003, siguiendo órdenes de Donald Rumsfeld, la disolución de la administración civil y el ejército iraquíes. Con ello crearon directamente o confirmaron más de 400 mil enemigos, privados de sus medios de vida siempre legítimos, sin que existiese siquiera una causa penal contra ellos. Y daba la casualidad que esas personas eran las más familiarizadas con el uso de las armas y con los resortes del mando.

En el otoño de 2003 las milicias sunníes recibieron la orden de centrar sus esfuerzos contra la policía y el ejército iraquíes, más que contra las tropas extranjeras de la coalición, mejor preparadas.

Además, los militares han deseado usar la diplomacia en este conflicto y lograr un acercamiento a los elementos menos radicales de los insurgentes. Los civiles y diplomáticos, que no mueren en combate, han preferido la línea dura, rechazando la negociación con el enemigo. Así, oficiales de la inteligencia militar trataron en su momento de llevar a cabo un trato con 19 subclanes de la tribu Dulaimi de la provincia al-Anbar, en el centro del triángulo sunní, para desarmarlas y que realizasen labores de vigilancia sobre el tránsito insurgente en su territorio. La contrapartida era un pago de $3 millones y el reconocimiento administrativo de dichos clanes. Bremer estropeó el cierre del trato, diciendo que «las tribus eran un vestigio del pasado, que no tenían cabida en el Iraq democrático».

Sin embargo, desde noviembre de 2003 los baasistas exiliados y diferentes jefes de tribu o jeques han mantenido reuniones públicas mensualmente en el hotel Palacio Chan, de Damasco. Aunque se suponía que eran para expresar la solidaridad contra la ocupación americana (en enero de 2004 participó el joven presidente sirio), también han servido para mantener reuniones de aquéllos con líderes de la insurgencia, planificar operaciones y para la distribución de dinero, que tampoco les falta.

Esto es lo que David Petraeus, 4 o 5 años después, está tratando de enmendar. Pero, ¿está armando milicias leales de autodefensa o está pagando indefinida y literalmente al enemigo para que no actúe? 

Dos. Deficiencias de la lucha contraterroristas. Falta de una definición realista de objetivos estratégicos, operativos y tácticos.

Bremer no duró mucho. Pero, los continuos cambios de administradores y de altos mandos militares en Iraq (tres cambios se produjeron en apenas 2 años) han estorbado mucho la elaboración e implantación de una estrategia general, incluyendo operaciones, tácticas y entrenamiento para ellas, contra los irregulares.

Oficiales de la inteligencia militar detectaron que los baasistas aprovecharon para reorganizarse la primavera de 2004, cuando los americanos se concentraron en luchar contra la rebelión del líder chií Muqtada al-Sadr, en el sur, y en la toma de la ciudad rebelde de Falujah. Después de la captura de Saddam el 13 de diciembre, sufrieron unas 188 detenciones importantes, al capturar también en su portafolios personal los documentos que los mencionaban.

El ejército americano es muy bueno peleando con ejércitos regulares, empleando desde lejos su apabullante tecnología y su incontable arsenal. Pero, las carnicerías sufridas en los combates de su guerra civil crearon una mentalidad, llevaron a una idiosincrasia de rechazo al combate a las distancias cercanas y próximas, donde se desvanece el apoyo de fuego pesado, incluso orgánico, para no causar bajas propias, que es necesario en la guerra contrainsurgencia. Y ésta no puede estar sólo a cargo de las unidades de élite, que son las entrenadas como debería serlo el ejército.

Tres. Insuficiencias y fallos de inteligencia.

La inteligencia americana pone más énfasis y medios en los temas de Irán, China y Corea del Norte que en la insurgencia iraquí. Además, la fijación de la administración Bush en encontrar armas de destrucción masiva DISPONIBLES durante el primer año de ocupación, distrajo medios de inteligencia y aún militares indispensables para machacar a una insurrección balbuceante. Otra cosa es que en el pasado se hubiesen empleado dichos medios, como establecía la doctrina militar iraquí, especialmente los gases tóxicos, contra los iraníes, para frenar su mayor potencial demográfico aplicado a los combates y contra los kurdos, para escarmentarlos.

En el otoño de 2003 el general Sánchez, jefe supremo militar entonces, supo de la existencia de 38 cajas de documentos, clasificados como «sin valor para inteligencia», relacionados con la insur-gencia en Falujah. A primeros de 2004 aparecieron numerosos documentos con los planes para la resistencia en Falujah, Samarra y Ramadi (el perímetro del llamado triángulo rebelde sunní) y listas de los jefes y miembros locales de las milicias baasistas en esas localidades. Existe guardado en Qatar todo un almacén lleno de material sensible, simplemente acumulado. Posiblemente se tarden años en poder examinarlos o leerlos, asimilarlos y agrupar la información contrastada en inteligencia fiable y útil, para pasarla a las unidades operativas.

 

A fines de septiembre de 2005 Rumsfeld declaró que ya estaban listos para entrar en servicio unos 195 mil militares y policías iraquíes, formados por los americanos. Pronto veremos su temple y disposición. Y si están destinados a labores de vigilancia, custodia y guarnición, o si son capaces de emprender un patrullaje activo e incluso formar falsas bandas. Éstas estarían destinadas a actuar en zonas proclives a la insurgencia, de donde varios de sus integrantes procedan, y están favorecidas por el carácter descentralizado de los grupos rebeldes. Sus misiones serían conseguir información, probar la lealtad de los civiles e incluso aniquilar pequeños grupos enemigos.

A finales de septiembre de 2005 se luchaba en Qam, al centro de la frontera siria y que era un paso seguro para la entrada y distribución de hombres y medios de Al-Qaida en Iraq. También era una base (entrenamiento, descanso, planificación) de esos jihadistas extranjeros. Tras la ocupación de Tal Afar, en el norte de esa frontera, a primeros de septiembre, en una de las mayores batallas en Iraq en casi un año, se produjeron 11 ataques suicidas sucesivos en Bagdad. ¿Servirán para algo sus ocupaciones? Samarra ha sido tomada ya varias veces durante la guerra y la perdieron otras tantas.

En 2005, tras las elecciones, ocurrió un importante cambio en el gobierno iraquí. Los shiíes religiosos, liderados por Ibrahim al-Jafari, ocupan el poder político. Esto ha irritado más a los sunníes e incluso a muchos oficiales del nuevo ejército, procedentes del ejército de Saddam, ya que al-Jafari se exiló en Irán durante su guerra con Iraq. Éste tampoco ha perdido el tiempo para enconar los ánimos, viajando enseguida a Teherán, restableciendo relaciones diplomáticas y comerciales y pidiendo perdón allí por la conducta de Irak durante la guerra.

La celebración del referendum constitucional tampoco cambió cualitativamente la situación militar en Irak. A los sunníes se les unen nacionalistas iraquíes y extremistas religiosos, todos disgustados con la ocupación extranjera. Los shiíes y, en menor medida, los kurdos, parecen los grandes beneficiarios jurídicos y sociales del nuevo orden democrático occidental. Pero también son los blancos masivos preferentes de la insurgencia, que busca, en ese impulso hacia el caos, hacer insoportable para los americanos la ocupación. Por su parte, cerca del 60% de los norteamericanos desaprueban el modo en que su administración lleva la guerra y también el 60% de los encuestados desearía un recorte de sus gastos en Iraq.

 

¿QUÉ MÁS SE PUEDE HACER PARA VENCER A LA INSURGENCIA IRAQUÍ?

 

Las principales características de una guerra irregular son su prolongación en el tiempo, consecuencia de su baja intensidad militar, y que es también civil y política, lo que implica un gran desgarro social y actos de gran crueldad.

Los aspectos estratégicos de la guerra en Iraq son las bases guerrilleras y las comunicaciones de ambos rivales en general. Ya que es impensable que los rebeldes alcancen una correlación de fuerzas con su enemigo, que les permita utilizar unidades regulares propias.

Las bases rebeldes son los territorios suficientemente controlados por ellos. Sirven de refugio y son el soporte logístico de sus bandas. Constituyen su retaguardia natural, donde las bandas amedrentan a los civiles y lo organizan en su favor, si son de la tribu correcta. Cuando se trata de bases clandestinas, físicamente ocupadas por los americanos o por los regulares leales, en ellas se imbrica también la red de agentes de la guerrilla, encargados de la búsqueda y transmisión de información.

De momento, las bases de la insurgencia no tienen otras funciones mayores.

La defensa de sus bases la realizan buscando el desgaste de las fuerzas enemigas (con numerosas acciones puntuales más o menos concentradas) y provocando su dispersión por todo el país. Así el enemigo no se concentra para atacarlas. Sin embargo, las bases son el único objetivo duro, convencional que presentan a los ejércitos americano e iraquí, donde la abrumadora potencia de fuego se puede hacer sentir.

El carácter de «enjambre» que posee la insurgencia iraquí, formando células y bandas bastante independientes y coordinadas estratégicamente por las intenciones de líderes más o menos lejanos, hace que utilicen numerosas bases y que ninguna sea fundamental para ellos. Esto también delata una de sus debilidades, son muy primitivos organizativamente, aunque sean muy molestos.

Las comunicaciones estratégicas de los rebeldes son:

Con sus bases, para evitar un vagabundeo estéril, agotador y vulnerable. Entre las bandas, para el apoyo, la inteligencia y su concentración operativa para las tareas. Con el pueblo, para su refugio, soporte, medios, inteligencia y acción subversiva; y en su momento, facilitaría su extensión humana y territorial.

Cuanto más endebles y escasas sean dichas comunicaciones, más frágil e inseguro será estratégicamente el proceso insurgente.

Los aspectos operativos de la guerra iraquí se centran en la lucha por la movilidad y la iniciativa.

Para conseguir fuerzas suficientes y mantener la iniciativa, ambos ejércitos deben concentrarse en la defensa de sus objetivos estratégicos y de sus comunicaciones. La defensa de poblaciones menores, especialmente fuera de la zona sunní, debe recaer en unidades locales de autodefensa y de policía, apoyadas por unidades militares móviles, que patrullen por todo un sector amenazado.

Pero no creemos que el Pentágono acepte este aflojar temporalmente las riendas y ceder (potencialmente) algún territorio a la posible acción de la insurgencia.

La clave operativa es el patrullaje enérgico, continuo, impredecible, ávido del combate con los insurgentes o de conseguir información. Que constituya otro «enjambre» más profesional, más activo, más letal. Cuyas armas sean el sigilo, la discreción, la movilidad, las granadas más que las balas, el arrastrarse tanto como el pasearse, con la noche como colaboradora y refugio. Integrado por unidades raramente mayores de una sección (el platoon). Una especialización de las patrullas, con técnicas diferentes, son las seudo bandas ya citadas. Pero éste es el oficio militar más difícil para la infantería…

Las comunicaciones rebeldes pueden ser dislocadas por la interposición del «enjambre» militar. Sus refugios y depósitos terminarían localizados. La convicción de impunidad desaparecería. El problema de una rebelión armada sería conducido a un problema policial.

Por último, políticamente de momento es necesario buscar el acercamiento a los líderes moderados iraquíes de la insurgencia, evitar acciones y actitudes disolventes como las protagonizadas por el presidente al-Jafari ya citadas y destacar al pueblo la distinción entre los objetivos perversos de los jihadistas extranjeros, para quienes Iraq es sólo un terreno propicio para sus matanzas indiscriminadas de iraquíes!!! y la rebelión interna.

 

Con el principio de fondo de que una democracia islámica (basada en la Umma, el Corán, la sunna del Profeta y la Sharia) no es igual a una democracia occidental (donde cualquiera es un voto).

La Guerra Biológica

SUS INSTRUMENTOS, SU CONTEXTO HISTÓRICO Y SUS POSIBILIDADES REALES EN LA GUERRA MODERNA Y COMO ARMA DE TERRORISTAS.

 

La guerra biológica es el uso militar, como armas de guerra, de los organismos vivientes patógenos, animales o vegetales, y de los productos naturales venenosos, llamados toxinas. Como en ella se emplean los gérmenes y las bacterias, también se le llama guerra bacteriológica, aunque este término sólo incorpora a una parte de los agentes biológicos capaces de ser empleados contra el hombre.

El uso militar de los microbios patógenos.

Los organismos patógenos, que producen enfermedades en el hombre, se pueden clasificar en 4 grandes categorías o tipos: los hongos, las bacterias, los virus y las rickettsias, un ente intermedio entre estos 2 últimos, en su naturaleza, tamaño y características.

Las bacterias son organismos unicelulares de forma esférica (llevan el sufijo coco en el nombre), cilíndrica (los bacilos) o de tornillo o espiral (los espirilos). Se reproducen por división transversal repetida y, con frecuencia, los microbios parciales permanecen unidos formando una cadena. Muchos de ellas se pueden mover mediante sus flagelos o pestañas (más cortas). Según Lauria, el virus es un elemento genético constituido de ácido ribonucleico y de ácido desoxirribonucleico, apto para trasladarse de célula a célula y capaz de sintetizar con los aminoácidos disponibles sus proteínas particulares, que formarán entonces las partículas víricas infectivas. No se conoce su origen ni la fecha de su aparición, ya que se ignora la existencia de virus fósiles. Elford, en 1931, consiguió medir su tamaño, que varía entre 10 y 300 micras. También los virus se clasifican en vegetales, animales y bacteriófagos, cada tipo con sus características específicas. Su ciclo vital tiene, entre otras, 5 fases importantes para nosotros: fijación a la superficie celular, penetración en el interior de la célula, multiplicación del virus a costa de los componentes de aquélla, liberación de los nuevos individuos víricos y su dispersión por el medio.

El empleo militar de los microbios patógenos, por tratarse de organismos vivos, es difícil. Los vectores militares usuales, la artillería convencional (granadas explosivas) y la reactiva (cohetes de trayectoria balística, sin dirección autónoma) y las bombas aéreas, resultan demasiado agresivos para ellos y los destruyen antes de su dispersión en el blanco. Para eliminar estas graves limitaciones se han desarrollado bombas con envoltura de cerámica, que se han probado satisfactoriamente con moscas infectadas con la bacteria yessinia pestis, la causante de la peste bubónica. También se ha probado su dispersión por el aire, mediante dispensadores de varios tipos, pero su control y la estimación de su efecto sobre el blanco son muy difíciles. En los años 40 del pasado siglo, se perfeccionaron técnicas biológicas de desecado y congelación de los microbios. Con ellas se buscaba prolongar su vida y aumentar su resistencia, para permitirles un mayor tiempo de almacenamiento, su dispersión mediante explosivos y lograr una exposición más larga en condiciones ambientales.

Su empleo real mediante transmisores no militares ha sido más común. En 1763, durante la guerra en Norteamérica entre Gran Bretaña y Francia por el control de todas las colonias europeas, el jefe militar británico decidió intentar contagiar con viruela a los indígenas hostiles a ellos. Con este motivo se le entregaron a 2 jefes indios, 2 sábanas y un pañuelo procedentes de la sala de contagiados por viruela de un hospital británico. La enfermedad se extendió pronto entre las tribus. Durante la II guerra mundial, los británicos fabricaron y almacenaron pasteles de carne que contenían dosis elevadas de esporas del antrax. Su idea era lanzarlos por bombarderos sobre praderas alemanas, donde podrían ser hallados y comidos por su ganado. Estos pasteles nunca fueron empleados.

Poco después de los ataques aéreos suicidas sobre las Torres Gemelas y el Pentágono, en septiembre de 2001, comenzaron a aparecer en los EEUU, en las estafetas de correos y en los destinatarios, algunos paquetes y cartas conteniendo supuestamente esporas de antrax, activas o in vitro, adquiridas o robadas en laboratorios de investigación farmacológica. La paranoia colectiva propia de esos trágicos momentos contribuyó a magnificar la extensión y la importancia de estos hechos. Y constituyó un multiplicador del efecto propagandístico perverso de cualquier tipo de agresión individual o colectiva de terrorismo. Cuyo fin es extender el terror, generalmente a través de acciones violentas indiscriminadas y las amenazas de repetirlas, que hacen que todos los miembros de la colectividad atacada se consideren posibles o probables, según los casos, objetivos de esas futuras acciones.

Las toxinas como arma de guerra.

Las toxinas son venenos producidos naturalmente por las plantas o los animales, tanto los grandes o visibles como los microscópicos o microbios.

Las toxinas tienen ciertas ventajas para su empleo como armas de guerra. Son naturales, no productos de síntesis más o menos complicados, costosos e inestables. Esto facilita su producción a escala de planta piloto o industrial. Algunas de las toxinas biológicas se encuentran entre los productos más venenosos que se conocen. Su efecto se realiza sin la presencia del agente productor. Éste, por ser un organismo vivo, plantea problemas en su manipulación, al ser más inestables o perecederos que aquéllas. Es decir, pueden ser conservadas y diseminadas más fácilmente, mediante granadas explosivas especiales o con dispensadores, tipo aerosoles o pulverizadores propulsados por gases inertes o neutros.

La enterotoxina B del estafilococo aureo es la responsable de la mayoría de las intoxicaciones alimentarias humanas. Esta bacteria puede crecer en multitud de alimentos y al hacerlo produce esa toxina, que se ingiere con las consumisiones. En general, la enterotoxina B no es letal, pero una dosis de sólo 50 microgramos ya causa vómitos y diarreas en los adultos. El uso deliberado de esta toxina es posible. Por ejemplo, durante un cerco de los insurrectos irregulares, siempre laxo, a posiciones defensivas fijas militares, y con el fin de hostigarlas y debilitar la resistencia vital enemiga. El efecto sonoro agudo producido por la toxina es llamado casi onomatopéyicamente «el chiflido» (silbido de la chifla).

Una toxina más terrible, que también se puede encontrar en los alimentos, es la toxina butolínica A, producida por la bacteria clostridio butolínica. Es el veneno más poderoso conocido, con un microgramo se mata a un adulto. La aparición normal de la bacteria se asocia a los alimentos mal preservados, como las conservas vegetales caducadas o mal esterilizadas durante su fabricación. Se trata de un neuroagente que causa que el sistema nervioso acumule en exceso durante su funcionamiento la acetilcolina, de una manera similar a como lo hacen los agentes de tipo nervioso de la guerra química.

La toxina ricino, que se halla en las semillas y en las hojas de la planta ricino común fue patentada en 1962 en los EEUU para su empleo como arma biológica. Su uso por los agentes secretos búlgaros, conocidos como los asesinos de los paraguas, fue confirmado en los años 70. En los extremos libres de aquéllos llevaban oculto un lanzador mecánico, que proyectaba un balín impregnado de la toxina ricino y capaz de clavarse a corta distancia en la carne descubierta. Dos disidentes búlgaros, huidos del régimen comunista de su país, fueron positivamente identificados de haber sido asesinados así en Londres.

El piloto norteamericano Francis Gary Powers, que fue derribado en su U-2 sobre la URSS en 1960, llevaba una píldora letal de la saxitoxina BW, que no utilizó. Este agente se obtiene de cierto marisco, que lo produce cuando es alimentado con un tipo particular de plancton marino.

Su aparición en la Historia. Situación actual.

Desde muy antiguo se han empleado los agentes patógenos y las toxinas con propósitos militares. El envenenamiento de las fuentes de agua del enemigo o el arrojar los cadáveres de los enfermos infecciosos por encima de sus muros o murallas defensivas, son técnicas militares documentadas y empleadas por Alejandro Magno, Solón o los mongoles. Es sólo en los tiempos modernos cuando el uso de agentes biológicos en la guerra ha adquirido un carácter de estigma. Así, ninguna nación moderna ha admitido su empleo en combate contra sus enemigos, a pesar de existir numerosas alegaciones de las víctimas de lo contrario.

Un ejemplo extremo de cómo se puede ir de las manos el uso de agentes biológicos por personas profanas, lo tenemos en el sitio de la entonces ciudad genovesa de Kaffa. En él los efectos biológicos nocivos estaban razonablemente circunscritos tras las murallas de esa urbe. A mediados del siglo XIV los mongoles sitiaban la ciudad, hoy llamada Feodosiya, situada en la costa ucraniana del Mar Negro. Los mongoles arrojaban por encima de sus murallas, mediante catapultas, los cuerpos de muertos por la peste bubónica. Se piensa que algunos barcos genoveses que partieron de la ciudad hacia su metrópoli, pudieron portar el bacilo de la plaga, que se hospedaba habitualmente en las siempre presentes ratas. De esta manera pudo alcanzar Italia la peste bubónica, y comenzar la masiva y fulminante epidemia conocida en la Historia como la Muerte Negra, que casi despobló el continente europeo en ese siglo.

A partir de los años 80 del pasado siglo, la ingeniería genética y la biotecnología se han convertido en instrumentos técnico industriales destinados a mejorar las condiciones de vida de la humanidad. Una de sus posibles aplicaciones es el desarrollo de vacunas contra los agentes patógenos, tanto los naturales como los reforzados por acciones genéticas sobre los primeros. Esto puede permitir a los países más adelantados adquirir una cierta inmunidad más o menos extendida, que nunca es absoluta, contra estos ataques. Mientras que sus enemigos potenciales, menos desarrollados tecnológicamente y con menos recursos económicos, salvo los productores de petróleo durante la fase de expansión del ciclo de ventas, estarían inermes contra los agentes biológicos militares.

Su uso militar es puntual y restringido.

El uso efectivo, puntual en el tiempo y controlado de agentes biológicos en el combate moderno es difícil y sus resultados son también demasiado indeterminados. Su propia naturaleza hace que, para la mayoría de los agentes, su lanzamiento controlado sobre un blanco sea difícil. Entre la exposición efectiva del enemigo y el inicio y el desarrollo de la enfermedad, existe una insoslayable demora, que va desde las horas a los días, debido a los inevitables períodos de incubación; lo cual no es asumible casi nunca en una operación móvil. Existen siempre las inmunidades naturales y las adquiridas (por vacunación o por exposición más o menos controlada), que impiden precisar, a efectos de resultados reales probables, el número de bajas enemigas derivadas de un ataque biológico. Los efectos teóricos estimados son disminuidos por ciertas condiciones climáticas, la lluvia, la niebla, la luminosidad solar y las temperaturas extremas, o alterados por los vientos, que los arrastran del blanco de superficie.

Por todo ello, hoy en día el uso militar de agentes biológicos tiene un empleo restringido a las operaciones especiales y al hostigamiento más o menos encubierto del enemigo, técnica donde el tiempo no es un parámetro rígido y crítico. Así, el objetivo de debilitar al enemigo, más que eliminarlo totalmente, hace que los cálculos de la correlación de fuerzas enfrentadas no tengan que ser tan exactos ni tan puntuales en el tiempo. La diseminación de los agentes biológicos es hecha directamente, sin el empleo de las municiones pesadas como vectores. Y el tiempo entre la exposición y el desarrollo de la enfermedad, delatado por los síntomas de ella, constituye entonces un factor de planificación dentro del plan de ataque posterior.

Su difícil e improbable uso por terroristas y locos.

Intentos los ha habido, como el ya indicado sobre las esporas de antrax y los que relatamos a continuación. En 1980 la policía francesa asaltó un domicilio en París de la Fracción del Ejército Rojo alemán, situado en el nº 41 A de la calle Chaillot. Eran ésos cuyos jefes se suicidaron luego simultáneamente en sus celdas de aislamiento en Alemania. Allí encontraron una simple pero efectiva instalación tipo «barreño», para producir la toxina butolínica A. En septiembre de 1984 fue detectada una intoxicación alimenticia deliberada en el pueblo de Antelope, del estado norteamericano de Oregon. Los orígenes fueron trazados desde varios restaurantes de la localidad y la causa fue la contaminación por la bacteria salmonella typhimurio. En las cercanías del pueblo existía una comunidad religiosa hindú, la Bhagivan Sree Rajneesh. El testimonio jurado de su jefe llevó a la conclusión de que el episodio había sido provocado por uno de sus ayudantes. Éste «sembró» los comestibles en venganza, porque algunos de los vecinos de Antelope miraban con desconfianza a su comunidad y los consideraban «diferentes».

Existe en los hombres una natural repugnancia a experimentar las enfermedades, especialmente las infecciosas, las deformantes y las debilitantes en extremo. Sólo hay que ver los anuncios de los centros de todo tipo, que ofrecen algo así como un elixir de la juventud, parecido al que buscó nuestro Ponce de León en La Florida en el siglo XVI. La edad es inevitable e implacable, pero se busca mantener, casi por todos los medios, el uso y disfrute de la madurez, cuyo deterioro es uno de los más temidos efectos de las enfermedades. Las enfermedades infecciosas graves suelen discurrir con unos síntomas externos catastróficos. El hombre se ve atacado desde dentro en su aspecto, en su integridad y en sus capacidades, de manera dolorosa e incluso asquerosa, hasta su muerte infame. No es ésta la muerte más o menos adornada por nosotros, para hacerla gloriosa y menos repugnante, que se espera para los combatientes en el campo de batalla.

La manipulación de los microbios patógenos y sus derivados venenosos implican unas operaciones de alta tecnología farmacológica y química. Aquí cualquier escape o impureza lleva al fracaso del experimento o a una afección de los manipuladores (los posibles portadores más cercanos y expuestos). Y ya sabemos algo de cómo se las gastan estos enanos patógenos y sus productos orgánicos con nosotros.

Los fanáticos fundamentalistas islámicos no encuentran en el Noble Corán ni en la sunna del Profeta ningun aliciente, estímulo o excusa para su empleo en la guerra. Los microbios y sus humores son de la categoría del cerdo, del perro, de los animales acuáticos sin aletas, de los proscritos por Alá, todos ellos impuros y detestables para el muslim fiel. Cuando el Libro descendió de junto a Alá, se moría aceptablemente para los ansares o devotos del Islam por la espada, la maza, el hacha la lanza y las flechas, en defensa de la Umma o comunidad de fieles y para extender sus dominios, mediante la Yihad o guerra santificada en muchos aleyas o versículos de aquél.

Se habla también de la posible utilización por los locos de los medios más asequibles y conocidos para la guerra biológica. Pero un loco no es un demente. El demente tiene degradadas sus facultades cognitivas y volitivas, por el deterioro físico de sus tejidos cerebrales, debido a la edad o a ciertas enfermedades (ictus, arterioesclerosis cerebral). El loco, por su parte, tiene una parte de sus sentimientos, ideas y conceptos afectados, alterados y extraviados. Pero el loco es capaz de razonar, sobre todo en los temas que llamaré «objetivos», los que estén al margen de sus delirios y afecciones anímicas. El loco puede creerse que sus acciones terroristas, más o menos individuales, llegarán a ser importantes para subvertir el régimen político de un país. Pero el loco puede saber cómo mezclar el azúcar y el clorato de potasio (de las pastillitas para desinfectar la garganta) para hacer un explosivo casero. Aunque la ETA le añada azufre, aquí no hace falta y sólo resta efectividad por peso, ya que el cloro se encarga de enlazar al potasio y formar cloruro potásico. En todo caso, el azufre puede obtenerse, como componente de la pólvora, si hay restricciones de productos sensibles, tratando con salfumán el bisulfuro de sodio, un revelador fotográfico. O cómo concentrar el líquido de las baterías, para obtener ácido sulfúrico, base para obtener ácido nítrico (para el algodón pólvora o nitrocelulosa o pólvora sin humo) y nitratos (el comburente de las pólvoras con humo, base de la prirotecnia). Y el loco también tiene mucho, mucho miedo, probablemente más por un componente hipocondríaco específico, a las enfermedades consuntivas, estigmatizadas por el colectivo social.

 

 

 

 

Teoría Militar: libros favoritos.

Os presento una lista de libros de teoría militar cuya lectura os resultara muy provechosa y que considero fundamental para conocer mejor los temas militares y no simplemente leer una historia más o menos repetida.

Incluyo un libro mío, fruto de mis años de dedicación a este tema, cuyo contenido podéis examinar en www.amazon.com.

«Maneuver Warfare Handbook» por William Lind.

Es un clásico sobre la guerra de maniobras. Utilizado por el Cuerpo de Marines. Se basa en la experiencia alemana de la II guerra mundial. Que a su vez es una extrapolación a la guerra mecanizada, de las experiencias desarrolladas por los Stormtroops (fuerzas de asalto de infantería) de la I guerra mundial.

«El Arte de la Guerra» por Sun Tzu. La más rica y provechosa es la vieja traducción de Samuel Griffth.

La holística teoría militar china, siempre vigente, sintetizada por un autor clásico.Sus características de estilo y de contenido parece que avalan a un único autor. Con cada lectura aprovechada, se captan más matices y perspectivas. Que fructifican en mayores riqueza, agilidad y profundidad de pensamiento.

Otros libros “chinos” te dan un número de estrategias (las 36, las 100, etc.). Su aprovechamiento se basa en una memorización continua o en su aplicación permanente. Los considero poco prácticos, por el carácter profuso, difuso y aún confuso de muchos autores antiguos de esta etnia Han. Parece como si quisiesen ocultar su sabiduría a los no iniciados.

«The Soviet Conduct of Tactical Maneuver» por David Glantz.

Una brillante exposición de las teorías militares operativas soviéticas. Con ellas ganaron la II guerra mundial. Y trasladaron su sistema económico social a media Europa «liberada».

«De la Guerra» de Clausewitz.

Es una obra extensa, como corresponde a su época, en la que escribir poco era señal de inconsistencia, poca importancia del tema y escasa reflexión. Los libros o partes que la componen fueron terminados en grado variable por el autor, cuya muerte prematura no permitió su conclusión. Nos interesan los primeros capítulos sobre la teoría y la filosofía de la guerra.

Los otros libros tratan sobre la táctica de un período en el que el despliegue enemigo quedaba a las vistas del mando y su estado mayor y auxiliares, situados en un altozano cercano. Preconiza lo contrario de Liddell Hart: la batalla decisiva a cargo de la máxima concentración propia sobre el ejército enemigo. En una época de ejércitos de masas, inaugurada por Napoleón, pronto se vió que no se podía ganar en una sola gran batalla una guerra entre naciones en armas. Era necesario una campaña de operaciones sucesivas victoriosas, diigidas al logro de los objetivos militares de campaña (teatro de operaciones, Europa, Pacífico, África) o estatégicos. Además, ya no existía un genio militar adelantado a su época como Napoleón.

«Forward into Battle» por Paddy Griffith.

Las tácticas militares desde Napoleón discutidas y extensamente presentadas. Tiene detractores por su visión a veces rupturista.

«Maneuver Warfare: An Anthology», compilado por Richard D. Hooker.

Recopila artículos de algunos de los mejores escritores sobre la teoría militar de maniobras. Hay trabajos de Rommel, Leonhard, John Antal, etc.

«The Art of Maneuver» por Robert Leonhard.

Es uno de los primeros y más lúcidos autores sobre la guerra de maniobras. Y destaca con fuerza propia, expandiendo el torrente de ideas de esa teoría en desarrollo.

«Race to the Swift» por Richard Simpkin.

Es el mejor libro de este autor militar inglés. Desarrolla teóricamente la guerra moderna. Es de lectura algo difícil.

«Manual de Táctica», dos tomos, por Eike Middeldorf.

Es el más completo y actual manual de táctica moderna que he encontrado. Tiene capítulos dedicados a la guerra terrestre empleando ingenios atómicos tácticos y a las condiciones particulares de lucha: de noche, en bosques, con frío extremo, etc.

«Estrategia» por Basil Liddell Hart.

Es la mejor teoría militar de este prolífico autor.

«The Foundations of the Science of War» por John Frederick Charles Fuller.

Es un libro no superado sobre los principios de la guerra y su aplicación práctica. Casi 65 años después de su edición en 1926 fue reeditado por el Cuerpo de Marines. Es de lectura difícil. Yo conseguí una fotocopia de la edición original a través de la biblioteca de una universidad americana (Lancaster, Pa.).

«On the Nature of War» por Enrique Alonso.

Igual que los principios señalan el «qué hacer» en la guerra, este libro, basado en 10 «sistemas operativos» indica el «cómo actuar» operativa y tácticamente.

«La Comprensión de la Guerra» por Trevor N. Dupuy.

Es una teoría del combate, basada en la Historia militar y determinados factores militares y sus valores cuantitativos. Encuentro que su desarrollo del concepto de «fricción», derivado de Clausewitz, está desviado. Y expone otra cosa distinta a Clausewitz.