Introducción.
A lo largo de la Historia, los presuntos rivales bélicos han ido perfeccionando sus Armas, Técnicas y Tácticas para vencer a un enemigo que se opone violentamente a la consecución de sus objetivos.
En el Principio,
Apareció el forzudo con un gran palo o garrote, que iba a por su rival vecino. En un momento dado éste, que era casi un alfeñique, se escondió en un matorral, a la vera del camino. Cuando pasó el forzudo, confiado y bien equipado, esperó que dejara su espalda libre y le asaltó sobre una “vulnerabilidad esencial” desprotegida. Y, el “mayorón” cayó exánime al suelo. La Historia no dice qué pasó con los dos personajes de la fábula.
Cuando el número de miembros de los bandos aumentó sobremanera, buscaron instintivamente agruparse. Para atacar y defenderse mucho mejor.
Primero, fue el molote más o menos grande y pronto se buscó ordenar y aprovechar al grupo. Y, nació la falange, un muro de doce, dieciséis filas de hombres armados con largas lanzas o picas, que sobrepasaban varias filas delanteras, bien entrenados en su manejo conjunto a las distancias de choque. Y, protegidos por un gran escudo y piezas metálicas o de cuero fuerte sobre el pecho, la cabeza (casco) y brazos y piernas.
En la Grecia antigua, los espartanos pulieron a tope el instrumento táctico de la falange.
Nadie estaba tan entrenado y protegido como ellos. Y, su sociedad aceptaba y honraba su ethos militari, concretado en la falange. Las madres espartanas pedían a sus hijos, hoplitas falangistas, “vuelve con el escudo o sobre el escudo”. No existía ni la intendencia, ni la sanidad, propiamente dichas. Y las madres imbuían a sus hijos la mentalidad social guerrera de su sociedad.

Pero, he aquí que la derecha de la falange quedaba más desprotegida que la izquierda. Por la forma en que, naturalmente, los hombres protegían su izquierda con el escudo.
Y, en Leuctra, hacia el 344 a. C., Esparta, con mayoría de fuerzas (10 mil hombres) se dispuso a aplastar a Tebas (6 mil hombres). Sin darse cuenta que su modelo de falange había cambiado.
Epaminondas y su pareja, Pelópidas, habían introducido el ”orden oblicuo” en su falange tebana. En su ala izquierda dispusieron un mayor número de fuerzas y las mejores. Entre ellas, una falange formada por parejas de homosexuales, que la llamaban la “Banda Sagrada”. Rehusando, además, su centro y su ala derecha, como es típico del orden oblicuo. Quizás pudo influir en la agudeza y finura de los jefes homosexuales tebanos, la mayor sensibilidad que se dice de los homosexuales.
En el ala derecha espartana estaba el jefe de todas sus fuerzas. Que era así el “núcleo de su resistencia”. Y, ésta fue golpeada y batida por las fuerzas tebanas de su ala izquierda. Y, apareció el “Caedes”, la matanza y el remate del vencido.
Desde lejos, los espartanos de su centro e izquierda también fueron afectados, por la derrota y la afectación de los hoplitas del área derecha. Y, comenzaron a retroceder, sin haber sido vencidos por las armas.
Un año después de Leuctra, Epaminondas recorría la península del Peloponeso, al mando de fuerzas de la recién formada Liga Arcadia. Y, aparecía frente a la ciudad de Esparta, a cuya vista, se decía, nunca habían aparecido fuerzas enemigas.
Las falanges eran demasiado grandes para poder moverse libre y rápidamente frente al enemigo. Actuaban como un “muro de contención”de Fuerza contra Fuerza, donde la sorpresa, la habilidad y la flexibilidad no podían existir. Otra característica de su rigidez técnica es que tenían que combatir en terreno llano, como poco sin ondulaciones, ni obstáculos como afloramientos rocosos o manchas de árboles y matojos, que rompían su continuidad estructural.
Roma encuentra a las falanges griegas.
Los romanos tenían una estructura militar basada en la legión, como gran unidad operativa, de unos 5 mil hombres. Las legiones estaban formadas por manípulos o, mucho después, por cohortes, pequeñas unidades tácticas capaces de moverse y maniobrar en el campo de batalla, ganando la flexibilidad, la habilidad y la sorpresa que no tenían las falanges. Y, sus centuriones, uno a la derecha y otro a la izquierda de la primera fila del manípulo, y sus oficiales eran capaces de dirigirlos así individualmente.
En la batalla de Pidna, en junio del 168 a. C. tuvo lugar una batalla entre los romanos dirigidos por Emilio Paulo y el macedonio Perseo. La falange macedonia atacó con brío a la formación romana de 2 legiones y la obligó a retroceder hacia el campamento fortificado romano. Pero, se trataba de terreno desigual y algo rocoso y la falange, al avanzar, perdió su solidez e integridad.

Al observarlo, Paulo dió órdenes a los manípulos (centuriones) para que actuarán sobre la falange enemiga independientemente. Los centuriones tomaron el mando a partir de ese momento. Los manípulos avanzaron y comenzaron a aprovechar la más pequeña brecha en la formación enemiga pseudocompacta, para introducir por allí a sus hombres.
Éstos comenzaron a hacer estragos con los gladius (espadas romanas algo cortas, preparadas para el cuerpo a cuerpo), sobre los indefensos flancos de los hoplitas macedonios, armados con las largas picas.
Pronto, Emilio Paulo lanzó la segunda legión contra el centro de la línea enemiga. Ésta se estremeció y acabó por ceder. Los lanceros griegos ya sólo eran un estorbo, para luchar y para defenderse. Y, los legionarios romanos se lanzaron vigorosamente al ataque. Y, ocurrió el Caedes, la matanza, el hundimiento de la formación en una masa informe, aterrorizada y huyendo individualmente.
Cuando se puso el Sol, Paulo detuvo la explotación del éxito. En el recuento de muertos, resultaron cien romanos y veinte mil macedonios caídos definitivamente.
Los mongoles amenazan Europa Central y del Este.
A primeros del siglo XIII, los mongoles, tribus nómadas del interior de Asia, que dominaban el combate a caballo y que tenían una organización militar muy elaborada y sencilla, aparecieron por primera vez en las fronteras del este de Europa.
Su logística era simple y de abastecimiento sobre el terreno que pisaban, siguiendo en su avance las zonas de grandes pastos y llevando cada jinete varias monturas con él.
Los mongoles parten de su zona estratégica, definida por “el avance y la localización” de sus poblados nómadas, sus yurtas o casas nómadas, tiradas por bueyes, jamás observados, ni sospechados por sus enemigos, y alcanzan la zona táctica con estos. Sus operaciones no necesitan el soporte físico y anímico de la zona operativa, la transición para las fuerzas y sus apoyos, entre la zona estratégica y la zona táctica.

Delante del frente discontinuo de las posiciones (ciudades) de sus enemigos, existe una zona amplia, desprotegida y vacía, no controlada por nadie, que los mongoles utilizan al máximo para su acercamiento operativo. Sus enemigos, las fuerzas de caballeros pesados feudales y sus infantes lanceros y arqueros, no mantienen en ellas nada que recuerde a los destacamentos avanzados, que exploren de forma móvil y repelan a las partidas avanzadas mongolas de exploración y de combate.
La preocupación mongola hacia el enemigo era generalmente estratégica, pensando en sus “flancos expuestos” al nivel de los países “ocupados”. Aquella estaba originada por su siempre exiguo número, para los objetivos encomendados o buscados.
Y, en la real no invencibilidad táctica de sus fuerzas, si daban con un enemigo organizado, hábil y, sobre todo, sereno.
Gengis Khan en el 1221, tras la conquista del Imperio musulmán de Samarcanda, situado entre los ríos Sir Daria y Amur Daria, saqueó sistemáticamente Afganistán. Y, su hijo Tilui mató a la mayor parte de los habitantes del norte de Persia. Sin posibles enemigos vivos en el flanco libre estratégico, protegían el flanco sur del Imperio mongol.
(Continuará).