La Yihad o Guerra Santa Musulmana.

¿Cómo se interpretó e interpreta hoy en día?  ¿Qué papel tienen en ella los terroristas?  ¿Es posible llegar a una convivencia pacífica con la mayor parte del Islam?  ¿Cómo podemos controlar a los imames, los predicadores y lectores de las mezquitas, casi siempre carentes de una formación única, canónica y fiable en el Noble Corán y la Sunna del Profeta?  ¿Qué pueden hacer realmente los ulemas y los muftíes (los doctores de la Ley Islamica; no hay teologos, porque Allah es inasequible) para controlar el «Terrorismo en el nombre del Islam” y establecer una paz segura del Islam con todos los pueblos del Mundo?

¿Qué es y qué significa la Yihad en el contexto de la revelación musulmana?

El Islam es, en su acepción más simple, una fe sencilla, con ritos externos y sociales bien definidos, fácil de seguir y cumplir. Los ritos son acciones sacralizadas por una religión y necesarios para que ella se imbuya en el alma personal y colectiva de los creyentes.

En el Islam existen 5 grandes ritos, que se simbolizan en su iconografía por una mano abierta:

La profesión de fe, corta declaración que abre a cualquiera la entrada al Islam; las 5 invocaciones diarias (el Salat) a Alá; el ayuno del mes de Ramadán (el Roza); la caridad (el Zakat) con los desvalidos, impedidos y pobres (por este orden) de la Umma (comunidad musulmana universal) y la peregrinación a La Meca o Hajj al menos una vez en la vida, si se poseen recursos, que se realiza en comunidad, congregándose modernamente varios millones de personas simultáneamente, entre el séptimo y el décimo día del último mes del calendario lunar, Dhul i Hijja.

La Yihad, la guerra santa, el esfuerzo de sangre en el sendero de Alá, va dirigida contra aquellos que AMENAZAN la Umma. Estos pueden ser tanto los infieles hostiles externos, como los no musulmanes que conviven en dar el-Islam, las tierras donde la Umma domina políticamente, y que han roto su «pacto de protección» con ella. A éste tienen derecho teórico los judíos y los cristianos, como gentes citadas en el Corán y que detentan algunos de los libros considerados también como proféticos por el Islam.  Se considera a la Yihad una obligación prácticamente igual a uno de los llamados Cinco Pilares del Islam, ya citados. 

El Corán tiene numerosas aleyas o versículos que prescriben y alientan la lucha armada en el camino de Alá. En boca de un imam o predicador, el que dirige los rezos y lecturas en la mezquita y cuyas credenciales no son tanto una exquisita formación islámica de varios años en una madrasa (escuela coránica) acreditada, sino poseer más bien una empatía con su comunidad y un cierto don de palabra, estas indicaciones absolutas, directas y reiteradas pueden resultar incendiarias.

El terrorista marroquí El Chino, que se suicidó luego en Leganés, presidió varias veces, según se dijo, la oración en la mezquita de la M-30. ¿Era un cumplidor del Noble Corán el imam El Chino?

Sura, 4 aleya 33 (29) «…Oh, creyentes… no os matéis a vosotros mismos…».

2, 10 (11) «Cuando se les dice: No cometáis desórdenes (voz con la que se definen los crímenes) en la tierra, ellos responden: Lejos de eso, introducimos en ella el buen orden (el bien)». 2, 11 (12) «¡Ay!, cometen desórdenes, pero no lo comprenden».

 

28, 77 «Al igual que Alá hace el bien, haced también vosotros el bien y no fomentéis la corrupción (el mal)» (asesinato de inocentes y de gentes que os acoge –las tierras de dar el-ahd-, borracheras, drogas, daños innecesarios de las cosas).

 

Hemos tomado respetuosamente dos traducciones del Noble Corán para realizar una SELECCIÓN de las aleyas que tratan sobre la Yihad: una, más antigua y la otra, editada en Estambul en 2002 (sus versículos están entre paréntesis; si no aparecen, coinciden las numeraciones). Prescindimos de la sunna (tradición) del Profeta, que puede ser objeto de controversia acerca de su legitimidad legal con los chiíes y otros grupos menores.

Sura 2, aleya 186 (190) «Haced la guerra santa por la causa de Alá contra los que os hagan la guerra».

2, 187 (191) «Matadles dondequiera que los halléis y expulsadles de donde ellos os hayan expulsado (¿Andalucía, Sicilia, los Balcanes? Pero, ¿llegaron acaso ellos primero allí?)».

2, 189 (190) «Combatidles (a los infieles) hasta que no haya ya idolatría y toda adoración sea dada a Alá». Se repite casi exactamente en 8, 40 (39).

2, 212 (216) «Se os ha prescrito la guerra y vosotros le habéis tomado aversión».

2, 214 (217) «La tentación de la idolatría es peor que la carnicería. Los infieles no cesarán de haceros la guerra mientras no os hayan hecho renunciar a vuestra religión, si pueden».

2, 215 (218) «Los que abandonan su país y combaten en el sendero de Alá (la Yihad) pueden esperar su misericordia».

4, 7 (69) «Los que obedezcan a Alá y a su Mensajero entrarán en la sociedad de los justos, de los mártires, de los virtuosos, a quienes Alá ha colmado con sus beneficios».

4, 74 «Que combatan en el camino de Alá aquéllos que vendan la vida de este mundo por la Última. Y a quien combata en el camino de Alá, ya muera o resulte victorioso, le daremos una enorme recompensa».

4, 79 (77) «…han exclamado: Señor, ¿por qué nos ordenas la guerra? …Respóndeles: El goce de la vida de aquí abajo es poca cosa; la vida futura es el verdadero bien para los que temen a Alá. Aquí no os engañarán ni en una sola brizna».

4, 105 (104) «Y no flaqueéis en perseguir a esa gente. Si os doléis, también se duelen ellos, pero vosotros esperáis de Alá lo que ellos no pueden esperar».

9, 39 «Si no marcháis al combate, Alá os castigará con un castigo doloroso: os reemplazará por otro pueblo».

9, 92 (91) «Los débiles, los enfermos, los que no tienen medios no estarán obligados a ir a la guerra, con tal que sean sinceros respecto de Alá y de su Mensajero».

(La obligación de la Yihad se hace recaer prácticamente en la Umma, que debe aportar así un número adecuado de muhaydines).

9, 124 (123) «¡Oh, creyentes!, combatid a los infieles que os rodean: que hallen siempre en vosotros una acogida ruda».

47, 4 «Cuando encontréis infieles, matadles hasta el punto de hacer con ellos una carnicería y encadenad fuertemente a los cautivos para impedirles huir».

47, 37 (35) «No mostréis cobardía y no llaméis a los infieles a la paz cuando sois los más fuertes».

 

Las principales ramas del Islam y su ideología.

El sunnismo, que siguen el 90% de los musulmanes actualmente, acepta también como revelación la tradición (la sunna) del Profeta, que son sus hechos y sus comentarios o hadices. El mayor o menor rigor en la selección y aceptación de esta tradición caracterizan a tres de sus escuelas teológicas, fundadas a caballo entre los siglos VIII y IX.

La escuela más abierta y flexible, la chafií, fundada por el palestino al-Chafii, muerto en El Cairo en el 820 a la edad de 53 años, nos abre una puerta esperanzadora a la evolución pacífica del Islam. Ella acepta también el consenso de los sabios de la comunidad y el razonamiento analógico o qiijas, como vías correctas para la adaptación del Islam a todos los tiempos y lugares, desde su «origen rural, analfabeto, pobre, medieval y rodeado de hostiles». Para ello parte del hadiz «Alá reconoce el bien en lo que los musulmanes han juzgado como tal».

Existe una gran diferencia ideológica y práctica entre el sunnismo y el chiismo. Ëste se siente perseguido, en razón de la ortodoxia dinástica (el cisma surge a partir del cuarto califa, Alí, primo, yerno y compañero del Profeta) e ideológica (admite menos fuentes de revelación) que proclama y defiende. Así, asume históricamente una actitud fatalista, pasiva, incluso de sufrimiento físico por ello, a la espera del retorno del (califa) imam desaparecido (ojo, nombre que toman los guías político-religiosos en el chiismo). Éste vendrá como Mahdi (el guiado por Alá), en un momento dado de la Historia, para hacer triunfar a la Umma ortodoxa (ellos).

Pero también se han dado en el chiismo casos de acción insurgente, incluso con cierto éxito e implantación popular, como en el Irán de Jomeini, en El Líbano con Hezbolah o partido de Alá.

Parece claro que el sunnismo está más preparado para tratar y aceptar la convivencia pacífica y las relaciones de todo tipo con otras religiones e ideologías políticas, al menos en determinados momentos y países. Y que con el chiismo es necesario negociar hoy en día desde una posición de más determinación y fortaleza.

 

El radicalismo violento musulmán moderno y sus posibles encauces y soluciones hacia una convivencia pacífica y respetuosa.

Los insurgentes radicales islámicos se dedicaron entre los años 60 y 80 a atacar a los que calificaban de gobiernos musulmanes corruptos y falsos, socialistas u occidentalizados y liberaloides. Su fortuna fue poca para todo el esfuerzo: la retirada de los soviéticos de Afganistán, con el soporte logístico occidental, y la toma del poder en Sudán, guiados por al-Turabi, al consiguir hacerse fuertes en su Ejército, lo cual es aún un caso único. A partir de los 90 el objetivo es Occidente.

 

Sus características operativas actuales son:

Su brutalidad innecesaria e indiscriminada, que los descalifica ante su religión. Ya vimos un mínimo ejemplo de 4 aleyas morales importantes que desprecian y desacatan, sin que Alá las hubiese cambiado para ellos. Sura 2, aleya 100 (106) «Nosotros no abrogamos ningún versículo de este libro, ni haremos borrar uno solo de tu memoria, sin reemplazarlo por otro igual o mejor».

La ausencia absoluta de ulemas y muftíes venerables y piadosos a su lado.

Su gran descentralización operativa por la universalidad de la Umma, que trasciende la idea de nación o raza, pero que les impide conseguir objetivos estratégicos, aunque sus acciones puntuales sean importantes, dolorosas, temibles.

Su fracaso en incorporarse activa y firmemente a un grupo social amplio, que dé cobertura e impulso permanente a su movimiento. Los activistas más alienados se suelen ir aislando progresivamente de la sociedad (al menos, emocional e ideológicamente), aunque «vivan» dentro de ella, en aras de sus métodos violentos, a los que sacrifican todo por la eficacia. Siguen un proceso de segregación, purificación (en sus improvisados ritos no ortodoxos ayunan, emplean agua de lugares sagrados y banderolas verdes con inscripciones de las aleyas que les favorecen), consagración y radicalización, hasta llegar a la muerte e incluso al suicidio en sus acciones puntuales. Y entonces se extinguen, como débiles, estériles y desviados que son, lejos de la Umma y de sus intereses reales.

Su afán de publicidad, al que Occidente colabora insensible, necio (es desconocer lo que debería saber) y gustoso.

Su objetivo de golpear al gobierno que sea, puesto que el califato radical y agresivo en dar el -Islam no existe hoy en día.

 

Ante ese terrorismo (acciones de guerra contra objetivos generales, inocentes e indiscriminados) propio, el mundo islámico se paraliza y no sabe qué decir o hacer. Afirman los portavoces e intelectuales que el Islam es paz y tolerancia. Pero esto no es totalmente cierto, como vimos antes. La mayoría de los musulmanes se distancian de los atentados por oportunismo, para proteger al Islam, preocupados por el creciente rechazo que sufre en Occidente. Pero, ¿cuándo intervienen en la polémica los ulemas o los muftíes? Casi nunca.

No se ha dado en el Islam una reflexión profunda sobre la oportunidad política y religiosa de la violencia. ¿Alguien conoce a pacifistas islámicos activos? No se trata de que reaccionen los intelectuales laicos musulmanes. Éstos no son operativos de la manera que conocemos en Occidente, ya que para un buen musulmán la política, la sociedad y la religión forman una trinidad única, excluyente e inseparable, establecida por Alá. Además, el fracaso social y político de los intelectuales laicos árabes quedó refrendado con el de las élites nacionalistas, izquierdistas y europeizadas, que impulsaron la independencia de las distintas naciones árabes tras la II guerra mundial.

 

El Islam tiene que asumir que la Yihad fue necesaria para la instauración y la defensa de la primitiva comunidad de creyentes, estableciendo el Profeta el estado islámico a partir de la destrucción violenta de la jahiliyya (la barbarie existente anterior al Islam) árabe. Y aún pudo ser útil la Yihad para su RÁPIDA extensión por el mundo, por el estado existente de cultura y desarrollo de las civilizaciones medievales. Pero que su oportunidad histórica no existe actualmente y entonces debe ser reemplazado por «otro tipo de ESFUERZO en el camino de Alá», cuyo concepto ya existe en la sunna y que podría ser retomado y proclamado por los ulemas y los muftíes piadosos, que son los ideólogos del Islam verdadero y perenne. Y, por cierto, los mismos gozan de una independencia política, social y económica amplísima: son respetados y/o temidos por los gobiernos en sus respectivos países, y suelen ser los que administran el zakat o las limosnas canónicas.

Ya desde el surgimiento de las 4 principales escuelas teológicas sunnies citadas, cobró fuerza el principio del esfuerzo de reflexión personal, el ichtihad, en el Islam. El ichtihad va a permitir el desarrollo de la cultura árabe, tanto en lo tocante a los aspectos civiles (ciencias, comercio, literatura, arte) como al enriquecimiento de su teología; es la base de jurisconsultos como al-Chafii. El ichtihad es fuente de lucidez, creatividad, enriquecimiento, progreso y paz en el camino del esfuerzo personal y colectivo hacia Dios (esto es el núcleo y la razón del Islam), cuando ya la Umma se ha extendido y multiplicado enormemente por el mundo.

Hacia el siglo XI (siglo V de la hégira o marcha a Medina), los teólogos cierran la puerta al ichtihad. El enfoque metodológico islámico se altera: a partir de entonces, se imita, se repite, se abusa de los compendios.

 

¿Sería posible que los más preclaros y lúcidos teólogos y jurisconsultos del Islam valoraran y enfrentaran los tremendos problemas internos y externos, de convivencia, a los que se enfrenta la Umma?

¿Sería posible que aceptaran utilizar (ya sabemos que no es nada nuevo) la reflexión a partir de las fuentes canónicas, como instrumento de avance, adaptación, relaciones externas y perfección en el tiempo de la comunidad islámica?

¿Sería posible que predicaran contra la violencia gratuita y estéril que se ejerce en nombre del Islam por unas muy minorías alucinadas?

¿Sería posible que controlasen la calidad de la formación de los imames en los distintos países y la exclusión de sus nobles funciones, de los advenedizos que, sirviéndose de la dirección de la oración, predican ideologías fanáticas, desviadas, sin futuro real y criminales?

¿Sería posible que declararán que los intereses del Islam y de la Umma tienen a España y al resto de Europa como buenos amigos, parte de dar el-ahd, los países donde la Umma no domina políticamente, pero está en paz con sus habitantes y puede realizar sus actuaciones y ritos?

Algunos de los más alocados guerrilleros islámicos fueron los argelinos de los años 90. Sin ser ni siquiera estudiosos del Islam y con intereses muy terrenales, se excomulgaban (de la Umma) unos grupos a otros en su delirio. El takfir o anatema se deriva de kfur o impiedad. Ésta se relaciona directamente con el caos religioso o jahiliyya anterior al Islam. Por él se declara impío a alguien que es o pretende ser musulmán y se le destierra, al menos moralmente, de la Umma.

¿Sería mucho pedirle a los ulemas que utilizaran la institución del takfir contra los más recalcitrantes, peligrosos y criminales terroristas, que actúen desviados perversamente (con malicia o tras ser reconvenidos sin resultado) en nombre del Islam?

 

 

 

  

   

    

  

 

 

 

 

La Guerra Biológica

SUS INSTRUMENTOS, SU CONTEXTO HISTÓRICO Y SUS POSIBILIDADES REALES EN LA GUERRA MODERNA Y COMO ARMA DE TERRORISTAS.

 

La guerra biológica es el uso militar, como armas de guerra, de los organismos vivientes patógenos, animales o vegetales, y de los productos naturales venenosos, llamados toxinas. Como en ella se emplean los gérmenes y las bacterias, también se le llama guerra bacteriológica, aunque este término sólo incorpora a una parte de los agentes biológicos capaces de ser empleados contra el hombre.

El uso militar de los microbios patógenos.

Los organismos patógenos, que producen enfermedades en el hombre, se pueden clasificar en 4 grandes categorías o tipos: los hongos, las bacterias, los virus y las rickettsias, un ente intermedio entre estos 2 últimos, en su naturaleza, tamaño y características.

Las bacterias son organismos unicelulares de forma esférica (llevan el sufijo coco en el nombre), cilíndrica (los bacilos) o de tornillo o espiral (los espirilos). Se reproducen por división transversal repetida y, con frecuencia, los microbios parciales permanecen unidos formando una cadena. Muchos de ellas se pueden mover mediante sus flagelos o pestañas (más cortas). Según Lauria, el virus es un elemento genético constituido de ácido ribonucleico y de ácido desoxirribonucleico, apto para trasladarse de célula a célula y capaz de sintetizar con los aminoácidos disponibles sus proteínas particulares, que formarán entonces las partículas víricas infectivas. No se conoce su origen ni la fecha de su aparición, ya que se ignora la existencia de virus fósiles. Elford, en 1931, consiguió medir su tamaño, que varía entre 10 y 300 micras. También los virus se clasifican en vegetales, animales y bacteriófagos, cada tipo con sus características específicas. Su ciclo vital tiene, entre otras, 5 fases importantes para nosotros: fijación a la superficie celular, penetración en el interior de la célula, multiplicación del virus a costa de los componentes de aquélla, liberación de los nuevos individuos víricos y su dispersión por el medio.

El empleo militar de los microbios patógenos, por tratarse de organismos vivos, es difícil. Los vectores militares usuales, la artillería convencional (granadas explosivas) y la reactiva (cohetes de trayectoria balística, sin dirección autónoma) y las bombas aéreas, resultan demasiado agresivos para ellos y los destruyen antes de su dispersión en el blanco. Para eliminar estas graves limitaciones se han desarrollado bombas con envoltura de cerámica, que se han probado satisfactoriamente con moscas infectadas con la bacteria yessinia pestis, la causante de la peste bubónica. También se ha probado su dispersión por el aire, mediante dispensadores de varios tipos, pero su control y la estimación de su efecto sobre el blanco son muy difíciles. En los años 40 del pasado siglo, se perfeccionaron técnicas biológicas de desecado y congelación de los microbios. Con ellas se buscaba prolongar su vida y aumentar su resistencia, para permitirles un mayor tiempo de almacenamiento, su dispersión mediante explosivos y lograr una exposición más larga en condiciones ambientales.

Su empleo real mediante transmisores no militares ha sido más común. En 1763, durante la guerra en Norteamérica entre Gran Bretaña y Francia por el control de todas las colonias europeas, el jefe militar británico decidió intentar contagiar con viruela a los indígenas hostiles a ellos. Con este motivo se le entregaron a 2 jefes indios, 2 sábanas y un pañuelo procedentes de la sala de contagiados por viruela de un hospital británico. La enfermedad se extendió pronto entre las tribus. Durante la II guerra mundial, los británicos fabricaron y almacenaron pasteles de carne que contenían dosis elevadas de esporas del antrax. Su idea era lanzarlos por bombarderos sobre praderas alemanas, donde podrían ser hallados y comidos por su ganado. Estos pasteles nunca fueron empleados.

Poco después de los ataques aéreos suicidas sobre las Torres Gemelas y el Pentágono, en septiembre de 2001, comenzaron a aparecer en los EEUU, en las estafetas de correos y en los destinatarios, algunos paquetes y cartas conteniendo supuestamente esporas de antrax, activas o in vitro, adquiridas o robadas en laboratorios de investigación farmacológica. La paranoia colectiva propia de esos trágicos momentos contribuyó a magnificar la extensión y la importancia de estos hechos. Y constituyó un multiplicador del efecto propagandístico perverso de cualquier tipo de agresión individual o colectiva de terrorismo. Cuyo fin es extender el terror, generalmente a través de acciones violentas indiscriminadas y las amenazas de repetirlas, que hacen que todos los miembros de la colectividad atacada se consideren posibles o probables, según los casos, objetivos de esas futuras acciones.

Las toxinas como arma de guerra.

Las toxinas son venenos producidos naturalmente por las plantas o los animales, tanto los grandes o visibles como los microscópicos o microbios.

Las toxinas tienen ciertas ventajas para su empleo como armas de guerra. Son naturales, no productos de síntesis más o menos complicados, costosos e inestables. Esto facilita su producción a escala de planta piloto o industrial. Algunas de las toxinas biológicas se encuentran entre los productos más venenosos que se conocen. Su efecto se realiza sin la presencia del agente productor. Éste, por ser un organismo vivo, plantea problemas en su manipulación, al ser más inestables o perecederos que aquéllas. Es decir, pueden ser conservadas y diseminadas más fácilmente, mediante granadas explosivas especiales o con dispensadores, tipo aerosoles o pulverizadores propulsados por gases inertes o neutros.

La enterotoxina B del estafilococo aureo es la responsable de la mayoría de las intoxicaciones alimentarias humanas. Esta bacteria puede crecer en multitud de alimentos y al hacerlo produce esa toxina, que se ingiere con las consumisiones. En general, la enterotoxina B no es letal, pero una dosis de sólo 50 microgramos ya causa vómitos y diarreas en los adultos. El uso deliberado de esta toxina es posible. Por ejemplo, durante un cerco de los insurrectos irregulares, siempre laxo, a posiciones defensivas fijas militares, y con el fin de hostigarlas y debilitar la resistencia vital enemiga. El efecto sonoro agudo producido por la toxina es llamado casi onomatopéyicamente «el chiflido» (silbido de la chifla).

Una toxina más terrible, que también se puede encontrar en los alimentos, es la toxina butolínica A, producida por la bacteria clostridio butolínica. Es el veneno más poderoso conocido, con un microgramo se mata a un adulto. La aparición normal de la bacteria se asocia a los alimentos mal preservados, como las conservas vegetales caducadas o mal esterilizadas durante su fabricación. Se trata de un neuroagente que causa que el sistema nervioso acumule en exceso durante su funcionamiento la acetilcolina, de una manera similar a como lo hacen los agentes de tipo nervioso de la guerra química.

La toxina ricino, que se halla en las semillas y en las hojas de la planta ricino común fue patentada en 1962 en los EEUU para su empleo como arma biológica. Su uso por los agentes secretos búlgaros, conocidos como los asesinos de los paraguas, fue confirmado en los años 70. En los extremos libres de aquéllos llevaban oculto un lanzador mecánico, que proyectaba un balín impregnado de la toxina ricino y capaz de clavarse a corta distancia en la carne descubierta. Dos disidentes búlgaros, huidos del régimen comunista de su país, fueron positivamente identificados de haber sido asesinados así en Londres.

El piloto norteamericano Francis Gary Powers, que fue derribado en su U-2 sobre la URSS en 1960, llevaba una píldora letal de la saxitoxina BW, que no utilizó. Este agente se obtiene de cierto marisco, que lo produce cuando es alimentado con un tipo particular de plancton marino.

Su aparición en la Historia. Situación actual.

Desde muy antiguo se han empleado los agentes patógenos y las toxinas con propósitos militares. El envenenamiento de las fuentes de agua del enemigo o el arrojar los cadáveres de los enfermos infecciosos por encima de sus muros o murallas defensivas, son técnicas militares documentadas y empleadas por Alejandro Magno, Solón o los mongoles. Es sólo en los tiempos modernos cuando el uso de agentes biológicos en la guerra ha adquirido un carácter de estigma. Así, ninguna nación moderna ha admitido su empleo en combate contra sus enemigos, a pesar de existir numerosas alegaciones de las víctimas de lo contrario.

Un ejemplo extremo de cómo se puede ir de las manos el uso de agentes biológicos por personas profanas, lo tenemos en el sitio de la entonces ciudad genovesa de Kaffa. En él los efectos biológicos nocivos estaban razonablemente circunscritos tras las murallas de esa urbe. A mediados del siglo XIV los mongoles sitiaban la ciudad, hoy llamada Feodosiya, situada en la costa ucraniana del Mar Negro. Los mongoles arrojaban por encima de sus murallas, mediante catapultas, los cuerpos de muertos por la peste bubónica. Se piensa que algunos barcos genoveses que partieron de la ciudad hacia su metrópoli, pudieron portar el bacilo de la plaga, que se hospedaba habitualmente en las siempre presentes ratas. De esta manera pudo alcanzar Italia la peste bubónica, y comenzar la masiva y fulminante epidemia conocida en la Historia como la Muerte Negra, que casi despobló el continente europeo en ese siglo.

A partir de los años 80 del pasado siglo, la ingeniería genética y la biotecnología se han convertido en instrumentos técnico industriales destinados a mejorar las condiciones de vida de la humanidad. Una de sus posibles aplicaciones es el desarrollo de vacunas contra los agentes patógenos, tanto los naturales como los reforzados por acciones genéticas sobre los primeros. Esto puede permitir a los países más adelantados adquirir una cierta inmunidad más o menos extendida, que nunca es absoluta, contra estos ataques. Mientras que sus enemigos potenciales, menos desarrollados tecnológicamente y con menos recursos económicos, salvo los productores de petróleo durante la fase de expansión del ciclo de ventas, estarían inermes contra los agentes biológicos militares.

Su uso militar es puntual y restringido.

El uso efectivo, puntual en el tiempo y controlado de agentes biológicos en el combate moderno es difícil y sus resultados son también demasiado indeterminados. Su propia naturaleza hace que, para la mayoría de los agentes, su lanzamiento controlado sobre un blanco sea difícil. Entre la exposición efectiva del enemigo y el inicio y el desarrollo de la enfermedad, existe una insoslayable demora, que va desde las horas a los días, debido a los inevitables períodos de incubación; lo cual no es asumible casi nunca en una operación móvil. Existen siempre las inmunidades naturales y las adquiridas (por vacunación o por exposición más o menos controlada), que impiden precisar, a efectos de resultados reales probables, el número de bajas enemigas derivadas de un ataque biológico. Los efectos teóricos estimados son disminuidos por ciertas condiciones climáticas, la lluvia, la niebla, la luminosidad solar y las temperaturas extremas, o alterados por los vientos, que los arrastran del blanco de superficie.

Por todo ello, hoy en día el uso militar de agentes biológicos tiene un empleo restringido a las operaciones especiales y al hostigamiento más o menos encubierto del enemigo, técnica donde el tiempo no es un parámetro rígido y crítico. Así, el objetivo de debilitar al enemigo, más que eliminarlo totalmente, hace que los cálculos de la correlación de fuerzas enfrentadas no tengan que ser tan exactos ni tan puntuales en el tiempo. La diseminación de los agentes biológicos es hecha directamente, sin el empleo de las municiones pesadas como vectores. Y el tiempo entre la exposición y el desarrollo de la enfermedad, delatado por los síntomas de ella, constituye entonces un factor de planificación dentro del plan de ataque posterior.

Su difícil e improbable uso por terroristas y locos.

Intentos los ha habido, como el ya indicado sobre las esporas de antrax y los que relatamos a continuación. En 1980 la policía francesa asaltó un domicilio en París de la Fracción del Ejército Rojo alemán, situado en el nº 41 A de la calle Chaillot. Eran ésos cuyos jefes se suicidaron luego simultáneamente en sus celdas de aislamiento en Alemania. Allí encontraron una simple pero efectiva instalación tipo «barreño», para producir la toxina butolínica A. En septiembre de 1984 fue detectada una intoxicación alimenticia deliberada en el pueblo de Antelope, del estado norteamericano de Oregon. Los orígenes fueron trazados desde varios restaurantes de la localidad y la causa fue la contaminación por la bacteria salmonella typhimurio. En las cercanías del pueblo existía una comunidad religiosa hindú, la Bhagivan Sree Rajneesh. El testimonio jurado de su jefe llevó a la conclusión de que el episodio había sido provocado por uno de sus ayudantes. Éste «sembró» los comestibles en venganza, porque algunos de los vecinos de Antelope miraban con desconfianza a su comunidad y los consideraban «diferentes».

Existe en los hombres una natural repugnancia a experimentar las enfermedades, especialmente las infecciosas, las deformantes y las debilitantes en extremo. Sólo hay que ver los anuncios de los centros de todo tipo, que ofrecen algo así como un elixir de la juventud, parecido al que buscó nuestro Ponce de León en La Florida en el siglo XVI. La edad es inevitable e implacable, pero se busca mantener, casi por todos los medios, el uso y disfrute de la madurez, cuyo deterioro es uno de los más temidos efectos de las enfermedades. Las enfermedades infecciosas graves suelen discurrir con unos síntomas externos catastróficos. El hombre se ve atacado desde dentro en su aspecto, en su integridad y en sus capacidades, de manera dolorosa e incluso asquerosa, hasta su muerte infame. No es ésta la muerte más o menos adornada por nosotros, para hacerla gloriosa y menos repugnante, que se espera para los combatientes en el campo de batalla.

La manipulación de los microbios patógenos y sus derivados venenosos implican unas operaciones de alta tecnología farmacológica y química. Aquí cualquier escape o impureza lleva al fracaso del experimento o a una afección de los manipuladores (los posibles portadores más cercanos y expuestos). Y ya sabemos algo de cómo se las gastan estos enanos patógenos y sus productos orgánicos con nosotros.

Los fanáticos fundamentalistas islámicos no encuentran en el Noble Corán ni en la sunna del Profeta ningun aliciente, estímulo o excusa para su empleo en la guerra. Los microbios y sus humores son de la categoría del cerdo, del perro, de los animales acuáticos sin aletas, de los proscritos por Alá, todos ellos impuros y detestables para el muslim fiel. Cuando el Libro descendió de junto a Alá, se moría aceptablemente para los ansares o devotos del Islam por la espada, la maza, el hacha la lanza y las flechas, en defensa de la Umma o comunidad de fieles y para extender sus dominios, mediante la Yihad o guerra santificada en muchos aleyas o versículos de aquél.

Se habla también de la posible utilización por los locos de los medios más asequibles y conocidos para la guerra biológica. Pero un loco no es un demente. El demente tiene degradadas sus facultades cognitivas y volitivas, por el deterioro físico de sus tejidos cerebrales, debido a la edad o a ciertas enfermedades (ictus, arterioesclerosis cerebral). El loco, por su parte, tiene una parte de sus sentimientos, ideas y conceptos afectados, alterados y extraviados. Pero el loco es capaz de razonar, sobre todo en los temas que llamaré «objetivos», los que estén al margen de sus delirios y afecciones anímicas. El loco puede creerse que sus acciones terroristas, más o menos individuales, llegarán a ser importantes para subvertir el régimen político de un país. Pero el loco puede saber cómo mezclar el azúcar y el clorato de potasio (de las pastillitas para desinfectar la garganta) para hacer un explosivo casero. Aunque la ETA le añada azufre, aquí no hace falta y sólo resta efectividad por peso, ya que el cloro se encarga de enlazar al potasio y formar cloruro potásico. En todo caso, el azufre puede obtenerse, como componente de la pólvora, si hay restricciones de productos sensibles, tratando con salfumán el bisulfuro de sodio, un revelador fotográfico. O cómo concentrar el líquido de las baterías, para obtener ácido sulfúrico, base para obtener ácido nítrico (para el algodón pólvora o nitrocelulosa o pólvora sin humo) y nitratos (el comburente de las pólvoras con humo, base de la prirotecnia). Y el loco también tiene mucho, mucho miedo, probablemente más por un componente hipocondríaco específico, a las enfermedades consuntivas, estigmatizadas por el colectivo social.

 

 

 

 

Guerras Asimetricas Modernas.

País y naturaleza     Período     Resultado

 

Grecia, comunista. 1946 a 1949.  Sofocada

Malaya,comunista y ligado a la etnia china. 1947 a 1960.  Sofocada

Indochina francesa. 1946 a 1954.  Creación de las dos repúblicas de Vietnam

Filipinas, comunista. 1947 a 1952. Sofocada

Kenya, nacionalista. 1952 a 1959. Independencia

Argelia, nacionalista. 1954 a 1962. Independencia

Chipre, nacionalista. 1955 a 1959.  Independencia

Vietnam de Sur. 1959 a 1975.  Unificación del país, bajo la égida de Vietnam del Norte. Disolución del Vietcong, movimiento independentista del Sur.

Angola, nacionalista. 1960 a 1975.  Independencia

Afganistán, nacionalista. 1978 a 1989.  Derrocamiento del gobierno prosoviético.

Para los contrainsurgentes es necesario, por tanto, evitar la prolongación del conflicto, que va minando la convicción de sus propias fuerzas y permitiendo que el enemigo se extienda, fortalezca y predomine.

Guerras Asimétricas

Las guerras pomposamente llamadas de cuarta generación son las guerras contrainsurgencia o guerras de guerrillas o guerras irregulares o rebeliones armadas o guerras de liberación o bandidaje organizado, que siempre han existido, coexistiendo con las variantes convencionales. Son las que los EE.UU. han perdido o no ganado últimamente: Vietnam, El Líbano (desembarco pacificador de marines, luego volados en su cuartel) y Somalia (el avispero incontrolable e imprevisible de «todos contra todos» de los señores de la guerra y las milicias islámicas). Son guerras desiguales (les llaman ahora «asymmetrical warfare») contra un enemigo de más bajo nivel tecnológico militar relativo a las fuerzas regulares enemigas, enraizadas siempre en la población civil propia u ocupada, poco intensas militarmente y extensas en el espacio y el tiempo.

Con embarazosa frecuencia, cuando los «sensores» humanos o tecnológicos norteamericanos detectan alguna probable actividad insurrecta iraquí o de los muhaydines extranjeros, primero arrasan el edificio, la «manzana», la zona. Luego van a limpiar y a hacer el recuento de cadáveres, el «body count», porque son muy escrupulosos con sus estadísticas. A veces entre los escombros se pueden encontrar con los cadáveres de una familia árabe inocente y numerosa. Se abusa de la atrición, que es indiscriminada y perversa cuando el enemigo se funde con los civiles. Se descuida el patrullaje activo, inesperado, que necesita proporcionalmente menos medios materiales y humanos, pero más oficio, coraje moral, libertad de actuación y creatividad en los mandos inferiores e intermedios y en los hombres.

Teoría Militar: libros favoritos.

Os presento una lista de libros de teoría militar cuya lectura os resultara muy provechosa y que considero fundamental para conocer mejor los temas militares y no simplemente leer una historia más o menos repetida.

Incluyo un libro mío, fruto de mis años de dedicación a este tema, cuyo contenido podéis examinar en www.amazon.com.

«Maneuver Warfare Handbook» por William Lind.

Es un clásico sobre la guerra de maniobras. Utilizado por el Cuerpo de Marines. Se basa en la experiencia alemana de la II guerra mundial. Que a su vez es una extrapolación a la guerra mecanizada, de las experiencias desarrolladas por los Stormtroops (fuerzas de asalto de infantería) de la I guerra mundial.

«El Arte de la Guerra» por Sun Tzu. La más rica y provechosa es la vieja traducción de Samuel Griffth.

La holística teoría militar china, siempre vigente, sintetizada por un autor clásico.Sus características de estilo y de contenido parece que avalan a un único autor. Con cada lectura aprovechada, se captan más matices y perspectivas. Que fructifican en mayores riqueza, agilidad y profundidad de pensamiento.

Otros libros “chinos” te dan un número de estrategias (las 36, las 100, etc.). Su aprovechamiento se basa en una memorización continua o en su aplicación permanente. Los considero poco prácticos, por el carácter profuso, difuso y aún confuso de muchos autores antiguos de esta etnia Han. Parece como si quisiesen ocultar su sabiduría a los no iniciados.

«The Soviet Conduct of Tactical Maneuver» por David Glantz.

Una brillante exposición de las teorías militares operativas soviéticas. Con ellas ganaron la II guerra mundial. Y trasladaron su sistema económico social a media Europa «liberada».

«De la Guerra» de Clausewitz.

Es una obra extensa, como corresponde a su época, en la que escribir poco era señal de inconsistencia, poca importancia del tema y escasa reflexión. Los libros o partes que la componen fueron terminados en grado variable por el autor, cuya muerte prematura no permitió su conclusión. Nos interesan los primeros capítulos sobre la teoría y la filosofía de la guerra.

Los otros libros tratan sobre la táctica de un período en el que el despliegue enemigo quedaba a las vistas del mando y su estado mayor y auxiliares, situados en un altozano cercano. Preconiza lo contrario de Liddell Hart: la batalla decisiva a cargo de la máxima concentración propia sobre el ejército enemigo. En una época de ejércitos de masas, inaugurada por Napoleón, pronto se vió que no se podía ganar en una sola gran batalla una guerra entre naciones en armas. Era necesario una campaña de operaciones sucesivas victoriosas, diigidas al logro de los objetivos militares de campaña (teatro de operaciones, Europa, Pacífico, África) o estatégicos. Además, ya no existía un genio militar adelantado a su época como Napoleón.

«Forward into Battle» por Paddy Griffith.

Las tácticas militares desde Napoleón discutidas y extensamente presentadas. Tiene detractores por su visión a veces rupturista.

«Maneuver Warfare: An Anthology», compilado por Richard D. Hooker.

Recopila artículos de algunos de los mejores escritores sobre la teoría militar de maniobras. Hay trabajos de Rommel, Leonhard, John Antal, etc.

«The Art of Maneuver» por Robert Leonhard.

Es uno de los primeros y más lúcidos autores sobre la guerra de maniobras. Y destaca con fuerza propia, expandiendo el torrente de ideas de esa teoría en desarrollo.

«Race to the Swift» por Richard Simpkin.

Es el mejor libro de este autor militar inglés. Desarrolla teóricamente la guerra moderna. Es de lectura algo difícil.

«Manual de Táctica», dos tomos, por Eike Middeldorf.

Es el más completo y actual manual de táctica moderna que he encontrado. Tiene capítulos dedicados a la guerra terrestre empleando ingenios atómicos tácticos y a las condiciones particulares de lucha: de noche, en bosques, con frío extremo, etc.

«Estrategia» por Basil Liddell Hart.

Es la mejor teoría militar de este prolífico autor.

«The Foundations of the Science of War» por John Frederick Charles Fuller.

Es un libro no superado sobre los principios de la guerra y su aplicación práctica. Casi 65 años después de su edición en 1926 fue reeditado por el Cuerpo de Marines. Es de lectura difícil. Yo conseguí una fotocopia de la edición original a través de la biblioteca de una universidad americana (Lancaster, Pa.).

«On the Nature of War» por Enrique Alonso.

Igual que los principios señalan el «qué hacer» en la guerra, este libro, basado en 10 «sistemas operativos» indica el «cómo actuar» operativa y tácticamente.

«La Comprensión de la Guerra» por Trevor N. Dupuy.

Es una teoría del combate, basada en la Historia militar y determinados factores militares y sus valores cuantitativos. Encuentro que su desarrollo del concepto de «fricción», derivado de Clausewitz, está desviado. Y expone otra cosa distinta a Clausewitz.